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    • El ojo de Argos512
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      No es mucho el tiempo transcurrido desde que Eriloin se unió a las causas del círculo del simbionte. Colaboró con sus miembros en multitud de tareas para con la preservación de los bosques y de antiguas especies casi extintas, como los honorables wyverns. En otroras ocasiones, fue un muro contra los muertos que pudieran originarse en la foresta de Maragedom, tocada por la estirpe atormentada de espectros que murieron bajo circunstancias trágicas. Véase, por ejemplo, el caso de Sheeta, cuyos lamentos han provocado miles de muertos de almas inocentes que, incapaces de soportar las penurias del espíritu, acabaron suicidándose. Eso, si es que el propio lamento no les volvió locos, reventándoles los sesos desde dentro.
      Sin embargo, no todo es perfecto en el gremio de los seguidores del dios de la furia y el territorio. Y es que algunos, más fanáticos que otros, han hecho alzarse el respeto a Ralder sobre una torre de violencia innecesaria. Matando de forma brutal a infelices cuando no era menester. No todos los guardianes del ciclo se han limitado a guardar la naturaleza. Los métodos de varios druidas de este círculo han sido,, en opinión de Eriloin, y no en pocas situaciones, demasiado agresivas, en comparación con lo que habría sido justo y proporcional. Y es que, de acuerdo, tal vez no sea respetuoso con el ciclo un cazador furtivo que, ansioso de obtener riquezas y más riquezas, se dedique a matar lobos a centenares, extrayendo de los pobres cánidos, perfectos pelajes con los que fabricar alfombras de gran valor. Hasta ahí, Eriloin está de acuerdo en que resulta necesario explicar a los más abiertos de mente, el por qué deben actuar mejor con los bosques que a todos nos proveen de lo necesario para vivir. Llegado un caso extremo, incluso puede ser necesario intimidar a los más egocéntricos, o herirlos levemente, de modo que aprendan a respetar el bosque, aunque para ellos tengan que ser instruidos por el mejor maestro de los necios, el miedo. Sin embargo, el destripar a un hombre lagarto cualquiera por talar un árbol, simplemente, para poder fabricarse un bote… Tal vez sea llevar las cosas demasiado lejos.
      Los problemas para con la afinidad de Eriloin con el ciclo no se limitan, únicamente, a lo anterior. Las raíces de rencor entre seguidores de Izgraull y Ralder permanecen desde hace eras. El druida al que nos referimos, comprende que la actitud de los seguidores del hijo de Osucaru no fueron precísamente leales. Tampoco comparte, para nada, la decisión que tomaron los seguidores del panteón opuesto a Ralder. Cristalizar los bosques, convirtiéndolos en parajes de hielo, quizás fue un poco de mucho con demasiado. El crear aberraciones, capaces de defenderse de las ordas de demonios, tal vez fuese una acción llevada a cabo demasiado a la desesperada. No dejan de ser justificables, pues como es de saber popular, nada amedrenta más a los portadores del fuego del abismo, que un frío sobrenatural. No obstante lo anterior, tal vez hubiera sido mejor revertir a la naturaleza a su estado anterior cuando la amenaza acabó. Los matices del por qué Izgraull hizo de unas tierras verdes un infierno blanco no serán discutidos aquí, pues, realmente, la amenaza de los demonios sigue latente. Sea como fuere, la actitud de seguidores antiguos de Izgraull y las rencillas existentes con los miembros del círculo, en opinión de Eriloin, arrastran un pasado que no es necesario tener tan presente como para que la furia nuble el juicio. Al fin y al cabo, aquello ocurrió hace mucho tiempo y, como bien ha descubierto en sus vivencias por Dalaensar, las creencias de un individuo no son determinantes absolutos de su carácter. Si un seguidor de Izgraull, por culpa de las rencillas para con el dios al que Eriloin le profesa devoción es incapaz de mantener relaciones con un seguidor de Ralder, el custodio de la foresta lo comprenderá. No forzando las cosas sin necesidad. Pero si algún día llega el momento en el que un seguidor del hijo de Osucaru se anima a dialogar con Eriloin, el segundo estará dispuesto a conversar, como lo haría con cualquier otro. Si surgen diferencias de opinión, ya debatirán tranquilamente los asuntos más controvertidos.
      La actitud de los miembros más fanáticos del círculo del simbionte, como las del propio Shihon, y la actitud de aquellos más susceptibles, han hecho que Eriloin se de cuenta de que, como cualquier otra organización, el círculo no es pperfecto. Estando así las cosas, y siendo la intención de Eriloin el viajar por el mundo, cuidando de la naturaleza, ofreciendo la curación a quienes lo necesiten, y combatiendo los enjendros muertos vivientes, caóticoos, demoniacos y extraplanares que amenazan el equilibrio vital, el guardián del bosque a quienes nos referimos ha optado por abandonar la organización conocida como Círculo del Simbionte, a todos los efectos.
      Lo anterior no impedirá, ni mucho menos, que el propio Eriloin se ofrezca a prestar su ayuda a los miembros del círculo, en asuntos en los que comprenda que es beneficioso que intervenga. Sin embargo, no se verá atado por gremio alguno. Siendo tal la intención de Eriloin, el día de hoy, el aún joven druida se dirije a Shihon, en lo más profundo de la caverna, expresando sus intenciones. Shihon acepta la salida del druida de este gremio, mas su actitud para con quien consideraba uno de sus hermanos se torna reservada, fría. Casi hostil. Ya era algo que el propio Eriloin comprendería que sucedería. Sabía que algunos de los miembros del Círculo no aceptarían que él los dejara sin más. Sin embargo, la reacción del elegido del simbionte no fue precísamente agradable de presenciar. Zolena, por otro lado, se lo tomó mejor, actuando como una madre para con todos los miembros de la organización oculta entre las cuevas. Una madre estricta. Eso era indudable. Pero también bastante comprensiva y protectora, que no se mostró ni siquiera molesta con el druida. Tras recibir las bendiciones de quienes aún le seguían considerando un amigo, a pesar de las circunstancias, el guardián de la foresta montó a lomos de su quimera y, tras echar un último vistazo a uno de los hogares que lo habían acogido, se marchó galopando, perdiéndose en la oscuridad entre las raíces. De regreso a la superficie del bosque de Wareth.
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