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    • Rijja
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      Fascículo 1

       

       

      Como había pasado durante las últimas jornadas, el ambiente apacible de la tarde se tornaba de manera intranquila enrareciendo el aire. Una colosal aglutinación de nubes, oscuras como una noche sin lunas, eran acompañadas por estruendosos relámpagos que iluminaban pálidamente las paredes de la Torre de Ébano en Dendra. Aún con los áridos kilómetros que separan ambos territorios, en la ciudad de Ar’Kaindia se hacía patente la tormenta mágica que se acontecía en los territorios del Imperio Dendrita.

      Y allí, en la principal ciudad del desierto, el Alto Teócrata Rijja Al’jhtar se dirigía hacia un pequeño, pero experimentado, grupo de hechiceros y telequinéticos.

       

      -Se acerca el momento. Dilucidad donde se abrirá el acceso.

       

      Los hechiceros comenzaron a farfullar numerosos hechizos y una extraña aura se hizo patente, para miradas expertas, en toda la ciudad, cubriéndola mientras emitía ligeras oscilaciones.

      Debido a anteriores, y numerosas, experiencias con estas extrañas tormentas y gracias a los informes de espías y eruditos, sabían que Dalim, la Archimaga en funciones de la Torre de Ébano anteriormente nombrada, se encontraba en mitad de un peligroso experimento. Dicha hechicera, dolida y ajada en su orgullo por acontecimientos ajenos al reino de Al’Qualanda, se disponía a rasgar el velo intraplanar hacia la dimensión Y502 y esto, en opinión del Alto Consejo, no quedaba para nada alejado de los intereses y desvelos de Ar’Kaindia.

      Poco sabían de la naturaleza real de esta magia y mucho menos contenerla, pero sabían que Dalim seguramente tampoco sería capaz de hacerlo y, por las numerosas perturbaciones que se habían creado en anteriores jornadas, no iban a quedarse de brazos cruzados sin estudiar todos los fenómenos posibles.

      Una intensa ventolera que inundaba las fosas nasales con el amargo olor del ozono hacía patente que el Ritual de Dalim para crear una brecha que condujera hasta el plano Y502 estaba en pleno proceso.

      Los Telequinéticos y los hechiceros Ar’Kaindianos permanecían estáticos, solo se podía atisbar ciertos movimientos oculares tras sus párpados, como si escudriñaran su propio interior. Súbitamente, uno de ellos alzó la voz, en un tono alarmante y ligeramente asustadizo para decir:

       

      -Mi señor! ¡La apertura se originará aquí mismo!

       

      Sin dar apenas tiempo de reacción, el tiempo y el espacio se rasgaron justo en el punto donde se encontraba uno de los hechiceros, que todavía seguía ensimismado en su concentración. La reacción tan abrupta que se produjo en el espacio desmembró parte de su cuerpo, que fue engullido por la apertura, desparramando sangre y vísceras junto al trozo de cuerpo que había escapado del rango de la brecha dimensional. Todo esto a escasos metros de las miradas atónitas de sus compañeros.

      Instantes más tarde, recomponiendo la actitud de concentración y tranquilidad. El esto de hechiceros se apartó de la zona con un gesto solemne, como si no tuviera importancia el desmembramiento súbito que había sufrido su compañero. Ya que eran conscientes de que ahora, en ese preciso momento, la oportunidad de estudio del plano Y502 estaba al alcance de la mano.

    • Rijja
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      Fascículo 2

       

      La recién presenciada evisceración del tejido de la realidad, frente al grupo de Orgos, se retorcía ante los ojos de estos, dando forma a una gran fisura interdimensional que, presumiblemente, era un enlace hacia la dimensión Y502. Teniendo en cuenta las manifestaciones presentes en las recientes conjunciones entre planos, grandes horrores esperarían más allá del portal.

      El pequeño contingente de Orgos que esperaban tal acontecimiento, entre los que se encontraba Rijja Al’jhtar, se prepararon en posición de combate los primeros instantes de aquel acontecimiento, esperando que los terrores que habitan dicho plano pudieran atravesar el portal para devastar Ar’Kaindia. Eso no sucedió. Habían tenido la suerte de no tener que defender su ciudad de aquellas temidas criaturas. Aquel portal emitía una penosa invitación a ser atravesado, emitiendo un pestilente hedor a hiel, salitre y podredumbre.

      Pasado un par de minutos, apareció en la zona un pequeño escuadrón perteneciente a la Guardia Kaindiana. Feroces guerreros Orgos dispuestos a seguir los designios del Alto Consejo Teócrata. Según habían acuñado anteriormente, la misión consistiría en contención y, de no ser necesaria esta medida, exploración.

      Los hechiceros que allí se encontraban, comenzaron a pronunciar numerosos hechizos de protección sobre los soldados pertenecientes a la Guardia Kaindiana, estos a su vez estaban sumamente pertrechados para acometer la misión que se les había encomendado: explorar la dimensión del Y502 y volver con el reporte informativo.

      Las feroces miradas de los soldados se entrecruzaron después de la orden de avance de su Alto Teócrata para después atravesar sin dilación aquel extraño portal, dispuestos a enfrentar la muerte y en pro de conseguir la información necesaria para el estudio de la dimensión del Y502.

       

      Con la perspectiva propia de un narrador puedo decir: pobres infelices

       

      Los guerreros Orgos se introdujeron con decisión en el Portal mágico rumbo a Y502. A la vez que traspasaban la brecha dimensional, sus cuerpos se iluminaban y, tras una explosión lumínica, se encontraron en un extenso yermo.

       

      Una enorme salina abrasada donde, de manera fácilmente deducible, hace tiempo se encontrarían los océanos de Y502. Un reseco erial castigado impertérritamente por una incansable e inclemente estrella blanca. La constante presencia y amparo de este astro terminó por beberse toda el agua que había en el lugar, dejando colosales montañas de sal la cual se concentra incluso en el aire, haciendo de este hábitat un lugar completamente inhabitable para la vida tal y como se conoce en otros planos de existencia. Aunque esta, la vida, no debería estar presente nunca en este páramo.

       

      Aquellos Orgos, realmente, estaban a punto de conocer muy de cerca los estragos que las criaturas “bendecidas” por Astaroth pueden desarrollar.

    • Rijja
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      Fascículo 3

       

      Después de unos segundos de desconcierto, observando y escudriñando el nuevo emplazamiento en el que se encontraban con cierto temor y nerviosismo, los Orgos establecieron un pequeño e improvisado campamento en torno al portal que habían atravesado y que, esperaban con ansia, pudiera devolverlos “a casa”.

      Después de establecer un minúsculo centro de operaciones, dejaron los suministros destinados al abastecimiento alimentario, se armaron adecuadamente y, desenvainando sus Yhjlemas Kaindianas, se dispusieron a explorar la zona más cercana a donde se encontraban.

      Enormes y espesas dunas de sal los acompañaban durante cada uno de los pasos que efectuaban. Estas aglomeraciones salinas, y sus ondulaciones, no dejaban a los Orgos ver más allá de unos veinte metros desde su distancia cercana y, claramente, esto los mantenía en constante guardia.

      El pequeño grupo, formado por 20 Soldados Kaindianos, decidió dividirse una vez avanzaron unos ciento cincuenta metros desde su origen. Formaron tres grupos. Uno, formado por siete soldados, emprendió un viaje al norte. El segundo, formado por sendos Orgos, se dirigió hacia el este. El menos numeroso, formado por seis de ellos, emprendió de nuevo el camino hacia el portal para asegurar la zona y la llegada del resto de sus compañeros.

       

      Centrándonos por un momento en el grupo que se dirigió al norte.

       

      La extensión salina parecía no acabarse. El salitre detonado en el aire alcanzaba una concentración brutal en esta zona. Varios de los guerreros emitían ligeros vómitos debido a ello pero, debido a su determinación, no aminoraban el paso.

      Concentrados en todo lo que les rodeaba, no llegaban a avistar a ningún enemigo que pudiera interponerse en su camino, observaban incrédulos el ambiente hostil que les rodeaba. Los pasos se hacían pesados y toscos debido al hundimiento de sus pies en las capas de sal que recubrían la zona inclementes. Habiendo avanzado lo que se les antojaba un largo recorrido, se detuvieron un momento para decidir la estrategia y camino a seguir. Fue en ese momento cuando sucedió una tragedia.

      Un desagradable zumbido, acompañado de extraños chasquidos y rechinares, se hizo potentemente audible en la zona.

      Los Orgos adoptaron una pose defensiva preparados para lo que pudiera venir en cualquier dirección.

      <Pobres desdichados>

    • Rijja
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      Fascículo 4

       

      Súbitamente, de una de las dunas salinas que se encontraba a la derecha del pequeño contingente, emergió una amalgama orgánica abominable. Esta estaba compuesta por numerosos insectos, roedores, extraños peces y otras diminutas alimañas que se movían vertiginosamente en el aire envueltas en un aura malévola, claramente de naturaleza espectral. Todas acompasadamente erráticas en un veloz movimiento, tomaban la forma de un borroso remolino en el cual solo podían atisbarse numerosos aguijones, mandíbulas, tenazas y uñas de aquellas criaturas.

      Con un sutil silbido, aquella extraña abominación se echó encima del contingente Orgo.

      Debido a lo diminuto de las criaturas que componían aquella malvada amalgama, los filos de las Yhjlemas eran ineficaces para el combate. El primer Orgo en ser envuelto completamente por la criatura fue rajado y desgarrado completamente, esparciendo vísceras y trozos de sus miembros por todo el lugar. La sangre de este empapó a todo su grupo en un siniestro salpique.

      Dos Guerreros, ante la terrorífica visión de lo que le había pasado a su compañero, se lanzaron contra aquel conglomerado de bestias informe para, después de un embiste completamente ineficaz, correr la misma suerte. Ambos se alzaron en el aire, envueltos por la criatura, mientras esta los destripaba y desollaba en apenas un instante mientras emitía horribles gritos de dolor y angustia.

      La criatura, de forma enajenada y furiosa, se dirigió entonces hacia los Guerreros restantes.

      Estos, al observar lo acontecido, dedujeron que no iban a poder enfrentarse a la criatura con sus armas y adoptaron otra técnica de ataque.

      En un movimiento calmado y casi al unísono, los cuatro Orgos que quedaban en pie, comenzaron a formular un hechizo despertando así su magia innata.

      Casi al instante, un cúmulo de proyectiles mágicos, envueltos en fuego, emergieron de los dedos de los Orgos precipitándose rápidamente sobre la malograda criatura. Dieron en el blanco.

      La criatura, retorciéndose en furibundos espasmos debido a las llamas, se calcinó de manera inmediata, cayendo a los pies de los guerreros orgos.

       

      Cruzando una mirada incrédula, a la vez que de aliviada, los orgos sonrieron por la muerte de la criatura y, mirando a sus compañeros caídos, giraron sus pasos rápidamente para dirigirse al portal que les había traído hasta aquel horrible plano repleto de muerte, creyéndose a salvo.

       

      <Pobres infelices>

       

      Antes de que pudieran recorrer apenas un par de metros por aquellas dunas salinas, fueron emboscados por varias criaturas como a la que acababan de dar muerte. Nunca más volverían a empuñar sus Yhjlemas Kaindianas y jamás volverían a su amada ciudad.

      Ahora formarán parte del Y502 para siempre.

    • Rijja
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      Fascículo 5

       

       

      Mientras la sangre de sus compañeros, vaporizada por los finos desmembramientos, inundaba el aire a centenares de metros al norte, el pequeño contingente de Orgos que había tomado la ruta al este se encontraba con el mismo paisaje desolador.

       

      Aquel yermo mermaba las fuerzas de los Orgos mientras avanzaban pesadamente por las escarpadas formaciones salinas. En ese momento se encontraban en una pequeña depresión en el terreno la cual no permitía una visión correcta de la zona y facilitaba las emboscadas en su contra.

      Detuvieron su paso al escuchar, en la cercana lejanía, un incipiente burbujeo. Justo después de que adoptaran una posición defensiva, formando un círculo y protegiéndose las espaldas, aparecieron varias criaturas flanqueándolos casi totalmente.

      Eran unas criaturas humanoides completamente deformadas e hinchadas. Repletas de pústulas burbujeantes y la piel completamente túmida. Estos seres avanzaban de forma lenta pero muy hostil hacia su posición.

      A los guerreros, avezados combatientes kaindianos, entrenados en las artes de combate no les supusieron gran amenaza, abatiendo a las criaturas en varios tajos de sus Yhjlemas, haciendo que estos cayeran al suelo con estrépito. Cuando tan solo quedaban apenas un par de estos seres, creyéndose los Orgos victoriosos en el encuentro, los cuerpos amontonados de aquellas criaturas abotargadas comenzaron a emitir un fuerte burbujeo a la vez que se hinchaban desmesuradamente.

      De forma súbita, de aquellos cuerpos comenzó a brotar un borboteo de sangre y, segundos más tarde, explotaron de forma violenta en un torrente de sangre y vísceras.

      Dicho torrente, usando a modo de metralla astillas de hueso, sangre enfermiza y las propias vísceras de la criatura, impactó de lleno sobre cuatro de los Orgos. Dos de ellos desaparecieron completamente, carcomidos al instante por la enfermiza explosión. El tercero, perdiendo la parte derecha de su cuerpo, apenas pudo emitir un sonido de horror antes de caer fulminado y, el cuarto, teniendo los ojos y parte del pecho, completamente reventados debido a la incrustación de varias costillas, pertenecientes a la particular metralla de la explosión, no pudo defenderse de una criatura que lo evisceró mientras gritaba de dolor. Muriendo destripado segundos más tarde.

      Los tres Orgos que escaparon de la virulenta explosión, viendo lo que acababa de ocurrirle a sus compañeros, comenzaron a correr, rumbo al oeste, esperando alcanzar de nuevo el portal que los llevaría de nuevo a casa.

       

      Después de una vertiginosa carrera, en la cual los cristales salinos del suelo se antojaban como cuchillas en sus plantas, llegaron a una elevación en el terreno que les permitía ver y distinguir el refulgir del portal en la lejanía. Sin duda, podrían llegar.

       

    • Rijja
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      Fascículo 6

       

       

      Retomando de nuevo la impetuosa carrera de la huida en dirección al portal dimensional, una nueva criatura le salió al encuentro, para su desgracia.

      Ante los Orgos se erguía uno de los no-muertos más aterradores, y posiblemente protagonista de la mayoría de cuentos de terror que se han escrito, que existen: un espectro.

      Ataviado con un conjunto de capucha y túnica oscura, completamente raídos, ocultando por completo su rostro. La criatura se alzaba unos tres palmos del suelo apoyado en una nube negra proveniente de su oscura magia. Unas enormes manos esqueléticas sobresalían de la túnica empuñando, y balanceando levemente, una mortal guadaña.

      Esta criatura, sin duda, era un rival temible, ya que los Orgos sabían que los espectros son seres muy inteligentes, dotados de consciencia propia y muy hábiles en el uso de la magia negra. Y, para acentuar la sensación de miedo, se sabe que este tipo de muertos vivientes solo ansía arrebatarles el alma mortal a sus víctimas y consumirlas para ganar poder.

       

      El espectro pareció esbozar una mueca de satisfacción y, con un pequeño giro ascendente de su mano, simulando una especie de llamada, se vio rodeado de un gran número de seres humanoides, que ascendieron de entre la sal del suelo como siendo arrastrados por una cuerda.

      Eran varios cadáveres animados que se encontraban completamente empapados, como si hubieran sido sacados de un río. Debido a las exudaciones de estos, el aire se volvió denso y asfixiante en unos instantes.

      Al margen de la sorpresa del encuentro, teniendo en cuenta el desgaste producido por su enfrentamiento anterior, los Orgos intentaron flanquear al grupo de no-muertos para llegar rápido a su destino, para evitar así el combate directo debido a su velocidad superior.

       

      Pobres infelices.

       

      Debido a la saturación de toxinas que se habían detonado en el aire, los Orgos apenas recorrieron unos pasos antes de caer al suelo entre vómitos y esputos de sangre. El último en morir, acostado boca arriba mientras se ahogaba agónicamente con su propia sangre, solo pudo atisbar a ver una huesuda mano que se cernía lentamente sobre su cabeza.

    • Rijja
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      Fascículo 7

       

       

      Del pequeño contingente Ar’Kaindiano, encargado de la primera exploración del Plano Y502, solo quedaba un pequeño reducto que, ajeno a lo que le había sucedido al resto de sus camaradas, custodiaba férreamente las inmediaciones del portal.

       

      -Era lo más sensato, sin duda.

       

      Estos habían apuntalado varias defensas entorno a la brecha dimensional a modo de fortín. Numerosas estacas de madera sobresalían ligeramente del suelo, indicando sutilmente un surtido de trampas que se asentaban en la zona. Varias barricadas entremezclaban escudos y lanzas, las cuales servían de parapeto a la hora de guarecer a los Orgos de una emboscada por sorpresa. Cuatro de los seis guerreros que custodiaban aquel fuerte mantenían una vigilia total, escudriñando los alrededores con avidez y constancia. El otro par se encargaba de recopilar información de la zona, tanto escrita mediante descripciones como de recopilación, guardando varias muestras de la zona en tubos de ensayo y pequeñas bolsitas de materiales.

      Su estancia en aquella dimensión se les antojaba, cuanto menos, costosa. La impertérrita mirada perteneciente al astro que gobernaba aquellos páramos hacía difícil una estancia agradable. Incluso ellos, acostumbrados al sol abrasador de los vastos desiertos del Reino de Al-Qualanda, sentían la mella constante que les producía aquella tórrida lluvia de luz.

      Uno de los soldados que recolectaba, tras alejarse decenas metros del fortín entorno al portal, observó una gran veta de sal en la zona. No era una sal cualquiera. De un color oscuro y una cristalización para nada corriente, llamó la atención y curiosidad del Orgo el cual se dispuso a picar y extraer parte de la misma, colocando varios pedazos en el gran saco que portaba.

      Después de unos minutos picando la superficie de la veta, observó un arcón ligeramente resquebrajado que, por caprichos del destino, había quedado sepultado y atrapado en la veta de aquel extraño mineral salino.

      Tras picar enérgicamente varios minutos más y habiendo dejado el arcón accesible, se dispuso a abrir aquel extraño cofre.

      Una vez levantó aquella resquebrajada tapa, y sin poder contener una mueca de asombro, quedó maravillado.

       

      Un gran tesoro, eso seguro. Al menos alguien con suerte.

    • Rijja
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      Fascículo 8

       

       

      Mientras observaba maravillado el contenido de aquel cofre, obtuvo de nuevo su momento de lucidez y empezó a escudriñar todo. Una vez se percató de que se encontraba solo, sin ningún tipo de criatura al acecho, de dispuso a enumerar y guardar el contenido del cofre.

      Diamantes, muchos diamantes, se entremezclaban con diversas gemas, como rubíes, granates, zafiros… sin duda, un botín considerable en piedras preciosas. Junto a estas, diversos tomos encuadernados en pieles extrañas a modo de compendios. Una vez hizo un pequeño recuento, se dirigió a guardar todo en su gran saco, junto al resto de materiales salinos que había recopilado. Casi ya llegando al fin en el saqueo de aquel contenedor, el Orgo fijó su mirada en una pequeña moneda que se encontraba enterrada entre las gemas preciosas.

      Se trataba de una pequeña moneda fabricada en un albo metal y áspera al tacto. De forma octogonal, su superficie se encontraba grabada dando forma a una luminosa esfera, como simulando un astro celeste. La moneda poseía un pequeño y modesto agujero en el centro, típica técnica en la fabricación de monedas para reducir la cantidad de mineral a la hora de su producción. Cada una de las cuñas o muescas que se presentaban en la moneda estaban cubiertas por una gran cantidad de salitre incrustado dificultando la visión de las mismas.

       

      Claramente, un gran hallazgo numismático.

       

      Por suerte, para el Orgo, su obnubilación mirando aquella moneda le provocó la desatención suficiente sobre lo que le rodeaba para no producir ningún movimiento brusco. Aquel guerrero, al levantar la vista de la moneda, se percató que estaba en el centro de una gran cantidad de formas fantasmales, que vagaba por aquella zona, cual roca anclada en el caudal de un río.

      Sin darse cuenta estaba inmerso en una marea de espíritus intranquilos que, al no haber podido trascender al limbo, deambulan sin destino o motivación aparente. Estas criaturas incorpóreas se presentan generalmente como figuras humanoides traslúcidas, emulando la forma de la criatura que antaño fueron. El Orgo quedó paralizado de horror y, gracias a las fuerzas que otorga la cobardía, pudo enterrarse parcialmente en el terreno salino para pasar desapercibido ante aquellos fantasmas.

       

      Un cobarde, sí. Movimiento inteligente al fin y al cabo en esas circunstancias.

       

      Aquel torrente fantasmal de criaturas, por suerte, avanzaba en un rumbo completamente trasversal a la dirección donde se encontraba el campamento, y el resto del contingente Kaindiano.

    • Rijja
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      Fascículo 9

       

       

      Ajeno a la visión del torrente de criaturas fantasmagóricas que estaba contemplando su compañero, el otro guerrero orgo encargado de la recopilación de materiales, para su posterior estudio en Ar’Kaindia, se encontraba a un centenar de metros en la posición opuesta a su homólogo en tareas. Palpando cada trozo de terreno en busca de nuevos objetos de dignos de estudio, si acaso todo en ese lugar no lo fuera de por sí, se atareaba en mirando la composición del suelo que pisaba. Ligeramente encorvado, y con la vista fija en el terreno, atisbó lo que parecía un enorme sarcófago funerario enterrado, casi totalmente, en el terreno salino.

      Acercándose pausadamente, observando cuanto le rodeaba, llego a la altura del aquel misterioso ataúd. Aun desvencijado por el tiempo y sus inclemencias, el sarcófago poseía relieves en plata y oro, con numerosos engarces de gemas preciosas que habían sobrevivido al devenir inclemente del tiempo. Este tipo de cajas funerarias, por su belleza, ostentosidad y calidad, suelen pertenecer a reyes, emperadores, grandes terratenientes o cualquier otra figura autócrata con autoridad infinita.

      El Orgo se acercó con gran curiosidad al sarcófago, ávido de abrirlo y descubrir los secretos que este pudiera contener.

       

      Gran estupidez acercarse a un sarcófago, y menos en un plano como el Y502.

       

      Un poderoso brazo surgió del interior del sarcófago súbitamente, atravesando parte de este, y golpeando al Orgo de lleno en el pecho, lanzándolo varios metros atrás y partiendo alguna de sus costillas.

      Mientras aún el soldado se debatía en recuperar el aliento y poder recomponerse de aquel brutal, e inesperado ataque, del sarcófago emergió un enorme y pesado muerto-viviente.

      La criatura tenía el rostro, y gran parte del cuerpo, envuelta en pútridas vendas que, presumiblemente, formaban parte de su embalsamado mortuorio. Estas dejaban entrever unos enfermizos ojos amarillentos que se clavaron sobre el malherido soldado.

      El Orgo se recompuso ligeramente y, a la vez que desenvainaba torpemente su Yhjlema Kaindiana, se puso en pie adoptando una posición vagamente defensiva. Sin duda, aquel ataque no solo había mermado sus fuerzas por las heridas causadas, sino que, como cuentan muchos estudios acerca de este poderoso tipo de no-muerto, había sido maldecido por la criatura, mermando drásticamente sus capacidades bélicas.

       

      La criatura avanzó pesada, pero constante, hasta el malogrado soldado para, una vez estuvo a su altura, dirigir otro ataque hacia su torso nuevamente. El golpe atravesó al Soldado, incluyendo la dura coraza que portaba, esparciendo parte de sus vísceras por el terreno cercano. Entre gritos de dolor, completamente eviscerado, con un último ademán de coraje, el soldado enarboló su Yhjlema por encima de su cabeza, para luego descender con fuerza su pico contra el pecho de la criatura. La Yhjlema atravesó a aquella criatura momificada de extremo a extremo. Esta ni se inmutó. Ni un solo gesto de dolor ante la mirada, que se apagaba gradualmente perdiéndose en la oscuridad, del Soldado Ar’Kaindiano.

    • Rijja
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      Fascículo 10

       

      Sin atisbar ningún conocimiento sobre lo que les había pasado a sus compañeros, y mucho menos pensar en que eran cuatro de los únicos cinco Orgos en el Plano del Y502 que continuaban con vida, los Soldados mantenían su guardia custodia sobre el pequeño fortín que habían montado entorno al portal dimensional.

      Con lanzas en sus manos y con sus Yhjlemas Kaindianas en el talabarte de su espalda, aquellos soldados oteaban sin censar sus alrededores esperando cualquier señal de sus compañeros o, por el contrario, la aparición de cualquier enemigo que pretendiera darles caza.

      Los soldados mantenían continuos chequeos sobre sus compañeros a la vez que vigilaban las inmediaciones para así, en caso de un ataque sorpresa, poder dilucidar el flanco que había sido asaltado y operar con rapidez. Eran guerreros hábilmente entrenados en las artes bélicas y con gran experiencia adquirida en numerosas batallas.

