Inicio Foros Historias y gestas Expedición a las minas de cristal. Parte II – Abastecimiento de provisiones.

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    • Gurlen
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      La parte anterior de la historia se puede ver en el siguiente enlace: Expedición a las minas de cristal. Parte I – El viaje hasta Naggrung

       

      Nos despertamos a la mañana siguiente, con el sol ya en el horizonte, por el bullicio de la taberna. Los borrachos de la noche anterior dejan sus asientos a los borrachos de la mañana y los marineros que, tras haber vendido sus mercancías con las primeras luces del alba, se disponen a beberse sus ganancias.

      Recogemos nuestros petates y mochilas y comprobamos nuestras reservas de alimento. Nos quedan por delante muchas jornadas de viaje a través de los más duros territorios de la isla: Bosques salvajes llenos de terribles criaturas, páramos desolados que, antes de la Guerra de las Mil Lágrimas, fueron fértiles campos de cultivo de la ciudad de Rekins’thar y ahora helados, aún conservan el olor a muerte de los cadáveres que se encontraron calcinados en la ciudad tras la guerra.

      Queda algo de pescado, pero no será suficiente, debemos reabastecernos, intentar hacer algunas compras en el mercado de Keel, pues luego será más complicado cazar u obtener alimentos a medida que avancemos en nuestra expedición.

      Abandonamos la taberna y nos dirigimos al norte, a uno de los accesos de la ciudad custodiado por fieros corsarios. Caminamos por sus callejones atestados de cajas de mercancías, rufianes, trileros, prostitutas, vagabundos y asesinos que se mezclan por igual entre mercaderes y comerciantes y corsarios a sueldo de Lésfora.

      Nuestra primera parada por las calles abarrotadas del mercado es la Pastelería de Mamá Oca. Al entrar en la tienda una campanita, colocada hábilmente sobre ésta, tintinea llamando la atención de la vendedora. El olor que emana el horno contrasta de forma agradable con el aire cargado que se respira en todo el mercado. La estancia está repleta de estanterías y mostradores de madera y cristal que dejan a la vista la variedad casi interminable de bollos, pasteles, panes y dulces que aquí se manufacturan. Mientras recorro con la mirada todos ellos me doy cuenta que unos ojos verdosos y de forma almendrada no observan. Una preciosa gatita atigrada ha estado pendiente de nosotros desde que abrimos la puerta. Distraídos por la presencia del animalito, aunque yo personalmente estaba más distraído por el zafiro de su collar, no nos damos cuenta de que Ysondra, la pastelera, ya ha salido de la trastienda y se encuentra tras el mostrador, esperando para atendernos.

      Una elfa de cierta edad pero que aún conserva rasgos de la belleza de su juventud. Su vestido azul entallado, dibujando la silueta de su esbelto cuerpo, a juego con sus ojos azules, que se ocultan parcialmente tras los rizos platino de su melena, es una fiel muestra de ello.  Se encuentra frente a nosotros, tras el mostrador principal, dispuesta a atendernos con el cariño propio de una madre. Mientras nos pregunta que deseamos comprar, se mueve grácil de un lado a otro de la tienda ordenando y colocando nuevas remesas de panes y bollos. Dubitativos entre darnos un atracón a dulces y pastelitos y volver al continente con el estómago y las mochilas llenas, finalmente decimos comprar varios panes de semillas y cereales, que nos puedan durar varias jornadas de viaje en caso de que no consigamos obtener algo más de comida a lo largo de la expedición.

      La siguiente parada que realizamos al abandonar la exquisita pastelería, es a un establecimiento colindante. La herboristería de Keel. Conocida entre otras muchas cosas por ser la única tienda donde se puede encontrar marihuana de forma regular. Sheerinive debe comprar algunas plantas esenciales para sus hechizos, también compramos todo el arlan posible, pues la savia de esta planta posee unas propiedades curativas que son capaces de eliminar un resfriado en cuestión de horas, y teniendo en cuenta las bajas temperaturas y el clima de la isla, van a ser muy necesarias varias dosis de estas plantas. Justo antes de salir, y cuando Sheerinive ya no mira, aprovecho para comprar unas cuantas hojas de marihuana para llevar de regreso a Eloras, se que a muchos de mis congéneres les gustará este regalo.

