Inicio › Foros › Historias y gestas › Historias de un adorador de khaol (no me mateis soy nuevo en esto xd)
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3 motivos fueron los que impulsaron al normalmente neutral semi drow a realizar un asalto que alteraría de tal manera su diplomacia.
El primero, una serie de contratos entre él y miembros del puñal ensangrentado, quienes querían brindarle un jugoso acuerdo que beneficiaría enormemente a ambas partes, y que les permitiría darle un buen golpe al imperio.
El segundo, un encargo de raztge que le obligaría a presentarse allí, y la necesidad de ser visto con mejores ojos por los keelitas.
Y el tercero. El tercero, quizás el más importante para el mestizo, y el que más le afectaba personalmente. Los aguas negras. Los odiados aguas negras, con esa maldita relación comercial recientemente descubierta entre los dendritas y esos cabrones.
Ya le parecía raro que a pesar de sus ataques (y los de otros) a sus almacenes lograsen recuperar lo perdido a tal velocidad. Explicaba la cantidad de equipamiento que él encontraba tanto en los cuerpos del brazo armado de la organización como en sus cajones de envíos, explicaba los innumerables cajones de drogas variadas, y posiblemente algo del oro sin marca alguna.
Tras meditarlo brevemente, llegó a la conclusión de que la caída de lésfora beneficiaría al imperio, pues tal suceso dañaría a keel en sobremanera.
Y es por ello, que, tras percatarse de lo nombrado anteriormente, y tras balancear las ganancias y pérdidas de los distintos modos de actuar que pudo idear, atacar los jardines de Ankhalas le pareció lo más beneficioso.
Así pues, en una noche en la que ambas lunas estaban ocultas, comenzó su ataque.
Con la máscara de las mentiras tapándole el rostro, y sendos puñales envueltos por el fuego oscuro de su señor, inició su asalto asesinando a los guardias de la entrada de los jardines del templo. Corto fue el combate, gracias en su mayor parte al invisible fuego que cubría sus puñales, y que al entrar en contacto con las heridas las abrasaba causando más daños.
Tras la muerte de aquellos infelices mercenarios, procedió a eliminar metódicamente a todo ser vivo que se encontrase en el jardín, y a cumplir de paso el encargo por el que Raztge iba a pagarle.
Es así, que, al llegar a las cerradas puertas del templo principal, a sus espaldas dejó la muerte que tanto adoraban los fanáticos de seldar.
La caída de los protectores de estas puertas fue muy similar a la de los de la entrada de los jardines, variando un poco en la duración de la pelea y en el dolor padecido por los seldaritas. Reticente ofreció el sacrificio de sangre que era menester para abrir los portones, y así poder abrirse paso.
Ya dentro del templo, mató uno tras otro a los acólitos y sacerdotes, que pillados muchos en sus lechos murieron sin soltar palabra.
Destino parecido fue el de los guardias del interior del sagrado recinto, morir como sus protegidos. Morir como el monje del altar en cuyo cuello lucía una nueva sonrisa por la que se derramaba su sangre sobre el altar de su sangrienta deidad. O como los peregrinos que de rodillas oraban a su dios, postura en la que permanecían aún, con las manos cubriendo las heridas de sus pechos. O como tantos que dormirían en sus catres por siempre jamás.
Arrasó con toda vida del templo, como el más digno servidor de seldar, regalándoles la muerte a la que tanto esos incautos rezaban.
Y tras dejar macabras escenas de muerte al nivel de las ejecutadas por los mismos seldaritas, huyó de Ankhalas para recoger su paga, eso sí, con el corazón rebosante de alegría por el golpe que le esperaba al imperio.
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