      Uno de ellos, situado en el flanco sur, observó en una de sus verificaciones a su compañero, el encargado de la posición situada al este, desfallecer en el suelo entre algunos espasmos agónicos.

      Antes de avanzar ni un solo paso hacia la posición de su camarada en pro de ayudarle, el Orgo alzó su mano al frente y concentró su magia innata, canalizándola en la palma de su mano. Después de la electrizante reacción mágica, una esfera brillante se proyectó desde su mano verticalmente con gran energía. La resplandeciente bola de luz surcó el cielo con velocidad, iluminando la zona, alertando al resto de sus compañeros. Estaban sufriendo un ataque de alguna criatura hostil.

      Acto seguido, emprendió la carrera hacia su compañero en apuros.

      Llegando a la altura de este, que yacía en el suelo completamente agarrotado intentando respirar, el orgo se percató del emponzoñamiento del aire en esa zona y aspiró una gran cantidad de introducirse de lleno en ella, llegando hasta su compañero y levantándolo en un gesto de fuerza y compañerismo. Justo después y, dando un gran salto acompañado de un ligero rodar, sacó a su compañero de la zona más afectada por aquellas toxinas.

      En las cercanías al punto este, y rumbo a este, se encontraban gran cantidad de no-muertos, completamente empapados que exudaban toxinas y emponzoñaban el aire que les rodeaba. Estos parecían capitaneados por un enorme espectro. Los Orgos no sabían que aquellos seres habían sido los verdugos de algunos de sus compañeros.

      Mientras su compañero recobraba la respiración, todavía intoxicado por la nociva aura de asfixia que rodeaba a aquellos no-muertos, el soldado Orgo que había acudido al rescate arrojó con gran potencia y puntería, mediante un estiloso giro, su lanza contra una de aquellas criaturas, alcanzándola de lleno y derribándola.

      Asimilando la idea de que las armas eran efectivas contra aquellas criaturas, desenvaino su Yhjlema Kaindiana y, en un alarde de valentía y confianza, encaró a las criaturas con mirada desafiante.

       

      Pobre, aunque valiente, infeliz.

    • Rijja
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      Fascículo 11

       

      Dada la flemática velocidad del numeroso grupo que formaban aquellas malolientes criaturas, los guerreros orgos tuvieron cierto tiempo para preparar una acometida. La pareja presente de soldados kaindianos se repartió los deberes a realizar. Mientras el más debilitado, debido a la ligera asfixia que aún padecía, se encomendó en clavar varias lanzas, recogidas previamente de una de las barricadas empalizadas con estas, en un trayecto rumbo al portal que se hallaba en el centro del improvisado fortín donde se encontraban. Mientras el otro guerrero, siguiendo a pasos lentos marcha atrás, iba recogiendo dichas lanzas para, después de agarrarlas con fuerza, lanzarlas sobre el grupo de no-muertos. Estas lanzas, bien dirigidas, daban siempre en el blanco, alcanzando y reventando diversas partes corporales de aquellas criaturas, abatiendo a la mayoría de ellas con el impacto. Incluso acontecieron algunos lanzamientos espectaculares, atravesando a varias criaturas con una sola lanza.

      Después de eliminar, o inmovilizar, a un considerable número de no-muertos, los compañeros de aquellos guerreros, los cuales habían avistado la señal de su camarada, acudieron a la llamada. Luego de ayudar a su compañero, ejecutando varios lanzamientos de afiladas lanzas, a ir avanzando por el camino trazado hacia el centro del campamento, aminoraron la marcha y comenzaron a trazar un plan. Antes de plantearse siquiera el poder retroceder al portal y volver a Ar’Kaindia debían conocer la suerte del equipo de recolección. No podía volver con las manos vacias, así que trazaron un meticuloso plan de acción y se dispusieron a llevarlo a cabo.

       

      Aun habiendo eliminado a gran cantidad de los no-muertos, quedaba todavía un gran número de ellos y, claro, debían tener en cuenta al Espectro que los comandaba, el cual se mantenía impasible mientras avanzaba con la multitud que parecía comandar. Los Orgos comenzaron a ejecutar su ofensiva. Sabiendo que no podían efectuar un ataque frontal contra aquellas tóxicas criaturas, se decantaron por avances rápidos, eliminar al mayor número de ellos con presteza y volver a la posición inicial. Dos de ellos emprendieron la carrera, inhalando gran cantidad de aire justo antes de adentrarse en la pútrida atmósfera que envolvía aquellos seres.

      En un par de acometidas varias acabaron con varios de ellos, distribuyendo a gran velocidad varios tajos en alturas heterogéneas. Atacaban en una trayectoria que simulaba un semicírculo casi perfecto, cambiando de elevación las hojas de sus Yhjlemas, cercenando tanto piernas como cabezas, eviscerando a muchos de ellos a tal extremo que sus cuerpos quedaban casi partidos por la mitad en el suelo. Mientras esto sucedía, otro de sus compañeros flanqueaba a gran velocidad al grupo de no-muertos por la derecha, elevándose cada vez más en su posición, mediante las formaciones rocosas de aquella zona, para poder atacar de manera ventajosa.

      El Orgo que quedó en la retaguardia de aquel grupo, nada más lejos de quedarse al margen, comenzó a hacer numerosos sellos mágicos con sus manos para, después de canalizar todo el poder innato que poseía, desatar una gran cantidad de proyectiles mágicos, envueltos en fuego, que se precipitaron furiosamente sobre aquellas corruptas criaturas devastándolas con sus impactos. Debido a lo frenético en la ofensiva, hasta el momento, acabaron con más de la mitad de sus enemigos y, si las fuerzas no languidecían, podrían acabar con el resto en la siguiente acometida conjunta.

       

      Buena técnica coordinada en batalla, admirable sin duda, pero… el Y502 no sería clemente con los invasores.

    • Rijja
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      Fascículo 12

       

       

      Aquellos experimentados soldados se disponían a efectuar la misma estrategia, dando así tiempo a que su compañero se dispusiera en una posición ventajosa a la altura adecuada, y comenzaron a correr de nuevo hacia el grupo de no-muertos. Afianzando sus Yhjlemas, producían cortes y rajas devastadores para todos aquellos que las recibían. Sin embargo, aunque cercenadas y desmembradas, aquellas criaturas no morían. La acumulación de cuerpos, que se movían agresivamente, en el terreno fueron un obstáculo difícil de salvar cuando los soldados intentaban imprimir velocidad en su ataque. En una de las siguientes acometidas que se sucedieron, uno de ellos, fue atrapado en la carrera, debido a su deficiente velocidad, por un no-muerto que se encontraba en el suelo. La fuerza con la que agarró su tobillo era tal que le fue imposible librarse a tiempo, obligando su tropiezo y caída precipitada al suelo. Inhaló involuntariamente el aura de asfixia que gobernaba aquella zona debido al traspiés y, mientras era incapaz de recuperar el aliento y reincorporarse, se vio rodeado por las numerosas criaturas que instantes antes combatía.

       

      La escena fue, sin dudarlo, cruda.

       

      Mientras, el pobre infeliz, no tuvo tiempo salvo de poner una mueca de horror antes de que se le echaran encima. Infinidad de poderosas manos, o directamente fauces, se clavaron en su piel con virulencia. Debido a los tirones y desgarros que le producían, la piel se desprendió de su cuerpo en numerosos jirones que, en todas direcciones, iban a parar a las rechinantes y pútridas bocas de aquellos no-muertos, para continuar desmembrando completamente y en irregulares trozos el resto del cuerpo. En apenas unos segundos, aquellas criaturas despedazaron y devoraron por completo al valiente soldado orgo que había caído en sus manos.

      Su compañero solo pudo observar a decenas de metros, una vez se alejó ligeramente para evitar caer presa de la asfixia, como los restos de su antiguo camarada desaparecían tras los gaznates de aquellas malditas criaturas.

      El espectro, que había permanecido completamente impasible durante todo el tiempo, parecía adoptar una mueca jocosa y de satisfacción mientras observaba aquella escena.

      Fue en ese momento, después de que el soldado de la retaguardia volviera a desatar una tormenta de proyectiles mágicos entre maldiciones devastando al resto de no-muertos humanoides, cuando el guerrero que se había situado en una posición ventajosa en la altura acometió contra la imponente criatura espectral.

      Efectuando un enorme salto desde la roca en la que se encontraba, enarboló su Yhjlema Kaindiana mientras dirigía su caída hacia la posición del Espectro. Aquel soldado concentró entonces todo el poder mágico de su fuero interior y lo canalizó a través de su arma con gran rabia. Descargando un terrible golpe a la vez que desencadenaba todo el poder mágico que había acumulado en la Yhjlema. El arma impacto de lleno en la figura del espectro, deteniéndose levemente contra el cuerpo etéreo, para luego terminar su trayectoria hasta el suelo, partiendo trasversalmente la figura espectral de este.

      Tras emitir un terrible grito ahogado, digno de las pesadillas más terroríficas, el espectro se deshizo en una nube de fino polvo.

      Con gran presteza, el soldado escapó del radio de acción de la nube de asfixia para poder reunirse con sus compañeros.

       

      Buen combate. Buena victoria. Todo es inútil.

    • Rijja
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      Fascículo 13

       

       

      Después de recomponerse ligeramente, los 3 soldados que habían sobrevivido a la marea mortal formada por el extenso grupo de no-muertos, maquinaron rápidamente el nuevo plan a seguir. La primera medida a tomar seria avisar al resto de sus compañeros de escuadrón de que se avecinaba la hora de irse. Sabían que perder a sus compañeros, sobre todo a los recolectores, harían de la misión un fiasco y sería vano el sacrificio que habían realizado. Para ejecutar dicho aviso, los soldados concentraron su magia innata, típica de la raza orga, y extendieron sus brazos al unísono para proyectar 3 potentes bolas lumínicas que ascendieron rápidamente sobre el firmamento. Era la señal acordada. El resto de compañeros debían responder de la misma forma para así, indicar exactamente su posición. Después de esperar cierto tiempo, cayeron en la cuenta de lo que les había sucedido a sus compañeros. No recibieron ninguna respuesta.

      Apenados ante este hecho, se dispusieron a recoger el resto de sus bártulos y algunas minúsculas muestras del terreno en un gesto desesperado por que aquella misión no resultara completamente inútil. Fueron apilando, de manera ligeramente desordenada debido a la prisa y la angustia, todos esos pertrechos cerca del portal que los llevaría de vuelta a casa.

      Súbitamente, sin poder siquiera reaccionar, dos de ellos fueron alzados en el aire por unos serpenteantes lágitos compuestos de una fina arena. Después de ascender varios metros, bajo la mirada horrorizada del compañero que mantenía los pies en el suelo, fueron lanzados por aquellos peculiares tentáculos y estampados contra el suelo con la fuerza de un kraken.

      Sus yelmos se quebraron por el impacto, al igual que la mayoría de piezas de sus armaduras como si fuera hojalata, esparciendo parte de sus sesos y vísceras por la zona. Pero, en lugar de soltar los cuerpos, el tacto de los tentáculos parecía absorberlos. Deshidratando los cadáveres de los orgos a tal extremo que quedaron reducidos a, prácticamente, arena reseca y jirones de piel muerta completamente agrietada.

       

      No era una muerte merecida. No así, no sin sus Yhjlemas en mano.

       

      Ante la atenta visión del soldado que permanecía con vida, de la arena salina que cubría aquel mortal y extenso yermo, un muerto viviente de silueta humanoide emergía rápidamente. El cuerpo de este estaba completamente resecado, como si hubiera sido completamente exprimido y deshidratado. Su resquebrajada piel estaba colmada de surcos profundos que estaban repletos de una especie de arenisca. Numerosos hilos de arena parecían derramarse constantemente por las grietas que poblaban todo su cuerpo los cuales parecía manejar a su antojo. La criatura carecía de ojos y no poseía facción alguna, pero, debido a su pose apabulladoramente agresiva, parecía mirar directamente al soldado que seguía con vida.

       

      En una mezcla entre horror, cobardía y afán sobre el deber de regresar con vida a su ciudad para informar de lo sucedido, el cuerpo del soldado emprendió una frenética huida hacia el portal que lo conduciría de nuevo a casa. Avanzó con gran rapidez hacia su destino, dejando a su temible adversario varios metros atrás. Con cierta ventaja en el terreno, el orgo pensó que lo conseguiría. Realmente volvería a casa a informar de la horrible crueldad de aquel vasto territorio de muerte. Esos fueron los últimos pensamientos alegres que tuvo ya que, a escasos metros del portal, a la vez que emitía un terrible grito de horror fue alcanzado y levantado por los tobillos por un fino tentáculo de arena. En ese preciso momento, el orgo pudo atisbar una luminiscente bola que ascendía rápidamente surcando el cielo. Uno de sus compañeros todavía estaba vivo.

      Tuvo el tiempo de esbozar una sonrisa justo antes de reunirse con sus camaradas.

       

      Experimentó la muerte de la misma forma que sus compañeros de armas. En cierto modo, es poético.

    • Rijja
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      Fascículo 14

       

       

      Mientras sucedía el incidente con aquel muerto viviente momificado, y disecado, y centrando la atención en el recolector que se había escabullido de la muerte, a manos de seres fantasmales, enterrándose parcialmente en la arena salina que gobernaba aquel desolado lugar…

      El Orgo, con uno de sus ojos libre para escudriñar lo que le rodeaba, observó que el torrente de criaturas fantasmales se había alejado lo suficiente de su posición para que no pudieran detectarle al salir de su improvisado, pero eficaz, refugio. Desenterrando completamente su cuerpo, emergió de su escondite para recoger el pesado saco, repleto de materiales, joyas y aquella extraña moneda blanca, que había dejado al lado de aquel extraño arcón que encontró. Sin pensarlo dos veces, agarró aquel saco y se dispuso a portarlo con rapidez las decenas de metros que lo separaban del pequeño fortín kaindiano que rodeaba el portal dimensional y, según creía, volver con el resto de sus compañeros a Ar’Kaindia. Realmente, después de lo vivido, lo deseaba con fuerza.

      Una vez anduvo varios metros, lo más sigilosamente que la carga que portaba le permitía, para detenerse súbitamente.

      En el cielo, emergiendo desde la localización del fortín al que se dirigía, se hacían visibles tres luminosas bolas incandescentes que ascendían con gran rapidez. Era la señal de retirada. Se detuvo un minuto, oteando el horizonte, esperando visualizar el resto de señales de sus compañeros. No vislumbró respuesta en ninguna dirección.

      “¿Solo han sobrevivido tres de mis compañeros?” pensó. “Es una catástrofe” añadió para sí mientras concentraba su magia innata, dando lugar a una réplica luminiscente a modo de contestación dirigida a sus compañeros de armas.

      Una vez se cercioró que había lanzado aquella suerte de bengala mágica de manera correcta, emprendió de nuevo el camino hacia sus compañeros. Esta vez con un paso mucho más rápido y agónico, como un perro abandonado que corre tras el carruaje de su antiguo amo.

      Después de varios metros, cerciorando a cada segundo que nada lo perseguía o acechaba, llegó a las proximidades de la brecha dimensional.

      Debido a una posición en altura cuando arribó al lugar, pudo obtener una visión privilegiada del terreno. La vista era dantesca. Al este del campamento pudo observar a los múltiples, y desmembrados, cuerpos de los no-muertos que habían atacado el fortín. Retorciéndose todavía, y cubiertos por una nube ponzoñosa de asfixia, los no-muertos continuaban lanzando furiosas dentelladas al aire sin cesar ni un ápice su comportamiento excesivamente agresivo y voraz.

      Luego de escudriñar el terreno al completo, dejando de lado la parte este donde se encontraban aquellos despojos inhumanos, se percató de lo que parecían los cuerpos inertes de sus compañeros, con las armaduras aplastadas y rotas. Evitando ser visto por cualquier criatura que aún permanecía allí, descendió desde su posición raudamente, dirección a los cuerpos de sus compañeros caídos. Mientras se acercaba paulatinamente, observó que en el interior de las armaduras que yacían en el suelo solo permanecían trozos de piel disecados, hechos girones y cubiertos de una fina arena. Cuando constató que otro compañero yacía muerto, en las inmediaciones del portal dimensional, agarró el saco y se acercó para comprobar si había corrido la misma suerte. Para su desgracia, sí. En las mismas condiciones, encontró la armadura devastada por un fuerte impacto rellena del mismo material organico, completamente disecado, en su interior.

      Sin poder deducir siquiera que les había pasado a sus compañeros, decidió volver el solo por su cuenta, a la ciudad de Ar’Kaindia, atravesando el portal.

      Con un gesto cabizbajo, ejecutando pesados y tristes pasos, se encaminó a la brecha dimensional. Mientras se acercaba a esta, la brecha comenzó a titilar emitiendo ligeros destellos y distorsionando levemente la forma de esta.

       

      Dalim estaba perdiendo el control, si es que alguna vez lo tuvo…

       

      Deduciendo que el portal había perdido estabilidad, aceleró sus pasos hacia el para así poder traspasarlo antes de que desapareciera y lo dejara atrapado aquel terrorífico lugar. Justo antes de llegar, mientras afianzaba sus pertrechos y se encaramaba aquel saco a la espalda, un fino hilo de arena emergió del suelo para después agarrar con fuerza el tobillo de aquel desdichado Orgo.

    • Rijja
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      Fascículo 15

       

       

      La mueca del orgo se tornó en horror cuando se vio ascendiendo unos metros desde el suelo, atrapado impertérritamente por un fino hilo de arena asido a su tobillo, con velocidad. Por su mente pasó la idea de cómo terminaría aquello recordando los cuerpos y armaduras de sus compañeros chafadas por un gran impacto.

      Mientras aquel soldado emitía un desgarrador grito de terror y angustia, del suelo arenoso emergía el horrible y resquebrajado muerto-viviente que había dado muerte a sus compañeros y que, cercana e irremediablemente, le aplicaría el mismo destino a él.

      En ese momento, el portal dimensional emitió un potente y cegador destello.

       

      Vaya suerte. Aunque ya era hora.

       

      Antes de que aquel soldado pudiera ser arrojado con estrépito contra el suelo, y de que el cegador destello terminara de desvanecerse, una potente voz retumbó en el área:

      “¡Maldito! ¡Deja a los ciudadanos de Ar’Kaindia en paz!”

      De soslayo, varias esferas, las cuales crepitaban energía mágica, surgieron con virulencia del portal. Estas se dirigían velozmente hacia la criatura que mantenía cautivo al soldado. Las esferas impactaron de lleno sobre aquel abominable no-muerto que, debido a aquel ataque, trastabilló ligeramente obligándole a soltar su presa. El orgo, una vez liberado, se desplomó con fuerza sobre suelo sin producir mayores daños.

      El destello finalmente se disipó para, después de esbozar una silueta, dar lugar a la aparición de un nuevo Ar’Kaindiano.

      Era un Alto Teócrata Arcano, Rijja Al’jhtar.

       

      Una entrada triunfante, sin duda. Típico, pero inesperado.

       

      El orgo no pudo sino poner un gesto de alivio, acompañado de una risilla nerviosa.

      ¡Soldado! ¡Dirígete al portal, rápido! – Exclamó Rijja, a la vez que encaraba al abominable no-muerto.

      Mientras el soldado volvía a agarrar el saco de diverso contenido, que había dejado caer tras su infortunado encuentro con aquella criatura, y se dirigía estrepitosa y angustiosamente hacia el portal, Rijja comenzó a formular un poderoso hechizo en pos de acabar con la pérfida criatura.

      Aquella momia, lejos de contemplar la escena impasible, extendió sus brazos y lanzó sus finos hilos arenosos como si fueran arpones. Haciendo que el Alto Teócrata dejara a un lado la formulación arcana que estaba realizando para desenvainar rápidamente su espada arcana. Un total de 5 arpones térreos, de los cuales Rijja desvió con presteza cuatro de ellos sin mayor dificultad, pero el quinto se fue a clavar con fuerza en el gemelo del soldado que corría hacia el portal. Tras un instante, entre gritos de dolor de este, la pierna comenzó a menguar en tamaño pareciendo ser absorbida por el propio arpón que lo había atravesado.

      Con gran pericia, y sin titubear ni un momento, Rijja seccionó la pierna del soldado con un preciso tajo a la altura de la cadera, justo por encima de donde la putrefacción había llegado y, propinando una inmensa patada en la espalda de este, arrojó al soldado con la suficiente fuerza para que atravesara el portal dimensional. Tanto el propio soldado, como el saco que portaba.

       

       Rápido en reflejos y decisión. Impresionante.

       

      El Alto Teócrata se encontraba ahora solo, en la inmensidad de aquel páramo, frente a un poderoso enemigo y con el portal dimensional a su espalda.

    • Rijja
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      Fascículo 16

       

      Rijja no dejaba de observar los lentos movimientos de aquella criatura. Si bien el cuerpo de este era bastante lento y pesado, los arenosos hilos que controlaban eran bastante veloces y precisos.

      No podía dejarlos sin vigilancia milimétrica.

      Corroborando la tenacidad del Alto Teócrata, la criatura lanzó consecutivamente varias acometidas con sus arpones de arena, siendo estos desviados con gracilidad mediante la espada de Rijja.

      Cuando el orgo observó una ligera brecha en la defensa de la criatura, lanzó un potente ataque. Concentrando sus energías mágicas en su arma, la cual empezó a brillar con fuerza, se acercó a suficiente distancia para poder descargar un poderoso golpe sobre el cuerpo de la criatura momificada a la que enfrentaba.

       

      Rijja giró sobre su propio cuerpo, haciendo silbar el aire con su propia espada, y atacando horizontalmente el pecho de aquella criatura. Una vez logró un impacto certero, pronunció unas palabras mágicas que hicieron que su Espada Arcana comenzara a iluminarse y deshaciendo las vendas y tejidos que había golpeado en la criatura.

      Acto seguido, una vez ejecutado el ataque y mediante una voltereta, regresó cerca de su posición inicial, suficientemente lejos de la criatura para no ser atacado sorpresivamente.

      El golpe produjo un gran agujero en el cuerpo del no-muerto, dejando entrever su interior completamente repleto de arena.

      Mientras este parecía retorcerse asimilando el golpe, Rijja se dispuso a acabar con la pérfida aberración que enfrentaba.

      Dando un paso hacia atrás y efectuando varios sellos mágicos con sus manos, el Alto Teócrata comenzó a formular un potente hechizo destructivo. Esta vez, si lograría acabar correctamente la formulación de este.

       

      Un cántico inundó la zona en un crepitar mágico: «bellum destruct corpore»

      Acto seguido, una inmensa proyección mágica surgió de las manos de Rijja.

       

      Aquel formidable, y destructivo, rayo de energía impactó de pleno en la criatura la cual, después de recibir tal descarga mágica, se descompuso en un gran montón de ceniza, acabando así con su vil existencia.

      Rijja no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción.

    • Rijja
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      Fascículo 17

       

       

      Rijja se detuvo a observar con incredulidad el plano donde se encontraba. Aquella vasta extensión en la que la muerte predominaba sobre la vida, un lugar completamente hostil.

      Un súbito crepitar, procedente de la brecha dimensional, le sacó de su obnubilación observadora. El portal comenzaba a desdibujarse, cada vez a un ritmo mayor. Presumiblemente, este hecho anunciaba la inminente desaparición de este y, este hecho, conllevaría que el Alto Teócrata quedara atrapado en aquella particular dimensión.

      Rijja no estaba dispuesto a que eso pasase.

       

      Un sentimiento completamente normal.

       

      Sin pensarlo dos veces, se dirigió de manera rauda hacia el portal para atravesarlo antes de que la voluntad de la hechicera dendrita, Dalim, se quebrara dando paso al cierre de aquella brecha dimensional.

      Justo antes de cruzar dicho umbral, Rijja observó una extraña y horrible criatura que se dirigía rápidamente en dirección a el. Debido a la lejanía de esta, no pudo dilucidar qué tipo de criatura se trataba, pero vio una especie de candil que dicho ente sujetaba con uno de sus apéndices. Este se figuraba una cabeza humana. Mientras lo observaba incrédulo, Rijja mantuvo su intención y atravesó el portal sin demora.

       

      Chico listo.

       

      Una vez atravesó el éter dimensional en dirección a su ciudad natal, Ar’Kaindia, este se cerró con un gran destello. Como tratado por una costurera, el portal parecía ser cosido mientras la brecha dimensional que había rasgado el velo entre los planos se cerró completamente. Rijja pudo observar como varios clérigos de Velian trataban las heridas del soldado que anteriormente había enviado a través del portal. La herida producida por el seccionado de su pierna había cicatrizado casi totalmente debido a la magia clerical y, a priori, parecía que aquel orgo no corría ningún peligro mortal.

       

      «¡Mi Señor!, ¡habéis vuelto!, vuestra ida al Y502 fue muy imprudente, e improvisada.» exclamó un Sargento Kaindiano que se encontraba presente en la zona.

       

      «Nada de qué preocuparse» replicó Rijja, «Tenemos asuntos que tratar con urgencia, curad a este soldado cuanto antes, debo hablar con él». Añadió el Teócrata.

