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Grimorio Al’jhtar: (1) Nuevas Ocupaciones.
El lacre del sello se extendía sobre el pergamino, endureciéndose lentamente mientras emitía un ligero humo apenas apreciable, casi al unísono de que se consumiera una de las gigantes velas que poblaban aquel viejo y robusto escritorio, mientras que las manos de Rijja Al’jhtar recogían veloz y ordenadamente los diversos utensilios de escritura que allí se disponían y los depositaban en un pequeño cofre de oscura madera.
El Alto Teócrata sonreía complacido. Había conseguido con éxito terminar, y catalogar, de forma eficiente y exhaustiva su extenso compendio sobre botánica. Una cuidada colección de muestras y recopilado de información sobre todas las plantas conocidas hasta el momento.
Realmente había sido una hazaña, realizada durante varios años, llegar a culminar de forma triunfante tan titánica compilación informativa. Tras emitir una breve pero intensa sonrisa, Rijja bajó la mirada, dirigiéndola sobre el escritorio que se situaba ante él. Observando cada uno de los tomos que allí se encontraban, no pudo evitar clavar su vista sobre el que le había sido más útil. Una ayuda, realmente inestimable, que le había permitido llevar a cabo todo aquel estudio.
El Manual de botánica de Lady Carstine.
Un viejo compendio que cayó en las manos del Teócrata casi de casualidad. Su aspecto era el de un pequeño libro, de tapas decoradas con 3 plantas que se sitúan una al lado de la otra y que alcanzaban la parte central de aquel extraño libro. Su creación se le atribuía a Lady Carstine, una hechicera que vivió en la tercera era. Dicha encantadora desarrolló una depurada técnica mágica, la cual le permitía imbuir parte de su consciencia y conocimientos a objetos inanimados. El manual de botánica era un caso fehaciente de ello y, gracias a la magia que inundaba aquel extraño cuaderno, Rijja pudo saber con exactitud las localizaciones y conocimientos sobre cada planta que puebla el mundo.
El Alto Teócrata, volviendo ligeramente en sí después de un viejo recordatorio de tiempos pasados, siguió ordenando y recogiendo el escritorio, pero, una vez hubo terminado, guardó aquel pequeño Manual de botánica en un zurrón que llevaba asido, con afán de volver a llevarlo consigo, como antaño.
Una vez terminó, y dirigiéndose a la salida de la biblioteca, Rijja sonrió mientras volteaba el rumbo hacia sus aposentos. Al recordar las expediciones y acontecimientos pasados, algo se había revuelto dentro del Alto Teócrata. Y, como tantas y tantas veces que había sucedido eso, Rijja se dispuso a pertrecharse para realizar algún tipo de expedición, ya fuera por mera exploración o estudio, que relajara sus ansias de conocimientos.
Retomaría el ‘Grimorium Al’jhtar, Diario de Ciencia y Magia’ y culminaría así, por fin, su obra maestra.
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Grimorio Al’jhtar: (2) Pertrechos.
Una vez algo entra en los pensamientos del Alto Teócrata Arcano, Rijja Al’jhtar, es difícil sacarlo. Al menos no hasta que dicho pensamiento se vea realizado y, como se disponía a hacer, así se intentaría.
Rijja avanzó por la pulida escalinata de la Torre de Cuarzo y Obsidiana, más allá del piso de los laboratorios, ascendiendo hasta sobrepasar las dependencias familiares, dirigiendo sus pasos hasta la misma cúspide, llegando finalmente hasta el Observatorio donde, al margen de este, se sitúan sus aposentos y despacho personal.
Nada más llegó a su umbral, la vieja puerta de madera que lo custodiaba emitió un chasquido de apertura, dando la bienvenida a su legítimo morador. Rijja se adentró en sus dependencias cerrando la puerta tras de sí.
Se dirigió entonces hacia una pequeña habitación, la cual tenía el acceso a ella mediante el extremo sur de la sala, y esta se iluminó vivamente. Se encontraba en su vestidor y armero personal.
Numerosas estanterías, baúles y estantes decoraban la sala. Estos se encontraban abarrotados de numerosos objetos, armas y armaduras, compendios y pociones… todo un almacén del que proveerse.
Mientras que Rijja se iba despojando de su reluciente túnica, la cual solía llevar en la ciudad, típica entre los pertenecientes al Alto Consejo de Magos, se acercaba a un maniquí que hacía de sujeción y exposición de una curiosa armadura.
Dicha armadura estaba formada por lo que parecían exoesqueletos de diferentes insectos, de tamaño gigantesco. Dicho material estaba perfectamente cortado y unido entre sí, dando la apariencia de una gruesa piel de lagarto. El color de estas singulares escamas se tornaba en variados tonos cetrinos dependiendo la refracción de la luz. Una armadura hermosa y donada mágicamente. Se trataba de una Armadura de Quitina, la cual antaño había acompañado al Alto Teócrata en misiones y aventuras de diversa índole.
Después de repasar con los dedos, de manera casi nostálgica, algunos de los rasguños y cortes que poseía la armadura, Rijja se la afianzó al pecho, cerrando las correas sobre su torso para un mayor ajuste.
Rijja sonrió. Cierta satisfacción le invadió al cerciorarse de que todavía le sería útil dicha armadura, tanto en utilidad como en talla, y se dirigió hasta un pequeño armario, situado a la derecha del maniquí, y lo abrió con alegría.
Dentro de aquel armario se encontraban dispuestos numerosos estuches de oscura madera. Eran de heterogéneos tamaños y formas, pero, algo que les era común es que tenían el mismo símbolo grabado en todos: La silueta de un dragón.
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Grimorio Al’jhtar: (3) Colección Draconiana.
Los estuches que acaparaban ahora la atención del Alto Teócrata se disponían ordenados dentro de aquel armario. Dichos contenedores estaban finamente labrados en madera. Algunos de ellos con exóticos relieves, esculpidos en diferentes metales, dignos de una magnifica orfebrería. Con la mano firme, Rijja asió uno de estos estuches y lo sacó del armario, justo para colocarlo sobre una pequeña repisa, dispuesta en el mismo mueble, y examinar su contenido.
Nada más abrir aquella peculiar caja pudo percibirse un extraño olor que el Orgo conocía muy bien, aquella caja hedía a dragón.
Y, acompañando aquel peculiar aroma, asomaba un excepcional trofeo, un colmillo del mismísimo Lessirnak, el Wyrm Infernal. Uno de los más pequeños de la criatura. Aunque cabe comentar que, al margen de sus treinta centímetros de longitud, esta pieza pesaba cinco kilos por ella misma. A esta pieza dental de dragón continuaba unido un tendón de la bestia, el cual había sido colocado de tal manera que fuera posible usar dicho diente de collar. Sin dudarlo, Rijja lo extrajo de la caja y se lo colgó del cuello mientras esbozaba una sonrisa de satisfacción.
Sin más regocijo que aquella sonrisa, el Alto Teócrata volvió a colocar el estuche, ahora vacío, en el armario y extraer otro sin dilación. Esta vez se trataba de una caja algo más grande, fabricada en una madera oscura como el ébano. En el cierre de dicho estuche se encontraban engarzadas tres piedras preciosas que, presumiblemente, se componían de diamante, esmeralda y un rubí. Realmente, un estuche de elegante, y opulento, estilo. El orgo lo abrió con rapidez.
El contenido de este eran unas peculiares botas. Muy peculiares. Se trataba de un calzado confeccionado con la piel de un Dragón Negro. Habían sido manufacturadas con el pellejo de una de estas temibles bestias, de curtido delicado y mañoso. El tono oscuro del material había sido heredado del propio dragón. Debido a la naturaleza del material, tenían una extrema dureza de tacto cálido y áspero. Todo el cuero estaba cubierto por rubíes, esmeraldas y diamantes que habían sido incrustadas con delicada habilidad ya que, sin ningún tipo de engarce o sujeción, se mantenían en su posición sin esfuerzo.
Tras acariciar nostálgicamente la superficie de aquella pieza de armadura, Rijja las extrajo de su fino y delicado estuche para calzarlas y, después de unos ligeros saltos para que el cuero se encajara donde debería, el Alto Teócrata se dispuso a extraer otro de los estuches de aquel armario con cierta actitud festiva, denotando gran ilusión y regocijo en lo que estaba haciendo.
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Grimorio Al’jhtar: (4) Colección Draconiana II.
Rijja extrajo el siguiente estuche con extremo cuidado. Dicho contenedor estaba conformado por finas láminas de madera en las que se habían engarzado gran cantidad de amatistas, dotando a esta pieza con un extraño brillo violeta. Al igual que con el resto de cajas, el Alto Teócrata dispuso este en el pequeño estante que del que disponía el armario y se propuso a abrirlo.
Este estuche era el custodio de un extraño guante grisáceo. Compuesto por una redecilla de piel, muy elástica y ligeramente traslúcida, atusada con ingentes costuras enmarañadas entre sí. Estas ataduras brotaban del centro de la palma de la pieza de armadura y recorrían su superficie hasta la parte que cubre las puntas de los dedos. Al margen de las reseñables garras de hueso dragón que adornaban la parte superior de los dedos, lo que más llamaba la atención es la espectacular joya que cubre la parte destinada al dorso de la mano, tratándose esta de un enorme ojo de dragón cristalizado.
Después de varios años sin observar, ni vestir, sus pertrechos personales, el Alto Teócrata estaba encandilado con la idea de completar de nuevo el uso de todos ellos y, después un último repaso sobre la Garra de Dragón Amatista que acababa de sacar del estuche, se dispuso a abrir otro. Esta vez se trataba de una de las primeras piezas que consiguió en su equipamiento personal, una preciosa muñequera.
Esta vez, el estuche que contenía dicha muñequera era de diseño completamente sobrio, conformado en una madera clara y sin decoración ninguna, salvo el pequeño dibujo de un dragón.
Confeccionada en piel de dragón, como las botas que calzaba en estos momentos el Alto Teócrata, esta muñequera poseía una flexibilidad inaudita. Esta había sido creada antaño por experimentados sastres que, en colaboración con varios hechiceros, habían insuflado un poderoso encantamiento sobre la piel de la bestia, dotándola de una especie de “vida” al tejido que la componía y evitando así cualquier tipo de descomposición. Era sin duda una pieza que, al margen de la nostalgia y utilidad que pudiera aportarle a Rijja, es muy preciada para cualquier aventurero dadas las propiedades mágicas, y el prestigio, que otorga portarla.
Sin pensarlo dos veces la afianzó a su brazo derecho y, posteriormente, ajustó el guante en el mismo brazo.
