Inicio Foros Historias y gestas Historia de un guardabosques de Thorin

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Autor
    Respuestas
    • pequeño halfling
      Participant
      Número de entradas: 106

      No puedo decir que esté orgulloso de mi infancia. Tampoco de mi niñez. No llegué a conocer a mis padres. Los recuerdos más antiguos que aún habitan en mi pensamiento, son los del duro trabajo al que estuve sometido desde siempre. Los dolorosos latigazos y los atormentantes gritos de mis esclavistas.
      Mis compañeros me dijeron que el tirano que me compró, lo hizo por 100 maíces. Un precio aunque bajo, suficientemente generoso tratándose de un niño humano. Y fué así como me llevaron en un carro de esclavos desde Grimoszk al reino de Dendra para, finalmente, quedar al servicio del terratiente de los cultivos de Brenoic.
      Los días eran largos y las noches cortas. Días de sol abrasador, palizas y trabajo duro sin descanso. Noches de poco alimento, poca agua, y unas siempre insuficientes horas de reposo.
      Dormíamos apilados en camastros compartiendo lecho de dos en dos. Los camastros se apilaban alrededor de una miserable choza fabricada con caña y barro. El pestilente hedor de los malolientes cuerpos sudorosos y doloridos, además, propiciaba el acercamiento de todo tipo de parásitos e insectos inundando el lugar de un ambiente enfermizo.
      Una mañana, antes incluso de escuchar la llamada para empezar nuestra jornada, nos despertaron los gritos en la lejanía de los habitantes de la aldea. Al parecer, una incursión enemiga se adentraba en los dominios del Imperio Dendrita asolando todo a su paso. Algunos de mis compañeros aprovecharon el momento para huir. Unos murieron a manos de los guardias que custodiaban la zona. Otros, simplemente desaparecieron. Jamás volví a saber de ninguno de ellos.
      Yo fui un cobarde. Me quedé dentro de la choza, agazapado en un rincón y temiendo por mi suerte.
      La batalla debió durar horas. Gritos de combate se escuchaban en todas direcciones. Gritos que evolucionaban por momentos a lamentos y súplicas de piedad por parte de las víctimas de la lucha.
      De repente, la enclenque figura de un semi-elfo apareció en la estancia. Su cabello, liso y castaño, caía tejido en multitud de diminutas trenzas sobre sus hombros. Sus ojos eran de un verde intenso, remarcados por unas espesas cejas.

      • Muchacho!!! entiendes mi idioma? – Dijo el semi-elfo dirigiéndose a mí en perfecto idioma Adurn.
      • Si, señor. Por favor, no me matéis. Haré lo que sea preciso.

      El semi-elfo sonrió, y acto seguido dijo:
      – No he venido a acabar con tu vida. Mi misión no es otra que aniquilar a los infieles seguidores de Seldar y sus demonios. Soy seguidor del bien y defensor de la vida.

      No tardé en aprovechar, para suplicar la oportunidad de salvar mi vida:
      – Entonces, llevadme con vos, os lo suplico. Jamás he conocido otra cosa que este horrible mundo.

      A la señal del semi-elfo, una preciosa Singla apareció en el lugar, agachándose al lado del recién llegado y en espera de sus órdenes. El druida entonces me indicó que podía montar en la quimera para abandonar el lugar.

      La quimera de un druida es una de las mayores maravillas que he conocido. Quizá porque el recuerdo de mi salvación quedó marcada por aquel momento a lomos de la Singla de Astrion, el gran druida de Thorin. Por eso, no puedo evitar sonreír al ver una protegiendo valientemente a su compañero.

      Juntos viajamos atravesando el reino de Dendra. Esquivamos emboscadas a lo largo de las sendas que discurren hacia Ryniver, matando asaltantes y enemigos de todo tipo. Finalmente, pudimos abandonar el odioso Reino del Imperio Seldar. Una vez en el Reino de Anduar, pudimos refugiarnos un par de días en Eloras. Una pequeña y apacible Aldea junto al camino de Ostigurth. Allí conocí a sus gentes. Unos perezosos pero muy amigables hombrecillos de mediana estatura. Halflings, amantes de la buena comida, buena bebida y largas y humeantes pipas. Haber conocido a los habitantes de Éloras siempre me ha hecho tener una gran simpatía hacia los halflings, aprendiendo incluso su perfeccionado arte para el sigilo y el escondite. Ellos, son excelentes tiradores e incluso ladrones, capaces de cruzar por delante de cualquiera pasando desapercibidos totalmente.

      Después del merecido descanso reparador. Partimos en dirección a lo que hoy en día es mi hogar. La aldea del Claro de Thorin.

      Allí crecí, haciéndome cada día más fuerte, compartiendo mi juventud y adolescencia con quienes serían mis familiares para siempre. Enorthus y Natyel. Jugábamos mucho al escondite, ocultándonos y mimetizándonos tras la verde cortina de matorrales y árboles del bosque. Por fin conocí la libertad y la pasión que llenaba mi ser, que no era otra que mi amor a la naturaleza y las criaturas del bosque. Me apasionaban las historias de batallas contra las fuerzas de Seldar y Ozomatli. Historias que contaban los ranger más aventajados de la aldea alrededor del fuego en las frias noches de invierno. Decidí entonces entrenarme para convertirme en guarda bosques de Thorin, formar parte de esos valerosos ranger, y defender el territorio del bosque de Thorin de cualquier invasor.

       

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Debes estar registrado para responder a este debate.