Inicio › Foros › Historias y gestas › Extracto del diario de viaje: La tumba de Osucaru
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El día se presentaba aburrido, aunque últimamente eso era rutina. Llevaba dos meses en la torre y aunque investigar el sitio era apasionante avanzar tan lentamente ponía a prueba mi paciencia. Me dividía el trabajo para mantener la cordura: por la mañana apartaba y recogía escombros, por la tarde estudiaba las runas de los portales y de los pocos pergaminos o libros que quedaban en condiciones y por la noche entrenaba con la espada. La primera semana fue la mas dura puesto que aún no había acondicionado la pequeña zona que me haría de cama, pero en aquel momento mi única preocupación mas allá del estudio era bajar a Keel a por un poco de comida y materiales básicos como la madera, el papel o la tinta. Aunque el camino a través de la montaña podría llevar una larga cantidad de horas, incluso días, los antiguos dueños de la torre se habían ocupado de ello mediante un portal que permitía a los magos rúnicos moverse en cuestión de segundos de la base a la cima.
Aún acostada en la cama, hacía un plano mental del día. Pretendía arreglar una pequeña sala cerca de las escaleras a la planta superior, que como todo en esa dichosa torre también estaban rotas, pero sin tiempo a ponerme en marcha y dejarme de divagaciones escuché un golpe seguido de un estruendo y un temblor de una fuerza tal que parecía capaz de quebrar la isla. Me levanté de un salto y vistiéndome con mis prendas de yeti diseñadas para afrontar el inclemente frío de Naggrung salí corriendo de la torre.
No esperaba ver nada, Amon muil era la montaña mas alta de Naggrung y pese a que desde ésta se podía ver la eternamente blanca isla era imposible para los ojos comunes observar con precisión lo que sucedía en las variopintas regiones, o eso pensaba hasta que vi la silueta gigantesca de lo que parecía ser un dragón. Me froté los ojos, todo el mundo sabía que los dragones no eran reales y si lo fueron se habían extinguido hacía mucho. Decidida a observar más de cerca tal prodigio, entré a la torre una vez más y me preparé para salir de expedición con una sonrisa, fuera lo que fuere ese monstruo gigante era mi excusa para saltarme la rutina sin tener problemas de conciencia.
Por muchas veces que observara el Bosque de las Llanuras, nunca dejaba de maravillarme. Gracias a una cúpula creada con magia élfica gozaba de un clima propio, agradable, casi te hacia olvidar que estabas en una de las zonas mas peligrosas de Eirea, desgraciadamente esa vez no tenia tiempo de distraerme con pequeños detalles puesto que tenía uno muy, muy grande a escasos metros: su impresionante cabeza de toro se alzaba varios metros sobre el árbol mas alto del bosque y del torso de apariencia osuna surgían cuatro ágiles extremidades que culminaban en unas garras tan afiladas que harían correr con el rabo entre las patas a los mismísimos lobos blancos de los cerros. Todo mi ser me gritaba que huyese, me di cuenta de que mis músculos estaban en tensión, listos para correr o defenderme, aunque sabía bien que si ese ser me tomaba como objetivo no habría escapatoria posible. Retrocedí unos pasos intentando calmarme y me percaté de que había estado tan absorta contemplando la quimera que había obviado los ruidos de batalla a mi alrededor, choques de espadas en su gran mayoría. Me escondí y me acerqué sigilosamente al claro del que procedían los ruidos, allí vi una parte de la batalla, soldados de todas las razas bajo banderas de ciudades del bien y el mal se enfrentaban, en ese momento no le di importancia ya que ambos bandos buscan cualquier excusa para derramar la sangre del otro y no creí que esta vez fuera a ser diferente.
Como de costumbre decidí no inmiscuirme en los asuntos políticos y me dediqué a observarles en el papel de espectador, parecía que los abanderados del mal intentaban diezmar las fuerzas de la quimera, que no era ni más ni menos que Ralder el furioso. Los aliados del bien, por su parte, le defendían a él y sus criaturas posiblemente como excusa para entrar en batalla.
De cualquier modo el avatar del semi-dios logró cumplir su propósito, colocó un altar para su adoración y proclamó que el bosque le pertenecía. Fue en ese momento cuando escuché su voz, pese a estar versada en la erudición no pude determinar en que lengua hablaba, pero los sonidos adquirían sentido en mi mente y podía entender perfectamente el significado de cada una de las palabras, su siguiente objetivo era el Bosque de Cristal. Se preparó para propinar un salto que le llevaría hasta su destino, haciendo al suelo temblar de nuevo, esta vez y debido a mi cercanía al epicentro me fue imposible mantener el equilibrio.
Me dispuse a volver a la torre, puesto que no me interesaban esas escaramuzas sin valor, cuando después de escuchar el eco del lejano impacto de Ralder al caer en el Bosque de Cristal me sorprendió un segundo golpe que hizo que el estruendo de los Acantilados del Trueno pareciera el simple zumbido de una mosca. Mi curiosidad despertó de nuevo y se acrecentó cuando una luz violeta cubrió la isla por unos segundos. Entonces escuche una profunda voz dirigida a Ralder:
«Como osas perturbar mi descanso y el de mi maestro»
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Los aliados del bien, por su parte, le defendían a él y sus criaturas posiblemente como excusa para entrar en batalla.
Que subjetivo todo xDDDd
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La frase que en el 97 leí en la pantalla de Galmeijan y me abocó a este oscuro mundo:
Orco te golpea con su cimitarra.
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