Conforme terminó de colocarse estas piezas de armadura, todas las que había extraído de los estuches con la marca del dragón comenzaron a emitir un sutil crepitar mágico, pareciendo este envolver al Teócrata con una especie de halo mágico. Rijja era conocedor de este efecto, la magia de los dragones es poderosa y, los objetos confeccionados con materiales de esta naturaleza suelen tener ese efecto. Con afán de potenciarlo, El Alto Teócrata se disponía a buscar su antigua Capa de escamas de dragón marino pero, recordando una de sus últimas adquisiciones, se decantó por otra opción.
Fue entonces cuando dirigió sus pasos hacia una pequeña cómoda, repleta de cajones, que se disponía en la pared sur de sus aposentos.
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Grimorium Al’jhtar. (5) Reliquias de Galador.
Nada más acercarse a aquella cómoda, de una fina madera lacada que disponía de rebordes metálicos, el Alto Teócrata abrió el cajón superior. En este cajón se encontraba lo que buscaba, una de las últimas adquisiciones de Rijja para con su colección de extraños enseres y objetos. Se trataba de una Estola del Jiem-Netyer, sin duda toda una reliquia del pasado.
Hace algunos años, durante una expedición por los desiertos del Reino de Tilva, Rijja y sus compañeros pernoctaron en un pequeño y modesto poblado, compuestos de pequeñas chozas acomodadas entorno a un pozo de agua. Durante dicha noche, el Alto Teócrata hizo amistad con los lugareños, tanta que uno de ellos le regaló esta peculiar pieza, la cual decía que había pertenecido a su familia durante generaciones.
Cabe recalca que, mucho tiempo ha, Galador no era una ciudad que perteneciera al Emperador Dendrita sino más bien un asentamiento de las tribus nómadas de los desiertos del Reino. Se conoce poco sobre este colectivo, y aún menos de sus antepasados, pero los escritos que sobreviven a nuestros días han arrojado atisbos sobre mitos, credos y entresijos sobre el dogma de estos. En estos se habla de Jarpek, una especie de diosa mitad escorpión mitad elfa, siempre asociada a dones de protección y fertilidad. Pues bien, la Estola era una pieza ritual que utilizaban los primeros pobladores de Galador para con su sacerdotisa.
Ligeramente andrajosa y erosionada, esta pieza de armadura resultó poseer propiedades mágicas que son muy apreciadas por el Alto Teócrata y, gracias a estas, la incluyó en su colección personal. Los bordados que recorren la superficie de la estola, que reproducen pictogramas de la antigua diosa Jarpek, se iluminaron a la vez que Rijja se la colocaba en el cuello.
Empezando a sentir el engalanamiento que estaba llevando acabo, el Alto Teócrata apartó sus pensamientos vanidosos y, con un chasquido de dedos, llamó a uno de sus mayordomos personales.
La puerta de la estancia se abrió casi al instante, dando paso a la visión de su mayordomo apostado en el umbral de esta.
–¿Desea algo, mi señor?- Dijo con un tono servicial el mayordomo.
–En efecto. Ve raudo al Templo Piramidal. Busca al Sumo Sacerdote y dile que te entregue, para mi persona, una pequeña caja nacarada que se encuentra en el Laboratorio. – Dijo Rijja con autoridad.
–Mi señor, hay cientos de cajas como la que describís en aquel laboratorio. ¿Alguna indicación más para encontrarla? – Añadió el sirviente.
–El sabrá perfectamente a la que me refiero.- Contestó el Alto Teócrata.
Sin más dilación, el mayordomo salió de la sala, presto a cumplir la misión que se le había asignado.
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Grimorium Al’jhtar. (6) Legado Orgo.
Tras haber transcurrido escasos minutos desde que el mayordomo cruzó el umbral de la sala para dirigirse al Templo Piramidal en pos de cumplir la petición del Alto Teócrata, dicho Orgo regresó, lo cual denotaba el afán del mayordomo en satisfacer a su señor.
–Ha sido rápido, mi señor. El Sumo Sacerdote me ha entregado esta caja para usted. – Dijo el mayordomo con tono ligeramente apresurado.
–Gracias por la rapidez en cumplir mis designios. ¿Ha comentado algo el Sumo Sacerdote? –Dijo Rijja intrigado, a la vez que esbozaba una ligera sonrisa.
–No, mi señor. Solo ha emitido una leve y modesta carcajada ante mi particular petición. –Respondió el orgo.
–Perfecto, gracias. Puedes retirarte. –Añadió el Alto Teócrata.
Antes de salir por la puerta de aquellas soledades, el mayordomo depositó la caja que portaba en una pequeña mesita, situada cerca del umbral y cerró la puerta de nuevo.
Rijja se acercó lentamente a la pequeña caja nacarada y, cogiéndola con suavidad, la abrió para observar, obnubilado, su interior.
Se trataba un anillo. Un poderoso artefacto creado por los arcanócratas de Ar’Kaindia en conmemoración de un Sacerdote de Velian llamado Vulgur. Este sacerdote pereció tiempo atrás debido a un desafortunado experimento. Trataba de la creación de un poderoso arma que permitía manipular las energías elementales las cuales, robándolas de su plano de origen, eran subyugadas bajo la voluntad de Vulgur. El experimento inicial se destruyó junto al propio Vulgur, pero, el núcleo de aquella arma anti mágica quedo intacto y, después de numerosos experimentos posteriores por parte del Consejo de Magos Ar’Kaindiano, fue destinado a canalizar de otra manera su magia. Dicho núcleo fue encapsulado en un anillo para otorgar al portador cierto tipo de cierta magia, muy afín a los entes conocidos como Elementales.
Sin duda, una reliquia del pueblo Orgo que respeta el legado de uno de sus más célebres sacerdotes y la cual formará parte de los pertrechos personales del Alto Teócrata cuando se disponga a salir de la ciudad en pos de cumplir su siguiente cometido.
Una vez hubo ajustado el anillo al dedo corazón de su mano izquierda, se dispuso a recopilar los siguientes objetos que había elegido para tal ansiado viaje. Esta vez sería algo más… molesto ya que, como cualquier objeto consagrado a un dios que no es el tuyo, le producían cierto resquemor al Alto Teócrata.
Dichos objetos se disponían en un total de tres, una colección consagrada al dios Nhyel-Phax.
Rijja dirigió sus pasos entonces a un pequeño baúl situado en la parte norte de la habitación, junto a unas estanterías. Dicho contenedor tenía un aspecto extraño. De madera de ébano, refulgían en su superficie cetrinos destellos sobre los numerosos grabados que recorrían la pieza al completo.
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Grimorium Al’jhtar. (7) Nyel’Phax.
Conforme estuvo a la altura de aquel oscuro baúl, Rijja levantó su mano derecha colocándola a escasos centímetros de aquel contenedor y pronunció una letanía de versos mágicos.
El cantico arcano resonó en toda la habitación:
“Abrete Sesamus”
Y, tras una ligera oleada mágica que incidió directamente sobre el baúl, este se abrió sin esfuerzo, a la vez que se apagaban en él, lentamente, los brillos cetrinos que instantes antes emitía.
Rijja emitió una sonrisa entremezclada con una mueca de desaprobación. Realmente no sentía demasiada simpatía por el contenido del cofre, pero, como había podido constatar en el pasado el mismo, los objetos que este contenía le serían muy útiles en su futura misión. Este peculiar set de joyería, por decirlo de alguna manera, estaba consagrado a una misteriosa entidad conocida como Nyel’Phax.
El nombre de dicha entidad era algo que solo se nombraba entre susurros y cuchicheos ya que no hay pruebas fehacientes de que semejante ente exista realmente. Dicha nombradía ni siquiera figura en ningún epígrafe o párrafo de las extensas crónicas élficas sobre el origen del mundo conocido. No hay biblioteca en Eirea que tan solo contenga una frase dedicada a Nyel’Phax pero, sin embargo, su influencia crecía, como cabeza de hidra recién sesgada, multiplicándose hasta alcanzar todo un culto a su alrededor. Entre sus más adeptos se comenta que esta entidad es un dios que durante infinitud de tiempo se encuentra en letargo y que, debido a su ingente cantidad de poder, altera el curso del mundo con el mero hecho de moverse en sueños.
Sean estas historias sobre Nyel’Phax verdad o no, el temor que inspira dicha entidad es ominoso y, como demuestran los objetos que contenía el cofre, su influencia es poderosamente peligrosa.
Retomando la atención sobre el contenido del baúl, el Alto Teócrata deslizó su mano en el interior alcanzando el más grande de los tres estuches que allí se encontraban para después abrirlo con sumo cuidado. En él se encontraba un magnifico collar. Esta pieza estaba compuesta por un cristal opaco de tonalidades bronces. Dicho cristal giraba ligeramente en torno a un dodecaedro perfecto que había sido tallado sobre un azabache, un objeto que por sí mismo rezumaba un gran poder.
Sin más dilación, y ligeramente molesto, el Alto Teócrata se lo colocó alrededor del cuello y, de soslayo, al ajustarlo finalmente, se escuchó un blasfemo susurro a las espaldas de Rijja. El orgo ni se giró a ver de qué se trataba, ya que este recordaba perfectamente las promesas de poder y delirios que exhalan los susurrantes poderes de este collar. Dicha joya fue adquirida tiempo atrás por Rijja, en los tiempos en los que investigó este desconocido y peligroso culto, mediante un encargo casual y afortunado a cierto comerciante, siendo este objeto el primero de su colección personal. Estos poderosos collares son conocidos con el nombre de Fauces de Nyel’Phax.
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Grimorium Al’jhtar. (8) Nyel’Phax II
Una vez se deshizo, al menos por el momento, de la desagradable sensación que había invadido el cuerpo del Alto Teócrata, se dispuso a abrir el siguiente estuche. Este era de un tamaño considerablemente menor al anterior, pero, al recordar el contenido de este, prefirió apartarlo y dejarlo para el final de esta particular colección. Asió el siguiente estuche y lo abrió con mimo.
En este se encontraba otro objeto simbólico que había sido consagrado a Nyel’Phax. Se trataba de un curioso anillo, fabricado en un extraño hueso de tonalidades purpureas. La superficie de este había sido pulida concienzudamente y, coronando esta pieza de joyería, se encontraban varias capas de oro laminado en las que habían sido grabadas multitud de rubricas compuesta por numerosas líneas finas e intrincadas. Dichas marcas están escritas en un dialecto de trazos extraños que, dependiendo el momento en el que se miren, parecen abandonar la superficie del mismo anillo hasta clavarse en la mente del observante. Al igual que el anterior objeto, este anillo parecía emitir continuos y vacuos susurros que repetían una y otra vez el nombre de Nyel’Phax. Dichos susurros, según cuentan los conocedores de estos particulares objetos, acaban convirtiendo la curiosidad de quien los oye en una insana obsesión por ellos. Cuentan que, incluso, dichos susurros acompañados de una seria sesión de introspección por parte del portador de estos objetos pueden dar una extraña e infinita visión sobre el plano empíreo.
