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Aquel día, Maltos regresaba a Grimoszk, después de su jornada de caza. Sus progresos como jornalero habían sido enormes, pasando de desollar pequeñas aves a grandes demonios, hidras, basiliscos y otras criaturas de gran envergadura. Cuando se adentró en los márgenes del Iaurduin comenzó a notar que algo no iba bien.
Los animales que habitaban aquel camino que tantas veces había hecho, habían huido a sus madrigueras, las aves se encontraban en las partes más elevada de las copas de los árboles, había rastros de sangre de lagarto, resultado seguramente de alguna pelea entre desertores u otras criaturas acechantes.
Entonces, Maltos tomó la decisión de esconderse en algún lugar discreto, para formular algunos hechizos que le preparasen para el combate en caso de haberlo y agitando su medallón dejó que su cuerpo fuese dominado por el espíritu de un cazador, que podría permitirle moverse con sigilo por los caminos.
Se levantó, tensó sus músculos y comenzó a centrarse en el combate, haciendo que sus ataques a partir de ese momento, pudiesen ser mortales.
Con un movimiento rápido, empuñó sus tridentes y se dispuso a continuar su camino hacia Grimoszk de la manera más sigilosa que sabía.
A los pocos metros, encontró un pequeño goblin alimentándose de la carne que había conseguido al matar y descuartizar a un cocodrilo de la zona.
Maltos, sigilosamente, se colocó en la espalda de la criatura y lanzó una ráfaga de golpes certeros que perforaron la espalda del goblin como si se tratase de un cojín ante un gran cuchillo.
La criatura aulló y trató de darse a la fuga, internándose unos metros hacia los márgenes del Iaurduin, hecho que no pasó inadvertido para Maltos, pues la criatura estaba haciendo justamente lo contrario de lo que solían hacer las criaturas que pelean contra lagartos, huía dirigiéndose hacia los pantanos de Zulk.
Maltos se preparó para correr tras la criatura para rematarla, pero reparar en ese detalle, hizo que se decantase por la opción de continuar desplegando sus dotes de cazador y confiar en que las hemorragias causadas por sus tridentes, no dejarían que la criatura llegase muy lejos.
Trató de ocultarse entre la vegetación de la zona, mientras contemplaba impasible la huida del goblin.
Su intuición y experiencia acababan de hablar, observó como otros 4 goblins se acercaban al goblín malherido y lo rodeaban, moviéndose inquietos y gritando alarmados.
El goblin trató de hablar, pero tras vomitar sangre y dar un par de pasos tambaleantes, cayó a plomo hecho un ovillo sanguinolento.
Los 4 goblins, cuchichearon en voz baja para no ser escuchados, introdujeron el cadáver en un saco y aprovechando la escasa dureza de la tierra pantanosa, enterraron a su compañero, momento que maltos aprovechó para esconderse mejor, trepando a la copa de un árbol cercano y desde la espesura del bosque, vio como los 4 goblins tras una rápida conversación se dispersaron. Uno de ellos, se dirigió hacia donde Maltos permanecía agazapado, otro se dirigió hacia los pantanos y los dos restantes se dirigían hacia las tierras húmedas que desembocaban al sur de Takome, desobedeciendo la premisa lagarta de que la unión hace la fuerza. -
Maltos susurró en voz baja y acarició su anillo de la oscuridad
Agitó de nuevo su medallón y dejó que el espíritu de un soldado, se introdujese en su cuerpo,
Empuñó 2 de sus mejores armas y esperó en silencio a que la criatura se pusiese donde él deseaba.
Esperó durante unos segundos y vio como el goblin caminaba despacio, examinando pisadas, plantas pisoteadas, marcas en la tierra, que pudiesen indicarle donde se había escondido el asesino de su camarada.
Pasito a pasito, el goblin fue aproximándose al pie del árbol donde Maltos estaba oculto, pero Maltos permanecía quieto tratando de no hacer ningún ruido, aguantando incluso la respiración.
Al fin el goblin se detuvo al pie del árbol y examinó el suelo en las cercanías del mismo. Encontró un trozo de corteza del árbol, lo recogió y lo miró con atención, Maltos leyó su pensamiento y supuso que el goblin estaba empezando a comprender que ese trozo de corteza solo podía haber sido arrancado por unas botas trepando aquel árbol.