       

      «Gra.. Gracias.. mi Señor» Dijo el soldado seminconsciente, que yacía en el suelo. «El… sa…saco.. miradlo.. es cuanto.. pudi… pudimos obtener». Añadió justo antes de desmayarse por completo.

       

      Rijja observó el saco que portaba aquel soldado, el cual lo mantenía todavía agarrado con fuerza en sus manos. Se acercó y, levantándolo con facilidad, se lo encaramó a la espalda y se dirigió hacia el Templo Piramidal para efectuar un desglose, catalogación y archivado de su contenido y, así, poder estudiarlo adecuadamente. A gran velocidad recorrió la pequeña distancia que lo separaba del Templo. Una vez atravesó su umbral y, recorriendo varios pasillos raudamente, llegó a una de las habitaciones destinadas al Laboratorio de investigación. Vaciando con cuidado el contenido de aquella saca sobre una de las grandes mesas de madera, se dispuso al estudio de las diferentes piezas que había conseguido recolectar la expedición.

      Aquella extraña moneda blanca despertó su curiosidad en demasía.

    • Rijja
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      Fascículo 18

       

      Las jornadas se habían sucedido una tras otra desde aquella expedición al Y502. Numerosas son las semanas desde aquel fatal acontecimiento que segó la vida a un gran número de valientes soldados orgos y, equidistante en el tiempo, sobre el estudio de los materiales que habían podido recopilar en su misión de reconocimiento.

      Encerrados en los laboratorios de la ciudad de Ar’Kaindia, en lo profundo del Templo Piramidal, varios estudiosos dirigidos por el Alto Teócrata Rijja Al’jhtar, experimentaban y documentaban sin descanso aquella misteriosa recopilación. Cada investigación se hacía completamente acotada sobre un material y, haciendo un constante hincapié en cada uno, se desglosaban todos los secretos que este pudiera contener.

       

      Muy dedicados estos Orgos.

       

      Uno de ellos se había centrado en los misteriosos trozos del oscuro material salino del terreno. Un tipo de sal que no se encuentra en ningún paraje, por remoto que sea, de Dalaensar. Después de los experimentos, que consistían en todo tipo de comprobaciones, tanto físicas como químicas, depositaban las muestras, ordenadamente separadas en diferentes frascos y contenedores, en las repisas del laboratorio. Completamente etiquetadas y documentadas.

      Las gemas, ampliamente conocidas, se descomponían y machacaban en búsqueda de cualquier diferencia con las que encontramos en el plano material. Realmente no se diferenciaban en nada, tan solo resaltaba el hecho que eran difíciles de encontrar. Diamantes, granates y demás gemas de gran valor componían el pequeño botín recopilado. Una vez estudiadas y clasificadas sus muestras, fueron llevadas a las arcas de la ciudad para su almacenamiento.

      Al margen del propio botín, el saco que las contenía también fue objeto de estudio ya que, debido a la sangre de los orgos que había salpicado su superficie, pequeños trozos de arena y sedimento se habían adherido a él y, claro está, los científicos habían catalogado de sumo interés el hecho de haber obtenido muestras directas de aquel muerto viviente ( el que mató y deshidrató a varios de sus congéneres ) con el fin de encontrar nuevos métodos para enfrentar ese tipo de mal.

      Otros eruditos, a su vez, dilucidaron que los tomos encontrados contenían lo que parecía algún tipo de idioma después de días en su descifrado y se disponían a transcribir al completo todo lo que pudiera ofrecer de información aquellas extrañas letras. Sin duda, uno de los hallazgos más importantes a la hora de entender y estudiar los seres que habitan en el Plano de Y502.

      Rijja en persona se encargaba en persona de un particular estudio numismático. En concreto, el de la moneda blanca que habían encontrado y que tanta curiosidad le provocaba. La pequeña moneda y su albo metal completaban las horas de estudio para el Alto Teócrata. Desglosando completamente toda la información que esta pudiera dar para averiguar su procedencia. Desde su forma octogonal, el curioso grabado que representaba una luminosa esfera cual astro celeste. La manera de su acuñe, tanto el pequeño agujero que tenía en su centro como las numerosas muescas de sus lados los cuales, una vez extraído todo el salitre que contenían, dejaban ver un gran obraje en la creación de esta curiosa moneda.

      Sin duda, el Alto Teócrata, quería averiguar más sobre la moneda.

    • Rijja
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      Fascículo 19

       

      El estudio que el Alto Teócrata llevaba a cabo sobre la moneda era enfermizo. Repasando todos los documentos y compendios sobre numismática que se encontraban en la Biblioteca del Templo Piramidal, ojeaba con atención cada párrafo de aquellas líneas, revisando caza boceto de las monedas que se habían acontecido a lo largo de la historia de los Reinos.

      Esto no era una tarea fácil, ni veloz, ciertamente. Hay que considerar que, al margen de lingotes y piedras preciosas, la riqueza en Dalaensar se encuentra representada por multitud de monedas, o artículos de cambio, de muy heterogénea acuñación.

      Realmente, examinar todas y cada una de las características de la trabajada numismática de cada reino y sus detalles propios, era tedioso para cualquiera. Incluso monedas de épocas antiguas y muy poco abundantes pasaban por su exhaustivo control. Rijja, acostumbrado a las interminables sesiones de transcripción rúnica y estudio arcano, estaba encantado. Esbozando una sonrisa, recorría con su dedo índice; de manera ordenada y a mínima distancia del papel, cada una de aquellas láminas escritas.

       

      Estos roedores de biblioteca…

       

      Nada encontró en aquellos libros. Sesioms, denarios, jinnys, olotas, belas… ninguno de los reinos había acuñado nada parecido. Siquiera en la documentación sobre el Adamante, joxen o scorb; teniendo en cuenta la rareza en el acuñe y materiales que se llevaba a cabo en la sub-oscuridad, pudo encontrar nada. Después de varias jornadas, justo a la vez que cerraba el tomo referente a la antigua acuñación élfica del Glaen; moneda de la lejana Tearolin, perdió la esperanza de encontrar cualquier información válida para con aquella pequeña moneda blanca y su peculiar aspecto.

       

      Sin llegar a caer en el desánimo, Rijja entendió que no encontraría información en el saber escrito de los Reinos.

      Casi en el acto, mientras el suave viento que entraba por las ventanas de la Biblioteca parecía silbar una voz que decía “Eureka”, el Alto Teócrata esbozo una sonrisa y, cerrando los libros y compendios que se encontraban esparcidos por la mesa de estudio, comenzó a caminar hacia la salida del edificio con decisión (y la pequeña moneda en el bolsillo).

      Rijja sabía dónde buscar una nueva fuente de información. Debía ir hacia el Castillo de D’hara.

       

      Chico listo…

    • Rijja
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      Fascículo 20

       

      Las siguientes jornadas, sin duda, se antojaban entretenidas para Rijja Al’jhtar.

      Durante mucho tiempo había permanecido en su ciudad natal sin pisar sus queridas, y extremadamente áridas, arenas del desierto.

      Después de organizar las siguientes fases en la investigación de los componentes extraídos de aquella expedición al Y502, el Alto Teócrata no tardó en disponer los bártulos necesarios para una larga travesía por los desiertos de Al’Qualanda en dirección al Reino de Dendra.

      Justo antes de salir del Templo Piramidal y encaminarse hacía su particular empresa, una pequeña escolta de Guardias Kaindianos se presentó ante el Alto Teócrata.

       

      Siempre tan serviles estos Orgos…

       

      Mi Señor Teócrata, permítanos escoltarlo hacia el Reino de Dendra. – Dijo uno de los soldados.

      Ja, curiosa petición. ¿Tantas ganas tenéis de salir de la ciudad? ¿Tan tedioso es custodiar los muros del Templo Piramidal? – Dijo Rijja con un tono ligeramente burlesco. – No es necesario realmente y, dado el anonimato que adoptaré durante la travesía, solo llamaría atenciones indeseadas. – Añadió el Teócrata.

      Pero mi Señor, según los reportes más recientes, las patrullas de Ogros asaltadores son más numerosas que de costumbre y, como sabéis, el Clan Nast juró venganza contra usted por las bajas en sus filas por vuestras propias manos. – Dijo, con cierto tono de preocupación, uno de los Soldados.

      No creo que haga falta que lo repita. Viajaré solo. – Dijo Rijja tajantemente. – Pero claro, agradezco vuestra preocupación y disposición a acompañarme. – Concluyó el Teócrata mientras se giraba y emprendía la marcha.

       

      Tal vez hubiera sido mejor gozar de algo de compañía…

       

      Después de un pequeño lapso de tiempo, y una vez sobrepasados los límites de la Meseta de Ferrian, Rijja posó sus pies sobre la ardiente arena del desierto. Una pequeña sonrisa y un esbozo de satisfacción encabezaron el comienzo de la marcha del Alto Teócrata en pos del conocimiento sobre aquella pequeña reliquia numismática.

       

      Veamos en que acaba esta particular misión…

    • Rijja
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      Fascículo 21

       

      Es curioso la experiencia, tan… inmersiva, que supone el Desierto de Sharframna. Innumerables y gigantescas dunas que, vistas desde una perspectiva de altura, parecen reflejar una homogeneidad impropia en un terreno tan irregular. Un lugar completamente castigado por el impertérrito calor y el azote ardiente de los vientos arenosos. Rijja adoraba aquella visión.

      La sensación auténtica de soledad que experimentaba le hacía pensar con una claridad asombrosa, y esta solo se veía interpelada por la constante sensación de ser vigilado y seguido por la atenta mirada de las numerosas bestias y criaturas que moran en estas tierras. Debido a la quietud que se palpa en el ambiente del desierto, uno nunca está seguro si aquellas criaturas están a su acecho o simplemente temerosas de su presencia.

      Después de avanzar durante media jornada, necesariamente ayudado por numerosos hechizos arcanos que hacen la travesía más cómoda y llevadera, el Alto Teócrata comenzó a divisar los Riscos del Ocaso cuando sus pasos lo llevaban a lo alto de alguna de las gigantescas dunas de arena.

      Avanzando un poco más, ya en las inmediaciones de los Riscos, Rijja atisbó unas serpenteantes huellas en la arena, completamente desdibujadas, que indicaban la presencia de una gigantesca criatura. Una Mandíbula de Arena debía estar cerca. Una presencia que, al Teócrata, lejos de atemorizar, se le antojaba inquietante.

       

      Vamos, lo que cualquier individuo coherente debería sentir.

       

      En pro de aligerar la marcha, y con la esperanza de alejarse de aquel lugar con la mayor presteza, Rijja levantó su mano al cielo y, concentrando su magia innata, emitió una potente estela luminosa que ascendió en la zona entre un centelleante crepitar.

      Una criatura atendió a la llamada del Teócrata y, emergiendo desde el mismo suelo que pisaba, un enorme gusano del desierto apareció para ser su particular montura. Gracias a este esperado compañero, Rijja se alejó de la zona a gran velocidad. Su ligeramente frenética marcha no se detuvo hasta que hubo atravesado incluso el Desierto de Merok-Gaddor, desmontando de aquel enorme gusano solo cuando estuvo en la Sabana que separa su desértico Reino con el de Dendra.

      Posó sus pies en el suelo, acompañando el gesto con una sonrisa y, completamente decidido, emprendió el camino dirección norte.

    • Rijja
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      Fascículo 22

       

      La extremadamente calurosa travesía, que había emprendido el Alto Teócrata de manera temprana y diurna por los desiertos, se había ido tornando a un clima bastante más agradable con el paso de las horas y la llegada de la noche. El intenso calor había dado paso a una noche que incluso podría calificarse como fría. La mayoría de los animales de la zona de Sabana, con la llegada del ocaso, descansaban en sus cobijos y madrigueras. A excepción, claro, de los temibles depredadores que habitaban en estas tierras, los cuales esperaban el descenso del impertérrito Sol para salir en búsqueda de sus presas habituales. Este hecho hace que, si no se va convenientemente pertrechado para las circunstancias, sea aconsejable pasar la noche en algún refugio o sitio seguro y proseguir el viaje durante la jornada matutina. Esta ocasión, para el Alto Teócrata de Ar’Kaindia, no supondría ninguna amenaza importante.

      Una vez anduvo varios centenares de metros internándose en la Sabana, Rijja escuchó un casi inaudible jadeo proveniente de la maleza alta que rodeaba su posición. Alguien, o algo, acechaba los pasos del Teócrata durante su trayecto por la zona y este lo había detectado. Antes de dilucidar de que se trataba, una vez tuvo una clara visión de donde provenían dichos ruidos, Rijja comenzó a realizar unos acompasados movimientos con sus manos a la vez que farfullaba unas palabras mágicas.

      De sus manos, y con gran estrépito, surgió una afilada esquirla de hielo mágico de gran tamaño. Esta se dirigió con velocidad hacia el lugar señalado por el Teócrata, que no era otro que la localización donde había oído los acechantes ruidos. Cuando el hechizo impacto en su objetivo se pudo oír claramente un rugido de dolor, seguido de un sonido propio de algo desplomándose. Antes de poder acercarse a observar de que se trataba, una manada de leones emergió de las inmediaciones de manera rabiosa y se dirigieron hacia Rijja frenéticamente.

      Después de emitir una sonrisa de satisfacción por la inminente batalla, y por la gratificante sensación de “cazar a un cazador”, el Alto Teócrata levantó su mano derecha mientras configuraba una runa con sus dedos a la vez que giraba la muñeca con ímpetu.

      Una vez terminó la formulación, con las fauces de aquellos grandes felinos a escasos metros de su persona, Rijja extendió su mano de la cual surgieron numerosas esferas de energía. Estas se precipitaron sobre la agresiva manada en su totalidad. En un instante, casi la totalidad de aquellos grandes felinos yacían en el suelo completamente inertes y humeantes, quedando en pie tan solo uno de ellos, el cual había tenido la suerte de que uno de sus compañeros se había interpuesto en la trayectoria de la esfera que iba a directa a él. El león superviviente, viendo el horror al que se habían enfrentado sus compañeros de manada, emitió un rugido asustado y emprendió una rápida huida entre la hierba alta para así poder escapar de tal verdugo.

      Rijja, satisfecho por el resultado y embebido por el improvisado festival de caza, persiguió rápidamente a la criatura a través de llano territorio de la Sabana.

       

      Como un niño pequeño cazando moscas…

    • Rijja
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      Fascículo 23

       

      La enajenada persecución se alargó aproximadamente una hora por los resecos territorios de la sabana. Aún inferior en poder bélico, el León al que perseguía el Alto Teócrata le superaba con creces en velocidad y aún más siendo espoleado por un miedo atroz al Orgo después de avistar lo que había sucedido con sus antiguos camaradas de manada.

      Aun manteniéndose a gran distancia de su presa Rijja siguió su rastro con eficacia, analizando cada palmo del terreno en medida de lo posible ya que, debido a la necesaria velocidad que imprimía en su batida particular, tan solo podía detenerse unos instantes a observar cada vestigio de su tan ansiada presa.

      Debido a la oscuridad de la noche, el cielo azul profundo de la sabana se encontraba ribeteado de esporádicas y fulgurantes estrellas que abarcaban todo el firmamento. Gracias al brillo de dichos astros, era sumamente fácil para el Alto Teócrata no toparse, o pisar involuntariamente, con cualquier criatura nocturna que había aquel territorio.

       

      Pisar un escorpión o el cuerpo de una de las cobras escupidoras no debe ser del todo agradable…

       

      La frenética búsqueda del Orgo parecía dar sus frutos. Llegó a un lugar donde el suelo no se encontraba tan reseco y castigado por las inclemencias del tiempo como el resto de aquel vasto territorio, lo cual facilitó el seguimiento de aquella bestia la cual dejaba un rastro más patente en el ahora húmedo suelo. Rijja aminoró su marcha para escudriñar con atención lo que le rodeaba. Al margen de los surcos dejados por la bestia, pudo apreciar sonidos similares a un chapoteo, sin duda algo extraño en esta zona tan agreste.

      Siguiendo aquellos sonidos, coincidiendo con la dirección que tomaba el rastro del animal que perseguía, Rijja asió su espada, desenvainándola, y se dispuso en pose sigilosa mientras se acercaba lentamente al lugar.

       

      Poco a poco, el depredador sería cazado…

    • Rijja
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      Fascículo 24

       

      Rijja avanzó lentamente durante unas decenas de metros para encontrarse con algo, sin duda, inhóspito en este territorio.

      El Alto Teócrata llegó a una pequeña charca que inundaba de humedad el ambiente. Seguramente esta, formada por el agua caída en la estación de las lluvias, sea el único remanso de hidratación para los animales de la zona en varios kilómetros alrededor. Debido a los bordes de esta acumulación de agua, era fácil deducir que anteriormente había sido mucho más grande y, obligada por el extremo calor que reina en la zona y el consumo de los animales que aquí moran, había descendido drásticamente en tamaño.

      Aquella reducida charca se encontraba completamente rodeada por numerosos huesos, de heterogéneos tamaños, que denotaban que aquella era una zona frecuentada tanto por presas como por sus depredadores y, en la misma orilla, se encontraba en aquel momento un numeroso grupo de Elefantes. Estas enormes y pesadas bestias no deben tomarse a la ligera como adversarios ya que, aun estando lejos de interpretar un papel como depredadores, gozan de unos afilados colmillos de gran tamaño, similar al de un humano adulto, que bordean una larga y poderosa trompa. Al margen de la rareza de ver a este animal en plena sabana, Rijja no tenía interés alguno en dichas bestias. El Teócrata clavó su vista de nuevo sobre el terreno, obviando a los gigantescos animales, detectando el rastro del león que perseguía y reanudó su particular búsqueda.

       

      Cazador incansable…

       

      Apenas unos minutos después de reanudar su búsqueda, Rijja percibió un intenso rugido de dolor proveniente de varios metros delante de él. Presto recorrió esa distancia con presteza y, una vez estuvo a la altura necesaria, observó una escena que, por qué no decirlo, lo desalentó ligeramente.

      Un congénere suyo estaba eviscerando con una enorme Yhjlema al león que el Teócrata había perseguido sin descanso. Se trataba de un orgo de enormes dimensiones de tez azulada y unos diminutos cuernos de marfil en su frente. Los músculos de este orgo denotaban un desarrollo importante, seguramente debido a un duro entrenamiento en el combate. Sin duda era miembro del ejército kaindiano. Tal vez en alguna misión de reconocimiento.

      El orgo se percató entonces de la presencia en sus inmediaciones del Alto Teócrata y, clavando con fuerza el cuerpo del león al suelo con su Yhjlema, se arrodilló en señal de respeto.

      Mi Señor Rijja Al’jhtar, si me permite, ¿a qué debo el honor de su presencia? – dijo el Orgo con un tono de orgullo.

      La razón de mi presencia aquí se haya hincada en el suelo bajo tu Yhjlema… –Dijo Rijja con cierto tono de amargura.

    • Rijja
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      Fascículo 25

       

      Después de platicar largo y tendido con el soldado orgo, el cual había segado la vida de su particular presa, Rijja emprendió de nuevo la marcha hacia el Castillo de D’hara. Debido a lo incómodo que podían resultar los caminos que transitan por las inmediaciones de la ciudad de Dendra, el Teócrata decidió llevar sus pasos hacia Ryniver para, una vez allí, embarcarse en el pequeño bote que hacía los trayectos que remontaban el río Urzabalgai hasta Mnenoic. Eso le brindaría también la posibilidad de hacer una ligera parada en Galador y saludar a sus gentes, las cuales siempre le habían dado un cómodo cobijo. Además, Rijja adoraba una pequeña tienda de pociones que se encuentra en esa ciudad y, claro, no podía dejar pasar la oportunidad de abastecerse con alguno de los brebajes que allí fabrican.

       

      Ciertamente un Orgo de costumbres fijas…

       

      Rijja llevó sus pasos de manera rauda hasta la encrucijada que se encuentra al norte de la Sabana en la que se encontraba para, una vez allí, girar en dirección a la ciudad de Ryniver. Numerosos penitentes seldaritas y diversos mercaderes le acompañaban, a ratos, en su transcurrir por aquellos polvorientos caminos que, al margen de la incómoda mirada de bandidos y maleantes, le llevaron sin incidentes hasta la ciudad.

      Su entrada por la parte este de la ciudad, atravesando el enorme puente de piedra sobre el Río Urzabalgai, no pasó inadvertida para los Soldados de la Orden del Lince los cuales se paraban a saludarlo al reconocer a un Alto Teócrata de la ciudad de Ar’Kaindia. Sin duda, era bien recibida su presencia por aquellos lares. Entre las incesantes nubes de polvo que se levantaban a su paso por los caminos y las miradas curiosas de los habitantes junto con el resto de viandantes, Rijja llegó al embarcadero de la ciudad.

      La humedad que gobernaba la zona hacía patente la plétora acuosa que gobernaba el río, debida a las abundantes lluvias acontecidas jornadas atrás, y el polvoriento camino había dado paso a ciertas capas de barro que ahora gobernaban aquel lugar.

      Una vez Rijja se situó cerca de la barcaza que allí se encontraba, el atareado barquero que capitanea dicha embarcación levantó la cabeza con una mueca de cansancio.

      Que pesados… – Comenzó a balbucear aquel viejo marino –No pienso remontar el río hasta que acabe mis tare…. Señor Rijja Al’jhtar! –exclamó abruptamente al observar al Alto Teócrata junto a él. –Mis disculpas por mis modales, llevo todo el día intentando descansar, pero, para alguien de su posición, no me demoraré lo más mínimo en mis deberes. Remontaremos el río cuando usted guste. – sentenció el viejo barquero clavando la mirada en Rijja.

      Siempre tan servil… – Dijo Rijja. –No es problema, puedes terminar tus quehaceres con calma. Aprovecharé para tomar algún refrigerio en la taberna. Avísame cuando termines. – Añadió el Alto Teócrata.

      Sin esperar siquiera la respuesta del barquero, Rijja volteó y dirigió sus pasos hacia el restaurante local, con el afán de llenar su panza y refrescar el gaznate con las delicias culinarias que la zona podía ofrecer.

    • Rijja
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      Fascículo 26

       

      Abandonando ya la zona del embarcadero, después de atravesar los pequeños cultivos que preceden a este, Rijja se encontraba de nuevo caminando por las calles de Ryniver. Aun habiendo atravesado sus calles en innumerables ocasiones, debido a su impertérrita curiosidad, el Teócrata no podía parar de escudriñar cada rincón de las mismas, observando cada movimiento de la población y las ahora envejecidas construcciones. Lejos de entristecerse por el aspecto de la ahora sitiada ciudad, Rijja gozaba con la visión de como se impartía la ley marcial y se regocijaba de la implacable ocupación por parte del Ejercito Dendrita, ya que en él se encontraban alistados numerosos conciudadanos suyos. Sin duda, al margen de la desorganización que llevaban algunos reclutas, la Orden del Lince conseguiría aplacar a los rebeldes y a los terroristas pertenecientes al Culto al Lujo.

      Rijja odiaba profundamente a los grupos terroristas y lo que estos podían acarrear para la prosperidad de un gobierno firme.

       

      Todo mandatario odia el desorden y el desacato a las normas establecidas… típico.

       

      Mientras observaba cada rincón donde sus pasos lo llevaban, el Alto Teócrata llegó al umbral del restaurante de Ryniver ávido de saciar su hambre y sed.

      Atravesó las puertas del establecimiento y, al hacerlo y chequear el interior, su mueca alegre se tornó en un gesto de descontento y desaprobación. El restaurante de Ryniver, otrora muestra de esplendor económico y local de culto para entendidos en el campo culinario, se hallaba repleto de borrachos y maleantes. Apartando de su pensamiento dicho hecho, se dirigió hacia la barra del restaurante para saludar al dueño y actual regente del establecimiento, Maitre (si es que realmente se llama así, nadie lo sabe).

       

      Propicios días…- Dijo Rijja en tono amable.

      Las palabras del Alto Teócrata, junto a su tono amigable y educado, hicieron que Maitre levantara la cabeza de los platos que fregaba en esos momentos con un gesto de ilusión y sorpresa.

      Mi querido Alto Teócrata Rijja Al’jhtar… Por fin ha venido un cliente digno a mi establecimiento. ¿Qué puedo hacer por usted? – Dijo ilusionado Maitre.

      Veo que su establecimiento ha cambiado “ligeramente” su selecta y habitual clientela. – Dijo Rijja con tono irónico. –Aunque, realmente, me es indiferente. Sírvame una jarra de su mejor vino y, como no, alguna delicia culinaria de las que usted prepara.

      Maitre respondió a las palabras de Rijja con una sonrisa y, volteándose sobre la mesa que se encontraba detrás del mostrador, comenzó a preparar el pedido del Alto Teócrata y este, satisfecho por la rapidez, se sentó en uno de los taburetes que bordeaban la barra de aquel restaurante dispuesto a esperar la llegada de su deliciosa comida.