El Alto Teócrata era completamente consciente de todos estos… efectos secundarios que proporcionaban los objetos que ahora manejaba y de ahí su animadversión a usarlos con regularidad, pero, dada la naturaleza de su siguiente misión, no pretendía renunciar al uso de estos y sus poderes. Una vez se ajustó el anillo en el dedo de la mano derecha, se propuso a abrir el último estuche y agenciarse así el objeto que más repulsión le inspiraba de toda esta colección. Una vez abierto, cogió lo que se encontraba en su interior y desechó el estuche con desdén, mientras apretaba fuertemente el contenido recién extraído.
Poco a poco separó sus dedos hasta dejar la mano completamente abierta para así observar con detenimiento el tan incómodo objeto que sostenía. Se trataba de un fragmento de basalto muy puro, proveniente de algún meteorito, que había sido engarzado con un pequeño garfio de hueso para hacer las veces de pendiente.
La superficie de este mineral era porosa, pero la pieza había sido completamente pulida hasta adquirir un tacto oblongo y delicado, llegando incluso al adjetivo de cálida. Cabe resaltar que la calidad, o características estratigráficas, de este ígneo material no era lo que incomodaba a Rijja. Lo que realmente le molestaba era el pequeño polizón orgánico que habitaba en dicha pieza geológica y los… cambios que este producía al parasitar al portador de dicho pendiente.
Sin pensarlo dos veces, dejando a un lado la repulsión que sentía por lo que iba a pasar, Rijja se colocó el particular ornamento en su oreja izquierda.
Con la rapidez de un destello, el morador de aquella joya salió de su morada para introducirse por el orificio perteneciente a la oreja del Alto Teócrata y, acto seguido, un horrible tentáculo tumefacto brotó de la espalda del orgo. La sensación que esto provocó en el Alto Teócrata, recordando tiempos anteriores y el poder que otorgaba dicha malformación repentina, fue una mezcla entre horror, dolor y potentado influjo cósmico.
Rijja no pudo evitar sonreír.
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Grimorium Al’jhtar. (9) Cohorte macabra.
Una vez se recompuso, al menos ligeramente, de sus recién colocados e incómodos pertrechos, Rijja se dispuso a continuar con su particular recopilación de equipamiento.
Esta vez, el Alto Teócrata sentía una gran simpatía hacia los objetos en los que recaía ahora su atención. Sin dejar pasar un gran lapso de tiempo, dirigió sus manos extendidas hacia un pequeño cofre que se encontraba en la parte superior de un oscuro armario de la zona de la habitación en la que se encontraba.
Cabe destacar que, debido a su escaso talento arcano en las artes nigrománticas y sus versados hechizos, era normal que Rijja tuviera un especial aprecio a los objetos que iba a rescatar en estos momentos.
Abrió el cofre esbozando una gratificante sonrisa y, asiendo con la mano derecha el contenido de este, extrajo un extraño amuleto de su interior.
Era un extraño amuleto compuesto por una gema violácea, presumiblemente una amatista, que había sido engarzada de manera sencilla en una extraña cadena cristalina de tonos castaños. La historia, y el poder, de dicho amuleto es, cuanto menos, curiosa.
Se trataba de una filacteria creada por un famoso, y extremadamente rico, nigromante conocido por el nombre de Crirow Mallus. Este hechicero fue conocido por sus habilidades en el campo de la necromancia y, como no, por su avaricia sin fin sobre los tesoros terrenales. La codicia e impertérrita tacañería de la que gozaba dicho nigromante le proporcionó acaudalar innumerables riquezas, tanto en joyas como monetariamente hablando. Dicha acumulación despertó la envidia de muchos individuos, como fue el caso de uno de los banqueros que atesoraban para él cierta parte de estas riquezas. Dicho usurero intentó confiscar para sí una gran suma monetaria que pertenecía a Crirow. Cuando este se percató de dicha intención, utilizó sus artes nigrománticas para encerrar el alma de dicho banquero en la Filacteria que ahora sostenía en sus manos el Alto Teócrata.
Al margen de esta anécdota en su creación, este objeto otorgaba al portador la posibilidad de invocar la corrupta alma que permanecía cautiva en su interior para que le sirviera en el plano material y, sin duda, este poder era ansiado por Rijja.
Después de acariciar brevemente la gema del amuleto, el Alto Teócrata deslizo su cuello entre la cadena de este, dejándola reposar sobre su pecho para dar con el siguiente objeto que tenía en mente para sus pertrechos personales.
Palpando la leja del armario donde acababa de sacar el pequeño cofre que contenía la Filacteria, Rijja lo dispuso de nuevo en su lugar y agarró una pequeña bolsa de oscuro cuero que se encontraba justo a la derecha de este y se preparó para abrir el pequeño cierre, formado por una cuerda dorada, que mantenía empaquetado, y fuera de la vista, al siguiente objeto que necesitaba en el interior de aquel peculiar saco.
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Grimorium Al’jhtar. (10) Cohorte macabra II
A la vez que el Alto Teócrata deshacía las ataduras que ceñían la oscura bolsa que manejaba, el interior se hizo visible de manera sutil y esquiva.
En el interior del saco se encontraba un guante bastante especial. Confeccionado en un cuero excesivamente sombrío, tanto que conforme Rijja lo extrajo de su contenedor y enfundó su mano con él, esta adquirió la apariencia de una sombra. El guante era de un diseño muy simple, en el cual solo destacaba un botón, fabricado con lo que parecía un pequeño hueso y el cual servía para ceñir el guante en demasía en la muñeca. El Alto Teócrata no solo buscaba las protecciones mágicas características de los objetos imbuidos por las artes nigrománticas, sino que, al margen de estas, este guante ocultaba un poderoso poder.
Rijja era conocedor de la extraña habilidad que poseía dicho objeto.
Cuando era ceñido a la mano del portador, gracias al botón antes comentado, el guante rezumaba un poderoso sortilegio similar al conocido como “Mano Espectral”. Al ejecutar esta acción el guante se alimentaba de la fuerza vital de quien lo portaba para materializar, gracias a esta, una resplandeciente mano fantasmal, potenciando cualquier hechizo de contacto que este formulara. Sin duda, la criatura fantasmagórica que era capaz de crear este objeto le sería de gran utilidad para las misiones venideras que tenía en mente el Alto Teócrata y, sabiendo esto, no había dudado en recurrir a su colección y usarlo como pertrecho personal. Aunque desde que encontró este guante tiempo atrás, gracias a una fortuita misión de reconocimiento por los alrededores del Feudo de Mnenoic, en el Reino de Dendra, habían sido varias las veces que había recurrido al uso de esta particular reliquia.
Emitiendo una ligera sonrisa, Rijja prosiguió con su singular y fructífero equipamiento, esta vez, posó su vista en un robusto talabarte que se encontraba colgado en el fondo del armario que se encontraba ante él.
El talabarte parecía manchado de sangre reseca, la cual le otorgaba a este un profundo color carmesí que llamaba ciertamente la atención, pero, esta vez, no era el talabarte en sí mismo lo que buscaba si no el arma que se encontraba enfundada en él.
Una extraña espada a dos manos que poseía un aspecto muy curioso y realmente macabro.
Se trataba, nada más y nada menos, que de la Espada Aullante.
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Grimorium Al’jhtar. (11) Cohorte macabra III
Rijja extrajo el talabarte carmesí del fondo del armario y desenfundó la Espada Aullante para poder contemplarla, ya que hacía tiempo que no empuñaba dicha arma.
Se trataba de una espada de grandes dimensiones y, debido a su forma, ligeramente desequilibrada. Su hoja, larga y fina, parecía imitar en su forma una silueta humana que se retorcía de dolor. Un dorso de la hoja era de color acero mientras que el reverso era de un intenso color ceniza completamente opaco, el cual parecía absorber la luz que incidía en él.
El Alto Teócrata, orgulloso, la blandió con rapidez y, debido a la desmesura en el afile de la hoja, parecía cortar el aire a su paso. Rijja no pudo evitar recordar el día en el que adquirió dicha reliquia. Fue en una incursión bien planeada al interior del maldito Bosque Impenetrable. Rijja y su acompañante, un mago rúnico llamado Phemthor, se adentraron en lo profundo de dicho bosque en la búsqueda de una vil criatura, el Rey Necrófago. Dicha malignidad, antaño un poderoso Anti Paladín llamado Velzhar, según cuentan, concluyó una salvaje matanza sobre todos los habitantes de su antiguo poblado después de albergar en él una explosión de locura y se confinó en un pequeño recinto amurallado, que protege una Pirámide que le sirve de morada, en los interiores del bosque, dando paso a la criatura en la que se convirtió. La mayoría del populacho del Reino de Dendra conocía la historia y esta llegó a los oídos de los anteriormente mencionados aventureros que no dudaron en investigar la zona y expoliar cualquier tipo de botín que se encontrara en el cubil del Rey Necrófago. Algo típico de Rijja en sus tiempos más juveniles.
Tras enfrentarse a la temible criatura y darle muerte, Phemthor optó por quedarse la parte del botín monetariamente cuantificable y, al margen, unas preciadas perneras fabricadas en huesos níveos. Rijja, sin embargo, optó solo por uno de los tesoros de los que allí se encontraban, la Espada Aullante que ahora escudriñaba.
Cabe mencionar que, al margen del poder bélico del arma en sí misma, lo que Rijja ansiaba incorporar a sus capacidades era la magia innata del arma la cual era capaz de retornar instantáneamente a sus víctimas, siendo estas “benditas” de forma algo forzada por la maldición de Astaroth y bajo el férreo yugo de su verdugo.
Sin más dilación, el Alto Teócrata introdujo la espada en uno de sus cintos a modo de vaina y se dispuso a proseguir con su particular acaparamiento.
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Grimorium Al’jhtar: (12) Prisión en las profundidades.
El Alto Teócrata volvió de su ensimismado en pensamientos, ligeramente nostálgicos, sobre misiones pasadas para reanudar su particular recopilación de pertrechos.
En esta ocasión su objetivo era un artefacto mágico de gran poder y que, debido a sus cualidades especiales, le otorgaría ventaja a la hora de enfrentarse a cualquier criatura de índole mágica o, como había pasado en otras ocasiones, a individuos afines a la hechicería que hicieran las veces de enemigos.
Para ello se dirigió a los pies de un gran armario, situado en la zona sur de la sala, ya que en ese lugar se encontraba un enorme y acerrojado baúl, compuesto en su mayoría por láminas metálicas entremezcladas que formaban una capa heterogénea. Este no poseía cierre alguno ya que el peso mismo de la tapa ejercía esa tarea.
Después de un ligero esfuerzo, ayudándose con una sola mano, Rijja abrió el baúl y, usando la mano que le quedaba libre, asió con dificultad el contenido de aquel baúl para luego dejar caer la tapa, la cual emitió un estruendoso sonido al cerrarse de golpe.