Un susurro de hojas sonó y cuando el goblin alzaba la vista, no vio la masa oscura que sin esperarlo, iba hacia él a toda velocidad, la criatura trató de reaccionar, movió el cuerpo hacia atrás para evitar el impacto de aquella mole, que blandiendo 2 grandes garrotes, le cayó encima.
Se giró pero solo pudo evitar parte del golpe. El golpe le acertó en una de las piernas, partiéndosela a la altura de la rodilla. El goblin cayó boca abajo, mientras se echaba ambas manos a la pierna partida, gritaba en pánico. Maltos pasó uno de sus brazos por delante de su cuello para sostener a la criatura inmovilizada, a la vez que le introducía uno de los extremos de uno de sus garrotes en la boca para que guardase silencio. Mantuvo esa posición durante unos segundos, a la vez que pensaba que hacer con aquella criatura.
De un fuerte tirón del cuello y forzándole con el garrote, obligó que el goblin se pusiese en pie. La criatura se levantó a duras penas, entreteniéndose en quejarse y tratar de parecer dócil y lastimero, a la vez que sacaba un pequeño puñal de su cinturón. Maltos, al ver el brillo del filo del puñal, dirigiéndose hacia su rostro, impulsó su cuerpo hacia atrás bruscamente, dando medio giro. Aprovechando la inercia del giro, golpeó con la cola la pierna sana del goblin, haciendo que cayese al suelo de nuevo. Maltos levantó su garrote por encima de la cabeza y se dispuso a aplastar el cráneo de aquel individuo. Pero se percató de que alguien los estaba observando y buscó con la mirada hasta que reparó en aquel brillo azul sobre su cabeza. Das’shuz sonreía mientras pasaba aquella lengua viperina por sus labios, anticipando el bocado que iba a probar.
Maltos saltó hacia atrás, cuando vio que Das’shuz se descolgaba del árbol y se abalanzaba sobre ellos. La nueva criatura, cayó sobre el goblin con la fuerza de un huracán, hincando su espada azul en el estómago de aquel pobre desgraciado. Mientras Das’shuz abría sus fauces y comenzaba a engullir grandes trozos de carne del cuerpo ya sin vida de aquel goblin, Maltos optó por alejarse con toda cautela al principio y cuando ya estaba a unos metros, echó a correr hacia los pantanos. -
Grimoszk: Puerta Oeste Te encuentras en una de las tres puertas de Grimoszk, los lagartos de esta ciudad se sienten especialmente orgullosos de la seguridad de la misma, y no es para menos… un sistema de torres con arqueros y guardias comunicados protegen la ciudad.
Droock miraba su libreta de encargos en la puerta oeste de Grimoszk. Frunció el ceño por tercera vez al releer el encargo de Sshryssta, la anciana Chamán.
- Menudo encargo más aburrido – Se decía mientras por cuarta vez leía la libreta. Recoger un puñado de ranas tóxicas por el pantano para que las nuevas ovadas fueran más fuertes. ¡Como si eso a Droock le importase algo!
- Encargo para chamanes aprendices – Pensaba mientras con cara hosca se dirigía hacia los márgenes del Iaurduin. Pero su expresión cambió en seguida al percibir ese peculiar olor que tanto le gustaba a Droock.
Le llegó con total nitidez a su sensible olfato. Sangre de Goblin supo al instante y su expresión cambió a una más natural en él, una que sin duda significaba muchos problemas para su objetivo. Sus pupilas se dilataron, las plaquetas de su torrente sanguíneo se prepararon para regenerar cualquier herida y las garras se tensaron dispuestas a destripar a su enemigo. Por último, oscureció sus escamas para fundirse con la noche y, sin perder ni un instante el rastro de olor a sangre, se movió entre las sombras.
Al poco, pudo ver un goblin que se acercaba a su posición velozmente. La expresión de terror era notable en el rostro del paliducho goblin. Su correr se detuvo en seco cuando hincó la lanza que llevaba en ristre entre unas rocas del camino pedregoso. El mango de la lanza se le clavó en el estómago, lo que le produjo un pequeño grito con el poco aire que le quedaban en los pulmones. Droock se relamió los colmillos al ver que el desdichado goblin seguía vivo y no se había empalado sin necesitar ayuda de nadie.