    • Rijja
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      Fascículo 27

       

      Mientras el ahora improvisado tabernero preparaba el encargo culinario que había solicitado el Alto Teócrata, las miradas del resto de los presentes en el lugar no dejaban de apuntar a Rijja. Entre variados cuchicheos y conversaciones en voz baja, de diversa índole, el orgo pudo entreoír ciertos comentarios despectivos hacia su persona. Sin poder evitarlo, Rijja giró ligeramente su cabeza para dilucidar de quien procedían dichos comentarios insultantes. Se trataba de dos individuos que se encontraban sentados en una de las mesas del local. Uno de ellos, rechoncho y descuidado, sujetaba con su mano izquierda, mugrosa y repleta de roña, una jarra de cerveza, mientras que con la derecha señalaba de tanto en tanto a la figura del Alto Teócrata emitiendo gestos de desaprobación y palabras malsonantes. El otro, ataviado con una larga capa negra, escondía su rostro mientras miraba a Rijja con disimulo, intentando ocultar dicha mirada entre una ficticia atención e interés hacía el otro individuo con quien compartía mesa. Esto no pasó desapercibido para el Alto Teócrata.

      Rijja volvió a centrar el gesto hacia el tabernero y, disimulando prestar completa atención hacia las tareas que llevaba a cabo el regente del restaurante, comenzó a seguir cada movimiento que efectuaban los integrantes de la anteriormente mencionada mesa.

      El individuo ataviado con la oscura capa, se levantó de su mesa. Este se dirigió lento y de manera presuntamente inofensiva hacia la barra en la que se encontraba Rijja, incluso haciendo creer que solo era un borracho más de la sala entre erráticos tambaleos. Una vez llegó a ella, a apenas dos metros de distancia del Alto Teócrata, permaneció inmóvil con el semblante dirigido hacia el tabernero, que se encontraba de espaldas en ese momento, como haciendo ver que esperaba pacientemente y en silencio a que lo atendieran. Llevó su mano derecha hacia su cintura, perdiéndose esta entre los numerosos pliegues de la capa.

      Rijja se percató sin dificultad de aquel gesto.

       

      Orgo prevenido vale por dos…

       

      Aquel individuo extrajo de su capa, con gran maestría y rapidez, un brillante y afilado puñal y se dispuso a clavarlo en el costado de Rijja con presteza. Justo antes de que el punzante utensilio de muerte alcanzara su objetivo, el Teócrata no pudo contener una ligera sonrisa.

      El puñal rebotó con estrépito sobre el recubrimiento pétreo que envolvía la piel del Teócrata, cambiando la trayectoria de este en sentido contrario mientras emitía un sonoro chasquido. Los presentes miraron en el acto, alertados por el sonido que había producido aquella inesperada acometida contra el alto cargo ar’kaindiano.

      El atacante quedó atónito ante el inesperado resultado de su atentado contra la vida del Teócrata y dio un paso atrás con rapidez, adoptando una postura de ataque similar a la de un gato acorralado. Este rápido movimiento propició el movimiento de la capucha de su capa, el cual dejó entrever una máscara morada que se encontraba debajo y tapaba el rostro de aquel inesperado terrorista.

      Vaya … – Dijo Rijja – Que tenemos aquí. Una de esas comadrejas del Culto al Lujo. Curiosa indumentaria… Bueno, ahora es mi turno. –Añadió el Teócrata con tono amenazante.

    • Rijja
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      Fascículo 28

       

      Las amenazantes palabras provenientes del Alto Teócrata Arcano retumbaron en la sala, provocando que, en breves instantes, la gran mayoría de clientes que allí se encontraban emprendieran una rápida huida hacia la calle mientras que, una pequeña minoría, se quedó expectante para observar atónitos el resultado de la pelea que estaba por llegar. No todos los días puede verse a un mandatario proveniente de la capital de los desiertos entrar en combate directo.

      El recién descubierto miembro del Culto al Lujo, lejos de amedrentarse, optó por emanar gran agresividad y espíritu combativo.

       

      Pobre infeliz.

       

      Después de unos instantes, y rompiendo la quietud de ambos contendientes, el asesino advenedizo se abalanzó sobre Rijja con una velocidad inusitada digna de admirar. Fue inútil. El Alto Teócrata, al observar el presto movimiento de su adversario, alzó la mano derecha y, después de ejecutar unos rápidos movimientos con sus dedos, exclamó unas palabras mágicas.

      «Repelish forceum» – El cántico producido por Rijja resonó con fuerza.

      Acto seguido, empujado con impetuosidad por una especie fuerza invisible, el terrorista perteneciente al Culto al Lujo salió despedido hacia atrás, impactando estrepitosamente contra el mobiliario del local, reventando varias mesas y sillas durante el proceso. Debido al golpe, aquel intento de asesino quedó empotrado en los restos del mueblaje contra el que había chocado, quedando aturdido y severamente magullado.

      Sin esperar a que se levantara, Rijja volvió a alzar su mano derecha. Esta vez pareció rubricar en el aire algún tipo de símbolo arcano y, acompañando el gesto con un extraordinario crepitar mágico, varias esferas surgieron de la palma de su mano dirigiendose con virulencia hacia su víctima. Fue rápido, similar en brevedad al destello de un relámpago en una noche de tormenta, pero sin duda fue doloroso. El cuerpo de su adversario quedó devastado por el impacto de aquellas centelleantes esferas mágicas ante la atónita mirada de los pocos observadores que quedaban en el interior del establecimiento.

      Rijja sonrió levemente en una mueca de satisfacción para justo después girarse hacia el dueño del local que permanecía estupefacto, por lo que acababa de acontecer, detrás de la barra.

      Debes revisar qué tipo de calaña entra en tu local –Dijo Rijja con tono calmado y condescendiente –Y no te quedes ahí parado, sigo teniendo hambre y sed. –añadió.

      Maitre, volviendo en sí con rapidez, miró a Rijja y dijo:

      Sin duda, mi querido Alto Teócrata, es usted un rival temible.

      Y sin más dilación, Maitre terminó la elaboración de la deliciosa comida que había preparado con mimo para el mandatario Ar’Kaindiano y se la sirvió con las manos ligeramente temblorosas. Sin olvidar, claro está, acercarle una jarra repleta del mejor vino del que disponía.

      Rijja asintió satisfecho y se dispuso a degustar aquellas delicias culinarias disfrutando del silencio sepulcral que ahora reinaba en aquel establecimiento.

    • Rijja
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      Fascículo 29

       

      Rijja devoró con pasión los manjares que le habían ofrecido en aquel restaurante con gran rapidez y, después de beber el contenido de la jarra que le habían servido en apenas dos tragos largos, dirigió su mirada hacia el tabernero, el cual lo observaba con interés, como esperando un veredicto sobre el condumio que había elaborado.

      Estaba delicioso, y el vino tiene matices muy interesantes. Mis felicitaciones– Dijo Rijja a modo de felicitación por las dotes culinarias de Maitre.

      ¡Gracias mi señor! Es todo un cumplido viniendo de alguien como vos– Dijo Maitre, ligeramente exaltado por las bendiciones del Alto Teócrata.

      Después de un intercambio de palabras sobre lo que había sucedido en aquel lugar y ante la negativa de cobro por parte de Maitre, Rijja se levantó de su asiento complacido y se dirigió hacia la puerta del establecimiento. Justo antes de atravesar el umbral que conducía a la calle, el Teócrata lanzó una bolsa con una considerable cantidad de monedas de oro hacia Maitre.

      Gracias por todo, esto cubrirá gran parte de los desperfectos producidos. –Dijo el Alto Teócrata.

      Sin esperar respuesta alguna ante dicho pago, Rijja salió a las calles de Ryniver en dirección al embarcadero para, ahora sí, dirigirse rápidamente hacia Mnenoic. Una vez había cubierto sus necesidades nutricionales, el Teócrata se había visto sumergido de nuevo en sus enfermizos pensamientos sobre aquella pequeña moneda blanca y en cómo podría buscar información en alguno de los habitantes que moran en el Castillo de D’hara. Sobre todo, pensaba en uno en particular.

       

      Espoleado por unas ansias renovadas de conocimiento, llegó rápidamente al embarcadero. Aquel viejo lobo de mar ya había preparado todos los bártulos necesarios para emprender el viaje que remonta el río hacia el Feudo de Mnenoic.

       

      Justo a tiempo…

       

      Mi Señor Rijja Al’jhtar! – Exclamó el barquero al ver como se acercaba, de nuevo, el Teócrata- Ya está todo listo, zarparemos a su voluntad.

      Perfecto. Partamos sin demora. –contestó Rijja con cierto tono autoritario.

       

      Y, embarcándose de manera rauda en aquella cochambrosa pero resistente barcaza, emprendieron el camino que los llevaría a la parte fluvial del Valle de Mnenoic.

    • Rijja
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      Fascículo 30

       

      La llegada al Valle de Mnenoic remontando el río Urzabalgai transcurrió de manera rápida y amena bajo el cálido abrazo de la brisa que gobernaba el cauce del río y por las numerosas anécdotas que el barquero no paraba de comentar balbuceando al aire, como si Rijja no se encontrara con él en aquella destartalada barcaza.

      Una vez arribó al embarcadero y posó sus pies en la orilla, el Teócrata se despidió con tono tranquilo de su particular remero y se dirigió hacia el camino más próximo que lo condujera rumbo sur, hacia la Ciudadela de Galador. No sin antes, claro está, una pequeña y rápida pasada por la panadería local para degustar alguno de sus postres. Rijja los adoraba.

       

      Un Orgo goloso, a su edad…

       

      Después de comprar, y comer allí mismo, una magnifica rosquilla almendrada preparada por Dorinda la panadera, Rijja dirigió de nuevo sus pasos, esta vez a un ritmo algo más apresurado, hacia su destino. No tardó en atravesar los polvorientos caminos, los cuales se hallaban completamente marcados con los surcos producidos por el constante paso de carruajes repletos de mineral de hierro, fruto de las minas de este feudo, que fluyen por aquí hasta cada rincón del Imperio Dendrita.

      Alejándose ya del poblado de Mnenoic, Rijja podía atisbar en la lejanía las poderosas murallas de la ciudad de Galador, coronadas en su cima por la visión de las gigantescas bóvedas pertenecientes a la Biblioteca de dicha ciudad. Si no fuera por el secretismo que mantiene la Inquisición de Seldar, dicha biblioteca hubiera sido el destino elegido para la particular búsqueda de información que llevaba a cabo el Alto Teócrata, pero apartó ese pensamiento de inmediato al saber que apenas permitían la entrada a los niveles superiores.

       

      Las catacumbas de dicha Biblioteca… son realmente interesantes.

       

      Una vez llegó a las enormes puertas de piedra de este bastión del mal, Rijja saludó con un leve gesto a los guardias que las custodiaban, estos al reconocer al Alto Teócrata de Ar’Kaindia, se amilanaron a su paso entre reverencias y gestos de respeto. Se adentró entonces por las calles del mercado, las cuales conectaban directamente con la entrada norte, y encaminó sus pasos hacia la Ciudadela de Galador atravesando las callejuelas y avenidas del Barrio de la Victoria. Nada más llegar a esta, el encuentro con los guardias fue una copia exacta para con los de las puertas. Entre salves y muestras de respeto, se adentró en la Ciudadela hasta llegar a la Catedral de Seldar, para mostrar sus respetos. Rijja era un adorador acérrimo de Velian, pero entendía la importancia que Seldar, Dios del Mal, representaba para con su alabada diosa.

    • Rijja
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      Fascículo 31

       

      La Catedral del Dios del Mal se alzaba poderosa ante la mirada del Alto Teócrata Arcano. Los numerosos y emblemáticos edificios de la ciudad de Galador palidecen, o se ven totalmente eclipsados, ante la diabólica magnificencia que emite la exuberante Catedral de Seldar. Dos enormes esculturas, que representan a unos terroríficos demonios del mundo antiguo, abren el paso de esta edificación los cuales, embebidos por los colores fríos que refulgen de las magníficas vidrieras que tétricamente adornan la fachada de esta colosal edificación, lucen simulando una impertérrita guardia.

      Mientras cruzaba su paso con numerosos inquisidores advenedizos y acólitos del maligno dios que es adorado en este colosal templo, Rijja se adentró en la catedral sin dejar de observar atento, y con cierta ensoñación, la meticulosa construcción.

      Una vez atravesó el enorme portón que hace de preludio al interior del Templo, llegó hasta un majestuoso recibidor. El inconmensurable poder que habitaba allí se hacía patente por toda la zona. Desde el oscuro suelo, formado por la obsidiana más pura, hasta la penumbrosa bóveda que da cobijo al interior, enormes columnas negras atravesaban la estancia de manera vertical.

       

      Realmente toda una obra de arte…

       

      Rijja, saliendo de su estado de trance ante tal belleza, continuo su camino hacia lo más profundo de la Catedral siguiendo la hilera de las lámparas que iluminaban constantemente aquellas estancias. Bordeando la Fuente de Ponzoña que precede a la sala donde se encuentra el Altar de Seldar, finalmente llegó hasta este.

      Nada más entrar en aquella zona del diabólico Templo, una voz resonó en aquella estancia.

      Tiempo sin verle por aquí, Rijja Al’jhtar, Alto Teócrata Arcano…

      Se trataba de Hermillo, o “El Hermano del Cepillo”; como se le conoce comúnmente en la ciudad. Un sacerdote de Seldar que se dedica a orar incansablemente en el Altar y captar las donaciones de todos los feligreses que pasan por la iglesia. Este conocía a Rijja desde hace muchos años, debido a las largas horas de estudio que el Alto Teócrata había acumulado bajo esos muros.

      – ¿Qué te trae de nuevo por aquí? – prosiguió Hermillo.

      Un placer volver a verte, viejo. He venido a pedirte un favor. – Dijo Rijja con tono ligeramente burlesco.

      Vaya vaya, ya suponía que tu presencia no sería por mera cortesía… ¿Qué puedo hacer por ti? – Contestó Hermillo, imitando el tono del Alto Teócrata.

    • Rijja
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      Fascículo 32

       

      Después de un saludo algo más protocolario y algunos comentarios sobre la situación actual en varios aspectos, tanto diplomáticos como de diversa índole política, Rijja fue al grano para explicarle a Hermillo el motivo de su inesperada visita a la Catedral de Seldar.

      Verás, necesito entrar en la fortaleza de D’hara. Sé que me recibirían sin problema y podría disfrutar de sus instalaciones como otras tantas veces he hecho, pero debido a lo apremiante en la naturaleza de mi visita, necesito que envíes un emisario al castillo, mientras termino mis quehaceres en la ciudad, para que no comiencen ningún experimento… raro, de esos que le gustan a Vali. La última vez que fui al castillo, debido a una invocación demoniaca que estaba llevando acabo, tuve que esperar varias horas sin poder acceder a los niveles superiores del Castillo. Esta vez, gracias a tu inestimable ayuda y camuflada influencia, espero evitar dicha situación. – Explicó Rijja.

       

      Hermillo emitió una ligera carcajada.

      Vali… muy típico de él – Dijo Hermillo con tono simpático – No te preocupes, mandaré a uno de mis muchachos ahora mismo con las nuevas que me comentas hacia el Castillo de D’hara. No creo que los demonistas tengan problema alguno en atender tus peticiones, como Alto Teócrata que eres, siempre y cuando no demores mucho tu llegada al castillo. – Añadió.

      Perfecto, no esperaba menos de ti. Gracias amigo mío. – Contestó Rijja, agradecido.

       

      Sin más, una vez vio cubierta su petición para con su llegada al Castillo, Rijja volteó y se dispuso a salir de la Sala para volver a las calles del Mercado de Galador, más allá de los umbrales de la Ciudadela.

      Antes de que pudiera atravesar el enorme portón que custodia la Catedral de Seldar, una voz con cierto tono de grito, en forma de saludo, llegó a los oídos de Rijja.

       

      Increíble!!! ¿Pero que ven mis ojos?! ¡El Gran Patriarca Al’jhtar!

      Se trataba de Drakar Baelzhemon, un reputado Antipaladin del Imperio Dendrita con el que Rijja había compartido, durante su juventud, numerosas batallas y acciones bélicas.

      Por Velian! ¡Lord Drakar Baelzhemon!, y yo que pensaba que iba a librarme de tus modales refinados de caballero durante mi visita a la ciudad! –Contestó Rijja, con tono realmente ilusionado, mientras dirigía sus pasos hacia su viejo amigo. – Un placer verte! –Añadió.

       

      Ambos individuos se saludaron efusivamente con un apretón de manos entre gestos de aprecio mutuo.

      • ¿Qué es de ti? Oí que habías retomado de nuevo tu puesto como Alto Inquisidor, ¿Ya te has aburrido de descansar en tu mansión, Lord? – dijo Rijja con cierto tono irónico.

      Cierto, pero eso no es más reseñable que verle a usted lejos de su Biblioteca, distante de sus libros y compendios antiguos y olvidados. – Contestó Drakar.

      Cierto amigo mío, bien traído. Hay un tema que debía tratar en persona fuera de mi zona de confort. – Contestó el Alto Teócrata.

      Drakar esbozó una ligera sonrisa.

      Ven, amigo mío – Dijo Drakar con tono invitatorio – Vayamos a mis propiedades y charlemos sobre el tema que me comentas.

       

      Ambos emprendieron el camino, entre risas y comentarios variados, rumbo al barrio nuevo de la ciudad, hacia la Residencia Baelzhemon.

    • Rijja
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      Fascículo 33

       

      Ambos contertulios se encaminaron por la muralla exterior perteneciente al núcleo de la Ciudad de Galador, la Ciudadela. Mientras caminaban entre una entretenida plática, rumbo a la Residencia Baelzhemon, ensalzaban la figura del otro entre historias de batallas pasadas y los logros, tanto militares como académicos, que cada uno había conseguido. Se abrían paso entre los numerosos milicianos que custodian cada metro de aquel recinto. Era patente en la zona las numerosas reconstrucciones y ampliaciones que se habían ido aconteciendo en la ciudad con el paso del tiempo, debido al incremento de su población.

      Una vez dejaron atrás aquel particular recinto amurallado, su camino se dirigió hacia una gran avenida, la cual se encuentra flanqueada por numerosas casas, de diferente construcción, que se diferenciaban claramente por el estatus social de sus moradores. El llamado barrio nuevo, en el que se adentraban, era un ejemplo claro de la última ampliación que se aconteció en la ciudad de Galador. Este había seguido un plano simétrico durante su construcción, pero, en contra de otros arrabales pertenecientes a la misma ciudad, este no estaba demasiado habitado todavía, ya que antiguamente lindaba con el desierto. Solo las familias más pudientes y respetadas dentro del Imperio Dendrita pudieron permitirse comprar un solar en esta zona para acometer las grandes construcciones que hoy en día se encuentran en esta área. Un claro ejemplo de esto, era la Familia Baelzhemon.

      Cuando arribaron a su destino, un Imponente y oscuro castillo se erguía ante ellos. Una majestuosa edificación, de un tamaño reducido en comparación con otros castillos como podría ser D’hara, de un color totalmente negro con sendas torres que lo flanqueaban. Dos grandes puertas, de un tamaño próximo a los cinco metros de altura y que habían sido fabricadas en una oscura y reluciente obsidiana, se encontraban decoradas con extraños símbolos tallados en celosías de marfil blanco que invitaban a ser traspasadas con cautela. Sin duda, este castillo representaba una magnifica pieza de arquitectura.

      Los guardias de la familia que se encontraban custodiando dicha fortificación, se amilanaron al ver al patriarca familiar llegar a las inmediaciones. Con un gesto profundo de respeto, apartaron la simulada pared que formaban para dejar paso, tanto a Drakar como a Rijja.

      Ambos atravesaron el umbral que dibujaban aquellas sinuosas puertas para llegar al hall perteneciente a la entrada de la Residencia Baelzhemon.

      Nada más llegar a dicha posición dentro del castillo, Drakar hizo un gesto con su mano y varios sirvientes aparecieron, dispuestos a atender a su amo.

      Acompañad a nuestro invitado al gran comedor y procuren que su ligera espera sea cómoda. – Ordenó Drakar de manera altiva y, dirigiendo su mirada hacia Rijja, continuó – Disculpadme un instante, Alto Teócrata, debo atender ciertos quehaceres. Apenas serán unos minutos.

      Conforme terminó de hablar, Drakar se volteó, ante complaciente mirada de Rijja, para encaminarse dirección a las catacumbas de aquella fortaleza.

    • Rijja
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      Fascículo 34

       

      El Alto Teócrata, acompañado servicialmente por los sirvientes de Lord Drakar, se dirigió entonces hacia las entrañas de la Residencia Baelzhemon. Los pasillos de esta pequeña fortaleza estaban completamente decorados, de manera homogénea, por numerosos cuadros y representaciones de diferentes hitos en la historia del Imperio Dendrita. El trazado de dichas pinturas era excelente, lo cual denotaba que habían sido obra de afamados y muy talentosos pintores. Algunas esculturas aparecían en pequeños recovecos de los pasillos, siendo solo visibles al paso ante ellas, las cuales parecían observar a quien por allí transitaba.

      La idea de los sirvientes era escoltar a Rijja hasta la sala perteneciente al gran comedor, una zona reservada para, al margen de banquetes y celebraciones multitudinarias, hacer que la espera o estancia de los huéspedes fuera cómoda y apacible. No llegaron al destino que tenían pensado. El Alto Teócrata no pudo evitar girar sus pasos por un pequeño pasillo que llevaba a una gran estancia al observar, debido a que la puerta de la sala se encontraba entreabierta, numerosos volúmenes que colmaban exuberantes estanterías en madera oscura como el ébano. Se trataba de la Biblioteca particular de la familia Baelzhemon, conocida por los habitantes de la casa como “La Biblioteca del Saber Infinito”. Nada más lejos, este sobrenombre le viene dado por la ingente cantidad de material escrito que se encuentra recogido en los lustrosos libros de la sala.

       

      Podéis dejar vuestra particular custodia. – Dijo Rijja dirigiéndose con tono autoritario a los sirvientes que lo acompañaban. – Avisad a Lord Drakar que lo esperaré serenamente en esta estancia y, antes de que lo preguntéis, tomaré gustoso una infusión de menta con un ligero toque de miel, para hacer más llevadera la espera de vuestro Señor. – Añadió.

      Por supuesto, mi Señor. – Asintió uno de los sirvientes de manera servicial. – Disfrutad de vuestra estancia.

       

      Con un giro de respeto y protocolario en demasía, los criados dejaron la posición que mantenían junto a Rijja para desaparecer a paso modesto por el pasillo que habían recorrido anteriormente dejando al Teócrata completamente solo en las estancias pertenecientes a la Biblioteca Baelzhemon.

      Una vez solo, desbordado en curiosidad, Rijja comenzó a ojear los volúmenes que se encontraban allí. La incipiente ilusión por escudriñar alguno de esos tomos se vio truncada en un ligero sentimiento de decepción cuando observo que la gran mayoría de los libros trataban básicamente de política e historia y, como cabía esperar, centrados mayormente en la cronología del Imperio Dendrita. Un tema que, de sobra, conocía ya de antemano.

       

      Pobre… debió sentirse como un roedor en una despensa vacía.

    • Rijja
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      Fascículo 35

       

      Aun suponiendo que no encontraría nada nuevo, en lo que a conocimiento se refiere, y para hacer la espera más amena, Rijja ojeaba con calma las preciosas y detalladas ilustraciones que contenían aquellos libros. Alguna de ellas le reportaban cierta simpatía y nostalgia, estas eran las que detallaban antiguas victorias en el campo de batalla de las que había sido partícipe, la gran mayoría en su época como combatiente del Ejercito Kaindiano. Y, claro está, muchas contenían imágenes de antiguos amigos que habían caído en el campo de batalla y a día de hoy eran tan solo un recuerdo rubricado en las leyendas del Imperio Dendrita.

       

      La nostalgia de un viejo Orgo… tan típico en estos mortales…

       

      Una vez estuvo satisfecho con haber saciado su curiosidad y el deleite de observar las historias de viejos compañeros de armas, Rijja depositó el libro de nuevo en las estanterías y se sentó en un gran sillón que estaba ubicado en una de las esquinas de la estancia.

      Fueron varios los minutos que hicieron falta para que comenzara a impacientarse por la llegada de su amigo y anfitrión, Lord Drakar. Y fue entonces, cuando Rijja levantó sus posaderas de su asiento con el fin de preguntar cuánto tiempo más debería esperar a su amigo cuando este apareció súbitamente, atravesando la puerta con diligencia.

       

      Mis disculpas, querido amigo. –Se disculpó Drakar. –Tenía ciertos… deberes que atender. Nada de qué preocuparse, solo cierto criado insurgente. Espero que tu espera haya sido cómoda y amena.

      No hay problema. En otra ocasión siquiera habría notado tu ausencia, solo que mi tiempo en Galador es limitado para el día de hoy. –Comentó Rijja.

      Ya imagino. Han llegado a mis oídos, por parte de Hermillo, que visitarás el castillo de D’hara. –Dijo Drakar con tono de intriga. – ¿Qué se le ha podido perder a un Alto Teócrata como tú en un castillo como D’hara? –Terminó preguntando el Lord Antipaladin.