Rijja se dirigió entonces a una mesa cercana y depositó sobre su superficie el objeto que había cogido anteriormente de aquel baúl. Este se encontraba envuelto mimosamente en una manta aterciopelada de color canela y, tras varios deslazados, desenvolvió aquel objeto que ansiaba incorporar a su colección personal de pertrechos.
Se trataba de una extraña y pesada cadena fabricada en una peculiar piedra rojiza. Los eslabones de esta habían sido grabados, de una manera ampliamente tosca y descuidada, con una serie de runas que brillaban palpitantes, lo cual denotaba la poderosa magia que encerraba el objeto.
Según narraban la investigación y los numerosos estudios sobre dicho objeto, realizados en el seno de la Torre de Cuarzo y Obsidiana perteneciente a la Familia Al’jhtar, su creación databa en la Segunda Era y se concibieron especialmente para encerrar a un Demi-Lich llamado Phebek. Dicha criatura alcanzó la inmortalidad, al menos en esencia, ya que consiguió esconder su filacteria en una dimensión inaccesible. Después de ser derrotado innumerables veces y siempre volviendo a la no-vida en el plano material, sus enemigos idearon este objeto en la Forja Rúnica. Gracias a los poderosos encantamientos de anti-magia que imbuyeron en el objeto, estos pudieron apresar a la criatura y, una vez envuelta en cadenas compuestas por estos eslabones de naturaleza anti mágica, lo arrojaron al fondo del mar a modo de prisión eterna para este perseverante seguidor de Astaroth.
El hecho de que el Alto Teócrata poseyera parte de estas particulares y antiguas ataduras era señal de que la criatura, a ciencia cierta, había escapado. Pero, este hecho, no perturbaba en absoluto a Rijja ya que gozaba de las propiedades especiales que el poseedor de estos eslabones disponía.
El Orgo se ajustó la cadena a la cintura mientras, esbozando una sonrisa de satisfacción, se dispuso a seguir con su equipamiento.
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Grimorium Al’jhtar. (13) Siseos de Ofidio.
Justo cuando el Alto Teócrata iba a emprender la búsqueda de una de sus colecciones preferidas dentro del campo de los artefactos mágicos, escucho un leve siseo a su mano derecha. Rijja no pudo evitar detenerse, súbitamente, al dilucidar con meridiana precisión cual sería el emisor de tal sonido.
No dudó en dirigir su mirada hacia una caja cuadrada que reposaba sobre una de las estanterías. Esta estaba fabricada en bronce casi en su totalidad salvo, decorando cada una de sus aristas, unas láminas de nácar completamente níveo y elegante. En cada una de las caras que formaban aquel lustroso cubo se hallaban unos grabados que dibujaban una cabeza de serpiente rubricada con la palabra “Gorgona”. El cierre de dicha caja no era nada convencional, situándose en la cara superior de aquel cubo cobrizo, siendo accionado mediante una argolla que giraba sobre sí misma. La funcionalidad de este sistema era abrir la caja por arriba, extrayendo la parte superior de la misma acompañando una pequeña plataforma. Así lo hizo Rijja, ya que sabía que el contenido de aquella caja le sería infinitamente útil en determinadas situaciones.
Nada más accionar el resorte adecuadamente, emergió de aquella caja una amalgama de seseantes ofidios que, en una escandalosa vorágine de movimientos, se peleaban entre sí. Segundos después de que fueran extraídas al exterior, al notar la presencia del teócrata, se pusieron al unísono en posición atenta de caza, abandonando cualquier hostilidad entre ellas. Era un artefacto que debía ser tratado con mucha cautela. Aquel extraño pertrecho se trataba de una especie de capucha, fabricada a partir del cráneo de una bestia maldita la cual tenía serpientes a modo de cabello y estas, de una naturaleza evidentemente mágica, habitaban todavía toda la superficie.
Para contener el objeto de manera adecuada y sin necesidad de sufrir ningún percance, el Alto Teócrata la depositó con sumo cuidado dentro de su macuto de la dimensión insondable donde sabía que no habría ningún problema debido a la magia de esta.
Rijja esbozó una sonrisa complaciente, sentía un júbilo inusitado a medida que avanzaba sus tareas antes de emprender el viaje. Estaba, sin duda, complacido con la idea de retomar los estudios y exploraciones “en campo”. Tiempo encerrado entre pergaminos y hojas destinadas a la burocracia le habían hecho olvidar esas ansias, hasta ahora al menos.
Apartando lo ocioso de sus nostálgicas ideas, prosiguió con la búsqueda de sus tesoros particulares.
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Grimorium Al’jhtar. (14) Para senderos escarpados.
Mientras el Alto Teócrata intentaba enumerar en su cabeza, repasando una a una sus pertenencias, cayó en la cuenta que, al margen de artilugios y artefactos que le sirvieran puramente para la guerra, le iban a ser necesarios otro tipo de objetos para desempeñar eficazmente ciertas tareas, a la par de convertirlas en algo mucho más cómodo y llevadero.
Centró su atención en unos útiles enfocados en poder moverse por senderos escarpados y abruptos de manera eficiente. Se acercó a una pequeña bolsa de lona que se encontraba cerca de la caja que acababa de abrir y, mientras encorvaba la espalda, abrió la bolsa para extraer los objetos de su interior.
El primero en ser sacado de la bolsa fue un pequeño anillo. Realmente era una joya imprescindible para todo aquel que busca aventuras en zonas rocosamente accidentadas. Este anillo estaba imbuido por extraños sortilegios que se ocupaban de otorgar al portador la capacidad intuitiva de un riguroso entrenamiento de escalada. Con él puesto se podían observar, como si estuvieran resaltados a simple vista, cualquier punto de anclaje para poder afianzar correctamente los garfios de escalada. Una magia simple, sí, pero muy útil.
El siguiente objeto que extraño de aquella bolsa de lona, de seguido al anterior, era algo más costoso de encontrar. Se trataba de una cinta de color verdoso, apropiada para ajustar a la cabeza del portador, que había sido curtida con la piel de un gran lagarto. A esta se le había engarzado una turquesa de color muy oscuro en la cual se hallaba engarzada, de manera algo torpe y tosca, la pluma de un grifo. Era un conjunto austero en diseño, pero el objeto desprendía un gran poder. Gracias a la magia que habitaba en dicho objeto, el portador era capaz de levitar hasta localizaciones previamente elegidas de manera lenta.
Puede parecer algo simple, pero la combinación de estos dos objetos mágicos facilitaba sobremanera la tarea de avanzar por terrenos altamente escarpados y, como antaño había demostrado, Rijja lo sabía.
Se dispuso a guardar todo en su macuto mágico y, después de hacerlo con una mueca pensativa, prepararse para la siguiente elección que haría sobre su colección de objetos y, como era de esperar al pensar en rocas y montañas, cayó en la cuenta del siguiente objetivo a cumplir: La explotación y extracción de cualquier tesoro que pudiera encontrarse en la orografía de Eirea.
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Grimorium Al’jhtar. (15) Extracción y almacenamiento.
Todos los individuos que pueblan la faz de Eirea, incluso las más célebres, tienen algún tipo de obsesión. En el caso del Alto Teócrata, su ambición por las gemas y piedras preciosas era conocida ampliamente, incluso fuera de las fronteras del Reino de Al’Qualanda.
Durante toda su vida, Rijja había aprovechado cualquier expedición que ofreciera la posibilidad de este tipo de hallazgos geológicos para añadirlos a su colección de riquezas personales. Para ello se había valido de varias herramientas que, al margen de mejorar notablemente las propiedades con respecto a las usadas de manera mundana, le habían proporcionado varias satisfacciones en estos menesteres.
Primero, el Alto Teócrata recurrió a recuperar una vieja herramienta de minería que antaño le había acompañado.
Se trataba de un pico un tanto… extraño. La cabeza estaba compuesta por un pálido omóplato completamente hueco. Dicha pieza ósea estaba cubierta por una fina capa térrea que emitía, debido al tiempo y posiblemente a la naturaleza de la magia que lo imbuía, un intenso hedor a descomposición. La parte superior estaba bastante afilada y era posible visualizar sin dificultad una extraña oquedad que penetraba hasta el interior de dicho hueso. Dicho agujero, anteriormente ocupado por el tuétano, ahora hacía las veces de morada para un palpitante y abotargado gusano que no paraba de secretar una sustancia verdosa. Posiblemente este objeto fuera creado en algún tipo de experimento fallido, pero, debido a sus utilidades y propiedades, es posible que fuera manufacturado así con intencionalidad.
Hace muchos años, el Alto Teócrata adquirió esta herramienta por mera casualidad cuando la encontró abandonada en las inmediaciones de las minas de mithril, en el Reino de Dendra. Desde entonces, y cada vez que Rijja se proponía mejorar sus habilidades en la extracción minera, este le había acompañado y servido a la perfección en sus funciones.
Después de varios años en una recalcitrante inactividad, dicho artefacto volvía tener un prometedor trabajo que cumplir mientras que Rijja lo extraía, para guardarlo en su mochila, de un pequeño expositor que se encontraba en la sala. Acto seguido, sabiendo perfectamente cuál sería su siguiente adquisición, el orgo se dirigió a un pequeño armario y, después de abrir las puertas, dejando a la vista numerosas bolsas y pociones, alargó el brazo para coger una excepcional bolsita que allí se encontraba.
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Grimorium Al’jhtar. (16) Extracción y almacenamiento II
Rijja, aun sintiendo gran predilección por la anterior herramienta de minería, se entusiasmaba de volver a utilizar su vieja bolsita para gemas. Dicha sensación, al margen de la utilidad de dicho objeto, era espoleada por su afición exacerbada por las piedras preciosas.
Realmente, era un objeto curioso.
El Alto Teócrata había encontrado, años atrás, esta preciada bolsa en un mercadillo ambulante, en el Reino de Anduar, mezclada con otros mundanos objetos, pasando completamente desapercibida para el populacho. Después de su adquisición, Rijja hizo un gran esfuerzo por averiguar el origen y creación de esta singular bolsa mágica. Después de bastante tiempo en su empeño, escucho extraños rumores sobre su procedencia. Ciertas personas afirmaban que fue creada por un excelso sastre místico llamado Nezaril, pero ninguno de ellos lo había conocido en persona. Muchos otros aseguraban que la bolsa debía proceder de otros planos por sus capacidades y materiales. De todo esto, lo único que sacó en cierto el Alto Teócrata fue que, tanto la magia como los materiales textiles usados en su confección, no se encontraban entre los conocidos y registrados hasta el momento. Innumerables ráfagas añiles y violáceas recorrían la superficie de la tela hasta formar lo que parecía una pequeña tormenta. Justo en el centro de la bolsa se apreciaba un bordado magnifico, pulcro y ejecutado con patente mimo, una letra “N”.
