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    • Alambique
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      ElPrimerDíaEnLaSedeDeInventores

      Alambique entró en la sede de Inventores, hoy era el día en el que iba a comenzar sus estudios, había esperado tantos años en ser aceptado en el gremio de Inventores, que no podía imaginar que hoy era el gran día.

      A pesar de las indicaciones de sus compañeros, había decidido desoírlas y seguir su instinto. Todos le habían desaconsejado la profesión de inventor.

      Que si era muy aburrida, que si era muy exigente, que si no iba a ser capaz de construir nada, que si los inventos exigían materiales demasiado complicados de conseguir…

      Abrió las puertas de la SalaDeCreacionesExitosasYNoTanExitosas, buscó uno de los bancos de trabajo libres y se sentó en un taburete.

      El banco estaba demasiado alto, alcanzó una pequeña palanca del taburete y consiguió subirlo, pudiendo descansar sus codos sobre la mesa de trabajo.

      Revisó la caja de herramientas que había a su izquierda, conocía la mayoría de herramientas presentes.

      A su derecha vio una montaña de planos, supuso que carecían de orden alguno.

      En frente de él, un pequeño atril metálico serviría para colocar el plano a construir y tener todos los detalles visibles.

      Miró a su alrededor, obviamente no conocía a nadie, ya que era su primer día.

      Sí que percibió que era el mayor de los alumnos, ya le dijo su compañero MezcloMaterialesHastaQueHacenPum que se le estaba pasando el arroz.

      El Maestro Inventor entró en la SalaDeCreacionesExitosasYNoTanExitosas y fue recorriendo todos los bancos de trabajo mientras entregaba el primer plano a construir a cada uno de los alumnos.

      ‘DejadElPlanoCómoOsLoHeDado, CuandoOsAvisePodéisDarleLaVuelta’.

      Alambique dejó el plano boca abajo mientras con sus finos dedos tamborileaba sobre la mesa.

      ‘EstáBien, PodéisDarleLaVuelta’, dijo finalmente el Maestro Inventor.

      • Este debate fue modificado hace 2 years, 2 months por Alambique.
    • Alambique
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      ElPrimerInventoDeAlambique: AparatoDeConsultaDelPosicionamientoDelSol

      Alambique, al escuchar las palabras del Maestro Inventor, dio la vuelta al plano y lo colocó rápidamente sobre el atril.

      El plano estaba dibujado con tintas de diferentes tonalidades, las partes principales del invento estaban dibujadas con una tinta oscura, el resto de piezas menores estaban dibujadas con tintas más claras, de tonalidad marrón. Las uniones entre las piezas, como bisagras, gomas, cintas, estaban pintadas de color azul. Existían también anotadas algunas observaciones que indicaban extremar la precaución en algún paso en concreto.

      Por último, en la parte inferior derecha del plano, se indicaba el número de ayudantes necesarios.

      Alambique vio que para este invento sería necesario la colaboración de un artesano no muy experimentado.

      Leyó en voz alta el nombre de su invento:

      ‘AparatoDeConsultaDelPosicionamientoDelSol, MeEncantaLaIdeaDeSaberDóndeSeEncuentraElSolEnCadaMomento’.

      Alambique repasó los materiales necesarios, sólo requería una vara de madera y una piel de anguila. Estaba claro que se trataba de un invento bastante sencillo.

      ‘Maestro, UnaPregunta’, se atrevió a decir Alamabique.

      ‘SiEsSobreLosMateriales, EnEsaEstanteríaPuedesEncontrarLasVarasDeMaderaYEnEseCajónEstánLasPielesDeAnguila’, dijo el Maestro Inventor.

      ‘EsoEra, Gracias’, contestó Alambique sorprendido.

      Alambique se levantó del banco de trabajo, alcanzó una de las varas de madera y la colocó sobre su mesa. Fue también al cajón de las pieles de anguila, rebuscó en él y sacó una piel de longitud considerable.

      Volviendo a su mesa, preguntó de nuevo:

      ‘Maestro, TengoUnaPregunta’.

      ‘SiEsSobreLosAyudantesQueNecesitaréis, CuandoTengáisTodosLosMaterialesEnVuestrosBancosDeTrabajoLosAvisaré’, contestó el Maestro.

      Alambique sonrió, parecía que el Maestro había escuchado este tipo de preguntas hasta la saciedad.

      El Maestro Inventor se aseguró de que cada alumno tuviera todo en la mesa e hizo sonar una campanilla de metal.

      ‘Tilin tilin tilin tilin tilin’

      Una pequeña puerta que daba a una sala contigua se abrió y aparecieron diez gnomos que se repartieron entre los alumnos asistentes, sentándose cada uno de ellos junto a un alumno.

      ‘Buenas, MiNombreEsHagoSerrínConUnTronco, Encantado’, dijo el gnomo que se sentó junto a Alambique.

      ‘MuchoGusto, YoSoyAlambique, FuturoInventorDePrestigio’

      ‘YaColaboréAlgunaVezEnLaCreaciónDeEsteInvento, NoTePreocupesSiTeAtascas’, dijo HagoSerrínConUnTronco.

      Alambique sonrió, eso le daba cierta tranquilidad.

      Alambique leyó las instrucciones del plano y se dispuso a repetírselas a HagoSerrínConUnTronco.

      ‘NecesitoQueCojasEstaVaraYLaRebajesHastaUnTamañoDeUnasCuatroPulgadas’, dijo Alambique haciendo un gesto con su mano.

      ‘EsoEstáHecho.’, HagoSerrínConUnTronco tomó la vara y con una sierra cortó exactamente por dónde le había indicado Alambique. Después procedió a limar los bodes, quitando las astillas presentes y dándole una forma ovalada.