      Jajaja, veo que no soy el único que desarrolla ciertas… curiosidades. No te hacía por chismoso– Comentó Rijja entrecortando las palabras con cierta risilla. – Verás, debido a las fluctuaciones que se llevan produciendo durante los últimos meses, provocadas por los “experimentos” que se están llevando a cabo desde la Torre de Ébano…

      Drakar cortó las palabras del Teócrata de manera tajante.

      Entiendo! No deberías hablar de ese tipo de experimentos. Según tengo entendido, solo conciernen al Imperio y a los intereses de nuestro venerable Emperador. – Dijo el Antipaladin.

      En eso discrepo– Continuó hablando Rijja, esta vez con un tono molesto debido al súbito corte en la conversación- Esas fluctuaciones están provocando la apertura de ciertos portales, los cuales conducen otro plano de existencia. Según hemos investigado, y puedo decir que lo he visto con mis propios ojos, ese plano está gobernado por la no-vida. Es realmente peligroso y hostil para cualquier ser proveniente de este Plano Material.

      Si no fueras quien eres, y la amistad y confianza que nos une, no daría ningún crédito a tus palabras. –Dijo Drakar, ahora con un tono de preocupación- ¿Dices que se están abriendo pórticos a la dimensión del Y502? ¿Fuera de los márgenes de la Ciudad de Dendra? Sin duda es un tema preocupante. Pero, ¿Para qué curiosear en el Castillo de D’hara? ¿Qué esperas encontrar allí?

      Verás, en la expedición al plano, ese que has nombrado como Y502, encontramos varias cosas que llamaron mi curiosidad. Al margen de la muerte de todos mis hombres salvo uno, conseguimos extraer de allí numerosos tesoros, materiales raros y… – Rijja rebuscó en su bolsillo hasta extraer la pequeña moneda blanca y mostrársela a Drakar- este pequeño hallazgo numismático. Y ya sabes, no suelo dejar cabos sueltos a la hora de buscar conocimiento.

      Curiosa es la acuñación de esta moneda, sin duda. –Dijo Drakar mientras observaba aquella pequeña y blanca moneda. –Pero eso tampoco responde a mi pregunta, ¿Por qué D’hara? No creo que esos Demonistas sepan nada sobre esto.

      No son esos Demonistas lo que me interesa. Es un invitado demoniaco que hay entre sus muros. –Dijo Rijja mientras esbozaba una sonrisa. –Aun sabiendo que el Plano demoníaco no quiere saber nada de la otra dimensión, de seguro podrá arrojar algo de luz sobre esto y, al menos, lo haya visto antes.

      Jajaja, tan perspicaz como siempre, amigo mio. Es posible que ese demonio pueda resolver alguna de tus dudas, pero, en caso contrario, ¿Qué harás? –Comentó Drakar con una maliciosa curiosidad.

      Todavía no he pensado mi siguiente movimiento, pero, ya me conoces, siempre lograré una respuesta. -Dijo Rijja en tono confiado.

      Drakar no pudo evitar sonreir.

       

      Después de un buen rato hablando sobre el tema, ambos contertulios se dirigieron, esta vez sí, al gran comedor de la Residencia Baelzhemon para poder disfrutar de una deliciosa y refrescante bebida antes de que el Alto Teócrata emprendiera de nuevo su camino hacia el Castillo de D’hara.

    • Rijja
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      Fascículo 36

       

      Ensimismados en una conversación larga, más de lo que una visita fugaz debiera arrojar, Drakar y Rijja comentaban numerosas hazañas y diversos devenires. Aun siendo una plática informar y casi improvisada, tocaron varios temas muy trascendentales, ya fueran políticos o directamente bélicos, para con los Reinos a los que pertenecían. El dialogo se vio interrumpido por un ligero golpe de vaso ejecutado por Rijja, justo después de apurar su contenido, sobre la magnífica mesa que presidía aquel majestuoso comedor.

       

      Decir que he disfrutado mucho con nuestro encuentro, Lord Drakar. Pero debo partir de inmediato. En otra ocasión, con más tiempo, volveré a visitarlo con más tiempo y, quien sabe, pueda contarle más sobre los hallazgos que realice sobre esta pequeña y blanca moneda. –Dijo Rijja con tono solemne.

      Es comprensible. –Dijo Drakar, ligeramente apenado por la precipitada conclusión de la cháchara. – Pero, antes de que parta de mis dominios, permítame mostrarle algo. Después de nuestra conversación, deduzco que será de tu agrado.

      Rijja asintió.

       

      Ambos contertulios abandonaron la sala para dirigirse hacia los pisos inferiores del castillo. A las mazmorras más concretamente.

      Después de recorrer los enormes pasillos que cruzan el Alcázar Baelzhemon, llegaron a unas sinuosas escaleras. Descendieron aquellas escalinatas, esculpidas en fría y negra roca, para entrar en las mazmorras del castillo. Estas estancias apenas son alumbradas por unos tímidos rayos de sol que, colándose por unos pequeños ventanucos situados a gran altura, refractan sobre el ensangrentado suelo matizando todo con tonos ocres. Los gritos provenientes de las celdas que allí se encontraban inundaban todo el lugar dándole un toque más siniestro, si cabe, a aquel desangelado lugar. Sin duda, estas mazmorras hacían honor a los comentarios de los mundanos ciudadanos de Galador, los cuales se estremecían cuando se les preguntaba por dichas… instalaciones.

       

      Por aquí, amigo mío. – Dijo Drakar con cierto tono autoritario.

      Rijja asintió y continuó siguiendo los pasos del Lord Antipaladín.

       

      Unos metros más adelante, dejando atrás las primeras celdas hacinadas de presos, llegaron al final del pasillo. En este se encontraba una única celda, lo cual desentonaba con el resto del pasillo que habían recorrido. Las paredes de esta se encontraban repletos de símbolos y maldiciones, por consiguiente, era de suponer que gozaba de ciertas características mágicas y, seguramente, algún hechizo destinado a la privación de la libertad. Este tipo de celdas se suele utilizar para contener a ciertas criaturas mágicas y otros entes poderosos.

       

      Ya hemos llegado –Dijo Drakar –Asómese al ventanuco de la puerta para conocer a mi huésped. Creo que la visión será de tu agrado. –Añadió el Patriarca Baelzhemon con tono complaciente.

      Rijja dio un par de pasos, adelantándose, para poder observar por la mirilla de la puerta.

      En efecto, mi querido amigo. Es totalmente grata esta visión y la oportunidad que representa. –Dijo Rijja con una sonrisa.

    • Rijja
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      Fascículo 37

       

      La incrédula y atenta mirada de Rijja se clavó en el interior de aquella magnifica celda mágica.

       

      – ¡Un Apóstol! – Dijo Rijja, exaltado por la emoción. – ¡¿Cómo habéis capturado a un maldito Apóstol de Astaroth!?– añadió.

       

      La criatura, completamente cargada de una serie de cadenas compuestas por eslabones mágicos, se encontraba atada a la pared por extrañas ataduras esotéricas, de heterogéneas gamas cromáticas, las cuales parecían emanar de los símbolos arcanos que se encontraban en las paredes de la particular celda que la contenía. Dichas ataduras recorrían todas las partes del cuerpo de la siniestra criatura aferrándolo e impidiendo que pudiera moverse ni un solo ápice.

       

      Todo un logro, ¿Verdad? – Dijo Drakar orgulloso.

      Es más que eso. Récord, lo llamaría yo. – Comentó el Alto Teócrata. – Son criaturas extremadamente raras en este plano material y, como es sabido, excesivamente poderosas. ¿Cómo lo habéis conseguido? – Añadió Rijja en tono de curiosidad.

      Fue una suerte, a decir verdad. Para ahorrar en la explicación, solo diré que fue en Ryniver durante una Conjunción de los Planos y se juntaron varios factores ventajosos: una cuadrilla de soldados, un par de necromantes experimentados y, lo más importante, esta criatura tiene apenas el poder del resto de los de su especie con los que hemos batallado. Creo que será un neófito que se topó con quien no debía. – Explicó Drakar.

      Entiendo… aun así, debo felicitarte por conseguir algo tan épico. Arrojará mucha luz sobre el resto. –Dijo Rijja entre balbuceos, sin apenas quitar la vista sobre la macabra criatura.

      No creas -Comentó Drakar- Debido al nulo conocimiento que tenemos sobre su idioma, al menos de momento, no hemos podido apenas extraer ninguna información salvo por… la mera disección. – Añadió Drakar mientras señalaba una de las piernas de la criatura, a la que le faltaba algunas partes. – Su estructura y emanaciones mágicas no difieren demasiado a los no-muertos de nuestro plano. Salvo, tal vez, por el poder que ejerce la maldición de Astaroth.

      Ya veo. Debo decir que en la expedición a la dimensión del Y502 que te he comentado con anterioridad, encontramos ciertos manuscritos en un idioma desconocido, pero, debido otros que, si conocemos y de una similitud casi total en la estructura de su contenido escrito, creo que podremos transcribir y descifrar el idioma.

      Eso sería de gran ayuda, amigo mío. – Dijo Drakar sonriente. – Mientras tanto, no tengo inconveniente en custodiar férreamente a esta… criatura. – Añadió.

      Perfecto. Para aligerar el trabajo de transcripción, enviaré un emisario a Ar’Kaindia antes de partir hacia el Castillo de D’hara. Con algo de suerte tendré noticias suyas pronto y vendré con buenas nuevas. – Contestó Rijja de manera complaciente.

      No lo dudo que así será. – Dijo Drakar. – Esperaré noticias tuyas. Ahora parte, no quiero demorarte más en tu particular misión. Espero que puedas esclarecer algo sobre tu… hallazgo numismático.

       

      Rijja asintió sonriente y, después de despedirse con gratitud por la hospitalidad y el descubrimiento que Drakar le había ofrecido, comenzó a ascender por las escaleras de aquellas catacumbas, rumbo a la Ciudadela de Galador.

    • Rijja
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      Fascículo 38

       

      Obviando los pasos por el interior de la fortificación, que condujeron a Rijja hacia el exterior de la Residencia Baelzhemon, el Teócrata se encontraba de nuevo en, sálvese la redundancia, las calles del Barrio Nuevo.

      Los oídos del orgo se vieron inundados por los sonidos de carromatos y las voces del numeroso, y distante, populacho que anega la colindante zona del mercado. Debido a esto, con la intención de abandonar la ciudad a la mayor velocidad evitando el gentío acumulado en el mercado, Rijja se encaminó por la zona más pobre de la ciudad llevando su rumbo a las puertas situadas en la parte oeste.

       

      Esta zona de la ciudad no es muy… agradable.

       

      Conforme se adentró en aquellos barrios, el típico olor a perfumes y carne quemada que suele gobernar la Ciudad de Galador dio paso a una nauseabunda mezcla olfativa entre orines y excrementos. La alta concentración de menesterosos que pueblan esta parte de la urbe ha precipitado que incluso las casas se mimeticen con ellos. Las calles se encontraban repletas de basuras y numerosas alimañas, tanto muertas como vivas, que se hacinaban en cada uno de los rincones y recovecos que ofrecía la misma calle. Debido a la patente insalubridad, la gran mayoría de indigentes habían contraído numerosas enfermedades, incluso siendo una de estas la tan temida lepra. Sin duda, un área malsana para vivir.

      Gracias a las artes mágicas de las que disponía, el Alto teócrata no temía ser contaminado por ninguna enfermedad que pudiera acecharle en estas calles y, como había planeado, el atajo que tomó por estas malogradas avenidas dio su fruto y, emergiendo de entre una estrecha y oscura calle, dejó atrás la zona para encontrarse plantado en las mismísimas puertas de la ciudad.

       

      Saludos, Alto Teócrata Arcano. Un placer verlo por la ciudad. – Dijo, con tono amilanado, uno de los soldados que custodiaban las puertas.

      Propicios días. – Dijo Rijja, devolviendo el saludo. – Abrid las puertas, mi estancia aquí ha concluido. No os entretengáis, necesito llegar a mi destino antes del ocaso. – Añadió.

      Por supuesto, Señor– Dijo el guardia dijo el guardia a la vez que ejecutaba un pequeño saludo militar.

       

      Tras el breve saludo a los guardias allí apostados y la posterior apertura de las colosales puertas de madera que custodian la Ciudad de Galador, Rijja cruzó aquel enorme umbral para, abandonando la ciudad, dirigirse rápidamente al Castillo de D’hara.

    • Rijja
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      Fascículo 39

       

      Numerosos son los caminos que transitan a lo largo y ancho del vasto terreno que compone al Imperio Dendrita. La gran mayoría de estos, al encontrarse en áridos parajes, y zonas completamente despobladas, se encuentran en mal estado de conservación. El sendero que lleva desde la Ciudad de Galador hasta el Feudo de Brenoic no era uno de ellos. Un largo y polvoriento camino que es perfilado asiduamente por los Soldados del Ejército de Dendra, los cuales queman cualquier matojo o pasto que crezca dentro de esos lindes.

      Y, después de salir de la Ciudad de Galador, Rijja se encontraba en dicho camino.

      Desdeñando la idea de usar una montura, el Alto Teócrata se regocijaba de este tipo de paseos entre el populacho y resto de transeúntes de dichas rutas. En estas travesías siempre había gozado de conocimientos nuevos o, en su defecto, de contactos nuevos. Al margen de la multitud de Penitentes de Seldar, la cual deambula entre todos los templos de Seldar a lo largo y ancho de los reinos intentando atraer el favor de su Señor Oscuro, por estos caminos transitan gran cantidad de heterogéneos mercaderes. Estos últimos, los que no han sido expoliados por los bandidos de la zona, suelen ofrecer la oportunidad de comprar múltiples recursos que no suelen encontrarse en las zonas colindantes. Y, como ya hemos comentado, el Alto Teócrata era afín a echar un vistazo a esta mercancía siempre que podía.

       

      El afán mercantil… un tanto enfermizo.

       

      Aunque, todo sea dicho, esta vez Rijja llevaba algo de prisa en llevar a cabo su viaje al Castillo de D’hara y no se detuvo ni un solo segundo a mercadear y, en cambio, sus pasos le llevaron presto hacia el Feudo de Brenoic.

      Este Feudo, conocido como la Granja del Imperio, siempre era precedido por un intenso olor a estiércol y demás desechos vacunos. Debido a esto, Rijja contenía ligeramente la respiración mientras se adentraba en este.

      Numerosos perros daban la bienvenida al Teócrata, entre ladridos, solapándose con las fugaces y furtivas llamadas de atención por parte de los camellos locales, a las cuales Rijja contestaba con una fija mirada de desdén. El Orgo entendía los estragos que la droga, mayormente las bayas de cyr, había hecho entre la población del Imperio. No simpatizaba para nada con las consecuencias de su consumo.

      Esquivando entrar en cualquier tipo de pelea, avanzó por el Feudo de Brenoic hasta atravesar sus lindes de manera fugaz para luego voltear su rumbo por el camino fronterizo que transita en dirección norte hacia el Reino de Golthur-Orod.

       

      Caminos peligrosos por recorrer…

    • Rijja
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      Fascículo 40

       

      Conforme el Alto Teócrata encaró el camino pudo observar en la lejanía la majestuosidad del Castillo de D’hara. Sin duda, una inmensa y bella fortificación. Al margen de la gratificante sensación de estar, por fin, alcanzando la meta fijada, Rijja agradeció dejar atrás el nauseabundo olor a fétida granja que desprendía el Feudo de Brenoic.

      Comenzó a recorrer el camino fijado a paso ligero, esta zona no se encuentra tan poblada en mercaderes ni soldados por lo cual es propensa la proliferación de ataques y robos, ya sea por parte de los propios bandidos locales o bien por parte de la organización criminal “El Puñal Ensangrentado”, la cual hacía estragos durante los últimos años en los caminos Imperiales.

       

      Veamos que intenciones tendrán esos encapuchados detrás de aquella roca…

       

      Mientras el Teócrata observaba la ingente cantidad de carteles que pueblan la zona a lo largo del camino, varios chapados de madera que indican el camino hacia las Quebradas de Devron o el Castillo de D’hara o, los más numerosos, sobre el peligro de adentrarse por el angosto sendero entre las rocas que se abre al norte dirección al Reino de Golthur-Orod, un pequeño grupo de humanos, totalmente encapuchados, le salieron al paso a escasos metros más adelante.

       

      ¡Hola, Hola! Vaya, ¿Qué tenemos aquí? – Dijo uno de los bandidos con tono claramente burlesco. – ¿Un viejo mercader Orgo? ¡Ja! ¡Por tu aspecto puedo oler las monedas desde aquí! – Añadió, tornando la voz a un tono totalmente agresivo.

      ¡Dejad paso, alimañas!– Dijo Rijja despectivamente, mientras avanzaba con naturalidad hacia los encapuchados.

      ¿Qué has dicho viejo!?! –Exclamó aquel bandido claramente exaltado.

      ¡Espetadlo! –Dijo otro de aquellos humanos encapuchados. –¡Rajadle la garganta!– Decían otros. Hasta que los comentarios despectivos se hicieron pasar por boca de todos y cada uno de los bandidos.

      A la vez que los bandidos increpaban cada vez con voz más fuerte, mientras Rijja se acercaba, el orgo comenzó a mover sus dedos pareciendo escribir en el aire una serie de runas y respiró profundamente.

      Escasos eran los metros que los separaban ya y, aquellos bandidos, adoptaron una pose de lucha y se lanzaron al ataque en contra del Alto Teócrata Arcano.

      Rijja no pudo evitar sonreir.

    • Rijja
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      Fascículo 41

       

      El grueso del grupo entre los bandidos estaba formado por ocho individuos, al margen de otros cuatro más desperdigados, y agazapados, entre las sombras que envolvían aquella parte del camino.

      Dos de estos bandidos, los que estaban en una posición más avanzada con respecto a Rijja, se lanzaron sobre el Alto Teócrata con rapidez. El primero de ellos fue ensartado a la altura del pecho mediante un súbito movimiento de la Furia de Tiszu, que el orgo empuñaba con maestría, para después recibir una inmensa patada en el estómago que lo lanzó hacía atrás varios metros, quedando agonizante y tendido en el suelo. El segundo que lo acompañaba en la acometida, llegó hasta el flanco derecho de Rijja, aprovechando su ventajosa posición lanzó una rápida estocada hacia el costado del mago rúnico. De soslayo, de la nada, se formó en el aire una espada de aspecto etéreo que giraba a una velocidad vertiginosa. Dicha espada detuvo fácilmente la acometida del bandido y luego desapareció en el aire de nuevo. El atacante se quedó sorprendido ante tal suceso y, sin esperarlo, Rijja le atravesó el cuello por completo y, mientras lo mantenía ligeramente suspendido en el aire, dos nuevas espadas, idénticas a la anterior que detuvo el golpe, aparecieron justo a la altura del bandido para seccionarle ambos brazos. La vertiginosa escena y resultado del primer ataque detuvo la carga del resto de bandidos mientras se miraban entre ellos atónitos. Rijja extrajo su Furia de Tiszu del cuello de su víctima que, desmembrada, cayó al suelo quedando inerte.

       

      El cazador cazado…

       

      Joder… ¿¡Quién eres tú?! –exclamó temeroso uno de los bandidos.

      Solo un viejo orgo, ¿Recuerdas? – Dijo Rijja en tono pausado a la vez que formaba una serie de sellos mágicos con las manos. –Realmente no necesitáis saber nada sobre mí, estáis muertos. –Añadió.

       

      Los bandidos esbozaron una mueca de horror cuando Rijja formuló el hechizo que estaba preparando y, para su desgracia, una enorme bola de fuego los engulló, dejando de ellos apenas unos cuerpos chamuscados y humeantes. Los cuatro bandidos, que observaban agazapados entre las rocas que rodeaban a Rijja, habían contemplado toda la escena sin intervenir y, ante tal atroz visión, se dispusieron a escapar rápidamente entre gritos de pánico.

      Rijja sonrió ampliamente con una malvada mueca.

      Alzó el dedo índice de la mano derecha y de él surgieron, después de dibujar unos símbolos en el aire, cuatro esferas mágicas que se precipitaron, separándose, sobre cada uno de los cobardes bandidos. Todos fueron atravesados por aquellas mágicas esferas a la altura del pecho, cayendo fulminados casi al unísono.

       

      Realmente, todo un espectáculo…

    • Rijja
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      Fascículo 42

       

       

      Dejando atrás los calcinados, o perforados, cuerpos de los bandidos que habían osado atacar al Alto Teócrata, este se encaminó de nuevo hacia su ansiado destino. La Fortaleza de D’hara.

      Avanzando un centenar de metros, se encontró con lo que precedía dicha edificación, una sencilla carretera empedrada con roca oscura en su totalidad, la cual serpenteaba hasta culminar en lo alto de un gran macizo rocoso. Una vez allí, con solo alzar la vista, Rijja pudo observar en lo alto de aquel macizo la fortaleza, erigida en piedra tan oscura como la carretera que ahora pisaba. Desde la lejanía se podía observar el sólido aspecto que resaltaba los dos torreones que posee dicha edificación, situados en el extremo oeste y norte del castillo, en los cuales se divisaba las grotescas gárgolas, y los estandartes emblemáticos de Seldar e Imperio Dendrita, que recorrían todas las almenas a modo… decorativo.

      A la vez que ascendía por aquel sinuoso sendero las murallas de la fortaleza se iban haciendo más y más claras para el Alto Teócrata. En estas se podía observar con claridad que no se encontraban tan cuidadas como el resto de la fortificación. Enormes boquetes, producidos presumiblemente por maquinaria de asedio tiempo atrás, decoraban la mayor parte de la superficie. Coronando dichas murallas se encontraban numerosos escorpiones, catapultas y enormes calderos repletos de aceite hirviente que disuadirían incluso al más valeroso guerrero enemigo que intentara acercarse a sus lindes. La vegetación en este punto era casi inexistente salvando algún que otro arbusto que se ensombrecen debido a la indómita presencia de la fortificación. Ya en los alrededores del castillo, el paso del Alto Teócrata Arcano fue importunado por dos individuos. Se trataba de unos Caballeros del Mal de los muchos que pueblan esta fortificación, hombres recios cuya dedicación ha sido absorbida por completo por las creencias y catecismo del Dios del Mal. Con paso firme, se acercaron a Rijja a la vez que llevaban su mano a la empuñadura de sus armas.

       

      Deteneos viajero. ¿Quién sois? – Preguntó uno de ellos con tono autoritario.

      Mi nombre es Rijja Al’jhtar, Alto Teócrata Arcano de Ar’Kaindia.– Según tengo entendido, os habían informado de mi inminente llegada a la fortaleza.- Dijo Rijja con tono solemne.

      En efecto, Alto Teócrata. Disculpad el infortunio de nuestra pregunta, debemos mantener el control sobre el trasiego del gentío en estos caminos. Es libre de seguir con su ruta.- Dijo, a modo de disculpa, el Caballero de D’hara.

      No me supone ningún inconveniente, gracias. –sentenció Rijja, a la vez que apartaba la vista del caballero con un ligero desdén y retomaba sus pasos hacia el enorme pórtico de la Fortaleza de D’hara.

       

       

      Poco a poco, el Alto Teócrata parecía acercarse a su ansiado destino…

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    • Rijja
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      Fascículo 43

       

       

      Una vez sus pasos por el sendero lo alzaron más y más arriba en el risco, el Alto Teócrata se encontró frente al Castillo de D’hara. Llegados a este punto, Rijja pudo observar como aquella fortificación, debido a su privilegiada posición, permitía dominar y escudriñar totalmente el terreno donde se encontraba y varios kilómetros a la redonda. La ausencia de vegetación, previamente talada por los habitantes del castillo, ayudaba a este cometido. Aquí se hacían aún más patentes las enormes grietas y quemaduras en los muros, propiciadas por antiguos ataques a este bastión, pero aun así seguían viéndose robustas y firmes.

      Un colosal rastrillo metálico protegía de manera infranqueable la entrada a la fortaleza, el cual se encontraba abierto debido a la actual ausencia de amenazas, pero debido a un sistema de contrapesos y enormes poleas este podía cerrarse súbitamente en cualquier momento.

      Sin dilación, el Alto Teócrata cruzó el umbral de aquella particular fortaleza con prestos pasos.

      Una vez en el interior, un enorme patio de armas daba la bienvenida a Rijja, completamente empedrado en losas de tonalidades grises, predominantemente oscuras, que se homogeneizaban con el resto de murallas del castillo. Esta zona estaba perfectamente organizada y pulcra debido, sin duda, a ser el centro neurálgico del castillo. Numerosos caballeros practicaban justas y peleas junto a un cercado de madera en la parte oeste, junto a las cuadras del castillo. Desde esta zona se podía observar todas las torres que componían aquella edificación, dotándola de una magnificencia única. Pero, al margen de los caballeros, lo que más abundaba en el patio de armas de la fortaleza eran los escuderos, jóvenes adoptados por la orden de caballería, procedentes de todos los rincones del Imperio Dendrita, incluso de poderosas familias nobles, que buscan ganar gloria mediante su entrenamiento como Caballeros de Seldar. Realmente solo son escogidos algunos de los aspirantes, ya que, al margen de las dotes necesarias para el combate, la Orden de D’hara busca concienzudamente en estos las aptitudes, y actitudes, para una severa investigación en todos los campos que desarrollan aquí.

