Inicio Foros Historias y gestas Gnomentero De’Nada, los orígenes de la Magia

Mostrando 1 respuesta al debate
  • Autor
    Respuestas
    • Anónimo
      Inactivo
      Número de entradas: 78

      Gnomentero era un gnomo pacífico, intelectual, pacifista, defensor de los derechos de los animales y promotor de la plataforma: Los Zombies y criaturas animadas también tienen sentimientos. Su nombre fue dado con posterioridad, en su etapa de madurez, debido a sus olvidos constantes.

      El tema es que el realmente… nunca quiso ser mago-ladrón., quería ser hechicero (Él siempre se visionó a sí mismo como el señor de la torre gnómica de la hechicería y la ilusión). Pero se perdió camino de la academia y fue a parar a una torre de altos señores de la magia superior desde el sigilo. Sí, así se llamaba la “academia”. Puedo deciros que tal apodo no hacía mucha justicia a su situación: una torre gigantesca de piedra obsidiana plantada en medio de una senda… pero a falta de nombre mejor, eligieron ese.

      La prueba de acceso fue bastante sencilla. Caminar por encima de un pequeño pasillo cubierto de papel de arroz sin dejar rastro y formular un hechizo de luz al final. Gnomentero sigiló cual goblin intentando escapar del caudillo de Golthur, con sus diminutos pies descalzos de gnomo, sin dejar rastro. Al finalizar, formuló un hechizo de “luz” y automáticamente pasó a formar parte del gremio de Magos-Ladrones de la torre cuyo nombre ya cité anteriormente.

      Su gran inteligencia fue una ventaja para ascender rápidamente en la pirámide social del gremio. Haber distinguido correctamente qué parte de una lanza era la que pinchaba y cual era la que se sostenía le otorgó el grado de recluta. Formular hechizos “avanzados” como disipar magia, cantrip o resfriar, le otorgaron el grado de Capitán de la Torre. Antes de que el lector se lo pregunte, lo diré: El gremio lo formaron goblins despechados no aptos para la hechicería, orgos parias con retraso cognitivo no determinado y trolls renegados (estos últimos resultaban útiles en tareas de defensa de la torre). Gnomentero no era muy apto recordando hechizos, por eso los anotaba todos en una libreta, la cual consultaba constantemente. Quizá ser mago no hubiera sido lo mejor para él, pero mago-ladrón era ideal: Formular hechizos y olvidarlos.

      Cierto día, los consejeros del gremio de mago-ladrones que tenían la capacidad de escribir, votaron y lo eligieron como señor de la Torre. Rebosante de felicidad, Gnomentero decidió corresponder tal honor con un regalo al gremio. Así que decidió ir a Ak’anon para comprar unos presentes en señal de agradecimiento.

      Gnomentero se perdió y nunca regresó. Acabó en Anduar.

      La torre fue destruida poco después al ser pisoteada brutal y reiteradamente por Lessirnak del mismo modo que un niño pisotea una colonia de hormigas para desquitarse el haber soltado su piruleta por descuido.

      No encontrar el camino de vuelta tampoco fue un problema, a fin de cuentas… él sabía quien era: El Señor de la Torre… de la Ex-Torre. De las Ruinas…, de lo que fuera. No había mucho más que hubiera podido aprender ahí, así que daba un poco igual.

      Anduar parecía un buen lugar para instalarse. Alquiló una habitación en las calles residenciales del sudoeste, estampó sus maletas contra el suelo de imitación de parque, colgó en la pared una imagen de su ídolo mediático: El señor de la potestad de las cien formas, y se asentó en aquella ciudad. ¡Su aventura estaba a punto de comenzar!

    • Anónimo
      Inactivo
      Número de entradas: 78

      Gnomentero De Quien

      Cierto día del mes de Yeslie, Gnomentero decidió aventurarse más allá de su zona de confort, emprendiendo una aventura arriesgada hacia tierras desconocidas. Fue así como petate en mano, se atrevió a abandonar el callejón donde vivía para visitar otros callejones circundantes de Anduar. Él conocía bien su callejón: La frutería de la esquina, los ruidosos vecinos de enfrente, la venta ilegal del sótano dos casas a la izquierda…  Pero la idea de descubrir nuevas calles le llenaba de emoción. Y fue así como paso a paso, empezó a caminar sin una dirección concreta, pero con firmeza.

      Pocos pasos después, justo antes de llegar al final de su calle rayos de sol y voces nuevas asomaban dándole la bienvenida a aquel mundo nuevo, cuando de súbito… como una tormenta acechando al aventurero desprevenido, una gigantesca sombra con ojos réptiles y lengua bífida asomó por aquel callejón. Movido por el instinto de supervivencia, Gnomentero dio un paso al lado y se ocultó tras unos contenedores. Aquella figura era tremebunda a más no poder… y a demás ¡iba armada!, aunque esas armas no le hicieran falta, si realmente con esa cara…

      Olisqueaba el callejón con su lengua bífida y rebuscaba con sus ojos de sierpe como un ratón olisqueando el queso. Por un momento, Gnomentero sintió que esos ojos atravesaban los contenedores y su alma. Como un ojo en llamas buscando un artefacto mágico diminuto.

      Instantes después, que parecieron horas, esa figura prosiguió su marcha. Gnomentero salió precavido de su refugio improvisado empapado en sudor. Luego se dirigió a una vecina de anchas carnes que lavaba ropa y le dijo de forma escandalosa: ¡¡Has visto eso?! ¿¡Viste ese monstruo!?

      La mujer observaba de soslayo el final del callejón y sin darle importancia, pajita en boca, le contestó: Sí, es el General de Anduar. Mejor no te topes con él… ya sabes.

      Gnomentero empezó a cavilar en su mente. En parte había cierta lógica en sus pensamientos: ¿Qué come una serpiente? -ratones -. Des de que llegó a Anduar había visto perros, gatos… pero no ratones. Ni uno solo. Y ya sabía la causa. Pero claro, si una serpiente pequeña come ratones, una de tal tamaño debe comer… ¡Gnomos! Las criaturas mamíferas de menor tamaño en la escala humanoide. Tenía lógica.

      La idea lo aterró tanto que decidió tomar la salida contraria del callejón. Callejeó entre calles desconocidas, pero en esta ocasión no paraba reparo en las decoraciones, la gente, las luces, los olores… solo pensaba en no toparse con aquella criatura vil come-gnomos.

      Y así fue como salió por la puerta norte y se perdió, acabando en Mor Groddur. La idea de aquel réptil de fauces del tamaño de un contenedor ya no le abrumaba. Era ahora la oscuridad, el tintineo de las gotas de humedad golpeando pequeños charcos en el suelo y el frío húmedo su nuevo entorno. Paso a paso llegó a las puertas de la ciudad, donde un gigantesco Ogro, un goblin vestido como si fuera carnaval y un soldado guardaban las puertas. Gnomentero cruzó la entrada a la torre y vio que los “vigilantes” no ponían el menor reparo en él. Extraño, ¿verdad?… Deshizo sus pisadas marcha atrás y volvió a pasar por delante de ellos. Ni caso. ¿Se había vuelto invisible? ¿Había alcanzado tal poder al convertirse en el señor de la Ex-torre que ahora era como un susurro de viento apenas imperceptible?…

      Lo comprobó arrojando una pieza al Ogro. Este se giró y gruñó. No, no era invisible. Simplemente no vieron amenaza en una criatura diminuta desarmada. Gnomentero miró disimuladamente al frente y continuó bajando escaleras como un autómata.

Mostrando 1 respuesta al debate
  • Debes estar registrado para responder a este debate.