Inicio › Foros › Historias y gestas › Expedición a las minas de cristal. Parte I – El viaje hasta Naggrung
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Tras mi regreso de las áridas llanuras de la sabana y aprender nuevos trucos gracias a la grata sorpresa de encontrarme con Sheerinive y que me ayudara a pagarlos con una suculenta bolsa de joyas, regreso hacia Takome, con la intención de devolverle el favor tan grande con una expedición que lleva pidiéndome hace ya algún tiempo. Viajar a la helada isla de Naggrung para explorar su mina de cristal y obtener este preciado material, que es un componente muy necesario para sus hechizos.
Nos reunimos, como tenemos costumbre, bajo la gigantesca arcada de la Santa Cruzada pues la anciana gusta de protegerse entre las sombras de sus bellas columnas y dormita la mayor parte del día pegada a la piedra. Afortunadamente conozco su rincón preferido, pues allí está a salvo de pisotones inoportunos gracias al escaso tránsito y agudizando el oído reconozco el susurro apagado de sus suaves ronquidos; pero no hay nadie. La vieja volvió a dormirse invisible, así que palpo con cuidado el suelo acercándome hacia el sonido, mientras la llamo suavemente << Anciana.. .dama Sheerinive.. Despierte>>. La primera vez cometí la imprudencia de ser mucho más brusco y un invisible bastón de cristal se estrelló contra mi cabeza mientras la anciana hacía aparición. Ella asegura que fue una reacción refleja pero cuando apareció sus ojos me miraban directamente con algo de enojo y creo que simplemente quiso darme una lección. Todas las ancianas creen saberlo todo y especialmente ella actúa como la madre de todos. Aún recuerdo como abofeteó a un hombre-lagarto vagabundo que ostentaba el derecho de entrar en Takome cuando casi le golpea con su cola. La anciana ágilmente saltó impulsándose en su bastón y le golpeó en el morro dejando al gigante de piel escamosa atónito y sin capacidad de respuesta.
Ella responde a mi llamada apareciendo repentinamente mientras finge llevar tiempo despierta.
–Hola Joven Gurlen, te esperaba hace rato – dijo con su aguda voz
–Lo lamento anciana – le contesté – Me entretuve bastante después de nuestro encuentro en Alell, continuando mi aprendizaje y escuchando algunas batallas sobre mi desaparecido padre que me contó Mahura. ¿Estás lista para partir?
En ese momento empieza a mirar para todos lados hasta que detiene su vista en un punto concreto del espacio vacío y con unos ligeros aspavientos hace aparecer un disco de brillante energía flotando a su lado cargado hasta los topes de diferentes pertrechos para la travesía. Lo más destacado un voluminoso bidón herméticamente cerrado de la secreta fórmula de licor mentolado de absenta que la gnoma bebe continuamente.
Una vez listos y con las provisiones preparadas para la travesía partimos hacia el Fuerte de Aldara, donde se encuentra el muelle. El camino es corto aunque no exento de peligros. El Bastión del Bien se encuentra frecuentemente asediado por grupúsculos de renegados que intentan asaltar su murallas y atacar a los ciudadanos de bien en sus caminos, pero la jornada parece tranquila y no ha habido ninguna señal de alarma.
En pocas horas atravesamos el camino empedrado hacia el este y llegamos al fuerte. Su gran puerta está custodiada por milicianos regulares y cruzados, antaño enfrentados por la independencia de Aldara de Takome. “¡Famara libre!” solían gritar, pues así se conoce al fuerte, Famara, entre los locales. Nos adentramos en sus murallas y por la vía principal ya encontramos mercaderes que nos ofrecen trocar sus mercancías: pescados y derivados del pescado, grasas de ballena ideales para calafatear los barcos y muchas más cosas. Pero como ya vamos provistos no nos detenemos y continuamos hacia el muelle, además desde el barco siempre se puede tirar la caña de pescar y yo soy un excelente cocinero.
El muelle de Aldara se encuentra al pie de un escarpado acantilado de difícil acceso y la parte más accesible fue atacada hace ya muchas eras por la fuerza del mar, llegando a hundir un gran torreón. Es por eso que ahora, para acceder al muelle, se cuenta con un maravilloso ingenio mecánico, que seguramente haya sido fabricado por gnomos, y que salva la altura del acantilado uniendo el centro del fuerte con el muelle en pocos minutos. Este elevador, aunque parezca a simple vista un gigantesco ataúd de madera y metal, tiene la capacidad para un carruaje lleno de mercancías y se mueve de forma totalmente segura gracias a un sistema de raíles y poleas, anclados al acantilado. Estas poleas y cuerdas son manejadas por dos operarios que viajan siempre en el elevador. Gon, que se encuentra en el techo y Gairm dentro, el encargado de los mecanismos principales. Y con él es con quien conversamos para descender hasta el muelle, ya ques muy celoso de que nadie más toque el complejo mecanismo.
