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    • Jashraia
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      Era una noche fría y silenciosa como cualquier otra. La nieve caía sobre el poblado de Ysalonna vistiendo de blanco los caminos del majestuoso imperio de Dendra. Inesperadamente el inexistente ruido se rompió por un fuerte grito de dolor y llanto que se escuchó desde el interior de un establo contiguo a la capilla de la ciudad. Este desesperado llanto rompió la monotonía de la noche alertando a la gente que se encontraba cerca del establecimiento. Se podía ver cómo la gente de las casas contiguas encendía velas para observar lo que sucedía.

      Un conocido granjero llamado Ruvel, que se encontraba preparando las herramientas para salir a trabajar por la mañana a sembrar la tierra, fue el primero en acercarse al establo. Ahí se percató que una mujer yacía sobre el suelo ensangrentada con un bebe en sus manos. La mujer lloraba, pero no del dolor causado por el reciente parto, sino que por el bebe nacido, el cual frío, pálido e inmóvil se encontraba muerto a su corta edad con sus ojos aún abiertos contemplando el infinito.

      Más personas siguieron al granjero para observar qué pasaba mientras la mujer parecía perder sus energías con cada segundo que pasaba mientras su sangre no paraba de inundar la estancia, manchando los fardos de color rojo. Algunos intentaron ayudarla pero era demasiado tarde. La madre se desvanecía junto al cuerpo de su hijo ante la mirada de todos los presentes. 

      El galope de una majestuosa bestia se escuchó desde una colina cercana y el murmullo de los presentes se hizo manifiesto. Era un paladín de Seldar que se encontraba recolectando información y materiales para una de sus maléficas ceremonias de invocaciones demoníacas. Este oscuro caballero se bajó de su negra y espeluznante montura para entrar al sucio establo, y sin poner atención en el resto de la gente, se acercó a la mujer y se percató del niño que yacía en sus brazos. 

      El caballero, con una maléfica voz estremeció a los presentes, para luego posar la palma de su mano sobre la cabeza del cuerpo infante. Ante la atónita mirada de los presentes, el bebe comenzó lentamente a moverse una vez más, al mismo tiempo que el color de su pálida piel volvía a la normalidad. El paladín tomó al pequeño por la fuerza y le preguntó a la madre por el nombre del niño. Esta con un último suspiro pronunció el nombre de Eshgortheon.

      El antipaladín dibujo una cruz con la sangre de la madre en la frente del niño. Este permanecía vivo, aunque impávido y confundido. El caballero se montaría en su imponente bestia, para luego alejarse del lugar. La gente presente estaba temblando en una combinación de miedo y respeto que el oscuro ser impuso desde el primer momento de su llegada.

      El caballero se llevaría al niño hacia la ciudad de Galador, específicamente a la Catedral, en donde uno de los altos inquisidores de la ciudad lo esperaría para llevarse al bebe al orfanato que el nuevo regente había montado para reclutar nuevos miembros para el ejército de Dendra, en el cual pasaría sus primeros años para luego de ser alfabetizado ser integrado a las filas de batalla del comandante. El niño había sido escogido por el mismísimo Seldar para sobrevivir un día más.

    • Jashraia
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      Varios años pasaron desde que el caballero encontró a Eshgortheon en el establo. Este creció en el ejército de Dendra donde a su corta edad fue encargado a los maestros de armas del gremio para su crianza y entrenamiento. El niño probó su valía y llamó la atención desde corta edad tanto como por su dedicación a las armas como por su frío semblante, el cual asustaba a la mayoría de la gente a su alrededor. Prodigio del combate, Eshgortheon fue enviado un sin número de veces como apoyo de poderosos comandantes y oficiales del ejército de Dendra sin importar su corta edad.

      Aun de pequeño, cuando se le daba la opción de escoger un arma de entrenamiento, Eshgortheon siempre utilizaba espadas y martillos que requerían ser blandidos a dos manos. Al principio apenas conseguía alzarlos sobre su cintura, pero con el tiempo, el joven soldado fue desarrollando una fuerza superior a la de sus compañeros lo cual llamó la atención de algunos generales. La simple idea de refugiarse tras un escudo lo hacía sentir un cobarde. 

      Alcanzando ya la edad adulta, y luego de haber mostrado excepcionales habilidades de combate, Eshgortheon decidió dejar de lado las armas para hacerse de la oración y dedicarse a la iglesia. De alguna u otra forma, la palabra de Seldar infundía dentro de él una gran influencia y desde pequeño que la inmensa catedral junto a sus misteriosos moradores llamaban su atención.

      Varios años pasó dedicado al estudio del lord del mal y la enfermedad, compartiendo largas sesiones de oración y mantenimiento de los muchos cuerpos que llegaban para ser preparados en secretas ceremonias de levantamientos de muertos. Eshgortheon comenzó lavando los cuerpos sin saber con cuál objetivo, cuando después de varios meses, altos mandos de la inquisición aprobaron su asistencia en una de las ceremonias. 