      Con nuestras mochilas cargadas para las próximas jornadas, aunque seguramente que no para todo el viaje, nos dirigimos hacia la puerta más occidental de la ciudad. De aquí en adelante comienza la verdadera aventura. La ventisca arrecia y el frío se siente más aun, fuera del resguardo de los callejones y casas de la ciudad. Al poco de abandonar la ciudad, ya nos encontramos con la primera imagen devastadora de isla: Las ruinas de la ciudad de Bhenin, otrora gran urbe y ahora una de las mayores fosas comunes de la isla, que se vio reducida a cenizas tras el ataque de los demonios de Seldar durante la Guerra de las Mil Lágrimas. Se comenta que, en el interior de sus pasadizos, sepultados por toneladas de escombros, aún se encuentran encerradas cientos de almas que esperan ser liberadas.

      Dejamos atrás las ruinas y avanzamos a paso ligero por la antigua senda comercial, el principal camino que sale de la ciudad de Keel y recorre gran parte de la isla uniendo lo que en otras eras fueron ciudades habitadas y prósperas como Agnur hacia el norte y el bosque de las llanuras al este, que daba paso a los fértiles campos de cultivo de Rekins’thar. El camino se encuentra en muy mal estado, con los adoquines rotos y levantados debido a la erosión del clima helado de la isla. Nos resguardamos lo mejor que podemos bajo nuestras capuchas e intentamos pasar lo más desapercibidos posibles por estos caminos. Mi anciana amiga lo tiene más fácil para esto pues es capaz de volverse invisible empleando uno de los muchos sortilegios que conoce. Yo en cambio debo valerme de mi gran destreza y agilidad para conseguirlo. Al continuar avanzando pesadamente sobre la nieve, unos gritos guturales se escuchan, cada vez más intensos, provenientes de una cueva a la derecha del camino. Se trata de una caverna oscura cuyo interior parece calcinado y desprende un fuerte olor a azufre. Decidimos pasar de largo, es sabido que la isla está poblada por terribles demonios de otras eras y no tenemos la necesidad de encontrarnos con ellos. Nuestra misión ahora es otra.

      Más adelante el camino se bifurca hacia el sudoeste, hacia la tundra helada y los poblados bárbaros de Nalaghar y Danarpe, pero esa tampoco es la ruta que debemos seguir. Aunque en Nalaghar es posible conseguir unas increíbles prendas de abrigo creadas con las pieles de los legendarios yetis, nuestros abrigos y la magia de Sheerinive son pertrechos más que suficientes, así que seguimos hacia el norte, hasta una encrucijada con un antiguo altar erigido a antiguos dioses y que ahora se encuentra abandonado. Un terrible escalofrío recorre mi cuerpo al pasar por este lugar sagrado y decido acelerar aún más el paso.

      Apresurémonos vieja amiga Le hago saber mediante una conexión mental. Encontremos un lugar apartado del camino para comer algo antes de adentrarnos en el bosque.

      Adelante Me responde de la misma manera. A unos centenares de metros se encuentra un viejo puente de piedra, podemos buscar refugio bajo él para hacer un descanso y comer algo

      Al cabo de un rato llegamos a un gran puente de piedra negra, seguramente calcinada por las batallas contra los demonios de Seldar pero, que aún resiste en pie y que salva el cauce del río Amünien. Buscamos por sus laterales un acceso que nos lleve hasta su orilla y nos ponemos a resguardo pegados a la base del puente. El Amünien corre prácticamente congelado durante todo el año debido a las bajas temperaturas de la isla, y aunque el hielo podría soportar el peso de varias personas, el puente fue mandado a construir por el rey Agnur para salvar las dos orillas con mayor seguridad por carretas y mercaderes que comerciaban entre las principales ciudades de la isla durante la mayor época de esplendor de la isla a principios de la Tercera Era.

      Tras el merecido descanso, pues son ya varias jornadas de viaje a nuestras espaldas, retomamos el camino para adentrarnos en el Bosque de las Llanuras. Antes de partir retorcemos unos tallos de arlan para extraer al máximo su savia y tomarnos el amargo líquido que nos ayude a evitar el resfriado por haber pernoctado tan cerca del río helado.