Pasados unos minutos, un suave golpe advierte de la llegada del elevador al muelle de Aldara. Al salir la suave brisa del Mar de Plata trae olores a salitre y graznidos de gaviotas que tienen sus nidos en el acantilado. Nos dirigimos a la embarcación de mi familia, un fantástico cañonero y tras las pertinentes órdenes, unos operarios nos ayudan a embarcar. Una vez dentro del barco, me dirijo hacia la bodega a buscar las herramientas necesarias para la navegación que allí se encuentran depositadas. Unos magníficos prismáticos de nácar, que solo usan los más experimentados marineros, un sextante y algunos arpeos. Al volver a la cubierta principal, encuentro a Sheerinive con un color poco usual, parece que tantos tragos a su licor especial no son muy compatibles con el vaivén del océano.
–Que pasa anciana, ¿no le gusta el mar? – le pregunto con sarcasmo
Ella se gira hacia mí y sus ojos vidriosos demuestran dos cosas, que realmente no le gusta el mar y que se le ha ido la mano con la absenta. Quizá el afán por mantenerse firme una vez embarcada le ha hecho tomar algún trago de más.
–Zapatero a tus zapatos – intenta murmurar mientras se sienta cayendo como un fardo en la cubierta. Con frecuencia me lanza esa pequeña pulla, dado que yo no uso calzado. Como una broma personal que intercambiamos hace tiempo.
Dispongo las velas, izo la mayor, despliego el trinquete, trazo la ruta hacia las coordenadas del muelle de Keel y oriento el timón suavemente hacia el sur-sudeste. El viento hincha las velas y comenzamos a salir del muelle suavemente. Sheerinive parece que va recuperando algo de color y ha dejado de vomitar. Decido entonces encargarle una sencilla tarea. Se que uno de sus últimos inventos es ideal para pescar, y algo de comida nos vendrá muy bien para la larga travesía que tenemos por delante.
–Vieja amiga – le digo – Ahora que te encuentras mejor, ¿por qué no colocas esa estupenda caña de la que me has hablado en uno de los soportes de popa?
–Claro – responde – Esta CañaMecanicaImantada es lo último en tecnología gnoma para aparejos de pesca, el campo magnético que genera el anzuelo vuelve locos a los peces.
Con paso tambaleante se dirige a la parte posterior del barco, prepara el anzuelo y da una lanzada. Mientras corre el seda y el anzuelo se hunde ligeramente, pone la empuñadura de la caña dentro de un tubo preparado con unas cuerdas y cierres que hacen más cómoda la pesca en alta mar.
Avanzamos a buena velocidad, el mar parece en calma y el viento mece las lonas suavemente. Mantengo firme el timón con la proa orientada al sudeste, la noche está apunto de caer y a este ritmo estaremos cerca de los acantilados del trueno justo al amanecer, con la buena visibilidad del alba es mucho más aconsejable navegar por esa zona, que está llena de bloques de hielo flotando a la deriva. De pronto, Sheerinive rompe el murmullo de las olas con un estridente chillido:
–¡¡Funciona!! ¡¡Funciona!! ¡¡Han picado!!
Oteo el horizonte para asegurarme que no hay barcos cerca y con una maroma, inmovilizo el timón para poder ir a la popa del barco sin perder el rumbo. Allí encuentro a la anciana con brillo diferente al de antes en sus ojos. Un enorme atún yace a sus pies. Casi le dobla el tamaño a Sheerinive, aunque esto tampoco es muy difícil.
–¡Ya tenemos comida para varias jornadas! – Exclama con alegría – Bueno, si alguien que yo me sé no se lo come entero antes – Añade mientras me mira de soslayo.
–¡No exageres!, yo solo desayuno dos veces, luego hago el almuerzo, la merienda, la cena y un me como algún bocado antes de irme a dormir.
–Pues como yo te digo… bueno, regresa al timón que yo me encargo de limpiar el pescado y preparar las raciones.
Regreso al puesto de mando del cañonero mientras Sheerinive mete las manos hasta los codos en las tripas del atún que acaba de pescar. La noche ya ha caído, mantengo fijo el cabo que dejé atado al timón y arrío dos rizos la mayor para reducir un poco la velocidad. La visibilidad es bastante menor, pero no hay atisbos de tormenta, por lo menos no hasta que lleguemos a los acantilados del trueno.