      Jamás se esperó encontrar con la imagen que vio aquella noche. Los sacerdotes utilizaban sus poderes para traer a los muertos a la vida, transformándolos en esqueletos, zombies y necrófagos que se alzaban a la voz de mando del maestro de ceremonias. La noche era silenciosa, y los únicos ruidos que existían eran las oscuras plegarias que pronunciaban los sacerdotes junto a los crujidos de huesos y desmembramientos de carne que emitían los muertos al ser resucitados. 

      Una mujer se acercó a Eshgortheon con un bebe muerto. El infante yacía azulado en las manos de la sacerdotisa al momento en que esta le arrojó el cuerpo a sus pies. 

      – Eshgortheon, muéstrale a ese niño el camino de Seldar. Utiliza lo aprendido en tus oraciones, tócale la frente, e infúndele con el frío calor que el señor del mal y la oscuridad tiene para él.

      Eshgortheon se acercó, cerró sus ojos y comenzó sus plegarias al momento que sus ojos se tornaron blancos junto a un aura de maldad proveniente de su interior. El bebe primero movió los brazos y luego las piernas, para luego ponerse de pie torpemente abriendo sus ojos con vacías cuencas al momento de escupir un par de gusanos de su interior. Luego de levantarse, el bebe miró a su alrededor y se arrojó raudo sobre un cadáver que estaba en el suelo para comenzar a devorarlo salvajemente.

      – Has superado la prueba Eshgortheon, el camino del mal y la oscuridad de nuestro señor emana desde ti.

      • Esta respuesta fue modificada hace 3 years, 3 months por Jashraia.
    • Jashraia
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      A sus sesenta años, Eshgortheon ya había mostrado su valía en el ejército y en la iglesia. Se había hecho de renombre en la ciudad y había alcanzado altos rangos en todos los lugares donde contribuyó con su oscura presencia. Pero algo le faltaba, no se sentía pleno y el estaba seguro que había mucho más por descubrir en el camino de su amado Dios. 

      Fue cuando decidió retirarse en solitario y por su propia cuenta, a una velada espiritual que marcó profundamente el ser que es el día de hoy. Su lugar de destino era el bosque impenetrable, lugar famoso por los avistamientos de muertos vivientes de toda índole que acechan la zona al hacerse de noche. Lo único que llevó consigo fue su pesada armadura negra, un gigantesco martillo a dos manos, un medallón cadavérico y la biblia de Seldar.

      Desde niño que Eshgortheon había escuchado historias sobre el bosque impenetrable, aunque nunca se había atrevido a internarse en él. Parecía ser una floresta común y corriente durante el día aunque no se sabía mucho lo que sucedía durante la noche. El ahora antipaladín aún recuerda el gutural y demoníaco grito que una vez escuchó desde el interior del bosque, una noche que volvía a Galador luego de un patrullaje de rutina. Aun así la decisión ya estaba tomada y luego de despedirse de un par de compañeros emprendió rumbo al bosque.

      Durante el día meditaba y rezaba entrando en comunión con los diferentes espíritus del bosque mientras esperaba la noche, en donde entrenaba y jugaba con los muertos vivientes, azotándolos a sagrados martillazos, destrozando sus cuerpos, para volver a animarlos y así seguir el macabro ciclo de muerte y destrucción una y otra vez.

      Muchos años pasaron y el mito de Esgortheon se expandió por el imperio. El poderoso antipaladín desaparecido en oración y comunión en el bosque de los muertos era una historia más que se contaba tanto en los catecismo de la Iglesia de Seldar como en las charlas inspiracionales de los jóvenes reclutas del ejército de Dendra. 

      Cien años pasaron desde que Eshgortheon desapareció en el bosque. El mito se había transformado en leyenda y todos los escritos aseguraban que el viejo hombre había muerto en su locura perdido por los laberintos infranqueables del impenetrable bosque, cuando un día, con una apariencia mas muerta que viva, un anciano y decrépito Eshgortheon se alzaba con un lento paso cargando el mismo martillo que llevó consigo pero que esta vez chispeaba y explotaba en descargas eléctricas.

      De pálido semblante, se paró en la entrada de la ciudad de Galador como un majestuoso aunque decrépito Lord de Seldar, vestido completamente de negro con una mirada que parecía contener la devastación de su dios. Con su pelo blanco y ojos oscuros parecía ser la reencarnación del mal.

      Con más de ciento cincuenta años, Eshgortheon terminó su segregación espiritual para volver al imperio con la esperanza de iluminar a los creyentes con las inalcanzables cotas de fe que alcanzó en su retiro.

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