Tiempo atrás, Rijja quedó molesto durante meses por no haber podido averiguar más sobre la procedencia de dicho objeto, pero, llegado un punto, se centró en la utilidad y comodidad que la magia del objeto le ofrecía, olvidando así poco a poco su frustración. Y claro, la guinda del pastel en la felicidad autocumplida del Alto Teócrata fue cuando, al ojear el interior de aquella bolsa mágica, se percató de que una brillante gema le esperaba, fruto de algún anterior olvido.
–Un diamante! – Exclamó Rijja sin poder contener un cierto regocijo. –Un buen augurio, sin duda. – Añadió
Después de un par de minutos, en los que Rijja no había dejado de escudriñar la gema preciosa con gran embobamiento, se descubrió a sí mismo y, después de sentirse ligeramente ridículo, continuó con la recopilación que le atañía.
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Grimorium Al’jhtar. (17) Descartes e indecisiones.
Después de la planeada recopilación que estaba llevando a cabo, con ciertas trazas de improvisación sobre la marcha, el Alto Teócrata se percató de que aún no había elegido un atuendo digno que le protegiese de las posibles desventuras y ataques que pudiera recibir en su futuro viaje.
Para poder dilucidar que opción sería la más acertada, Rijja debería repasar ciertas opciones de las que disponía de entre los objetos de su colección.
El Alto Teócrata entonces se dirigió hasta la parte sur de la habitación, en ella se disponían numerosos expositores de armaduras, al estilo de un maniquí, que se encontraban cubiertos con varias sábanas de fina y opaca tela.
Rijja se detuvo a la altura del primero de estos expositores para después, agarrando la tela que lo cubría, destaparlo y observar la armadura que sostenía dicho soporte.
Se trataba de una de las cotas de malla elfa fabricadas especialmente para ser usadas por la Familia Gyneth, un adinerado y rimbombante linaje élfico de la Segunda Era. Dicha cota estaba manufacturada en un precioso y resistente cristal, el cual le permitió sobrevivir al Cataclismo sin apenas rasguños, pero el secreto de fabricación se perdió en el olvido. La pieza de armadura estaba formada por numerosos, y minúsculos, aros de cristal. Eran tan pequeños que se antojaban como meros hilos enhebrados entre sí. Debido a la cuantía en el número de aros cristalinos de la armadura, la pieza había adquirido tonalidades grises. De corte clásico, caída larga hasta por debajo de la cintura y un cuello en uve. Sin duda, una pieza de cualquier coleccionista que se precie.
Después de enumerar mentalmente el tipo de protección que ofrecía la armadura y los encantamientos que poseía, el Alto Teócrata decidió no optar por esta elección ya que, recordando el resto de posibles opciones a tomar, decidió decantarse por alguna de las siguientes.
Antes de volver a cubrir la armadura con la tela que antes la cobijaba, Rijja repasó los recuerdos tan gratos sobre las aventuras que dicha armadura le había acompañado y, de manera irremediable, al semi-elfo que la portaba antes de arrebatarle la vida, y con ella dicha armadura. Se llamaba Destruck, un semi-elfo de Veleiron.
Y, recordando dichos acontecimientos con una sonrisa en el rostro, Rijja se dispuso a destapar el siguiente soporte de armaduras que se erguía ante él.
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Grimorium Al’jhtar. (18) Descartes e indecisiones II
Sin demora, el Alto Teócrata desvistió el segundo soporte con rapidez y elegancia, dejando la especie de sábana que lo cubría anteriormente en el suelo.
Se hizo visible entonces una armadura muy peculiar. Estaba formada por los exoesqueletos de lo que parecían caparazones de insectos gigantescos. Dichos materiales habían sido perfectamente cortados y unidos con finas y cuidadas costuras. Las tonalidades de dicha armadura rutilaban en una amplia gama de colores verdosos.
Después de acariciar con nostalgia la superficie de esta pieza de armadura, Rijja no pudo evitar recordar la adquisición de dicho peto en uno de sus múltiples viajes al Reino de zulk y, claro está, la multitud de lugares y páramos que había visitado con dicha armadura ya que, durante largo tiempo, fue la armadura predilecta del Alto Teócrata a la hora de realizar cualquier tipo de misión.
Rijja sabía sobradamente que las virtudes que otorga al portador dicha armadura eran importantes, pero, decidió que era mejor la idea de encontrar alguna armadura que se ajustara más a lo que buscaba hoy en día o, simplemente, la idea de repetir durante tanto tiempo se le antojara aburrida.
Sin más, volvió a colocar la armadura en el soporte destinado para ello y, después de apretar concienzudamente las correas que ataban a esta de manera fija y segura en el expositor, decidió proseguir con su particular búsqueda.
Para acometer dicha tarea, el Alto Teócrata se dirigió entonces hacia el tercer maniquí que allí se encontraba. Este, aun estando completamente oculto bajo la sábana protectora como el resto de sus homólogos, emitía un potente fulgor rojizo que se hacía visible a la perfección.
Para el Alto Teócrata no era para nada desconocido aquel halo mágico que se desprendía de la aun oculta pieza de armadura. Sabía de sobra que se trataba de un Peto fabricado a partir de un jirón de piel de poderosísimo Balrog que había en los Infiernos de Golthur-Orod. Este material posee una dureza y resistencia que va más allá de cualquier tipo de concepción mundana obviando, por supuesto, sus multitudes características mágicas. Una pieza sin parangón, sin duda.
Justo antes de apartar la sábana que cubría la mencionada pieza de armadura para deleitarse con la visión de esta, algo interrumpió la tarea que llevaba a cabo el Alto Teócrata.
Llamaron a la puerta de la sala donde se encontraba el orgo con gran interés y tesón.
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Grimorium Al’jhtar. (19) Experimento éxitoso.
El Alto Teócrata se dirigió hacia la recién aporreada puerta, bastante molesto debido a la súbita interrupción en su particular recopilación, a paso ligero. Una vez se situó delante de aquel pórtico se detuvo y resopló con cierta fuerza, como método de liberar la tensión del enfado y poder ser cordial, y abrió la puerta de manera lenta y parsimoniosa.
Se trataba de un Telequinético bajo su mando, concretamente uno que trabajaba en el laboratorio de la Torre de Cuarzo y Obsidiana, el cual mostraba ampliamente una mueca de satisfacción.
–Mi Señor…– Dijo el Telequinético antes de ser interrumpido abruptamente por Rijja.
–Creía haber dicho que no me molestaran durante las próximas horas…– Esputó el Alto Teócrata con claro tono de desagrado- Espero que sea un asunto importante. – Añadió.
–Mi Señor – Comenzó de nuevo aquel Telequinético, remarcando un claro gesto de respeto- No me hubiera atrevido de no ser así, pero usted mismo me dijo que le avisara conforme hubiera tenido éxito la contención…– siguió diciendo aquel orgo.
Rijja cambió el semblante de soslayo, adoptando uno mucho más satisfecho y agradable.
–Benditas buenas nuevas que traes! – exclamo el Alto Teócrata. –¡Realmente oportunas!, vamos, vayamos al laboratorio, no hay tiempo que perder. – Concluyó Rijja.
Ambos orgos se dirigieron entonces, prestos, hacia el piso inferior de donde se encontraban, directos hacia las salas reservadas para los experimentos más peligrosos.
Una vez bajaron las innumerables escaleras hasta este, se adentraron por un largo pasillo, de remarcadas paredes arcanas en refulgentes runas, hasta llegar a su fondo donde los bloqueaba una enorme puerta de oscura madera. Esta tenía multitud de sellos mágicos sobre su superficie y disponía de una enorme cerradura oval en su centro, hecha en un material difícil de clasificar debido a las numerosas aleaciones que lo componían.
Conforme el Alto Teócrata se acercó dicha puerta, como si esta dispusiera de consciencia y reconociera la presencia de Rijja, la cerradura se iluminó hasta alcanzar casi la incandescencia para luego abrirse con un suave “clack”, seguido de la apertura total de la puerta en cuestión.
Una vez él pórtico se hallaba completamente abierto, Rijja cruzó su umbral con decisión y, por qué no remarcarlo, cierto júbilo por lo que sabía que encontraría en dicha sala.
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Grimorium Al’jhtar. (20) Experimento exitoso II
La escena que observó Rijja nada más entrar en el Laboratorio de experimentación fue, cuanto menos, desconcertante.
La sala se encontraba repleta de numerosos orgos, cada uno ocupado en sus quehaceres, diseminados por toda el área. Dos hechiceros, de aspecto exhausto, se encontraban imbuyendo unos orbes con multitud de energía elemental la cual parecía bastante inestable. Cerca, apoyados sobre una enorme mesa rectangular y de madera oscura como el ébano, tres minuciosos orfebres se encontraban moldeando lo que parecían aros fabricados de un extraño material cristalino y, justo a su lado, dos afamados sastres enhebraban cada uno de estos extraños aros, juntándolos entre sí, con finos hilos de plata. En la pared opuesta, dos alquimistas mezclaban ingredientes mágicos entre marmitas esotéricas, numerosos cuencos grabados en runas y grandes morteros, los cuales emitían crepitantes chispazos mágicos al ritmo de que machacaran su contenido con esmero, para después mezclar el contenido de estos en el interior de un enorme matraz.
Al margen de los ya comentados, justo en el centro de la sala, se encontraban cinco variopintos individuos rodeando una gigantesca formación cristalina de tonalidades púrpuras. Se trataba de un enorme fragmento de Éter cristalizado. Entre los integrantes que se encontraba en dicho emplazamiento, al margen de dos enormes orgos, se encontraban un pequeño e inteligente gnomo, un drow de aspecto tétrico y escuchimizado y… ¡un Djinn!
Sin duda, un heterogéneo y estrambótico grupo bastante inusual de ver.
Todos ellos se encontraban recitando una salmodia de arcano hechizos, mientras extendían sus palmas hacia la inestable formación cristalina mientras esta se iluminaba de manera tímida y eventual.
Los integrantes de aquel experimento que estaban junto al cristal estaban situados en los vértices de un epígrafe de forma hexagonal que se hallaba dibujado en el suelo, solo quedando uno de estos libre. Dicha inscripción se trataba de un poderoso sello mágico que vibraba con luz cetrina al compás de los extraños salmos que emitían los participantes del experimento.
Sin emitir un solo sonido, el Alto Teócrata se dirigió hacia el centro de la sala, con paso firme y uniforme, hasta situarse sobre el último vértice del epígrafe que quedaba por ocupar para luego, de una forma grácil y armoniosa, desenvainar su Espada Arcana y clavarla en el suelo, justo delante de él.
–Gracias por los preparativos acometidos, apreciados compañeros. – Dijo Rijja con cierto tono expectante y agradecido al mismo tiempo. – Comencemos con nuestra tarea.