      Antes de que el Alto Teócrata pudiera recorrer del todo aquel portentoso patio de armas, fue importunado nuevamente.

       

      Cuanto tiempo sin verle por aquí, Alto Teócrata. –Escucho Rijja, por parte de una voz femenina pero tremendamente severa, a sus espaldas. – ¿Has venido a enterrar de nuevo tu cabeza en nuestra majestuosa biblioteca? – añadió aquella voz.

       

      Rijja volteó su cabeza para observar a quien pertenecían aquellas palabras…

    • Rijja
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      Fascículo 44

       

       

      El Alto Teócrata no pudo salvo esbozar una sonrisa cuando descubrió, nada más girar su cabeza, quien era su interpelante. Una antigua conocida. Se trataba de una mujer que, con el paso de los años, se había consolidado en una cruel reputación dentro del Imperio Dendrita, todo a base de derrotar a grandes maestros de armas en combates singulares. Esta mujer tenía una complexión estilizada que acompañaba a una portentosa espalda y su apenas metro y medio de estatura se encubría debido a la portentosa montura, un poderoso demonio, que cabalgaba sin ningún tipo de esfuerzo. Se trataba de Lady Domiana.

       

      -¿Te han arrancado la lengua?, ¿Tan impresionado de verme?- Interpeló de nuevo Domiana, al mismo tiempo que su corcel demoníaco, oscuro como el carbón más puro, emitía una bocanada de aliento sulfuroso.

      Lady Domiana, veo que los años os siguen dejando estar tan… simpática, como siempre -Dijo Rijja con tono burlesco. –Acertáis, no esperaba veros. –Añadió.

      -¿Tan raro se os hace verme en esta fortaleza?– Preguntó Domiana, de nuevo.

      No en la fortaleza en sí, más bien en esta parte del castillo. Según tengo entendido últimamente custodiáis cierto… material especial. –Contestó el Alto Teócrata, a la vez que Domiana fruncía el ceño.

      Y bien, repetiré mi pregunta, ¿qué os trae a la Fortaleza después de tanto tiempo, señor Alto Teócrata? –Dijo Domiana, esta vez con un tono más inquisitivo.

      No os sulfuréis, mi señora. No permaneceré aquí más del tiempo necesario. He venido a parlamentar con cierto… invitado vuestro. Y, antes de que preguntéis de nuevo, los asuntos que vengo a tratar no os repercutirán tarea alguna. Así que, si a vos os place, seguiré con mi camino sin más interrupciones. -Sentenció Rijja, devolviendo la seriedad en el tono.

      -Ja! –emitió Domiana con una mezcla entre burla y resignación. –Tratad los asuntos que tengáis pendientes. No quería importunarle. Tal vez, algún día, su presencia en este castillo sea para “honrarme” con un combate singular, Alto Teócrata. –Añadió Domiana con una ligera sonrisa complaciente.

       

      Rijja le devolvió la sonrisa y, a la vez que este volteaba, Domiana giró su demoníaca montura para, después de una leve cabriola, marcharse hacia las afueras de la fortaleza y continuar su cometido, dejando tras de sí un profundo olor a azufre, presumiblemente fruto de las emanaciones de su particular corcel.

    • Rijja
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      Fascículo 45

       

       

      El Alto Teócrata Arcano se dirigió entonces hacia el fondo del patio de armas, rumbo a la Torre del Homenaje del Castillo de D’hara. Sin dilación, una vez hubo alcanzado el umbral de dicha torre, se introdujo en el interior. Los pasillos de la torre eran realmente estrechos y ausentes de toda decoración lo cual les otorgaba un aire frío y lúgubre. Las pocas ventanas que allí se encontraban era demasiado estrechas y los muros estaban cubiertos por hileras de antorchas, ya requemadas, que rompían levemente la homogeneidad sobria de los muros. El Alto Teócrata dispuso su mirada por una de las pequeñas ventanas y observó, al margen del patio de armas que había dejado atrás momentos antes, los bosques del norte coronados por las impertérritas nubes tóxicas que se producen sin descanso en los volcanes del Reino de Golthur-Orod.

      Rijja no se detuvo momento alguno en su camino de ascenso por la Torre hasta que olfateó, de manera clara e inequívoca, un agradable olor a rosas y lavandas. Su destino estaba cerca. Al final de uno de los tramos en la escalera divisó la puerta que buscaba y, abriéndola de manera pausada, se introdujo en la sala que custodiaba dicho portón. Se encontraba ahora en los aposentos destinados a las pocas visitas que son invitadas a las dependencias interiores del Castillo de D’hara.

      Dicha estancia se encontraba repleta de cómodos sillones y otros mullidos asientos individuales, los cuales eran acompañados por una pequeña mesa y un oportuno reposapiés. Las paredes y techo se encontraban prácticamente forradas en su totalidad en sedas y variopintos tejidos, todos ellos exuberantemente caros, que se agitaban ligeramente cuando la brisa entraba por las ventanas. Esta sala también gozaba con una cocina particular, situada al fondo de la estancia, que servía únicamente a los reservados inquilinos que pudieran habitar dicha sala.

      Y, en esas dependencias, se encontraba precisamente a quien el Alto Teócrata Arcano estaba buscando y había propiciado su particular viaje de búsqueda. Un poderoso demonio: Rogahortharminathar, Emisario del Plano Abismal.

      Nada más percatarse de la presencia de Rijja, el demonio esbozo una sonrisa picarona y complaciente.

       

      Interesante. ¿Qué os trae de nuevo a mi presencia, Rijja Al’jhtar? ¿Habéis venido para otro… trato conmigo? –Dijo el demonio, relamiéndose levemente nada más dejar de hablar.

      Saludos, Emisario. Esta vez no, al menos no necesariamente. Necesito algo de… información. Tal vez usted pueda satisfacer mi curiosidad. –Contestó Rijja.

      Ja! Siempre tan elocuente. Ven, orgo, coméntame que es lo que buscas. –Replicó Rogahortharminathar.

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      Fascículo 46

       

       

      El Alto Teócrata y el demonio Rogahortharminathar se dispusieron a iniciar una plática de manera desenfadada, dirigiendo sus pasos a uno de los rincones de la estancia donde se encontraban, ya que en este se encontraba, al margen de mucho otros, un enorme sillón que podría tolerar las características físicas de aquel demonio, las cuales eran portentosas. De casi dos metros de altura y una constitución musculosa sumamente tonificada, su piel rojiza y completamente homogénea crea una extraña sintonía con su perfilada perilla de chivo y nariz aguileña. Incluso cuando se hubo sentado en el gigantesco sillón, su larga cola demoniaca se alzaba, juguetona, por encima de su cabeza mientras clavaba sus ojos, completamente amarillos y similares a los de un felino, sobre el Alto Teócrata esperando impaciente sus palabras. Justo antes de que este hablara, el demonio esbozo una larga sonrisa que permitía observar sus perfectos y níveos colmillos.

       

      He venido por un asunto del que creo puedes informarme –Interpeló Rijja. –De no haberlo creído conveniente, no te habría molestado. –Añadió el Alto Teócrata.

      Antes de nada, permíteme matizar que es muy satisfactorio que acudas a mí para estos fines. Hace muchos años, desde nuestro último pacto, que no veía a tu persona. Los Orgos me parecéis una raza extrañamente curiosa. –Dijo el demonio mientras acrecentaba el ángulo de su sonrisa.

      Supongo que estarás al tanto de los últimos… acontecimientos que tienen que ver con algunos experimentos desde la Torre de Ébano –Continuó Rijja.

       

      El demonio frunció el ceño ligeramente sin llegar a apaciguar su sonrisa.

       

      De hecho, sí –Dijo Rogahortharminathar. –Un asunto, cuanto menos, incómodo. –Añadió.

      Sí, cuanto menos… Estos sucesos han supuesto numerosas oportunidades de estudio por mi parte y, fruto de estos, algunos hallazgos curiosos. –Continuó exponiendo Rijja.

       

      Rogahortharminathar no pudo evitar levantar una ceja en señal de cierta curiosidad.

       

      Y, ¿De qué se trata? –Dijo el emisario del plano abismal mientras se incorporaba ligeramente, en señal de atención.

      Pues… ¿Qué puedes decirme sobre este particular hallazgo numismático? -Dijo Rijja, a la vez que sacaba aquella extraña moneda blanca y la depositaba lentamente sobre la mesa que separaba a ambos interlocutores.

      Vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí? –Dijo el demonio mientras asía la moneda con su mano y se la acercaba a la cara para poder observarla mejor. –Como ya he dicho, orgo, siempre me has parecido… altamente interesante.

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      Fascículo 47

       

       

      La curiosidad del demonio se incrementaba a medida que observaba más y más aquella extraña moneda, la cual no paraba de girar con sus enormes manos y bajo su atenta mirada a la vez que, de vez en cuando, la raspaba con sus afiladas, y cuidadas, uñas afiladas. Tal era su ensimismamiento en su escudriño numismático que olvidó por un momento incluso la presencia del Alto Teócrata Arcano frente a el cual no dejaba de observar a Rogahortharminathar con una mueca de satisfacción.

      Llegados a cierto punto, el Orgo continuó hablando.

       

      Veo que ha despertado, ciertamente, tu interés. –Dijo Rijja con cierto tono burlesco. –¿Que podrías decirme sobre esta moneda? –añadió.

       

      El demonio, saliendo de su particular estado de trance, levantó la vista apartándola de la extraña moneda y la clavó de nuevo sobre el Alto Teócrata.

       

      Sin duda, has hecho un hallazgo curioso. –Contestó el demonio con cierta incredulidad. –Debo decir que hace décadas que no veía este tipo de monedas y, cuando así lo hice, fue en extrañas circunstancias. -Continuó diciendo.

      -¿Así que ya habías visto antes algo así? –Preguntó Rijja, realmente interesado en el tema. –Cuéntame más.

      Y, ¿Por qué debería de hacer tal cosa? –Dijo Rogahortharminathar, dejándose caer de nuevo sobre el sillón con cierto desdén a la vez que lanzaba la moneda, con cierto cuidado, de nuevo sobre la mesa.

       

      El semblante de Rijja cambió ante la actitud de aquel demonio, no esperaba una contestación así después de observar el interés que había emitido el Emisario Abismal sobre la moneda en cuestión.

       

      Ya veo…¿Qué quieres a cambio? –Dijo el Alto Teócrata con una mueca velada de insatisfacción.

      Muy perspicaz, orgo. El asunto no es lo que yo quiera, ¿Qué tienes tú para ofrecerme? -contestó Rogahortharminathar mientras volvía a sonreír ampliamente ante la actitud de Rijja.

    • Rijja
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      Fascículo 48

       

       

      Durante una cuantiosa cantidad de tiempo ambos contertulios mantuvieron la mirada en silencio, en una especie de intento de escudriñar los pensamientos del otro antes de evocar el siguiente palabro, estudiando cualquier posibilidad de ventaja en la inminente negociación y, después de este, el Alto Teócrata Arcano se dispuso a hablar con una mueca simpática en el rostro.

       

      Como bien sabéis, puedo ofrecer muchos tipos de riqueza. Pero, como también debéis saber, es importante conocer vuestras intenciones y anhelos– Dijo Rijja, sin apartar la mirada sobre el Demonio. –Así que, decidme, ¿Qué es lo que queréis? – Añadió.

       

      Rogahortharminathar esbozó una sonrisa.

       

      Verás, sería una petición simple y que apenas os costaría esfuerzo recopilar, ya que habéis hecho el trabajo ya… Quiero la susodicha moneda. -Enunció el demonio a la vez que su mueca iba tornándose cada vez más burlona. –Y antes de que digáis nada, es simplemente por ampliar mi colección. Es una pieza magnífica. –Añadió Rogahortharminathar.

       

      El semblante de Rijja se tornó serio y dejando entrever su creciente enfado.

       

      Suponía que esto podría pasar. Sois un impertérrito negociante y sé que no cederéis en vuestros anhelos sobre la moneda en cuestión, pero, también os conozco bien y todavía no imagino que tipos de conocimientos podríais tener sobre esto y lo que pudieran dichos conocimientos rentar a mi afán de conocimiento… -Replicó el Alto Teócrata Arcano.

       

      El demonio rompió la conversación con una estruendosa carcajada.

       

      No dudéis de mí, orgo. Además, para que todos salgamos ganando en la gestión que estamos llevando acabo, estoy dispuesto a ofreceros un artículo también muy curioso. Y, ciertamente, también proviene de la dimensión del Y502. –Interpeló aquel exquisito demonio.

       

      Rijja quedó ligeramente perplejo ante tal ofrecimiento y, denotando una amplia curiosidad sobre lo que el demonio podía ofrecerle, exhaló rotundamente:

       

      Está bien, Rogahortharminathar, trato hecho.

    • Rijja
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      Fascículo 49

       

       

      Rogahortharminathar quedó sorprendido ante la rapidez con la que el Alto Teócrata había aceptado su proposición y, después de titubear durante un breve lapso de tiempo a la vez que escudriñaba la cara de Rijja, el demonio extendió su brazo y ofreció su mano a Rijja para sellar el pacto. Justo en el instante en que sus manos se estrecharon cerrando aquel fructuoso trato, algo en el ambiente cambió de manera súbita.

      Este hecho pasó inadvertido para los Antipaladines y escuderos que se encontraban repartidos por la estancia, pero, para nuestros particulares contertulios, era un hecho significativamente notable.

      Los vientos del éter comenzaron a azotar los diferentes planos de Eirea.

      Este acontecimiento puso en alerta de inmediato, tanto a Rogahortharminathar como a Rijja Al’jhtar, los cuales compartieron una mirada de entendimiento e interrumpieron su encuentro. El demonio, en una breve carrera hacia el otro extremo de la sala, llamó a la puerta de una sala contigua y, tras uno segundos, la abrió el propio Archiprelado Vali a la vez que asentía al Emisario Abisal y le decía el paso hacia el interior de aquella estancia. Rijja, en cambio, se dirigió presto al exterior de la Torre del Homenaje, donde se encontraba, hasta llegar rápidamente a las caballerizas del Castillo de D’hara. Apenas intercambiando unas breves palabras con el encargado de las caballerizas, este le entregó un enorme corcel oscuro a Rijja y el orgo salió galopando, con velocidad vertiginosa, hacia el exterior del castillo rumbo a la Vía de Ysalonna.

       

      Mientras esto sucedía, a otra escala de acontecimientos de magnitudes inimaginables, el Plano Material se mantenía en el centro de los vientos, del ahora enfurecido Éter, mientras sus semejantes orbitaban a su alrededor. Durante estos momentos, el Plano Abismal estuvo demasiado cerca del Material y, desdibujando los lazos del Éter que los unen, muchos demonios menores escaparon hacia su plano vecino. Esto no sería la primera vez que pasa y, al margen de supersticiones y algún aquelarre en los lugares más recónditos, en principio no sería un problema que afectara gravemente a los habitantes del Plano Material. Pero, esta vez era diferente.

      El Y502, ese yermo páramo aparentemente desconocido que atormentaba al Alto Teócrata Arcano, se alineó de la misma manera con el Plano del Abismo. Este hecho generalmente tampoco traería consecuencias, ya que los moradores de este plano nada quieren saber de los demonios, pero, ya sea por los azares del destino o por las consecutivas brechas en el Éter provocadas por Dalim; la Archimaga Dendrita, esta múltiple alineación proporcionó un acceso directo de algunos habitantes del Y502 con poderes extraplanares hacia el Plano Material.

       

      Una autentica desgracia para este último.

    • Rijja
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      Fascículo 50

       

       

      Mientras Rijja Al’jhtar espoleaba a su montura, casi hasta la extenuación de esta, atravesando la Vía de Ysalonna rumbo sur, la caprichosa peonza del Éter giraba y giraba produciendo su azarosa alineación de los Planos.

      Cuando el Alto Teócrata hubo alcanzado las murallas de la gloriosa Ciudad de Dendra, detuvo su mirada en la apenas visible Torre de Ébano y, en una ligera observación, denotó que los experimentos de Dhalim no se estaban llevando a cabo en ese momento y emprendió una carreta frenética a la ciudad Ryniver, ya que era la zona donde se estaba condensando aquella desagradable sensación mágica.

      En su camino podía observar como los pájaros comenzaban a remontar el vuelo con una especie de instinto de huida, al igual que diversos roedores se escondían asustados en sus madrigueras a la vez que el aire se tornaba pesado y espeso, como si algo terrible estuviera a punto de suceder.

      En ese momento, y ajeno a todos los habitantes del Plano Material, un Neófito de Astaroth se preparaba para liderar la expedición interplanar con la intención de evangelizar a todos los mortales que se cruzaran en su camino e impartirles la fe ciega de su Dios.

       

      Una guerra entre los habitantes de dichos planos de existencia estaba a punto de comenzar… Que interesante.

       

      Llegando a la Ciudad de Ryniver, casi encontrándose ya en el puente sobre el Río Urzabalgai, el Alto Teócrata Arcano pudo observar cómo, de manera súbita y casi inexplicable, tres extraños astros eclipsados surgieron en el horizonte. Semejante fenómeno astral no podía ser de origen natural y ante la situación, desde luego, no auguraban nada bueno.

      Los habitantes de Ryniver, atónitos ante dicho acontecimiento, comenzaron a correr despavoridos por las calles de la Ciudad entre gritos de miedo y maldiciones. Rijja espoleó entonces su montura una vez más hasta llegar a la plaza principal de la ciudad entre el tumulto del gentío y, observando el cielo, contempló como un crepitante portal flamígero emergía de uno de los eclipses justo encima de la ciudad.

      Mientras el orgo se mantenía expectante a lo que pudiera surgir del portal denotando una mueca de extremada preocupación, una voz le interpeló a sus espaldas diciendo:

       

      “Será un placer inesperado, y muy grato, defender esta posición junto a ti, Alto Teócrata Arcano”.

    • Rijja
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      Fascículo 51

       

       

      El Alto Teócrata Arcano, apartando la vista momentáneamente de aquel extraño portal, volteó su cabeza para observar quien había exhalado aquellas palabras.

      Se trataba de Drakar Baelzhemon, un viejo amigo que, al mando de una pequeña hueste de soldados y caballeros, se había personado en el lugar con la intención de sofocar cualquier visita hostil dentro de los confines del Imperio Dendrita y, la ciudad de Ryniver, se encontraba dentro de esta situación.

       

      Saludos, viejo amigo. Debo decir que me relaja tu presencia aquí. –Comentó Rijja con tono amigable y complaciente. –Es una situación potencialmente peligrosa en la que nos encontramos. –Añadió.

      De hecho, lo es. Ya hemos presenciado, en más ocasiones de las que me gustaría, como este tipo de fenómenos han dejado arrasadas ciertas zonas de un momento para otro, pero, esta vez no pasará, no mientras yo esté aquí.

       

      Drakar hizo un ligero gesto a su guarnición personal y esta respondió con un breve y gutural sonido para después posicionarse en distintos puntos de la ciudad, adoptando posiciones estratégicas a modo de defensa. Una vez alcanzaron las ubicaciones deseadas, esperaron.

      Habían pasado unos minutos desde que aquellos eclipses se afianzaron en el horizonte y, la turba de aldeanos asustados que antes invadía las calles de la ciudad, se había ocultado en sus casa y sótanos dejando las calles despejadas para la inminente intervención militar.

      De soslayo, desde el camino que hace pocos minutos había cruzado Rijja Al’jhtar, pudo divisarse un pequeño grupo de Orgos que se acercaba a marcha rápida hacia la posición del Alto Teócrata Arcano, Rijja Al’jhtar, y el Alto Inquisidor, Drakar Baelzhemon. Dicho grupo, capitaneado por el ahora reconocible Karsig Al’jhtar, no tardó en llegar al lugar donde se encontraban dichos mandatarios.

       

      Llegas tarde. –Dijo Rijja a Karsig, justo antes de que este último detuviera la marcha junto a él. –Espero que vengas preparado. –Añadió en tono jocoso.

      Saludos Alto Teócrata. –Dijo nada más llegar, a la vez que ejecutaba un saludo militar, el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana. –Un placer verle a usted también, Lord Drakar. –Añadió.

      Basta de protocolo, sabemos perfectamente lo que va a suceder. Prepara a tus hombres. –Demandó el Alto Teócrata de manera amigable, pero autoritaria.

       

      Sin apenas esbozar un gesto con su mano derecha, los Orgos que acompañaban a Karsig se repartieron para situarse junto a los soldados comandados por Lord Drakar Baelzhemon, a modo de reforzar las líneas defensivas.

       

      Perfecto… que gran batalla nos aguarda.

    • Rijja
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      Fascículo 52

       

       

      La indeseada invasión que amortajaba la Ciudad de Ryniver se hizo patente cuando, entre un fulgurante destello emitido desde el portal que los sobrevolaba, brotó un enorme y tétrico carruaje volador, el cual encabezaban numerosos corceles óseos con un porte extremadamente intimidante.

      A las riendas de dicho vehículo, y espoleando a los corceles de hueso con un ansia inusitada, se encontraba uno de los famosos Apóstoles de Astaroth, los cuales habían asolado en otras ocasiones diferentes Reinos. Esta atroz criatura enarboló su arma emitiendo unos giros concéntricos y, de súbito, comenzaron a brotar innumerables miasmas en la tierra de toda la zona complaciendo la voluntad, y poder, de su conjurador.

      El Alto Teócrata Arcano, acompañado ahora por Karsig Al’jhtar y Drakar Baelzhemon, sabían que las huestes de Astaroth llegarían inexorablemente y se dispusieron a la improvisada defensa de aquel territorio. No cesarían en su empeño de evitar que la “bendición” de ese Dios redujera Ryniver a un amasijo de sangre y muerte.

      Pasados unos instantes, mientras aquel Obispo de la Muerte comenzaba a descender con su carruaje, un efluvio dañino envolvió a todos los presentes en la zona, impregnándolos en una tenebrosa sensación mortal y, a la vez que pasaba, las miasmas de tierra putrefacta comenzaron a vomitar una ingente cantidad de muertos vivientes, defensores acérrimos del Apóstol de Astaroth.

      En la primera oleada, los soldados situados al norte de la ciudad casi sucumben de inmediato, aunque, después de algunas acometidas y restructuración de su defensa de manera acertada, consiguieron finalmente sobreponerse sobre sus recién llegados enemigos.

      Los pequeños portales de la zona este de la ciudad, desde el comienzo, habían sido previamente rodeados por algunas lanzas clavadas fuertemente en el suelo de alrededor, lo cual había facilitado el exterminio de las criaturas de la mano de los soldados que defendían dicha posición.

      El sur de la ciudad se encontraba inmerso en una lucha encarnizada contra los no-muertos invasores, pero, debido a la amplitud de terreno que otorgaban los cultivos de la zona, los guerreros podían reagruparse con facilidad y batallar en rápidas escaramuzas ante grupos reducidos de muertos vivientes acumulados allí.

      El oeste no tuvo tanta suerte. Fue en esta zona donde descendió el Apóstol, llevando una muerte rápida a todos los caballeros y soldados apostados allí, los cuales apenas pudieron hacer frente ante el poder del Obispo de la Muerte. Una vez los hubo “evangelizado” en la fe de Astaroth, el carruaje se dispuso a recorrer rápidamente la distancia que lo separaba del centro de la ciudad donde, ansiosos, esperaban Rijja y Karsig Al’jhtar junto a Drakar Baelzhemon.

    • Rijja
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      Fascículo 53

       

       

      Mientras el ambiente de la mayor parte de la Ciudad de Ryniver se sumergía en los ecos de los estridentes gritos de terror de sus habitantes, bajo el yugo de las “bendiciones” de los seguidores de Astaroth, el carruaje conducido por el Obispo de la Muerte se acercaba a una velocidad vertiginosa. Vista la brevedad en la que se produciría el choche frontal; Rijja, Drakar y Karsig, de dispusieron a preparar su estrategia defensiva. Durante largos años, este trío había compartido innumerables escenarios de batalla y albergaban una gran coordinación bélica.

      Karsig Al’jhtar, justo después de aferrar un enorme escudo a su brazo izquierdo mediante unas apretadas correas, clavó la parte inferior de este en el suelo afianzando una pequeña barrera a la vez que desenvainaba una espectacular Yhjlema Arcana, situando su punta hacia delante en una pose ofensiva.

      El antipaladin, Lord Drakar Baelzhemon, se situó a la derecha del Comandante Ar’Kaindiano, mientras que comenzó a recitar una letanía de versos en una perversa lengua empuñó con fuerza una enorme guadaña de filo oscuro como una noche sin estrellas a la vez que brotaban de él unos extraños tentáculos, frutos de su asociación con un demonio de sombras.

      Rijja Al’jhtar, en cambio, pronunció un cántico arcano y, mientras que el efecto de protección pétrea hacia efecto, se dirigió al flanco derecho de Karsig mientras que extraía una enorme espada de su talabarte, la cual tenía una de las partes del filo con un color ceniza poco usual, y la mantuvo alzada utilizando ambas manos.