      Al adentrarnos en el bosque, el silencio sepulcral de los caminos de las jornadas anteriores se ve roto por el murmullo y los sonidos de los animales que allí habitan. Pero antes de atravesar el bosque para dirigirnos luego hacia los Páramos del Viento Helado, debemos conseguir un poco más de alimento. A pesar de sus peligros, este bosque también es un lugar idóneo para la caza. Existen zonas densamente pobladas de árboles y maleza y otras bastante más claras. En cualquiera de ellas se pueden encontrar pequeños animalillos que podrían ser una buena presa.

      Para evitar perder mucho más tiempo nos dirigimos a la parte norte del bosque, donde suele encontrarse casi siempre uno de los cazadores más reconocidos de toda Naggrung. Conrad el cazador tiene una tarea fundamental, controlar la población de terribles criaturas  y demonios y bestias que pueblan el bosque para que no se conviertan en una amenaza aún mayor para la ciudad de Keel. Este es su cometido desde hace años prácticamente desde la fundación de la Ciudad sin Ley, aunque ya la existencia de demonios está casi controlada, salvo por su presencia en el Bosque Negro, Conrad sigue desempeñando su trabajo cerca de las montañas de Amon Muil. Estas montañas se dice que están pobladas por legendarios yetis y gigantes de las montañas, y aunque no suponen realmente una amenaza, Conrad los sigue cazando por el mero placer de la caza y quizá también por el valor de sus pieles para los habitantes de la isla.

      Además de un experto cazador, Conrad es también un habilidoso fabricante de trampas. Es capaz de crear un presas de hierro terriblemente afiladas y dentadas que, al menor roce, se cierran sobre una extremidad destrozando tendones y huesos, inmovilizando por completo a la desgraciada criatura que haya tenido la mala suerte de caer en la trampa. Este es el motivo porque vamos al encuentro de Conrad, conseguir alguna de sus trampas para poder aumentar nuestras reservas de provisiones para el largo camino que nos queda por delante.

      Por un módico precio, Conrad nos ofrece varias trampas además de sus sabios consejos, aunque personalmente nos dice que preferiría cabezas o cabelleras de diablillos. Nos indica algunas zonas del bosque donde los peligros son menores y podríamos realizar una buena captura con los cepos de los que nos ha provisto, cómo debemos colocarlos de manera estratégica y con el máximo cuidado para que no quedemos atrapados en ellos. Incluso al final, él mismo, nos acompaña hasta un pequeño claro ideal para poder acampar, colocar las trampas fuera de esa zona y tener una buena visión del perímetro. La ubicación del lugar parece no pertenecer al bosque. Un claro con arbustos bajos, árboles dispersos y un agradable frescor en el aire. Pequeñas criaturas van de un lado a otro tranquilamente como si ningún peligro existiera a su alrededor.

      Una vez en el pequeño claro y tras las indicaciones oportunas, Conrad se marcha y desaparece entre la espesura del bosque. Mientras nosotros nos dividimos las tareas para terminar antes que caiga la noche. Sheerinive prepara un vivac con algunas ramas y una lona que guarda en su mochila, yo recorro el perímetro del claro para colocar los cepos y poder tener alimentos para lo que nos resta de viaje. Apenas salgo un poco del claro, el entorno cambia por completo, la densidad de la maleza es mucho mayor, árboles más grandes y siniestros son rodeados por fantasmales plantas trepadoras y el murmullo agradable de los pájaros se convierte en sepulcral silencio. Siento como si hubiera alguien espiándome desde la profundidad y me apresuro a terminar mi labor.

      Cuando regreso al campamento improvisado después de colocar las trampas, me encuentro a la anciana dando buena cuenta de su botella llena de líquido verde, mientras las lona para flotar en el aire y atarse al tronco de un árbol como si un “sirviente invisible” la estuviera moviendo.

      Te parecerá bonito, ¿no? – Reprocho a la anciana. – Yo partiéndome el lomo colocando las trampas para que podamos tener provisiones y tu mientras descansando y bebiendo de tu licor mientras tus hechizos trabajan por ti.