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Grimorium Al’jhtar. (21) Experimento exitoso III
Durante la última década, varios de los experimentos mágicos que se realizaban en la Torre de Cuarzo y Obsidiana habían estado completamente enfocados en la contención y manejo de los vientos mágicos y se habían centrado en su contención y moldeado. Todos ellos avanzaron sobremanera cuando fue descubierto, de manera espontánea y casual, un antiguo diario que presumiblemente pertenecía al Mago Rúnico conocido por el nombre de Theldaum. Gracias a estos párrafos se consiguieron descifrar parte de algunos epigramas que se encontraban en las vetustas torres, ahora en ruinas, que habían dado cobijo a ciertas generaciones de Hechiceros de la Congregación Rúnica, revelando algunos poderes y capacidades de un alfabeto rúnico que había sido relegado al olvido.
Siguiendo dichas directrices y conocimiento perdido, los heterogéneos individuos que se encontraban bajo el mando de la Familia Al’jhtar habían llegado casi a la culminación del ensayo que llevaban entre manos en estos momentos.
Volviendo a la escena que nos atañe…
El Alto Teócrata, que ahora se encontraba en uno de los vértices del extraño sello mágico que rodeaba al enorme pedazo de Éter cristalizado, comenzó a farfullar un antiguo y poderoso hechizo a la vez que el resto de integrantes de aquel extraño experimento se situaba en las posiciones adecuadas para continuar con este.
Al unísono, tanto el Éter cristalizado como el sello mágico que lo bordeaba, empezaron a iluminarse de manera tenue, pero constante, a la vez que emanaban poderosos y crepitantes destellos que inundaban toda el área del laboratorio.
En ese momento, previamente terminada su tarea, un tarasí de los que allí se encontraban envolvió el Éter cristalizado con la extraña malla formada por los aros vidriosos que se encontraban unidos por finos hilos de plata y, una vez se ajustó perfectamente aquella extraña red a la superficie del cristal, los alquimistas volcaron el contenido del matraz completamente sobre el ámbito de aquel cristal purpúreo. El Éter comenzó a brillar con una fuerza desmesurada.
Las voces de los 6 individuos que rodeaban el cristal, incluyendo a Rijja Al’jhtar, se elevaron acompasadamente hasta producir un eco ensordecedor en la sala, el cual la hacía retumbar debido a la poderosa magia del cántico.
El viejo Drow y el Gnomo que allí se encontraban se miraron y asintieron con disimulo a la vez que, súbitamente, espolvorearon a su compañero Djinn con unas extrañas partículas de tonalidad cyan, el cual quedó atónito y completamente paralizado de cuello para abajo.
- ¿Qué pretendéis?¡– Dijo el Djinn con un exacerbado tono de angustia y terror.
Sin dar respuesta alguna, el resto de integrantes del grupo comenzaron a formular unánimemente un mismo conjuro.
«Plaunum Demigrum»
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Grimorium Al’jhtar. (22) Experimento exitoso III
Aquel hechizo se hizo patente, ante la estupefacta mirada del Djinn, y la figura de este comenzó a parpadear y desdibujarse sobre este plan. El efecto de dicho conjuro transcurría de manera normal hasta que, en vez de ser repelido y llevado a su plano de existencia originario, la figura y energía del Djinn fue absorbida con estrépito por el Éter Cristalizado, el cual comenzó a brillar con aún más fuerza si cabe. Dicha formación cristalina comenzó a emitir unas potentes emanaciones mágicas que chocaban con los múltiples utensilios que se disponían en el laboratorio, estampando muchos de ellos contra las paredes del mismo.
Fue en ese momento cuando, los hechiceros que habían imbuido las esferas con diversas energías elementales, clavaron dichos contenedores sobre la superficie del cristal. El Éter detuvo por completo las destructivas emanaciones mágicas y, en contraposición, comenzó a vibrar agitadamente. Llegado ese momento, los ahora 5 integrantes de aquel experimento que rodeaban el cristal situaron sus manos encima del sello mágico que envolvía al Ëter cristalizado, el cual comenzó a moverse hacia el interior del mismo, como si estuviera siendo absorbido hacia el corazón del cristal.
En ese instante Rijja agarró con fuerza la empuñadura de su Espada Arcana, la cual continuaba clavada dentro del área que ocupaba aún dicho sello mágico, y la Runa arcana grabada en esta, que representaba la figura del Alto Teócrata, pareció calcarse sobre la superficie del sello hasta que fue engullido en su totalidad por la inestable formación del Éter Cristalizado.
Una enorme explosión de energía fue despedida desde el Interior del Éter después de una vorágine de sucesivos y fulgurantes destellos.
Todos los presentes fueron despedidos contra las paredes del laboratorio quedando inconscientes, todos menos Rijja. El Alto Teócrata había permanecido inalterable justo delante de donde antes se encontraba la formación cristalina, un espacio que ahora ocupaba una extraña sustancia con forma, ligeramente abstracta, de lo que parecía una armadura.
Los años de estudio concienzudo y plena dedicación habían dado el fruto adecuado. Lo habían logrado. El experimento había concluido de manera absolutamente satisfactoria para Rijja.
-Gracias, camaradas. – Dijo Rijja complacientemente a sus ahora inconscientes compañeros. –No olvidaré lo que habéis conseguido para mí.
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Grimorium Al’jhtar. (23) Experimento exitoso V
El hechizo, sin duda, había concluido con un éxito apabullante a los ojos del Alto Teócrata. Mientras sus compañeros comenzaban a moverse con un claro deliquio, Rijja se acercó hacia el resultado de aquel inestable experimento, el cual se encontraba en una especie de pequeño cráter, fruto de la deflagración mágica que había acontecido momentos antes y lo observó detenidamente.
Ante el Alto Teócrata se encontraba un objeto que, sin duda, era un zenit en la transmutación de las energías mágica. Una inaudita, y completamente fluida, cantidad de Éter Arcano se encontraba remendada y envuelta con numerosos hilos esotéricos, los cuales estaban formados por refulgentes inscripciones rúnicas en tonalidades argénteas. Dichos epígrafes envolvían la mayor parte de esta etérea sustancia, la cual había adquirido la figura de una especie de carcasa acorazada. Tomando en cuenta la envergadura de la peculiar pieza de armadura, se podría calcular de manera eficaz que recubriría la mayor parte del cuerpo de Rijja si descansara sobre sus hombros. El halo mágico que envolvía la materia de la armadura era semejante a una furiosa tempestad que habría sido contenido en un recipiente cristalino y opalescente. Los intentos de definir la tonalidad de dicho objeto serían vanos e inútiles, ya que dependiendo de cómo incidía la luz en este variaba en colores diversos y heterogéneos.
Sin duda, el experimento había tenido un remate parecido a lo que, presumiblemente, Theldaum había vaticinado en las páginas de los manuscritos que encontraron sobre sus sucesivos ensayos sobre como contener los caprichosos vendavales del Éter. Realmente, la conclusión de todo esto, el objeto que Rijja tenía ante sus ojos, era una maravilla en los campos de la alquimia, magia arcana y conocimiento rúnico. Todo un obraje sin parangón.
Rijja estalló en júbilo cuando asió aquel extraño armazón y este parecía aceptar al mago rúnico como dueño y señor, al son que se iluminaba, en ligeros y complacientes titileos, la runa que Rijja había grabado en el objeto, la cual se encontraba ahora rubricando la parte inferior derecha del mismo.
El hecho de que este nuevo y valioso objeto hubiera hecho aparición en este momento era, para el Alto Teócrata, un presagio de futuros éxitos en las misiones venideras, para las cuales se estaba preparando concienzudamente durante esos mismos días.
Mientras el resto de Orgos, que se incorporaban con irregularidad, quedaban asombrados ante la belleza y la épica del Armazón, compuesto de puro Éter, que habían ayudado a crear.
Después de una fugaz sonrisa y, de nuevo, ciertas palabras de agradecimiento a sus subordinados, dejando a estos con la palabra en la boca, Rijja volteó hacia la puerta de la sala, con la intención de volver a sus dependencias y, con ello, retomar la recopilación de sus pertrechos y útiles que estaba realizando antes de la pasada interrupción, pero, cabía recalcar la felicidad que ahora denotaba el Alto Teócrata. Velian le sonreía.
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Grimorium Al’jhtar. (24) D&D (Dragones y Djinns)
El Alto Teócrata recorrió entonces, casi como un destello, los pasillos y escaleras que lo llevarían de vuelta a sus estancias personales. Su paso, ahora alegre y jolgorioso, iba produciendo que las paredes de las zonas que recorría se iluminaran con algunos tímidos destellos producidos por su nueva y flamante armadura mágica.
Una vez atravesó el umbral de su cámara particular, cerró y acerrojó la puerta con presteza, se sacudió las manos de manera ligeramente nerviosa, como un niño antes de coger caramelos, y se propuso seguir con su tarea.
Antes de llegar a dichas soledades, por el camino, el Alto Teócrata había apartado ligeramente sus pensamientos sobre su nuevo Armazón Intangible y había centrado sus ideas en cuál sería su siguiente adquisición. Para ello volvió a la sección sur de la estancia hasta encontrarse con un escritorio. De uno de los cajones de este extrajo un pequeño joyero, el cual estaba labrado en madera y decorado con finos engarces de diminutas piedras preciosas. Lo abrió con mimo, después de desabrochar el cierre, y el interior del joyero se alzó para separarse en dos superficies, ambas con sendos anillos depositados sobre ellas.
Rijja sonrió.
Una de estas joyas le había sido obsequiada tiempo atrás a Rijja, casi remontándose a su época de ser un simple alumno en las artes mágicas y rúnicas. El dador de este objeto fue su anterior, y querido, profesor: Lameth, un poderoso mago rúnico. Gracias al poder que reside en este anillo, el Alto Teócrata alcanzó un nivel superior de entendimiento sobre lo que le rodeaba y, no menos importante, le permitió hablar con cualquier habitante de Eirea sin necesidad de conocer su idioma nativo. Esta joya es conocida como Anillo de Lish. Su composición es fina, plateada y de un intenso brillo. La forma de este es serpenteante, simulando una cabeza dracónida que muerde su propia cola y en la cual se encuentran engarzadas dos piedras preciosas de un intenso rojo oscuro. Sin duda, el paso del tiempo no había hecho perder ni un ápice en la utilidad que este objeto representaba para Rijja.
Después de agarrar dicho anillo, y esconderlo entre uno de los múltiples bolsillos de los que gozaba el Alto Teócrata, se dispuso a hacer lo propio con la siguiente joya que ante él se disponía.