Aturdido, el goblin cayó al suelo con un golpe seco. Meneó la cabeza para quitarse los puntos negros que le bordeaban la visión y, como pudo, consiguió llevar aire emponzoñado del pantano a sus negros pulmones. De un salto, agarró el mango con ambas manos y dio un tirón fuerte haciendo que cayera la lanza sobre el suelo ante sus pies.
Droock con una sonrisa maléfica no dejaba de observar escondido todo el espectáculo de su pequeña víctima. El goblin cogió la lanza con manos temblorosas y echó a correr a toda prisa, como recordando de repente de qué huía. Cada vez se acercaba más a la posición de Droock, lo que le permitió verle con más claridad.
Se trataba de un goblin de poco más de metro y medio de altura, con cicatrices por todo el rostro y con unos ojos que se le salían de las cuencas a causa del miedo. Su escaso ropaje no podía ser diferente al resto de su cuerpo. Unas cuantas tiras de tela sucia le cruzaban el pecho, así como en las piernas que no dejaba nada a la imaginación. Todo su cuerpo temblaba, aunque Droock no supo distinguir si por miedo o por el simple hecho de correr. La lanza se bamboleaba de arriba a abajo, a veces casi rozando el suelo.Márgenes del Iaurduin Te encuentras en una angosta senda que cruza la densa jungla que une el bosque de Orgoth y los Pantanos de Zulk. La senda va pegada al ancho y caudaloso río Iaurduin, que cruza de un extremo a otro la jungla, uniendo las dos salidas. A tus lados hay una extensa línea de árboles que se adentran en lo profundo de la selva, donde todo tipo de animales habitan.
A Droock poco le importaba lo que aterraba al desdichado goblin. A él solo le importaba la comida.
Con la característica impulsividad de Droock, se abalanzó con un salto sobre la criatura, pero la torpeza del goblin le salvó el cuello, esta vez. El goblin tropezó con las rocas del camino y salió rodando por debajo de Droock y la lanza en otra dirección. El goblin quedó espatarrado bocarriba con los ojos mirando en todas direcciones. Droock aterrizó a su espalda e inmediatamente se giró hacia su víctima. Con una velocidad sorprendente, Droock empujó con el hocico al goblin y le estampó contra un pino de la senda. Simplemente el goblin se dejó caer al suelo y pudo enfocar a su agresor, lo que le desorbitó más los ojos si eso era posible. Droock no perdió ni un instante y de un salto, con la boca bien abierta dispuesta a morder, se abalanzó otra vez más hacia el goblin. Sin embargo, por puro instinto, el goblin rodeó el tronco a gatas y Droock clavó los colmillos en el pino.Droock dejó escapar un grito enfurecido mientras desclavaba los colmillos de la madera. El goblin hizo lo primero que se le pasó por su escasa inteligencia. Echó a correr sin darse cuenta que iba directo a la zona pantanosa de Zulk. Droock, al ver la dirección del goblin, sonrió dejando visible todos sus puntiagudos y largos colmillos. Con paso ligero pero firme, fue directamente al pantano. Por otra parte, el goblin nada más pisar la tierra fangosa trastabilló, tropezó con una raíz dándose de bruces y quedando bocabajo en el fango.
El pobre goblin intentó levantarse una vez más, pero solo quedó en eso, un intento. Droock le incrustó una de sus garras que le atravesaron de lado a lado y como si fuese un tenedor, en la boca se lo metió.Tras dar buena cuenta del goblin y dejar algunas pertenencias del desdichado con un eructo, Droock comenzó a pensar por qué corría tan asustado, lo que propició el maravilloso encuentro. Regresó a la escena del crimen y olfateando descubrió el rastro que dejó el goblin a su paso. Entre tantos olores pudo distinguir el olor a otros goblins y otro que le era más familiar. Olores de lucha. Olor a sangre, a sudor, a muerte, a terror…
Y sin pensarlo dos veces, una vez más, Droock oscureció sus escamas y se aventuró en la espesura. La curiosidad mató al lagarto, o el lagarto mató a la curiosidad…Que no te engañen las letras.
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