      Justo antes de que el carruaje de aquel poderoso Apóstol de Astaroth arramblara con ellos, Rijja descendió su espada sobre una pequeña alimaña que rondaba la zona de sus pies. Gracias al sacrificio de aquel pequeño ser vivo, la magia de la espada que sostenía el Alto Teócrata Arcano se activó, haciendo emerger mediante invocación a un esqueleto animado justo en la trayectoria del carruaje.

      Dicho esqueleto quedó completamente devastado por el choque que se sobrevino, pero consiguió el propósito por el cual había sido invocado. Debido al impacto, el carruaje se desvió ligeramente de su trayectoria original, trastabillando a los corceles que de él tiraban y orientándolos hacia el escudo de Karsig. Fue en ese momento cuando el Comandante Ar’Kaindiano cambió sutilmente la inclinación del escudo que previamente había afianzado en el suelo y gracias a esto consiguió volcar el carruaje justo cuando este se estampó, por uno de sus lados, ante dicha barrera.

      El Apóstol de Astaroth salió despedido varios metros debido al accidente sufrido y, levantándose con una mueca inexpresiva sin apenas haber sufrido daños, enarboló una enorme maza oscura mientras miraba desafiante al trío que había provocado su estado actual.

    • Rijja
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      Fascículo 54

       

       

      El cruce de miradas entre los ahora contrincantes en combate fue hostil y breve.

      Arrancando el escudo del suelo, que se encontraba hundido con fuerza en la tierra debido al choque anterior, Karsig lo arrojó con fuerza sobre el Apóstol de Astaroth, como si de un disco volador se tratase, a la vez que asía la empuñadora de su Yhjlema Arcana con ambas manos y comenzaba a canalizar su magia sobre ella, la cual empezó a emanar una potente aura de heterogéneos colores.

      Mientras Drakar Baelzhemon flanqueaba al enemigo por la parte izquierda, alcanzando gran velocidad, el Alto Teócrata Arcano comenzaba a formular un potente hechizo con la mirada clavada en su rival, el cual apartó, desviando fuertemente de trayectoria, dando un golpe con su maza, en la parte baja del escudo, con gran potencia. La criatura hizo un giro rápido con su muñeca y, de soslayo, aparecieron varios de pequeños portales que resquebrajaron el aire cerca de cada uno de los enemigos del Apóstol.

      Antes de que el trío de amigos pudiera culminar sus ataques sobre la criatura, de los portales recién abiertos junto a ellos comenzaron a brotar multitud de no-muertos que les atacaron con fiereza, siguiendo los designios de su invocador.

      Drakar detuvo en seco su avance para, a la vez que se giraba con fuerza, rebanar en dos partes a las criaturas que le atacaban a su espalda gracias a su portentosa guadaña y, girando la hoja guadañil hacia el otro sentido, realizó un giro de trescientos sesenta grados para hacer lo propio con aquellos entes que se abalanzaban en todas direcciones.

      Rijja, sin desistir en proyectar su hechizo hasta su objetivo principal, emitió un cántico arcano a la vez que canalizaba la magia, con sus manos situadas en forma de triángulo, hacia su enemigo. Acto seguido, de las manos del Alto Teócrata Arcano emanó con fuerza un rayo de energía mágica que impacto parcialmente contra el Apóstol de Astaroth, desintegrando completamente su brazo derecho, al igual que su poderosa maza. Para este momento, el orgo había sido completamente rodeado por los entes que habían brotado de los portales y, después de recibir los primeros ataques y perder ciertas escamas pétreas de su protección, fue entonces cuando Rijja pronunció un cántico arcano rápidamente:

       

      «Repelish Forceum»

       

      Conforme el Alto Teócrata Arcano finalizó de pronunciar su hechizo, sus atacantes salieron despedidos con fuerza, los cuales volaron; o arrastraron dolorosamente, a varios metros desde la posición del mago Rúnico, el cual volvió a encauzar su mirada y atención sobre el Obispo de Astaroth, su enemigo principal, con una sonrisilla clavada en el rostro.

    • Rijja
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      Fascículo 55

       

       

      Aun habiendo dado muerte a multitud de enemigos e incluso dañar severamente a su enemigo principal, la situación para los combatientes no paraba de empeorar. Los miasmas que había generado el Apóstol no dejaban de vomitar, más y más criaturas que se sumaban al ataque en su contra.

      Drakar avanzó varios metros más, entre giros veloces de su guadaña, mientras cortaba los cuerpos de sus enemigos como si fueran mantequilla. La cantidad de criaturas que se acumulaban en torno a él empezó a sobrepasar su capacidad de ofensiva, a la vez que sus golpes comenzaron a descender en rapidez, y justo antes de verse alcanzado por sus ataques, unos negros tentáculos emergieron de su cuerpo para, no solo detener los ataques, agarrar a sus enemigos y lanzarlos varios metros en la distancia. Fue en ese momento cuando atisbo un ligero pasillo entre las criaturas el cual le brindaba un acceso directo al Apóstol de Astaroth tras recorrer varios metros.

      Una ligera sonrisa se esbozó en el rostro del Alto Inquisidor de Seldar.

      Tras una breve carrera, ejecutando un sprint a gran velocidad, Drakar se situó en la posición propicia para el ataque, aferró su portentosa guadaña y miró con determinación a su enemigo mientras crecía un aura púrpura a su alrededor que trazaba sombras siniestras en sus facciones. De soslayo, comenzó una vertiginosa embestida contra el Apóstol de Astaroth mientras pronunciaba unas palabras en un maléfico y perverso tono.

       

      ¡Observad bien esto, Criatura blasfema! –Exclamó. ¡Voy a mostraros el camino que exhumará vuestra pútrida alma al doloroso Infierno de Seldar, recibid la caricia de su Caótica Excelencia! –añadió.

       

      El Antipaladín se abalanzó entonces contra el Apóstol y, con una precisa y contundente carga, seccionó parcialmente a su enemigo, arrancando algunos trozos de armadura y vendajes del cuerpo de Apóstol, los cuales se quedaron agarrados a la guadaña.

      El enemigo retrocedió torpemente varios pasos atrás, quedando desconcertado por la magnitud de los daños sufridos.

      Para este momento, el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana y el Alto Teócrata Arcano no habían permanecido impasibles. Ambos habían conseguido reducir al cuantioso número de enemigos que los rodeaban y, al margen, un tumulto de aldeanos y varios guardias de la ciudad que aún seguían con vida se habían organizado para hacer frente a las criaturas que los asediaban, consiguiendo recuperar la mayor parte de la urbe.

       

      Una turba muy oportuna y eficaz.

    • Rijja
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      Fascículo 56

       

       

      Gracias a la improvisada organización de la población, evitando caer en pánico total, la situación se había tornado en favor de los combatientes mortales.

      Mientras el Apóstol de Astaroth continuaba ligeramente aturdido, Drakar Baelzhemon giró la cabeza, observando a su alrededor y viendo la victoria segura, para luego volverse y clavar la mirada de nuevo en su enemigo, el cual permanecía observando los daños recibidos mientras trataba inútilmente de moverse. Sin esperar a cualquier tipo de regeneración por su parte, el Anciano Inquisidor elevó su guadaña por encima de su cabeza, asiéndola fuertemente con ambas manos, para luego descargarla con tremenda potencia sobre el ajado Apóstol de Astaroth. El cuerpo desapareció, disipándose lentamente, entre una pequeña nube de ectoplasma.

      El combate llegó a su fin con esa acción.

      Los pútridos portales que se habían abierto, de manera múltiple, a lo largo de toda la ciudad desaparecieron súbitamente, al igual que los tres extraños astros eclipsados que se habían situado en el firmamento.

      Los gritos de júbilo y victoria por parte de los presentes en la ciudad o tardaron en ensordecer cualquier otro sonido. Los tres amigos se miraron con una sonrisa complaciente, teniendo la sensación de éxito después de tales eventos. Y no erraban. Repeler una invasión de los habitantes del Y502 no había sido una tarea sencilla.

       

      Creo que empiezo a estar viejo para esto. –Dijo Rijja Al’jhtar con tono malhumorado. –Si este tipo de invasiones se van a suceder en el tiempo, deberíamos destinar ciertos recursos a predecirlos y repelerlos, o tendremos serios problemas. Todos. –Añadió, tornando el tono malhumorado a uno más preocupado.

      No cabe duda, pero, Señor Alto Teócrata, disfrute de la vejez como lo hago yo. –Dijo Drakar Baelzhemon entre una leve carcajada. –Y, si, tiene usted razón. Comunicaré de inmediato el reporte sobre lo sucedido a mis superiores. Decidirán sabiamente lo que hacer. –Añadió de manera solemnemente tajante.

       

      Ante tal respuesta, los Orgos se miraron y, después de un leve arqueo en sus cejas, comenzaron a recoger ciertas muestras. Cual fue la sorpresa del Alto Teócrata al observar, cerca de donde aquel extraño carruaje que combatían había volcado, y guiado por la visión de un pequeño reflejo metálico en un surco en el suelo, encontró una moneda blanca, exacta a la que el portaba, fruto de la expedición al mismísimo Y502. Después de esbozar una amplia sonrisa y casi una carcajada ahogada, Rijja se la guardó en uno de los pliegues de su túnica y continuó con el escrutinio de los restos.

    • Rijja
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      Fascículo 57

       

       

      Mientras Drakar Baelzhemon, con la ayuda de Karsig Al’jhtar y algunos guardias que quedaban con vida, asignaba las tareas para la reorganización y reconstrucción de la Ciudad de Ryniver, Rijja Al’jhtar se dedicaba a recoger muestras de los restos del combate: Muestras de la tierra infectada por los miasmas, partes de carne infectadas, ciertos restos de ectoplasma e incluso jirones de huesos astillados que yacían por los alrededores. Una vez hubo terminado, juntó todas las muestras en un pequeño saco que sacó que llevaba colgado al cinturón y lo sostuvo con la mano derecha.

       

      «Fais Alijus»– pronunció Rijja, a la vez que se abría una especie de pequeño dimensional, guardando aquel pequeño saco en su interior para luego desaparecer.

       

      Acto seguido, el Alto Teócrata Arcano, se dirigió donde se encontraban sus compañeros de armas, los cuales se encontraban en ese preciso momento conversando un par de calles más abajo.

       

      Veo que habéis organizado bien la reconstrucción. Comandante, gracias por la ayuda prestada. –Comenzó a decir Rijja hasta llegar a la posición de estos. –Lord Drakar, después de repasarlo mentalmente en varias ocasiones, un halago por su carga contra el enemigo. Una ejecución perfecta. Parece que los años no os afectan. –Terminó diciendo al detenerse, con tono jocoso.

      No puedo decir lo mismo de usted, Teócrata. He visto como os alcanzaban en algún punto vital tras vuestro hechizo. Menos mal que esa magia vuestra aun os protege como es debido. –Interpeló el Anciano Inquisidor, devolviendo la misma jocosidad en sus palabras.

       

      Ambos contertulios echaron a reír.

       

      Y no ha sido completamente inútil, ¿Verdad, Lord Drakar? –Dijo Karsig mientras señalaba el filo de la Guadaña del Alto Inquisidor. –¿Algo que añadir a la colección? – Sentenció.

       

      En ese momento, tras esbozar una sonrisa, Drakar Baelzhemon alzó ligeramente su guadaña, dejando a la vista el vendaje que había arrancado del propio cuerpo del Apóstol de Astaroth y que, ahora, se encontraba enredado en su arma.

      Dichas vendas no se habían volatilizado y rezumaban un fuerte halo mágico que intrigaba a los presentes.

       

      Una buena oportunidad de estudio, sin duda.

    • Rijja
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      Fascículo 58

       

       

      Sin duda, el hallazgo forzado resultaba una pieza de interés. Dicho interés se exacerbaba hasta límites mucho más altos en el Alto Teócrata Arcano, el cual encontraba el extraño artículo extremadamente útil para sus estudios. Sin esperar ni un segundo, se dispuso a escudriñarlo, mientras este colgaba todavía de la guadaña del Antipaladín.

      Este largo trozo de tejido se encontraba plegado varias veces a lo largo del filo de la guadaña y, desliándolo de manera pausada, utilizando unas pinzas para no tocarlo directamente, descubrieron que llevaba una afilada esquirla de hueso pegada en uno de sus extremos. La curiosidad del Alto Teócrata volvía a dispararse. Cuando este se disponía a introducir dicha garra en un frasco, que previamente había sacado de su mochila, con sumo cuidado y poder estudiarla detenidamente, Karsig alargó el brazo agarrando dicha garra osea y arrancándola sin cuidado alguno de aquel pútrido tejido ante la mirada atónita de Rijja y Drakar.

       

      Esto seguro que sirve como arma. –Dijo Karsig, mientras que agitaba el apéndice oseo, ajeno a las miradas de desconcierto de sus compañeros.

      ¡Insensato! –Dijo Rijja elevando el tono. –No sabemos cuál las propiedades o maldiciones que podría contener dicho objeto, debemos manejarlo con cuidado. –Añadió en tono inquisitivo, a la vez que Drakar lo acompañaba con una sonrisa despreocupada.

      Los Orgos tenéis formas muy diferentes de hacer las cosas. –Dijo Drakar carcajeando. –Por esta vez, al parecer, no hacía falta tanto cuidado y mañana, Teócrata. –Añadió entre risas.

       

      Rijja suspiró de manera desconcertada, ciertamente aliviado ante que la despreocupación de Karsig no hubiera ocasionado mayores problemas.

      Después de recobrar la compostura, empaquetaron ambos artículos por separado en unas cajas de madera con remaches plateados que previamente Drakar había extraído de su petate. Una vez acabado dicho embalaje, el Alto Teócrata Arcano las introdujo en su mochila mágica, en pos de un estudio meticuloso más adelante y volvió a mirar a Karsig de manera ligeramente furiosa, recordando sus acciones con la astilla de hueso de unos minutos antes.

       

      -Bueno, es hora que os partáis de la zona. –Dijo Drakar Baelzhemon, al observar la llegada de varios pelotones del Ejercito de Dendra, los cuales habían sido enviados para asegurar la zona. –Cuando obtengas respuestas o aclaraciones sobre los objetos que hemos encontrado, házmelo saber de inmediato, Teócrata.– Añadió Drakar, con tono imperativo.

      No os preocupéis, Alto Inquisidor. Tendréis noticias mías a la mayor brevedad. –Dijo complaciente el Alto Teócrata Arcano, teniendo en cuenta la facilidad que el Inquisidor le había ofrecido para poder estudiar de primera mano el mismo los hallazgos.

       

      Después de asentir brevemente, el trío de amigos se separó.

      Drakar Baelzhemon se mantuvo en Ryniver, organizando a las nuevas tropas que habían llegado para asegurar la zona y poniendo en vereda de nuevo el orden en la ciudad mientras que el Alto Teócrata Arcano y el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana ensillaban sus monturas y salían al galope rumbo a la Fortaleza de D’hara donde, el Alto Teócrata, tenía pendiente la ejecución de un trato, pero, esta vez, él tenía en su posesión dos monedas y un par de artículos hallados muy interesantes.

       

       

    • Rijja
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      Fascículo 59

       

       

      Los Orgos no cesaron en su galope, espoleando sus monturas con tesón, avanzando rápidamente por los territorios del Imperio Dendrita y de manera rauda recorrieron, bordeando sus muros, la Ciudad de Dendra en dirección norte.

      Una vez hubieron recorrido totalmente la vía principal que los llevó hasta el Feudo de Ysalonna, los dos Orgos dividirían sus caminos y, dirigiéndose Karsig hacia la ciudad de Galador para reclutar a un pelotón del Ejercito Ar’Kaindiano que allí se encontraba y partir hacia los desiertos de Al’Qualanda, Rijja cabalgaría solo por los desfiladeros hasta alcanzar, de nuevo, el Castillo de D’hara.

      El trasiego del Alto Teócrata Arcano por aquellos caminos resultó rápido y sin ningún incidente mientras oía los susurros y rumores en los lugareños sobre lo ocurrido recientemente en la Ciudad de Ryniver. Era patente la preocupación que se extendía sobre el populacho y, debido a la velocidad por la que el rumor se había expandido, seguramente la nobleza también andaría molesta con los recientes acontecimientos. Nadie estaba contento.

      Una vez Rijja Al’jhtar hubo alcanzado el Castillo de D’hara, desmontó de su corcel y se dirigió raudamente, mientras se sacudía el polvo de los ropajes que se había acumulado en cantidad, debido a la velocidad de su galope, por los polvorientos caminos, cruzando el Patio de Armas y accediendo a la Torre del Homenaje. Apenas tardó una exhalación en terminar de posar su pie en el último peldaño de las escaleras del interior de la Torre y, con mano firme y decidida, abrió la puerta que llevaba a la estancia que había ocupado, en un pasado breve en el tiempo, en su negociación con Rogahortharminathar.

      Con apenas observar el interior de aquella estancia vio al Emisario Abismal sentado en el mismo sillón donde habían hablado la última vez y clavándole la mirada a la vez que sonreía abiertamente.

       

      ¡Rijja Al’jhtar! –exclamó simpático el demonio. –Que poco habéis tardado en volver, menudo alarde de audacia el vuestro. –concluyó con cierto tono satírico.

      No creeríais que no iba a volver, ¿Verdad? –Dijo sonriendo el Alto Teócrata Arcano. –Tenemos un pacto que cumplir y, por mi parte, mi apreciado Señor Demonio, quiero hacerlo efectivo.

       

      Las palabras de Rijja denotaban cierto tono chulesco y, a la vez que le lanzaba una de las monedas blancas que poseía a las manos del demonio, este la agarró con suma habilidad.

       

      Así me gusta, Orgo. No te arrepentirás. – Concluyó Rogahortharminathar.

    • Rijja
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      Fascículo 60

       

       

      Mientras el Demonio Rogahortharminathar miraba con obnubilación aquella moneda mientras ponía muecas y ligeras sonrisas siniestras, el Alto Teócrata Arcano tomó siento en el sillón de enfrente, quedando separado de su interlocutor por una pequeña mesa.

       

      Realmente es magnífica. Su manufactura y acuñado es muy inusual… -Comenzó, Rijja Al’jhtar, a hablar. –Espero que el resultado esté a la altura de su pérdida. –Concluyó.

       

      El Demonio lanzó pobremente la moneda al aire y, a la vez que la cogía rápidamente con su mano derecha apretando el puño de manera intensa, emitió una amplia sonrisa complaciente.

       

      Sin duda lo estará, amigo mío. – Dijo el demonio mientras comenzaba a hacer unos extraños gestos con su mano izquierda.

       

      Cuando terminó, después de un ligero chasquido de dedos y abriendo su palma, comenzó a brotar una pequeña neblina azulada y, de ella, emergió un extraño objeto, el cual pasó a estar sujeto en la mano del demonio, la cual casi lo cubría por completo.

      Se trataba de un farolillo fabricado en cristal, el cual estaba rodeado y sellado por extrañas piezas óseas. En el interior de este particular artefacto se encontraba una crepitante llama blanca que, eventualmente, languidecía en sinuosos bamboleos. A los pocos segundos de que el demonio hiciera aparecer aquel extraño farol, este comenzó a exhalar profundos hálitos de vapor azulado, el cual se enredaba encaprichado en el propio objeto. Los cristales, con aspecto de estar fríos como un témpano, contenían la mayor parte de la extraña bruma en el interior.

      Rijja sonrió brevemente y, marcando una profunda mirada de curiosidad a la vez que alargaba el brazo, solicitó que el demonio le entregara el objeto. Este accedió complaciente y se lo entregó sin rechistar.

       

      Debo decir, mi demoníaco señor, que estoy muy complacido por este… obsequio. –Dijo Rijja Al’jhtar, mientras observaba de cerca y con mimo aquel curioso artefacto. –Y, por favor, complaced mi curiosidad. Habladme sobre lo que sabéis del Plano Y502 y estos objetos que tanto vos como yo tenemos entre manos. –Concluyó el Alto Teócrata Arcano, sin dejar de observar exhaustivamente aquel farolillo vaporoso.

      Un trato es un trato. Escuchad con atención…  -Asintió complaciente la entidad demoníaca.

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      Fascículo 61

       

       

      Después de un tiempo, Rogahortharminathar había expuesto al Alto Teócrata Arcano múltiples datos sobre la dimensión del Y502 y sobre algunos de sus habitantes, al menos datos que él conocía o sospechaba. Realmente, seguramente debido a la animadversión o indiferencia que tienen los demonios sobre ese plano, no se había interesado lo suficiente. El caso, al menos lo más significativo de esto, es que al Alto Teócrata Arcano le fue esclarecedor en algunos campos. Cuando la conversación había alcanzado ya un par de horas, los vapores del farolillo se extendían por la mayoría de la habitación de manera sinuosa, lo cual hizo recapacitar de nuevo en su presencia a los interlocutores. Rijja Al’jhtar, mirando aquel artefacto, comenzó a hablar.

       

      Disculpa mi curiosidad impertinente, ¿Dónde encontraste este objeto? –Dijo Rijja, a la vez que agarraba el artefacto con ambas manos, percatándose de nuevo que la llama interior seguía sin emitir calor alguno.

      No lo encontré yo, aunque sé que el artefacto procede del Y502 de manera fehaciente. –Dijo el demonio. –Un Caballero del Castillo de D’hara atravesó uno de esos inestables portales que se abren fruto de los… “experimentos” que lleva acabo Dalim. A su vuelta, justo antes de que la muerte le llegara, se desplomó portando este objeto. Ya que fui el único que estaba presente, decidí quedármelo. –Concluyó sonriendo Rogahortharminathar.

       

      Rijja esbozó una sonrisa.

       

      Entiendo. –Asintió el Alto Teócrata Arcano. –Dejemos al margen su procedencia. Ya que lo has tenido en tus manos, y soy consciente de tu naturaleza curiosa, ¿Qué has logrado averiguar sobre él? –Terminó intrigante Rijja Al’jhtar.

      Veras, ciertamente me produjo una sensación intrigante al principio y, al margen de contemplar sus medidas y componentes, la magia del objeto parece no reaccionar ante mi. La prueba fehaciente de esto es la cantidad de brillos y vapores que ha exhalado ante su nuevo dueño. Conmigo jamás pasó tal cosa, ni con ninguno de mis colaboradores demoníacos. –Sentenció Rogahortharminathar.

      Ahora, amigo mío, al margen de curiosidad, este objeto ha despertado mi simpatía –Contestó sonriente Rijja Al’jhtar, a la vez que clavaba su mirada en la llama fatua del interior de aquel extraño farolillo.

       

    • Rijja
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      Fascículo 62

       

       

      Habiendo pasado un tiempo comentando la posible magia albergada en el interior del extraño artefacto, Rijja fue a depositarlo de nuevo sobre la mesa que se encontraba entre ambos contertulios y, mientras lo alzaba por última vez antes de dejarlo, el farolillo reaccionó de manera inesperada.

      Aquel artefacto abrió súbitamente una de sus ventanillas y, sin dar tiempo a reaccionar ante aquel suceso, el Alto Teócrata Arcano se vio envuelto por una serpentina bocanada de espesa niebla la cual, después de envolverlo completamente, se distribuyó también por toda la estancia, aunque con menor virulencia. A los pocos segundos, a la altura de la cabeza del Orgo, la niebla comenzó a emitir un potente fogonazo de una luz pálida ligeramente azulada y, tras un instante una cabeza flotante apareció en escena.

      Se trataba de una calavera, completamente ennegrecida, que estaba envuelta en anaranjadas y furiosas flamas. Junto a ella, siguiendo su estela, se encontraban numerosos y extraños insectos voladores, los cuales envolvían eventualmente la carne muerta que se hallaba colgando en los maxilares de la particular calavera y darse con ello un festín. El cuello de este extraño ente terminaba en un amplio pedazo de espina dorsal, la cual serpentea ligeramente de manera constante como buscando algo.

      Ante esta repentina aparición terrorífica, tanto el orgo como el demonio, adoptaron una pose defensivamente hostil, la cual desapareció cuando aquella extraña invocación comenzó a cacarear de forma macabra, pero amistosa, levitando alrededor del Alto Teócrata Arcano con un comportamiento similar al de un perro con su amo.

      Ante la situación tan inesperada ambos quedaron ligeramente perplejos hasta que los invadió una ligera risilla de alivio.

      Sin duda, los poderes de aquel artefacto habían respondido ante la magia del Alto Teócrata y, sin saber cómo hacerlo posible, aquella criatura reconocía a Rijja como dueño y señor o, al menos, como alguien amigable.

       

      Jamás había contemplado algo así, orgo. –Dijo el Demonio con una mueca de asombro. –Sin duda, este intercambio ha sido provechosamente curioso y revelador. –Añadió con una sonrisa.

      El primer sorprendido soy yo, querido amigo. –Dijo Rijja Al’jhtar. –Creo firmemente que ha sido un gran acontecimiento. –Añadió, a la vez que acariciaba de manera cauta a la calavera, la cual volaba alrededor suyo sin cesar, entre cacareos.

