Inicio › Foros › Historias y gestas › Historia de un bardo. Parte 2: El bardo trotamundos: un viaje de ida y vuelta.
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El joven Luedau creció en Kattak, a la sombra de su padre Renof, quien también fue un conocido bardo de la vieja escuela. Renof fue más conocido por sus padre: Tandra y Mortriek, quien fuera general de la Alianza de Darin durante muchos años. Aún hoy en día Luedau habla con orgullo de sus abuelos Mortriek y Tandra de quienes aprendió a vivir en un mundo lleno de peligros y a sobrevivir a las extrañas criaturas que venían del norte, aprendió a distinguir el bien del mal. Por otro lado, de su padre aprendió el amor por las artes en general y por la música en particular.
El joven Luedau fue madurando, pasó mucho tiempo en Kattak, su ciudad natal, en ella el contacto con los enanos era diario, seguramente ese hecho ha ido determinando su carácter huraño, su sentido del humor tantas veces incomprendido, sus frases fuera de lugar. Estos comportamientos les han causado más de una crítica y más de algún quebradero de cabeza. Toda su juventud presumió con orgullo de su ciudad natal. No perdía ocasión para ensalzarla. No le gustaba pasar demasiado tiempo fuera de su ciudad, le encantaba escuchar las historias de su abuelo Mortriek y de los aguerridos enanos cuando regresaban de sus expediciones o de la guerra. Así entabló una bonita amistad con un joven enano: Birgum, quien acabaría sustituyendo a su abuelo como General de la Alianza de Darin.
A pesar de su amor por por Kattak Luedau quería conocer las ciudades del bien. Así que ocasionalmente abandonaba su ciudad con la escusa de realizar encargos en otras ciudades o ir a conseguir inspiración para sus obras. Pasó gran tiempo en Veleiron tratando de confirmar la opinión que los enanos tenían de los semi-elfos. Pudo comprobar que en efecto, los enanos tenían razón. Quizá por el carácter de esas criaturas, quizá por la sugestión que los enanos habían ido inculcando en Luedau, pero lo cierto es que Luedau nunca consiguió simpatizar con los semi-elfos… con una excepción… ¡Oh, el amor! Luedau se había enamorado en silencio de una hermosa barda semi-elfa: Silvhia, quien posteriormente, y de manera incomprensible, cambiaría su nombre por el de Aldamare. Si guardó silencio por timidez, por respeto a que esa hermosa barda estaba comprometida con Wyrond o por vergüenza a reconocer ante los enanos que se había enamorado de una semi-elfa. ¿Qué pasó por su cabeza? Eso solo lo sabrá él.
El joven Luedau también conoció Ak’Anon, entró en contacto con los gnomos, quienes le parecieron mucho más simpáticos que los semi-elfos. Luedau disfrutaba mucho con los extraños engranajes y artilugios gnómicos. En esa ciudad bajo la montaña, no es que se sintiera como en casa pero al menos sí se sintió siempre muy cómodo. Allí conoció a Gidry, un amable gnomo que le enseñó la ciudad y sus alrededores.
En otra ocasión, puso rumbo al norte para conocer Eloras, le maravillaban sus verdes praderas con sus diminutas casas. Disfrutaba mucho con los halflings, entabló amistad con Ebo y con Zaza, aprendió mucho de ellos. El estado de relajación que le producía Eloras era tan grande que algunas de sus mejores obras las compuso allí. Lo único que no le gustaba de Eloras era tener que agacharse para entrar en la taberna y la ausencia de la verdadera cerveza de los enanos.
En el Reino de Takome, quedó maravillado con La Catedral de Eralie, envidió con todas sus fuerzas que Kattak no tuviera una construcción similar para orar a su Dios. Recorrió sus sus caminos empedrados, sus altas construcciones… Al contrario de como se la había imaginado, Takome era una ciudad bonita. Quizá sus prejuicios venían de las historias que escuchaba a sus amigos enanos. En Takome conoció a Giflink un guardabosques con el que tuvo un encuentro un poco conflictivo, pero esa historia será parte de otro capitulo, ahora estamos hablando del largo viaje de Luedau por las tierras bajo dominio del bien. Lo que sí os puedo adelantar es que Giflink resultó ser muy amable y dio al joven Luedau buenos consejos y le ofreció su ayuda como ya veremos. Además se volvió a cruzar con aquella semi-elfa de la que se había quedado prendado. El bardo pasó bastante tiempo en Takome, especialmente en Aldara donde dedicó gran parte de su tiempo a disfrutar del mar, dibujar y componer.
Mientras tanto, Luedau seguía progresando y recorriendo las ciudades del bien. Su siguiente parada fue Aethia, una de las ciudades de Eldor. Allí conoció a Kyt un joven Monje Valdar que no paraba de hacer extraños movimientos de combate incomprensibles para Luedau. Posteriormente, tras una larga conversación con Kyt comprendió las técnicas de combate Valdar. Además el joven monje tuvo el detalle de enseñarle todo el funcionamiento de Eldor, una manera más cooperativa y menos comercial que en el resto de ciudades. Luedau se sintió atraído por estas tierras tan diferentes así que Kyt le fue mostrando las diferentes zonas e islas de Eldor. Luedau quedó maravillado por el trajín de barcos que iban y venían, unos cargados de mercancías, otros transportando personas de una isla a otra. Era su segundo contacto con los barcos y quedó maravillado, se prometió que algún día sería un gran marinero y surcaría los mares de Eirea.
Luedau había conocido las grandes ciudades del bien, todas le aportaron algunas enseñanzas, en todas pudo conocer personas y lugares, se maravilló con los inventos de los gnomos, con las diminutas casas de los halflings, la gran Catedral de Takome, el mar que pudo ver por primera vez en Veleiron y posteriormente en Aldara, le maravilló el cooperativismo de Eldor y los grandes barcos que llegaban a Takome o se desplazaban por las islas de Eldor. Pero nada podía sustituir la tranquilidad de Kattak y la compañía de los enanos. Así que simplemente regresó a su ciudad natal, más experto y más sabio.
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