Historia de un bardo. Cuentos adicionales. El joven pintor: los inicios.

Historia de un bardo. Cuentos adicionales. El joven pintor: los inicios.

Como ya ha sido contado, el pequeño Luedau empezó a pintar a muy temprana edad, primero las paredes de su casa, lo cual le costó más de una reprimenda. Para plasmar su arte utilizó la arena de los caminos, pero sus obras eran efímeras, nadie tenía cuidado con ellas. Muchas veces quedaban destruidas por las pisadas de los transeúntes y las rodaduras de las carretas sin ni tan siquiera haberlas terminado, lo cual frustraba mucho a Luedau. El siguiente paso de su arte le llevo a recoger piedras y minerales de diferentes colores y distintas tonalidades con ellas hacía murales realistas de Kattak o Kheleb-Dum. Estas obras eran algo menos efímeras, los kathenses apreciaban más belleza en ellos. Así que Luedau tuvo un maravillosa idea: iba a vender su arte. Ofreció a los vecinos de Kattak hacerles los murales en sus jardines, alejados de pisadas y carretas, la propuestas tuvo una buena recepción y muchos contrataron al joven Luedau. Había conseguido sus primeros ingresos, aunque no tardaría en gastarlos. En seguida acudió a ver a Morigan y compró lápices, pinceles, pinturas, pergaminos… se hizo con un caballete y por fin pudo practicar el arte de la pintura. Que sus obras fueran permanentes le permitió revisarlas, encontrar errores en sus trazos, perfeccionar las tonalidades de los colores, en definitiva, mejorar sus cualidades como pintor. Su rincón preferido para dibujar siempre ha sido el Bosque de Naindel, justo a la orilla del río. Nadie sabe cuantas veces pudo Luedau dibujar ese paisaje, muchas de sus obras las destruyó el mismo Luedau porque consideró que no mostraban con suficiente realismo la belleza del entorno. Lo que sí sabemos es cuales fueron los primeros cuatro cuadros que Luedau encargó a Slahma que le enmarcara. Hoy puedes ver esos cuatro cuadros en la taberna de Kattak.