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    • Gnomusad
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      Parte uno: de la familia a la esclavitud

      La cuarta era fue una época muy convulsa, algunos decían que la supremacía de ciudadanías y organizaciones era por culpa del arte de la guerra, otros simplemente, usaban la guerra como una excusa para realizar pillerías, villanías y otras formas de ejercer daño al prójimo, y enriquecerse en el camino.

      Este es el caso de Gnomusad, el cual fue arrancado siendo un pequeño gnomo del seno familiar en una pequeña aldea llamada Ormerak.

      Fue una partida de bandidos goblin la que aterrorizo durante semanas las cercanías de Ormerak, provocando bandolerismo y latrocinios entre los habitantes de los poblados circundantes. En una de estas correrías obtuvieron decenas de gnomos esclavos los cuales fueron trasladados al asentamiento bandido que existía por encima del lago Rundos.

      Fue a la tierra edad de diez años cuando Gnomusad perdió a su familia y conoció lo que era la dureza de la esclavitud. Todos los esclavos, ya fueran elfos, humanos u otras razas, trabajaban día y noche en una cantera sin alimento y solo podían beber la poca agua que les llevaba las lluvias que azotaban la zona.

      El miedo era la única herramienta que esos malditos bandidos manejaban. A golpe de látigo doblegaban voluntades y obligaban a trabajar sin descanso. En estos duros momentos, Gnomusad se preguntaba como Eralie podría permitir tales atrocidades, pues iba en contra de la creencia que siempre había sido inculcada por sus padres.

       

      Parte dos: una nueva familia

      Si de algo se debe alegrar Gnomusad, es de haber conocido en esta cantera al viejo Galdinus, un mago rúnico de escaso talento, pero de firmes convicciones el cual mantenía bajo su protección a los más jóvenes esclavos, niños y niñas que formó en diversas artes y a su buena amiga Alexstrasza, una barda de escaso talento, pero que las melodías que tocaba con un banjo decrépito te transportaban al paraíso. El único divertimento que se permitía a los esclavos, tras finalizar sus catorce horas de trabajo diarias, era reunirse alrededor de un fuego y escuchar las historias que Galdinus contaba.

      No eran grandes historias, ni su forma de narrar era épica, pero dentro de la monotonía del campamento de esclavos, pensar en cosas ordinarias e incluso anecdóticas, era la forma más sencilla de escapar del horror. De hecho, las favoritas de Gnomusad eran las historias de cómo se inició Galdinus en el ancestral arte de las runas.

      Se mentía tanto en las historias que cuando soñaba se imaginaba blandiendo unas de las famosas espadas arcanas y pronunciando runas que se convertían en bolas de energía pura mientras otras runas fuego y hielo se alzaban bajo los pies de los bandidos quemando y congelando por igual.

      Y de esta triste forma, transcurrieron casi cinco años, donde perdió y gano nuevos amigos, aunque Galdinus y Alextrasza se mantuvieron siempre como un pilar y una constante en su vida.

       

      Parte tres: del esclavismo al abismo

      Fue en un despiste, ocasionado debido a una de las grandes batallas que se produjeron en Mor Groddur, la famosa Torre negra que servía como baluarte de los goblins, que el asentamiento de los bandidos esclavistas fue atacado por una partida de semi-elfos, humanos y enanos. En un momento en el que la mayoría de los bandidos yacían tendidos en el suelo confundidos con soldados goblinoides de la Torre Negra, Gnomusad agarró de la mano a Alexstrasza y partieron a la carrera por la garganta que servía de entrada, junto a otros huérfanos y alentados por Galdinus.

      No pararon de correr, hasta que las columnas de humo que provocaba la guerra arrasando por su paso fueron totalmente imperceptibles en el horizonte y fue solo entonces, cuando de verdad supieron a que sabía la libertad: un almizcle formado por la ilusión de la posibilidad de elección de futuro y la tristeza, al ver que en la espalda de Galdinus sobresalían varias flechas clavadas, y la hora de su muerte se adelantó de forma inesperada.