Esta vez se trataba de una joya de gran poder. Un anillo coronado por una pieza de piedra cristalina de tonos profundamente azulados. Este anillo carecía de cualquier decoración al margen de un intrincado grabado que recorría todo el interior de la pieza. Se trataba de uno de los conocidos Anillos de Piedra. Dichos artefactos, perdidos casi en su totalidad desde la 2º Era, eran conocidos por su capacidad para invocar seres extraplanares conocidos como Djinns. Estos seres otorgaban misteriosos y grandes poderes a los portadores de dichos anillos, a los cuales consideraban sus amos.
Recordando las maravillas que este artefacto le brindó en el pasado, Rijja sonrió mientras lo cogía y lo colocó junto al anillo de Lish.
Sin duda, estas habían sido dos grandes adquisiciones y, ahora, se disponía a continuar su particular recopilación de útiles y pertrechos.
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Grimorium Al’jhtar. (25) Inteligencia, cuarzo y obsidiana.
El Alto Teócrata cada vez estaba más cerca de conseguir recopilar su ansiada lista de pertrechos, por lo que decidió acelerar la idea de recoger las piezas de armadura que necesitaría para sus futuros viajes.
Realmente, centró sus pensamientos en dos de estas piezas, las cuales conformarían el total de todo el equipamiento defensivo que necesitaría. Una de ellas era de sus favoritas debido a las propiedades mágicas que otorgaban, pero, como alguien que deja el mejor bocado de su cena para el final, Rijja se situó delante de un pequeño baúl, a los pies del escritorio de su derecha y se dispuso a abrirlo.
En el interior del cofre, mullido por dos grandes cojines de suave algodón, se encontraban reposando unas magníficas grebas. Estas habían sido un obsequio del arquitecto que ayudó a la Familia Al’jhtar a edificar su conocida Torre de Cuarzo y Obsidiana y, esta pieza de armadura, hacía honor a ese nombre y composición.
Se trataba de una cnémida de aspecto extraño. Esta curiosa armadura estaba compuesta por sendas piezas de cuero curtido, procedente de un lagarto ígneo, que había sido lacado por varios procesos y tratamientos mágicos. Al margen de la resistente piel, cada una de las piezas se encontraban recubiertas por numerosas escamas, finamente labradas, de cuarzo y obsidiana. Estos ornamentos, que recubrían por completo el frontal de las piezas, partían desde la retaguardia de las grebas. El heterogéneo orden en los materiales y las diversas tonalidades, hacían que la luz incidiera de manera muy especial sobre su superficie mientras se tornaba en lánguidos brillos. El Alto Teócrata, después de esbozar una mueva de aprobación, se ajustó dichas grebas y se dispuso a dar el punto y final a la dedicada recogida de sus enseres. Para ello se dirigió entonces a un pequeño y sobrio armario de madera que se situaba justo encima del escritorio principal de la habitación, estando este colgado firmemente de la pared. Justo antes de abrir aquel particular estante, este comenzó a emanar y rodearse de un aura negra de claro origen maligno, como si respondiera a la llamada del Alto Teócrata el cual lo abrió con meticulosa expectación.
Dentro del contenedor se encontraba una obra de arte. Una capucha de un tejido suave como la seda y con la resistencia del más puro acero. La pieza se encontraba coronada de manera exquisita por una cruz fabricada en plata, oro y mithril. Era una de las codiciadas, y muy escasas, Capuchas Pensantes. Un antiguo artefacto que consumía parte de la esencia vital de su portador a cambio de potenciar portentosamente su inteligencia.
De manera solemne, Rijja extrajo la capucha de su particular contenedor y la ajustó a los remaches de su armadura. Su equipamiento defensivo, y de utilidad, estaba completo. Ya solo faltaba hacerse con un pequeño arsenal y, para este fin, el Alto Teócrata contaba con numerosas posibilidades de armamento.
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Grimorium Al’jhtar. (26) Rayos y centellas de tiempos pasados.
Para el cometido de recopilar el armamento bélico adecuado, el Alto Teócrata esbozó en su mente la lista de 3 objetos imprescindibles ya que, debido a sus características y poderes, podrían satisfacer cualquier necesidad que pudiera presentarse en sus futuros viajes y adaptarse a cualquier enemigo.
De estas tres excepcionales armas, la primera que Rijja eligió era muy especial, de fabricación antigua y necesaria. Se trataba de un Relámpago. Esta arma fue creada en tiempos de guerra, cuando Anduar era atacada y completamente sitiada por los no-muertos invocados por los Imperiales Dendritas. En esos tiempos de incertidumbre, espoleados por la necesidad, las mejores mentes del momento idearon este tipo de artefactos mágicos para combatir la amenaza y decantar la batalla a su favor, al menos en el resultado final ya que las pérdidas que sufrió el reino de Anduar y los aliados a los “dioses del bien” fueron dolorosamente cuantiosas.
Esta arma era un cúmulo de energía eléctrica muy puro, el cual se encontraba suspendido en el interior de un campo mágico que lo hacía completamente tangible. El interior del arma centelleaba con fiereza hasta el punto de cegar la vista de quienes osaran mirarla fijamente.
El campo mágico, e inmaterial, de esta arma permitía sujetarla como cualquier lanza material, pero, carecía completamente del peso propio de estas. Un arma difícil de manejar para casi cualquier mortal, pero, debido a un recio entrenamiento, Rijja aprendió a manejarla con soltura años atrás. Conforme el Alto Teócrata la extrajo del estante donde se encontraba, emitió un suave zumbido que, perfectamente audible, invadió la sala a la vez que erizaba la piel del Alto Teócrata.
Sin duda, era un arma prodigiosa fruto de tiempos pasados. Fue en una antigua misión de reconocimiento cuando Rijja y un reducido grupo de orgos se internó en el túmulo del primer monarca de Takome y encontraron dicho artefacto, justo en el mismo lugar donde en años pasados se luchó contra este para lograr encerrarlo.
Debido a las últimas apariciones de los Apóstoles y la proliferación de seres “benditos” por la maldición de Astaroth, esta arma sería muy útil en según qué territorios y bajo ciertas circunstancias.
Sin espera alguna, Rijja introdujo aquella preciosa arma en su Mochila de la Dimensión Insondable, la cual se alojó perfectamente en su nuevo recipiente. Hecho esto, el Alto Teócrata se dispuso a la recopilación de la siguiente reliquia de tiempos pasados que le aguardaba en su exuberante colección personal.
Una curiosa espada.
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Grimorium Al’jhtar. (27) Reliquias de la SubOscuridad.
La siguiente herramienta de muerte, a la cual iba a recurrir el Alto Teócrata, estaba anclada en un magnificente yunque de feldespato, con incrustaciones de un níveo nácar, que se encontraba en el centro de la habitación y hacía las veces de vaina para esta peculiar espada bastarda, de la cual su particular yunque solo dejaba entrever la empuñadura de la misma: reluciente orfebrería de plata adornada por una serpiente pétrea, que trepaba sinuosamente por su superficie, de ojos engarzados con azabache. La guardia de esta se disponía en forma de “V” y estaba ligeramente marcada con las muescas y marcas de batallas de otra época.
Se trataba de una espada de manufactura drow, propia de la suboscuridad.
El Alto Teócrata se acercó sin titubear hasta ella y, asiéndola con maestría, la extrajo de aquella peculiar envoltura para luego extender su brazo para observar detenidamente aquella sublime hoja.
Una bella y cristalina superficie, extremadamente afilada, de un color azulado que variaba conforme se movía, dependiendo del incidir de la luz, hasta el punto de volverse casi transparente eventualmente y repleta de inscripciones y antiguos epígrafes que rubricaban la hoja casi en su totalidad.
Como muchos otros de sus tesoros, el Alto Teócrata había adquirido esta espada en el Reino de Zulk, en una de sus múltiples misiones mucho tiempo atrás. Fue un regalo de su preciado amigo Tritux, cuando este ostentaba el cargo de Patriarca de Grimoszk y, desde que la recibió, había acompañado al Alto Teócrata en numerosos viajes y la idea de volver a blandirla con regularidad le hizo sonreír, ligeramente nostálgico.
Realmente le sería muy útil, las propiedades mágicas y, por qué no decirlo, vampíricas que poseía este artefacto eran de suma consideración a la hora de afrontar cierto tipo de amenazas que, por descontado, Rijja Al’jhtar encontraría en sus viajes y cometidos venideros.
Sin más dilación e intentando no regodearse más con la espada, la introdujo en su macuto mágico, como anteriormente lo había hecho con la lanza relámpago, y se dispuso, esta vez sí, a recoger el arma que más apreciaba, claro está, después de su fiel y compañera Espada Arcana.
La naturaleza de la siguiente arma no tenía nada que ver con las que ya había recopilado. Se trataba de un tridente mágico que pocos habían visto, y mucho menos tocarlo, a lo largo de los Reinos.
Era la última adquisición de pertrechos que el Alto Teócrata necesitaba, al margen de múltiples pociones, ungüentos y plantas. El zenit de su particular recopilación de artefactos.
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Grimorium Al’jhtar. (28) Magia Gélida.
El Alto Teócrata se dispuso a culminar su recién adquirida tarea de recopilación acercándose despacio, y expectante, a un curioso cilindro metálico que yacía erguido en la esquina noroeste de aquellas soledades. Aquel tubo metálico estaba fabricado en un reluciente acero que había sido rematado por unos delicados remaches de plata sobre una especie de cierre dorado. Solo con fijar la vista sobre su superficie se podía advertir que estaba a una temperatura extremadamente fría ya que, debido a la condensación natural, numerosas gotas adornaban su superficie casi de manera completa.
Rijja apartó el cerrojo del cierre y aquel cilindro emitió un ligero rechinar mientras daba paso a una apertura total. En el interior de éste se encontraba un magnifico tridente.
Nunca se ha sabido a ciencia cierta cuál sería la procedencia original de esta extraordinaria arma, pero todos los rumores e historias que le hacen referencia apunta a que fue concebida en las gélidas y perdidas tierras donde gobiernan los Gigantes de Hielo, más allá de la vasta Cordillera Sur en Naggrung. Todo esto fomentado por el Hielo Mágico de la que estaba compuesta, ya que solo en esas tierras se habían podido extraer tal cantidad de este material.
Volviendo al arma en cuestión, el tridente estaba formado por una extensa vara de Cristal de Hielo Mágico, toda ella pulida totalmente pulcra. En su extremo, el eje del arma se ensancha para dar forma a la aguzada cabeza de este tridente, donde se ubican dos afiladas esquirlas de hielo que giran alrededor del arpón central del arma.
El hecho de que esta arma pasara a formar parte de la colección personal del Alto Teócrata es un asunto que el propio Rijja ha mantenido siempre en secreto. Se dice que el primer dueño, y por el que fue conocido, de este tridente fue Tiszu, un formidable guerrero perteneciente a los Salamandras de Hielo y uno de los pocos que salió de los salones del Trono de Hielo.