Bien entrada la madrugada Sheerinive regresa de sus labores y me ofrece un buen trozo de atún. No tengo ni idea de cómo lo ha preparado pero está riquísimo, quizá sea el hambre y todas las horas que llevamos navegando. La anciana ayuda a bajar la comida con un trago de destilado casero, a mi me ofrece un jarra de cerveza, pero de fermentación ligera.
–¡Si navegas no bebas! – Dice mientras me pasa la jarra.
Terminamos nuestras viandas justo cuando empieza a despuntar el sol por el horizonte. Alzo los prismáticos de nácar y oteo ya los primeros bloques de hielo, aunque están mucho más al oeste de lo que esperaba. Nos hemos desviado un poco del rumbo, pero por suerte ha sido hacia el este y evitando en gran medida pasar demasiado cerca de los peligros acantilados. Corrijo el rumbo en dirección sur con dos vueltas y media del timón. Si la mar y el viento nos respeta, podremos llegar al puerto de Keel con el sol en su zenit. Después de la maniobra me dispongo a comentarle a Sheerinive nuestra situación, pero se ha quedado dormida con la redoma de su amado brebaje en las manos. Viendo esto, aprovecho para tensar el trinquete, izar de nuevo dos rizos más la mayor y conseguir un más impulso en las lonas que nos permita llegar antes, la velocidad hará que el barco se mueva mucho más pero Sheerinive no se va a dar ni cuenta mientras duerme la mona.
Poco antes del mediodía ya nos encontramos en las afueras del muelle, tiro del cabo del a botavara y contrarresto con el timón para cambiar el rumbo de manera brusca hacia el oeste y enfilar el muelle. La tremenda sacudida hace que la anciana se despierte de golpe y algo desorientada.
–Ya casi hemos llegado vieja amiga, puedes seguir con tus ensoñaciones etílicas. – Le digo mientras me dispongo a realizar la maniobra de entrada al muelle y de atraque.
Con el barco cerca del dique de amarre, suelto la escala y ayudo a Sheerinive a tambalearse hacia tierra firme. Regreso al cañonero y vuelvo a recoger la escala sin perder de vista a mi amiga, continúa algo desorienta aún y el puerto de Keel no es un lugar muy seguro. De un salto desde la cubierta principal, caigo a su lado rodando con una ágil voltereta, lo que la hace reaccionar de golpe y me da un fuerte bastonazo.
–Parece que no andas tan desorientada como pensaba eh anciana – Le digo mientras me rasco la cabeza dolorida.
–Nunca me subestimes, aunque no lo parezca yo siempre estoy alerta y preparada. – Mientras dice esto, mueve las manos de manera extraña y varias imágenes de ella misma se forman a su alrededor. El que parece que va borracho y ve doble, ahora soy yo.
–Está bien, está bien, pero creo que nos merecemos un descanso después de esta travesía, sobre todo yo. Tu te has pasado la mitad del viaje durmiendo o borracha.
–Eso no es cierto – Me replica – ¡He pescado un atún!
–Bueno, pero aún así yo necesito descansar en una cama blanda. Vayamos a la taberna del puerto y descansemos. Mañana continuaremos con nuestra expedición.
Termino de amarrar el barco y darle unas monedas a los operarios del puerto, nunca se sabe, y nos dirigimos a la taberna Los Siete Garfios, a escasos metros del muelle principal. Allí pedimos una habitación, sin tomar nada en la barra pues tenemos bastante atún. Nos dirigimos hacia la parte superior de la posada donde se encuentran las habitaciones, allí comeremos algo y descansaremos hasta la mañana siguiente.
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–Bueno, pero aún así yo necesito descansar en una cama blanda. Vayamos a la taberna del puerto y descansemos. Mañana continuaremos con nuestra expedición.
Termino de amarrar el barco y darle unas monedas a los operarios del puerto, nunca se sabe, y nos dirigimos a la taberna Los Siete Garfios, a escasos metros del muelle principal. Allí pedimos una habitación, sin tomar nada en la barra pues tenemos bastante atún. Nos dirigimos hacia la parte superior de la posada donde se encuentran las habitaciones, allí comeremos algo y descansaremos hasta la mañana siguiente.
No hay camas en la taberna de los Siete Garfios, ya que unicamente es una taberna, y no una posada.
Y en caso de que las hubiera… Phelipo las tendria tan llenas de grasa que una vez acostadas en ella no podrias levantarte al quedarte mas pegado que con un derrame de superglue. -
La continuación de esta historia se puede seguir en el siguiente enlace:
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