      Fue en este crucial momento, donde Gnomusad recogió del cuerpo inerte de Galdinus, una magnífica empuñadura de una espada arcana, sin hoja. Pocas veces el gnomo pudo apreciar dicha arma de forma tan cercana ya que estaba guardada con un gran esmero por el mago rúnico, y de haber sido descubierta hubiera sido arrancada de sus manos.

      Este hecho marcó sobre Gnomusad una firme creencia y devoción, costara lo que costara devolvería esa empuñadura al círculo de magos rúnicos que tantas historias había escuchado.

      Alexstrasza, que había captado como llegaban sus captores y con llantos en los ojos y sangre en las manos tiro del gnomo arrastrándolo hasta llegar a un río en el cual se lanzaron sin pensarlo. Las fuertes lluvias habían hecho crecer la riada y en un santiamén fueron engullidos por el abismo de las aguas embravecidas del río Durmi.

       

      Parte cuatro: el resurgir desde el fondo del abismo

      Tras sobrevivir a las aguas del río Durmi, acabaron en un pequeño pueblo, donde las víctimas de la guerra se agolpaban, en busca de comida, agua y seguridad.

      Esta época fue muy dura en la madurez espiritual de Gnomusad, pues sin las obligaciones de la esclavitud, tuvo mucho tiempo para pensar, y entendió que la guerra solo responde a los propósitos de líderes crueles de Ciudadanías y Organizaciones que buscan pisotear a otros, sin importar el coste de las vidas necesarias para engrandecer sus egos.

      ¿Por qué ese ejercito de semi-elfos, humanos y enanos no había liberado a los esclavos antes? Acaso las vidas de los miserables que habían sufrido el infortunio de la esclavitud no merecían un puesto en la sociedad.

      Acaso el Gran Inventor y el Consejero de Ak’Anon no se preocuparon de buscar a sus gentes y conciudadanos.

      Todo esto llego al clímax, en una tranquila noche, cuando Alextrasza le informo que partiría hacia Veleiron para informar sobre los campos de esclavos, y pedir ayuda para su liberación. Gnomusad la acompañaría, pero tras meditarlo profundamente, se dio cuenta que había crecido en su interior un odio genérico a todo lo que fuera una ciudadanía o organización.

      Llegado el momento, se separaría de su vieja amiga y buscaría el circulo rúnico que Galdinus contaba en sus historias.

       

      Parte cinco: Tambores de libertad

      Recordaba perfectamente las historias de Galdinus, así que cuando cruzo Orgoth y llego al lugar indicado, lo supo al momento, había llegado y estaba ante el golem defensor del Gremio Rúnico.

      Ni todos los improperios del mundo, ni todos los golpes que lanzo con sus puños, hizo que el golem se moviera un ápice y se abriera la puerta.

      Todo este camino, ¿Acababa así?

      Una sola palabra de mando imponente basto, para que el golem se apartara y por primera vez en la historia, se dejo a un gnomo sin palabras, apareciendo una semi-elfa, heredera de los Antiguos de Eirea y Líder de la Congregación Rúnica, ante él.

      Gnomusad, en silencio, alzo ante ella la empuñadura de la espada arcana. Ella respondió:

      “Esta espada ha servido fielmente a su propietario, hasta su caída en desgracia. Una hoja de una espada arcana es irrompible, siempre y cuando se mantenga el Favor de los Antiguos. No obstante, ha encontrado un nuevo dueño, ven, sígueme, y te enseñare los secretos que anhelas saber.”

      Cuando Gnomusad se introdujo en el gremio rúnico, cerrándose la puerta tras de sí, su corazón comenzó a latir fuertemente, como un gran tambor, sonando en el los ritmos de la libertad.

       

      <u>ROL</u>

      Gnomusad desea aprender todo lo posible de las runas siendo su principal profesión. No cree en dioses ni organizaciones, pero si es un fiel servidor de la libertad y hará todo lo posible para acabar con bandidos y esclavistas.

      <u>OBJETIVOS</u>

      -Mejorar sus habilidades de Mago Rúnico

      -Llevar la libertad a todos los rincones de Eirea, acabando con todas las organizaciones y ciudadanías.

      • Este debate fue modificado hace 7 months, 4 weeks por Gnomusad.

      Cualquier forma es correcta para llegar al conocimiento.

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