Rijja estalló en una carcajada de júbilo cuando asió el arma después de tanto tiempo, la balanceó orgulloso en el aire y, al margen de con las otras dos anteriores, la enfundó en un pequeño talabarte que llevaba en la espalda de su recién adquirida armadura, quedando la cabeza de dicho tridente justamente ubicada detrás de su cabeza.
La recopilación de la que Rijja había creído oportuno disponer ya estaba completa y, acercándose al gigantesco mapa de Dalaensar que colgaba lustroso de una de las paredes de la habitación y se dispuso a trazar cuál sería su próxima hoja de ruta y las acciones que llevar a cabo en cada una de las zonas elegidas.
Todo iba saliendo como había pensado el Alto Teócrata y, como casi siempre, en el tiempo justo que había vaticinado.
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Grimorium Al’jhtar. (29) Profesor de Siseos
Después de su particular pertrechado y avituallamiento de diversos artefactos y enseres, El Alto Teócrata se disponía a acometer ciertas y variadas necesidades que tendría en sus eventuales viajes.
Para uno de estos cometidos Rijja decidió visitar al Sumo Sacerdote Dawud, un amistoso familiar que le ayudaría en la tarea que tenía en mente, debía perfeccionar cierto idioma que, debido al paso del tiempo sin practicarlo, le resultaba difícil de entender.
Templo Piramidal: Altar
Puedes ver cuatro salidas: oeste, sur, |este| y norte.
Sacerdote de Velian está aquí.
Gran Altar de Velian.
Abres la puerta este.
Sacerdote de Velian se amilana cuando te ve pasar.
Sacerdote de Velian pregunta: ¿¡Desea algo señor Rijja!?
Templo Piramidal: Despacho del Sacerdote Supremo de Velian [-o-]
Dawud está aquí.
Cartel.
Sonríes.
Dawud sonríe.
Dices en ogro: Saludos, mi querido Sumo Sacerdote
Dices en ogro: Es interesante que hayas salido de tu periodo de oración para retomar tus funciones.
Cierras la puerta oeste.
Dawud dice con voz sobrenatural: Saludos, mi gran Teócrata, si he estado una temporada completa en meditación, que gusto volver a verlo
Dawud pregunta con voz sobrenatural: a que se debe este gran honor?
Dices en ogro: verás…
Dices en ogro: Después de, como tú, estar un periodo de reflexión y retiro espiritual. Retomo mi intención de viajar y realizar ciertas… incursiones que tengo pendientes.
Dices en ogro: Al margen de buscar algunos conocimientos que he dejado relegados demasiado tiempo.
Dices en ogro: Para esto, necesitaré tú… ayuda.
Dawud sonríe.
Dawud dice con voz sobrenatural: dime, en que puedo ser de ayuda? con gusto intentaré cooperar en lo que necesites
Dices en ogro: Pues, debido al paso del tiempo
Dawud dice con voz sobrenatural: asumo, por tu intención de viajar que requieres ciertos conocimientos de erudición
Dawud sonrie.
Dices en ogro: he descuidado mis dotes políglotas y, dado que eres un erudito experimentado, me gustaría remarcar algunos conocimientos.
Dices en ogro: tan avispado como siempre, Sumo…
Dawud pregunta con voz sobrenatural: puedo preguntar dónde quieres aventurarte?
Dices en ogro: Realmente, muchos son los destinos que he elegido para mis próximos viajes.
Dices en ogro: Algunos, realmente hostiles, y ya me he preparado para ellos
Dices en ogro: Otros… necesitaré más las dotes de negociación.
Dices en ogro: Para ello, debo perfeccionar mis idiomas.
Dawud dice con voz sobrenatural: entiendo
Dices en ogro: lo bueno, es que no parto desde una base quebrada
Dices en ogro: mis conocimientos son vastos, solo necesito ligera práctica.
Dawud pregunta con voz sobrenatural: precisamente que idioma necesitar perfeccionar?
Dices en ogro: Verás…
Dices en ogro: Hay un idioma que siempre me ha dado quebraderos de cabeza…
Dices en ogro: el seseo no suelo llevarlo bien, realmente…
Preguntas en ogro: como andas en conocimientos sobre el Idioma de los Hombres-Lagarto del Reino de Zulk?
Dawud ríe a carcajadas
Te sonrojas.
Dawud dice con voz sobrenatural: es un idioma que cuesta un poco acostumbrarse sin que se te trabe la lengua
Asientes con la cabeza.
Dawud pregunta con voz sobrenatural: quieres comenzar hoy mismo con una pequeña clase?
Dices en ogro: Estaría genial, ciertamente. Mis bases en ese idioma se centran básicamente en vocabulario, puro y duro.
Dices en ogro: Podrías instruirme, al menos ligeramente…
Dawud dice con voz sobrenatural: debes remarcar las S ante las z y marcarlas profundamente, ese es el gran secreto mira…
Dawud dice: Bueno si estás atento podemos empezar una pequeña clase de lagarto.
Dawud te da una clase magistral de lagarto.
¡Gracias a la maestría de Dawud logras aprender algo de lagarto!
Sonríes.
Dices en ogro: Entiendo, es realmente complicado para mí. Pero tiene sentido lo que dices.
Dices en ogro: Una pronunciación… curiosa.
Dawud dice con voz sobrenatural: ciertamente si
Dawud ve a Rijja intentando pronunciar un par de palabras casi de manera de silbato
Dices en ogro: Gracias a la magia del Anillo de Lish, no tengo problemas en comunicar mis deseos. El problema es entenderlas cuando me hablan a mí.
Dices en ogro: Al menos he despejado ciertas dudas. Es de agradecer
Dices en ogro: Volviendo al tema que nos atañe…
Dices en ogro: Las formas verbales de ese idioma también me resultan ligeramente complicadas de estructurar.
Dawud dice con voz sobrenatural: No es tan complejo como parece la verdad
Preguntas en ogro: podrías explicarme, con algunos ejemplos, los casos más comunes de estructuración?
Dawud dice en lagarto: Bzzz mira, drime ri me vass endrendriendro
Dawud dice en lagarto: Bzzz lo mejor bara brassissar ess qo e hable en el missmo iioma
Dices en ogro: Si, entiendo ligeramente. Me resulta complicado seguir el hilo de la frase
Dawud dice en lagarto: Bzzz verass ssomo re joka sson lass ss exdrendriendrolass dre manera bronunssiadra
Asientes con la cabeza.
Dawud dice en lagarto: Ssh berronalmendeg ess lo qo mass me ssossdog deg endegndegr en ang brinssibio
Asientes con la cabeza.
Te extraña la idea.
Ruedas los ojos.
Dawud dice en lagarto: Ssh bon aenssión
Dawud dice: Bueno si estás atento podemos empezar una pequeña clase de lagarto.
Dawud te da una clase magistral de lagarto.
¡Gracias a la maestría de Dawud logras aprender algo de lagarto!
Dawud sonríe.
Dawud dice: eres un excelente alumno la verdad mi gran Teócrata
Dices en ogro: Perfecto. Agradezco mucho tus servicios en este tema. Me ha resultado muy útil tu ayuda.
Dawud dice con voz sobrenatural: Nada, siempre es un gusto reunirme con usted
Dices en ogro: Dejando de lado estas pequeñas clases de idiomas… hay otros asuntos que requieren de tu atención.
Dices en ogro: Y me gustaría tratarlos antes de irme.
Dawud pregunta con voz sobrenatural: claro dígame que asuntos son estos?
Preguntas en ogro: Necesito un par de horas en el Templo Piramidal para ordenar cierta… burocracia. Nos vemos en la sala común de la Torre de Cuarzo y Obsidiana pasado ese tiempo. ¿De acuerdo?
Dawud dice con voz sobrenatural: Entiendo, claro ahí estaré
Dices en ogro: Espléndido. Hasta llegada la hora entonces.
Te despides.
Abres la puerta oeste.
Dawud dice con voz sobrenatural: Nos vemos allá, hasta pronto.
Sonríes.
Templo Piramidal: Altar [o,s,-e-,n]
Sacerdote de Velian está aquí.
Gran Altar de Velian.
Después del éxito en su primer cometido, el Alto Teócrata se dispuso a efectuar las tareas propias de su cargo para tener el terreno libre para dedicar su tiempo a otros menesteres que requerirían de su atención absoluta.
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Grimorium Al’jhtar. (30) Tareas Burocráticas.
Nada más abandonar el despacho del Sumo Sacerdote de Velian, el Alto Teócrata se encaminó a la parte superior del Templo Piramidal, a la cúspide de este, donde se encuentra la sala del Alto Consejo de Magos.
Su intención era dejar acabadas, o delegar parcialmente al menos, las obligaciones que un Alto Teócrata debe desempeñar. La maldita y aburrida, en extremo, burocracia.
Apenas había ascendido algunos peldaños por la escalera que lo llevaba a su destino cuando, de soslayo, un Sacerdote importunó a Rijja. Se trataba de un orgo de complexión vigorosa y de faz azulada. El color verdoso de su pelo contrastaba fuertemente con sus níveos ojos y sus ropajes encajaban a la perfección con los típicos en el clero de Velian. Nada más percatarse de que Rijja se detuvo para observarlo, este comenzó a hablar.
–Alto Teócrata, menos mal que le encuentro. ¿Tiene un minuto? – Dijo aquel Sacerdote con un tono ligeramente miedoso y huidizo.
–Claro, sin problema alguno. ¿De qué se trata? – Respondió Rijja con una mueca de insatisfacción que disimuló ligeramente.
–Las puertas del Templo… ¡No sé qué ha pasado! ¡He accionado un mecanismo sin querer… está todo cerrado! –Dijo el Sacerdote, cada vez más angustiado.
Rijja comenzó a reír a carcajadas, le vino a la mente el día que su vieja amiga Zynthia esputó las mismas palabras con la misma angustia. Una vez terminó de reírse, volvió a atender al Sacerdote, el cual lo miraba perplejo.
–No te preocupes. No es la primera vez que pasa. Sígueme. – Dijo Rijja condescendientemente.
Nada más llegar a la entrada superior del Templo Piramidal, Rijja pudo observar como varias placas enormes de acero cubrían la puerta en su totalidad, haciendo imposible la apertura de estas, ya sea desde dentro o desde fuera. El aislamiento era perfecto.
Sin esperar apenas un segundo, y bajo la atenta mirada de aquel sacerdote, el Alto Teócrata empujó un pequeño bloque de granito de la pared cercana y, acto seguido, con una velocidad pasmosa, las gigantescas placas de acero desaparecieron, pareciendo que habían sido absorbidas por la misma pared.
El Sacerdote se quedó atónito.
Rijja, emitió una pequeña sonrisa y, sin decir absolutamente nada más, se dirigió de nuevo a las escaleras que lo conducían a la parte superior del Templo Piramidal.
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