      ‘TeHaQuedadoPerfecta, MuchasGracias’, dijo Alambique tratando de congeniar con HagoSerrínConUnTronco y no parecer que sólo sabía dar órdenes.

      ‘AhoraNecesitamosQueTratesLaPielDeAnguila, DándoleElasticidadYQueLaCortesEnPorcionesPequeñas’, dijo Alambique.

      HagoSerrínConUnTronco cogió la piel de la anguila y la sumergió en una cuba con un líquido plateado y comenzó a cepillarla con un cepillo de puas blandas. Conforme la cepillaba la iba estirando una y otra vez. Finalmente, dispuso la piel sobre el banco de madera y, fijándola con unos alfileres, hizo varios cortes sobre ella, recortándola en cuadrados perfectos.

      Alambique cogió los pequeños trocitos de piel de anguila y los fue colocando meticulosamente en el trozo de madera.

      Tras varios minutos y algún que otro insulto en voz baja, Alambique mostró el invento a HagoSerrínConUnTronco.

      ‘SiTeHaQuedadoPerfecto, NadieDiríaQueEsElPrimeroQueHaces.’, dijo HagoSerrínConUnTronco ilusionado.

      Alambique colocó el invento en su mesa, bien visible. Miró a su alrededor, sus compañeros aún no habían terminado.

      Sonrió a HagoSerrínConUnTronco y le dijo:

      ‘HacemosUnaGranPareja, TodoUnPlacerInventarContigo.’

      HagoSerrínConUnTronco le devolvió la sonrisa.

    • Alambique
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      PrimerasDificultadesEnLaSede

      El Maestro Inventor recorrió las mesas de todos los alumnos, revisando los inventos que habían ido realizando. Había una gran variedad en los resultados. Algunos inventos no servirían ni para pisapapeles, otros, en cambio, habían sido construidos al pie de la letra y rozaban la perfección.

      Un ayudante del maestro pasó por cada una de las mesas recogiendo los inventos y los que podían ser aprovechados los iba colocando cuidadosamente dentro de una caja de madera.

      ‘Maestro, HeContadoUnTotalDeSeisInventosExitosos’, dijo TodoLoQueDigasOHagasMePareceGenial.

      El Maestro Inventor miró al resto de la clase y contó un total de veinte alumnos. Para ser el primer invento, de nula dificultad, catorce fracasos era demasiado. Tendría que ponerse serio o sería otra promoción de inventores fallida.

      ‘VamosAHacerUnaCosa, Atendedme,’, dijo el Maestro Inventor.

      ‘Silencio, AtendedAlGranMaestroCuandoOsEstáHablando.’, añadió TodoLoQueDigasOHagasMePareceGenial.

      ‘ElSiguienteInventoEsUnPocoMásComplicado, PeroNadaDelOtroMundo, Tranquilos. VistoQueNoPonéisElSuficienteEmpeño, TodoAquelQueNoSupereLaSiguienteFaseSeráExpulsadoDelGremio.’, sentenció.

      ‘HabéisOídoBien, OsVáisAVuestraCasa.’, añadió TodoLoQueDigasOHagasMePareceGenial.

      El Maestro Inventor miró a TodoLoQueDigasOHagasMePareceGenial desaprobando su actitud.

      ‘ElMotivoDeEstoEsQuePareceQueNoOsLoEstáisTomandoEnSerio. SerInventorExigeCiertaResponsabilidadYSacrificio. QuieroQueDeEstaClaseSalganLosMejoresInventoresDeEirea. Vosotros.’, dijo el Maestro Inventor tratando de animar a sus alumnos.

      ‘AEstePasoEstaPromociónVaAQuedarDesierta, AsíQueATrabajarGandules.’, dijo TodoLoQueDigasOHagasMePareceGenial.

      Los alumnos se miraron entre sí con cierta preocupación, si lo que decía el Maestro Inventor era cierto, en la próxima creación más de uno iba a abandonar la sede.

      A la mayoría no les había sido fácil ingresar en el Gremio de Inventores. Las tasas del examen eran elevadas, no existía apenas material para poder prepararse el examen y lo poco que había no estaba escrito en gnomo.

      Para colmo, tanto la matrícula como las mensualidades, escapaba a la economía familiar de muchos de ellos.

      Alambique no había sido menos que el resto de sus compañeros, había supuesto un enorme esfuerzo para su familia poder pagar su ingreso en la Sede de Inventores.

      La madre de Alambique trabajaba desde hace años en la cantera de Anduar, no era el trabajo de sus sueños, pero le permitía pagar la mayoría de las deudas que su marido había adquirido en inversiones no demasiado fructíferas. Su trabajo era monótono, básicamente consistía en recibir piedras de un determinado calibre y picarlas hasta conseguir guijarros esféricos de un calibre mucho menor.

      Por otra parte, el padre de Alambique había encontrado trabajo en las minas de cobre, cercanas a la ciudad de Grizmosk. El cobre se pagaba bastante bien, la mayoría de los inventos que realizaban en la Sede de Inventores utilizaban cobre como materia prima. Mientras siguieran gastando cobre, él seguiría con su trabajo.

      ‘Bueno, LosArtesanosAyudantesPuedenPermanecerEnLaSala, ProcedamosConElSiguienteInvento.’, anunció el Maestro Inventor.

      ‘¡YYaSabéisQuéPasaráSiFalláis, Eh!’, añadió de nuevo TodoLoQueDigasOHagasMePareceGenial.

      Alambique miró el techo, recorrido por infinidad de pequeñas lámparas de gas, que proporcionaban una excelente iluminación, inspiró profundamente un par de veces y trató de concentrarse.

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