Inicio › Foros › Historias y gestas › Historias del Mar de Hielo. Parte 1. El encuentro.
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Lo primero que notó Essel fue la ausencia de viento.
Había permanecido hora tras hora en su precaria posición allí en lo alto del mástil, y, durante todo el tiempo, aun en su estado semiconsciente, no había dejado de percibir la incesante presencia del viento, que había hecho volar su mente de regreso al viento helado de Keel, su hogar durante tantos años.
Sin embargo, aquel persistente gemido lastimero no le había producido ningún alivio sino un continuo recuerdo de su difícil situación y la certeza de que aquél iba a ser el último sonido que escucharía con vida. Pero había desaparecido. Únicamente el crepitar de las olas rompía el plácido silencio.
Essel abrió con dificultad un párpado y miró con aire ausente el horizonte, intentando discernir dónde se encontraba y lo que había a su alrededor. El ambiente era frío, y un pesado manto le cubría el cuerpo hasta los hombros.
Sintiéndose súbitamente vulnerable, Essel se incorporó y se apoyó sobre los codos. Una oleada de oscuridad lo envolvió e hizo que sus pensamientos empezaran a girar en unos incesantes círculos. Mareado, se dejó caer pesadamente. Recobró la vista durante un breve instante, lo suficiente para ver la silueta de una nave, que se dirigía hacia él. Sintió cómo sus pequeñas barbas, que a la luz de la luna relucían como la plata, le acariciaban el rostro. —Veneno de araña —murmuró suavemente una voz de mujer a lo lejos—. Hubiera podido matar cualquier cosa menos a un halfling. Luego, todo quedó sumido de nuevo en la oscuridad. Essel perdió el conocimiento, y volvió a despertarse pocas horas después, más fuerte y despabilado.
Intentando no moverse ni llamar la atención, entreabrió un ojo y se puso a inspeccionar lo que había a su alrededor. En primer lugar, dirigió la vista a sus cosas apiladas. Satisfecho al ver que todo su equipo seguía allí, volvió lentamente la cabeza. Se encontraba en una habitación de reducidas dimensiones, aparentemente una estancia única, pues sólo se veía una puerta, que parecía conducir al exterior. La mujer que había vislumbrado antes —aunque hasta ahora Essel no había estado seguro de que la imagen no había sido un sueño— estaba de pie junto a la puerta, observando a través de la única ventana el cielo nocturno del exterior. Sus cabellos eran en verdad plateados, no un reflejo de la luz del fuego. Pero no parecían encanecidos por la edad; aquella lustrosa cabellera brillaba con asombrosa viveza. —Disculpe, señora —murmuró el halfling, aunque la voz le fallaba. La mujer se dio la vuelta y lo observó con curiosidad—. ¿Podría explicarme que hago aqui? —inquirió. La mujer atravesó la habitación como si flotara y ayudó a Essel a incorporarse. De nuevo una oleada de oscuridad se abatió sobre el halfling, pero luchó por controlarla.
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