      Sheerinive, con los ojos entrecerrados y húmedos por el alcohol, me mira con desdén y hace un gesto para que me siente a su lado, y eso hago. Justo cuando me estoy sentando, una llama se acerca flotando a mi para darme algo de calor. La noche empieza a caer y el frío de la isla se hace cada vez más intenso. Comemos algunas de las provisiones que adquirimos en el mercado de Keel y antes de intentar descansar bajo el pobre cobijo que nos ofrece la lona, Sheerinive comienza a realizar una serie de extraños movimientos con las manos y pronunciar inteligibles sortilegios. Al cabo de un rato me sonríe satisfecha.

      -Ya podemos dormir tranquilos, esta zona ahora permanecerá invisible y cualquiera que entre será detectado por mi perro fiel.

      Yo miro a mi alrededor extrañado buscando a ese perro, pero no logro ver nada, la noche ya ha caído y estoy muy cansado. Ambos nos acomodamos como podemos bajo la lona y nos ponemos a descansar.

      A pesar de la incomodidad del terreno y de los estridentes ronquidos de Sheerinive, logramos descansar toda la noche sin ningún sobresalto ni ataques, parece que, después de todo, los conjuros de la anciana gnoma siguen siendo poderosos.

      Con algo más de trabajo del que nos costó montar el campamento, lo recogemos para ir a revisar las trampas y poder continuar nuestro viaje. Dejamos solamente las brasas de una pequeña fogata en un hoyo cavado en el suelo para en caso que hayamos logrado capturar algo con las trampas, darnos un buen desayuno que nos llene de energías.

      Recorremos el perímetro del pequeño claro, yo en una dirección y Sheerinive hacia otra, para adelantar trabajo y recoger las trampas en el menor tiempo posible, no vaya a ser que otra criatura se aproveche de nuestros esfuerzo y nos robe las presas. Me acerco con sigilo hacia el lugar donde puse el primer cepo y no escucho ruido alguno, me parece raro, de haber caído algún animal posiblemente estuviera gritando en agonía. Aparté unas ramas que ocultaban el lugar y la imagen es terrible de presenciar con el estómago vacío. Un jabalí de gran tamaño tumbado en el suelo con la cabeza casi arrancada. Al perecer debí de colocar el cepo sin darme cuenta sobre algunas trufas y la pobre bestia al ir a comérselas, el cepo se le habrá cerrado sobre el cuello. Es un animal enorme, saco un gran cuchillo afilado que también me dió Conrad y comienzo a despiezarlo. Mientras separo vísceras y tejidos de carnes magras, pellejos y huesos, Sheerinive aparece a mi lado con un sonoro ¡Plop!

      -Veo que has tenido más suerte que yo – Comenta la anciana observando cómo trabajo con el jabalí.

      -Así es, es una buena pieza con la que podremos darnos un buen banquete incluso. Y veo que usted también ha tenido algo de suerte – Digo mientras señalo con la mirada tres liebres que lleva la gnoma en la mano.

      -Sí, con esto podremos preparar alguno de esos desayunos de los que tanto gustas, joven amigo.

      -No se queje de mis desayunos que creo que desde que nos conocemos ha subido unos cuantos kilos de peso, y no venga a decirme que es por la edad y la falta de ejercicio que mírenos dónde estamos metidos, solo por conseguir unos trozos de cristal.

      Sheerinive tuerce un poco el gesto en señal de desaprobación por mi comentario, pero no dice nada más y se acerca a mí para ayudarme a terminar de despiezar al jabalí.

      Una vez terminamos de recoger todas las trampas y guardar las provisiones gracias a alguno de los múltiples hechizos que conoce Sheerinive. Volvemos de nuevo al campamento para aprovechar las brasas que dejamos encendidas y preparar ese delicioso desayuno que tanto gusta a mi acompañante. Preparo una de las liebres estofada, con unas pocas de hierbas y raíces que he ido recogiendo por el bosque, pero no nos sentamos a disfrutar del desayuno, cojo el caldero, echo tierra sobre el fuego y emprendemos la marcha, comiendo a la vez para no perder más tiempo y llegar lo antes posible al linde noreste del bosque.

    • Gurlen
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      La continuación de esta historia se puede ver en el siguiente enlace:

      Parte III – Los Páramos del Viento Helado

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