    • Rijja
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      Fascículo 63

       

       

      Después de observar largo tiempo a aquel extraño e inusitado ente mondo, lirondo y ligeramente terrorífico que había aparecido en reacción a la magia del Alto Teócrata Arcano, este último agarró con fuerza el farolillo vaporoso para, después de un movimiento firme, cerrar la ventanilla que permanecía abierta de aquel artefacto. De soslayo, respondiendo al gesto del Orgo, la fantasmagórica cabeza desapareció y, de manera instantánea, la llama espectral que antes habitaba en el interior de aquel farol apareció de nuevo dentro de su particular prisión.

      Rijja asintió complacido al ver que su intención para con su acción se había cumplido perfectamente. El demonio, atento al gesto que había ejecutado el Alto Teócrata Arcano, también sonrió de manera complaciente.

       

      Esto ocupará largas horas de estudio por mi parte, estoy deseando comenzar dicha tarea de manera concienzuda. –Dijo Rijja Al’jhtar, dirigiéndose al demonio.

      Sin duda. Pocos hechiceros han pasado por mi recuerdo con tanto afán de… como decís por aquí… rata de biblioteca, ¿o era de laboratorio? –Respondió burlesco Rogahortharminathar.

      Las burlas, teniendo en cuenta los recientes hallazgos, no son apreciadas en este momento, demonio. Sabéis de sobra la trascendencia que podría tener, al margen claro de mi satisfacción personal. –replicó Rijja con tono firme.

      Claro, claro. No te sulfures –respondió el demonio de manera más seria. –No niego el potencial de todo esto o lo que pueda conllevar, simplemente no podía dejar pasar la ocasión de ser sarcástico, es parte de mi naturaleza demoníaca. Agradezco enormemente cuando un trato me beneficia, máxime cuando a la otra parte también, y estoy realmente contento con atesorar la fantástica moneda que me has ofrecido a cambio. –Sentenció el Rogahortharminathar solemnemente.

       

      Una vez el Alto Teócrata Arcano finiquitó su conversación con el demonio sobre las últimas vicisitudes conocidas que entraña el Plano dimensional del Y502, Rijja Al’jhtar abandonó la estancia con rapidez rumbo al exterior de la Torre del Homenaje donde se encontraba.

      Mientras el Orgo abandonaba el Castillo de D’hara rumbo hacia el sur, con intención de alcanzar a la mayor brevedad el Reino de Al’Qualanda, Rogahortharminathar se levantó pesadamente de su asiento y, después de caminar unas decenas de pasos, se detuvo ante una puerta que se hallaba en la zona este de la estancia, llamó pausadamente en tres toques acompasados y la puerta se abrió como recibiéndole amistosamente.

      Una sepulcral voz se oyó desde el interior de la sala recién abierta:

       

      “¿Has conseguido la moneda?”

       

      Pudo oírse nítidamente mientras el demonio atravesaba el umbral que se encontraba ante él y, a la vez que cerraba la puerta tras de sí, contestó:

       

      “Si, Asmoranocalducalar. Aquí te traigo la dichosa moneda”.

    • Rijja
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      Fascículo 64

       

       

      Una vez que su enorme corcel lo llevó lejos del Castillo de D’hara, yendo hasta el final del camino fronterizo que separa el Imperio Dendrita del el Reino de Golthur, Rijja bajo de su montura, una vez alcanzó un cruce de caminos al sur de la Ciudad de Dendra, y la entregó a una escuadra de caballeros que se dirigían a la Fortaleza de D’hara, de donde él venía. Después de agradecerle a su Orden de Caballería por cederle prestado tan portentoso caballo y desearles buena fortuna en su camino, el Alto Teócrata Arcano se dirigió a pie hacia el sur, introduciéndose en la sabana, avanzando por esta sin dilación.

      Debido al conocimiento exhaustivo que ha desarrollado sobre la zona con el paso del tiempo, el Alto Teócrata Arcano no tuvo problemas en desenvolverse por el terreno sin llamar las atenciones indeseadas por parte de algunas criaturas que moran en aquellas tierras.

      Después de algunas horas de travesía por fin alcanzó las soledades que ofrece el Desierto de Merok-Gaddor. Sin efectuar pausa alguna, Rijja comenzó a adentrarse en aquel páramo ardiente de manera cómoda y tranquila, regocijándose en la belleza que ofrecía su Reino del desierto y, obviamente, completamente satisfecho con el resultado y novedades en su estudio. El hallazgo repentino de las variadas piezas con procedencia directa del Y502 sin duda habían exaltado el ánimo del Alto Teócrata.

      Una vez se adentró lo suficiente en aquel desierto, Rijja se detuvo y se concentró profundamente. En su mano derecha comenzó a acumularse un crepitante poder mágico y, llegado el momento oportuno, Rijja extendió su mano hacia el cielo y de ella surgió una bola de haces mágicos que se alzó verticalmente a una velocidad increíble. Una vez alcanzó la altura deseada, aquel crepitar mágico se extinguió completamente, quedando un profundo silencio en la zona.

      Transcurridos unos segundos, un ligero temblor creciente empezó a notarse justo debajo de Rijja Al’jhtar, al cual acompañaba un suave sonido casi hipnótico. El Alto Teócrata sonrió.

      La arena del suelo deslizó súbitamente a la vez que emergía de ella un enorme gusano, montando sobre su lomo a Rijja durante el proceso. Tras unos ligeros toques en el lomo, de forma amigable, y un ligero espoleado mediante un gesto con la pierna, aquel enorme gusano comenzó a desplazarse rápidamente por la tierra, zigzagueante, rumbo a las profundidades del desierto, más allá del límite del Desierto de Merok-Gaddor, hasta el vasto Desierto de Sharframma.

      Ignorando la hostilidad del clima, el cual realmente no molestaba en demasía a Rijja Al’jhtar, este avanzó por aquel inhóspito paraje hasta llegar a los pies de la Meseta de Ferrian y, desmontando de su inusual montura y caminando la parte final del trayecto, llegó a su amada ciudad, la joya del desierto, Ar’Kaindia.

    • Rijja
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      Fascículo 65

       

       

      Una vez atravesado el umbral hacia el interior de la Meseta Ferrian, y conversado brevemente con los Telequinéticos y Soldados que custodian el Disco Elevador, el Alto Teócrata Arcano se embarcó en este hasta ascender a la cumbre de dicha meseta, alcanzando así su ciudad natal, Ar’Kaindia.

      Apenas le supuso unos minutos atravesar las calles, más allá del mercado de la ciudad, para llegar al Templo Piramidal. Los guardias de la zona se amilanaron al ver pasar a Rijja emitiendo un gesto militar de saludo, al cual el Orgo respondió amablemente, a la vez que se adentraba en el interior del Templo. Una vez allí ascendió por las sinuosas Escaleras Astrales y llegó a una de las estancias donde se encontraba, entre múltiples de ellos, su laboratorio favorito.

      El Alto Teócrata Arcano apartó todos los enseres y bártulos que se hallaban en una de las mesas de aquella estancia y, después de depositarlos en sus lugares correspondientes con cierta parsimonia, dispuso su petate encima. Entonces desató el fino cordón, asido a una impecable hebilla, y depositó el contenido de este sobre aquel escritorio que extendía frente a él.

      Los dos objetos recién hallados, los cuales iban a ser el objeto principal de estudio en esa ocasión, fueron despojados de su particular envoltura y colocados con cuidado sobre unas inmensas placas de Petri.

      Una vez separados ambos objetos, el Alto Teócrata Arcano los dispuso de manera diferente. El extraño vendaje fue espolvoreado con una mezcla de ceniza, similar en textura al talco, por toda su superficie y, al margen, estirado mediante unas pequeñas pesas de mithril que Rijja había colocado en sus extremos.

      El extraño apéndice óseo fue entonces engarzado en dos resistentes soportes de obsidiana sobre la placa de Petri y, después de ser salpicado de igual modo y con la misma sustancia que el vendaje, fue apartado a uno de los extremos del escritorio, quedando relegado al segundo turno de estudio.

      Rijja sonrió.

      El Orgo se alejó pausadamente del escritorio dirigiéndose hacia la salida de la estancia para, después de colocar un cartel de “no molestar” en el pomo de la puerta; como era costumbre antes de ejecutar cualquier estudio, clausurar el pórtico a dicha estancia y voltear de nuevo hacia el escritorio.

       

      No quiero interrupciones. –Pensó el Alto Teócrata Arcano para sus adentros, a la vez que volvía a esbozar una sonrisa simpática.

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      Fascículo 66

       

       

      Una vez se había cerciorado que nadie le molestaría en la ejecución de su particular empresa de ampliar sus conocimientos, el Alto Teócrata Arcano se sentó en el escritorio, teniendo de bruces sus ansiados objetos. Agarró entonces un pequeño microscopio que se encontraba a su derecha, dispuesto en el escritorio, y lo acercó ligeramente para facilitar su uso. Fue entonces que cogió un pequeño y esbelto estuche de cuero marrón y, abriéndolo con facilidad, extraño de este un fino bisturí, el cual estaba fabricado en un fino cuerpo de plata y su hoja, reluciente y afilada, en una lámina de cristal mágico azulado.

      Con gran precisión y habilidad, el Alto Teócrata Arcano ejecutó un corte en el vendaje que habían arrebatado al Apóstol de Astaroth en su encuentro anterior y separó un minúsculo trozo de este para después, valiéndose de unas pequeñas pinzas de plata, situarlo en la superficie del microscopio.

      Rijja ajustó las lentes de aquel artilugio para observar con precisión aquel pequeño trocito del siniestro tejido.

      El tejido se entrelazaba entre sí bajo la visión atenta del Alto Teócrata Arcano y, de forma completamente apreciable, se detectaba en él una omnipresente mancha de sangre. Los restos de este extraño fluido sanguíneo era oscuro como la obsidiana más pura y emitía, incluso en el minúsculo trozo, una perceptible pestilencia. Después de llevar a cabo unos cuantos experimentos y exponiendo el pequeño trozo del extraño vendaje a diversos reactivos, este se diluyó en el aire con virulencia reaccionando al contacto de un ácido que Rijja vertió sobre él.

      El acontecimiento sorprendió al Orgo, pero dilucidó la debilidad de este objeto a los componentes ácidos más comunes. Una vez hubo perdido, debido a su experimento, la pequeña porción que manejaba del vendaje, el Alto Teócrata se cernió sobre la totalidad restante.

      Tras unos minutos observando, volteando y examinando cara parte de la superficie de aquel fúnebre vendaje, Rijja se cercioró de que en los extremos de este se encontraban clavadas, debido a la brutalidad en la que fue “sustraído” el vendaje del Apóstol de Astaroth, ciertas esquirlas de la garra que también tenía frente a sí. Dichas esquirlas, sumadas a la sangre de la criatura que gobernaba todo el tejido, habían dotado al siniestro artefacto de algún tipo de encantamiento, el cual experimentó que confería fortaleza y fuerza física.

      Una vez recogió varias muestras más del objeto, clasificándolas minuciosamente en diversos y heterogéneos recipientes, el Alto Teócrata apartó aquel artefacto para centrar su atención sobre aquella grotesca Garra, la cual se le antojó que esperaba impaciente frente a él para ser el foco de su exhaustivo estudio.

    • Rijja
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      Fascículo 67

       

       

      Durante varias horas, el Alto Teócrata Arcano no dejó de observar aquella protuberancia ósea antes de ejecutar ninguna acción sobre la misma.

      Una vez pasado ese tiempo, Rijja alcanzó de nuevo el fino y lustroso bisturí plateado que yacía sobre el escritorio y, acercándolo con sumo cuidado, seccionó con facilidad parte de la primera capa ósea de la garra del Apóstol de Astaroth. Una vez hubo conseguido aquella pequeña muestra, la dispuso en la posición adecuada sobre el microscopio.

      El material que observaba el Alto Teócrata Arcano se componía, casi en su totalidad, de un armazón proteico ensamblado en gran cantidad de fosfato de cálcico. Esto le otorgaba una rigidez y resistencia completamente inusitada en un hueso, al menos de los conocidos en animales vulgares. Gracias a la comprobación previa del otro extraño tejido, y la sangre que portaba, Rijja pudo dilucidar con claridad que estos apéndices óseos no son naturales para el Apóstol de Astaroth si no que le habían sido trasplantadas. Esto hacía pensar al Alto Teócrata Arcano que el tejido anterior había sido usado para, en efecto, actuar de vendaje y comprimir la zona receptora de dicho trasplante.

      Sin duda, adquirir dichos apéndices óseos harían al Obispo de la Muerte más… eficaz, a la hora de ungir a sus enemigos con las “bendiciones” de Astaroth.

      Una vez hubo acabado el estudio sobre los objetos, Rijja extrajo la afilada, y ligeramente curva, garra de su particular engarce y, envolviéndola de nuevo con el vendaje para preservar ambos objetos en el mismo lugar, se dirigió a unas extrañas taquillas que se encontraban unos metros detrás de él.

      Dichos contenedores tenían un extraño aspecto. Estos estaban fabricados en lo que parecía una aleación de plata y bronce y sus superficies se encontraban repletas de intrincadas y fulgurantes runas arcanas. Cuando el Alto Teócrata se acercó a uno de los compartimentos, este se abrió de súbito, como recibiendo con gusto los artefactos de Rijja. Introdujo entonces dichos objetos y la puerta respondió nuevamente cerrándose de sopetón y comenzando, las runas de su superficie, a refulgir en brillos azulados.

      Rijja sonrió complaciente.

      Los acontecimientos transcurridos en los últimos días habían arrojado claridad sobre muchos de sus objetos de estudio y, como es del gusto del Alto Teócrata Arcano, ofrecido nuevas preguntas y misterios.

      Entonces el orgo salió de aquel particular laboratorio y, tras quitar el cartel de “no molestar” que se encontraba en el pomo de la puerta, cerró con mimo y se dispuso a recorrer, de nuevo, la escalera que lo llevaría a las bases del Templo Piramidal.

    • Rijja
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      Fascículo 68

       

       

      “Mientras el Alto Teócrata se ocupaba de sus asuntos en Ar’Kaindia…”

       

      Una extraña barcaza, fabricada tosca, pero eficazmente, en un entrelazado de juntos de color cobrizo, llegaba remontando el Río Lazgalgai hasta el Valle de Mnenoic. Al margen del extraño patrón que la conducía, ayudado por dos largos remos de oscura madera, en el interior de aquella embarcación viajaba una figura humanoide, la cual iba ataviada por una túnica azabache que cubría completamente su cuerpo y cabeza, que se bamboleaba por el rumor de las aguas.

      Nada más alcanzar el embarcadero, la extraña figura emergió de la barcaza, posando sus pies sobre pequeña estructura de madera que conformaba el muelle, y comenzó a andar pausadamente, como observando su reflejo en las turbias aguas de aquella orilla, en dirección a la pequeña aldea minera de la zona, Mnenoic.

      La figura anduvo varios minutos zigzagueando entre los numerosos carros que transitan la zona, los cuales portan el hierro extraído en las minas cercanas, y entre los lugareños. Estos últimos no podían evitar emitir algunas miradas punzantes, extrañadas y temerosas, ante el esbelto y desconocido foráneo.

      La figura se dirigió entonces hacia la calle principal de aquel pueblo minero, avanzando por el mercado evitando al resto del gentío, hasta llegar a la plaza central. Una vez allí, detuvo su marcha de súbito y agitó levemente la cabeza, como si mirara a ambos lados, para después emitir un suspiro, apenas audible, ligeramente temperamental.

      Casi al momento, a varios metros, apareció a la carrera un joven muchacho de no más de 12 años de edad. Aquel niño castaño y cara redonda, de unos nerviosos y enormes ojos verdes, detuvo su particular apresuramiento una vez hubo alcanzado la posición de aquella extraña figura entunicada, clavando su vista en esta.

       

      Llegas tarde, niño. –Comentó, de manera vistosamente enfadada, aquella figura.

       

      El tono de enfado, sumado a la tenebrosa profundidad de la voz que lo interpeló, hizo estremecerse al muchacho.

       

      Lo… lo siento, Señor. –Dijo el chaval, emitiendo una mueca miedosa. –No he podido llegar antes pe…pe…pero he traído lo que me pidió. –Continuó el niño, a la vez que alargaba la mano ofreciendo una pequeña bolsa de cuero a la figura ataviada.

       

      Aquel humanoide agarró aquella bolsa con rapidez, tanta que incluso dañó la mano de aquel niño, para luego voltear con desdén y continuar su marcha, esta vez hacia la ciudad de Galador, dejando asustadamente perplejo al muchacho el cual solo pudo suspirar de alivio mientras se agarraba la mano, con la otra, en un gesto de dolor.

       

    • Rijja
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      Fascículo 69

       

       

      Debido al trasiego comercial de carromatos, y al heterogéneo populacho que recorre sin cesar las vías desde el Valle de Mnenoic hasta la Ciudad de Galador, el polvoriento camino ensuciaba sin cesar la túnica de aquella extraña figura durante su travesía por la zona. Una vez alcanzó la muralla de la ciudad, observando que el tizne de polvo le llegaba casi hasta el pecho, el extranjero se sacudió con fuerza, quedando su vestimenta prácticamente limpia.

      El gentío que inundaba aquella salida de la ciudad era bastante denso, esto facilitó que la extraña figura pasara discretamente entre las posiciones donde se encontraban los guardias apostados hasta que llegó al Mercado de Galador. Una vez allí, se dirigió hacia el sudeste en pos de alcanzar la herrería que allí se encontraba.

      No tardó mucho en alcanzar el umbral de dicho establecimiento el cual, debido a la proximidad de una patrulla, atravesó de manera rápida y disimulada. Nada más acceder al interior de la herrería, Julk, el musculoso regente de esta, lo miró directamente.

       

      Bienvenido a mi herrería, Señor. ¿Qué puedo ofrecerle? –Dijo Julk, mientras apartaba la atención de sus tareas propias de herrero.

      Vengo a por mí encargo. No quiero demoras inútiles. –Interpeló el humanoide encapuchado de manera rotundamente profunda.

       

      Justo cuando la figura terminó de exhalar la última vocal de sus palabras, Julk pareció reconocer a su recién llegado cliente y su gesto se tornó en una mezcla de preocupación, respeto y algo de miedo.

       

      Por supuesto, me habían avisado de su llegada, enseguida se lo entrego. –Dijo Julk, disimulando su nerviosismo.

       

      El herrero volteó rápidamente hacia una de las estanterías que se encontraban en la trastienda y, después de agarrar un estuche negro que allí descansaba, volvió velozmente al mostrador, depositando sobre este dicho estuche con extremo cuidado.

      La figura extendió su brazo parsimoniosamente y agarró el estuche a la vez que mantenía la vista clavada sobre el herrero.

       

      Un placer, herrero. Prosigue con tus tareas. –Dijo la extraña figura a la vez que se giraba su cuerpo y se dirigía hacia la salida del establecimiento. –Él estará contento. –añadió justo antes de atravesar el umbral de la puerta.

    • Rijja
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      Fascículo 70

       

       

      Otro escenario, mientras que el Alto Teócrata Arcano se encontraba en Ar’Kaindia y el extraño encapuchado hacía sus quehaceres en la Ciudad de Galador, y otros acontecimientos se desarrollaban a la salida de los desérticos parajes que delimitan el Reino de Tilva con el Imperio Dendrita.

       

      Una carreta recorría los peligrosos y polvorientos caminos que allí se encuentran, los cuales se hayan rodeados de colinas pedregosas que sirven de asentamiento a multitud de bandidos, en dirección al territorio dendrita.

      Dicha carreta, la cual era de un tamaño considerable, se encontraba cubierta casi completamente por una tupida lona de tela negra que dejaba entrever las esquinas de una prominente jaula de barrotes negros y robustos. Este particular carromato se impulsaba mediante dos corceles negros de aspecto casi famélico, pero, inapropiado para el aspecto que ofrecían, tiraban de él con una fuerza inusitada. A las riendas de dichos corceles se encontraba un semi-orco de complexión fornida y con la cara remarcada en numerosas y profundas cicatrices. Dicho individuo conducía aquella particular carreta con cierta parsimonia a un ritmo constante mientras escudriñaba cada parte del territorio que lo rodeaba, presumiblemente para avistar cualquier amenaza que pudiera cernirse sobre él.

      Eventualmente, cada cierta distancia del viaje, se hacía audible en el ambiente lo que parecían insultos y maldiciones desde el interior del carromato, debajo de la lona que lo cubría, a lo cual el semi-orco respondía azuzando la jaula que portaba hasta que, tras diversos empujones a esta, los insultos se tornaban en quejidos de dolor y hastío para luego dejar paso al silencio. Cada vez que esto sucedía, el semi-orco esbozaba una sonrisa maliciosa.

       

      -Mantente callado, pequeña escoria, por tu bien. -Dijo el semi-orco tras varios azuzados. -Falta poco para alcanzar nuestro destino. -Añadió.

       

      A cada minuto que pasaba, la carreta se alejaba más de los territorios del Reino de Tilva adentrándose así tras la frontera del Imperio Dendrita. Una vez hubo alcanzado la distancia suficiente, el semi-orco dirigió su particular travesío hacia el Bosque Impenetrable. Largo fue el camino hasta llegar a su destino, pero, al fin, alcanzó el sinuoso camino que lo conduciría directamente hacia aquel maldito bosque y, un par de horas después alcanzó el umbral mismo de aquella tétrica y extensa arboleda.

      Justo antes de adentrarse en lo profundo del Bosque Impenetrable, el semi-orco detuvo la carreta y, precedido de un par de violentos golpes a la misteriosa jaula que portaba, agarró un par de tiras de cecina de un pequeño zurrón que estaba situado a sus pies junto con una pequeña cantimplora y las introdujo en el interior de la jaula con desprecio.

       

      -“Prepárate, enano, y coge fuerzas. Las vas a necesitar”. –Dijo el semi-orco a la vez que azuzaba de nuevo a sus famélicos caballos ordenando el avance hacia el infecto interior del Bosque Impenetrable.

    • Rijja
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      Fascículo 71

       

       

      La oscuridad del Bosque Impenetrable se acrecentaba a medida que la carreta, conducida por aquel semi-orco, se adentraba en las profundidades de la infecta arboleda. Las lúgubres ramas de los marchitos árboles decoraban en su totalidad la visión hacia el firmamento, tapando estas, casi por completo, la gran bóveda celeste.

      Los escasos trozos entre el follaje en los que podía filtrarse la luz del sol, todavía presente, hacían patente la proximidad de la noche y, con ella, los monstruos inundarían el bosque por completo. Abriéndose paso entre la maleza y zonas fangosas que componían el terrero, el semi-orco condujo su particular carromato a través del Bosque Impenetrable con eficacia, esquivando habilidosamente las múltiples y peligrosísimas arañas que colgaban, al acecho de cualquier presa, en las sinuosas y mortecinas ramas. Teniendo en cuenta que la peligrosa fauna que habita la zona no solo se componían de terribles arácnidos, el semi-orco lanzaba eventualmente trozos ensangrentados de carne, los cuales portaba en un cubo cerrado junto a él, para desviar la atención sobre su persona para con las grandes manadas de lobos salvajes que pudieran seguirle el rastro.

      Todo iba bien hasta que su trayecto alcanzó cierta distancia y, para su desgracia, el carromato quedó atrancado en un amasijo de pútridas ramas y enfangado en el lodo. Después de descender de su asiento en el carromato, el semi-orco se cercioró de que una de las ruedas de este había quedado tan atorada que varios de sus radios se habían roto y astillado, haciendo imposible proseguir su camino mediante reparación alguna.

      Lejos de desesperarse, agarró sus pertrechos personales que portaba en la carreta y, después de despertar al prisionero que portaba con unos hostiles golpes con el mango de su portentosa hacha, se dispuso a proseguir su peligroso camino por aquel bosque a pie.

       

      Despierta, enano barrigudo. Se acabó el dormir, tenemos que proseguir a pie. –Dijo el semi-orco con cierto tono jocoso. –¡Arriba, holgazán! –Añadió.

       

      Su prisionero, ahora a la vista, se trataba de un fornido enano de larga y encrespada barba. Dicho reo se encontraba totalmente sucio y desaliñado, fruto sin duda de un largo cautiverio de escasos cuidados, pero en buena forma física. Después de recibir los golpes y griterío de su captor, el enano se puso en pie dentro de su particular jaula, sacudiéndose los pantalones con sus ennegrecidas manos.

       

      Ya era hora, maldito semi-orco. Abre esta dichosa reja, veremos quien ordena cosas a quien. –Dijo el enano en una lengua que el semi-orco no fue capaz de entender, el cual hizo un gesto de indiferencia.

       

      Acto seguido, justo antes de abrir la jaula y dejar salir a su prisionero, el semi-orco sacó una cerbatana de su mochila y, después de cargarla con un extraño proyectil, lanzó un certero dardo que alcanzó de lleno el cuello del Enano, el cual se lo arrancó rápidamente. Aunque ya era tarde.

      El enano quedó completamente aturdido por la sustancia del proyectil y, tras poner los ojos en blanco, quedó casi zombificado, completamente a merced de las ordenes de su captor.

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