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      Historia

      El pequeño Izvil fue un kobold que era muy feliz, no se preocupaba de nada, comía de todos los charcos de barro habidos y por haber en toda la faz de Eirea, perseguía cualquier animal que se moviese por las cuevas de Ancarak, se enfadaba a veces al ver su sombra y no poder capturarla, así era Izvil en su temprana edad, un kobold cachorro con mucha energía.

      Izvil vivía en Ancarak desde cachorro, realmente no tenía una choza propia o una tribu donde resguardarse, lo único que para él le resguardaba realmente era el arco que encontró el primer día que subió al cráter del Volcán de N’argh. Ese día subió raudo para ver como salía el sol por la mañana desde la parte más alta del volcán, cuando el espectáculo acabó Izvil comenzó a bajar con la misma velocidad con la que subió pero esta vez tropezó con algo parecido a una rama y se golpeó contra un árbol calcinado que se terminó de deshacer con el impacto de su cuerpo. Cuando éste recobró el sentido ya era de noche y tenía un par de carroñeros rondándole, así que decidió volver a Ancarak, pero antes de ir a lamerse las heridas ascendió un poco para ver con qué se había tropezado. Izvil comenzó a cavar frenéticamente hasta que desenterró lo que parecía un arco, no tenía cuerda pero el resto parecía estar en perfecto estado y además sus materiales, entre ellos la oscura madera que mayormente lo formaba, parecían de buena calidad.

      Desde ese día Izvil se dedicó a restaurar el arco que había encontrado. Primero lo limpió y descubrió que debajo de esa capa de tierra, barro y hojas había una preciosa madera muy oscura que le daba un aspecto imponente. Cuando el arco estuvo limpio Izvil hizo un viaje hacia Anduar en busca de un artesano que lo arreglase. Encontró en el taller del mercado de Anduar un artesano que le dejó el arco como nuevo, solo le faltaba una cosa muy importante, la cuerda. Para ésta el artesano le prestó un arco básico a Izvil y le encomendó la misión de conseguir un mechón de las crines de un unicornio para así hacer su cuerda y pagar al artesano por su trabajo. Éste le dijo dónde encontrar a semejante animal, en la Zona Profunda de Urlom, no iba a ser fácil.

      El kobold iba muy pensativo de camino al Bosque de Urlom, no sabía cómo lo iba a hacer, un unicornio no era un Devorador de ceniza o un Ogro del Bosque que era a lo más fuerte que se había enfrentado. Ya estaba entrando al bosque cuando se le ocurrió que quizás no hacía falta enfrentarse a él directamente, para eso tenía un arco. Cuando ya estaba cerca del objetivo de su misión, Izvil trepó a un árbol y se acercó hacia el unicornio entre las copas de los árboles, de rama en rama sigilosamente, apuntó hacia las crines evitando golpear la carne del animal y segundos después dejó volar la flecha la cual arrancó un mechón del unicornio y se quedó ensartada en un árbol lejano. El unicornio embraveció, se puso a dos patas y mientras relinchaba y miraba a su alrededor con los ojos que parecían una tormenta eléctrica empezaron a juntarse en el cielo grandes nubes negras que parecían que iban a descargar rayos en cualquier momento. Izvil se apresuró tanto como pudo en bajar a tierra y correr tanto como alma que no quiere al diablo hacia el árbol donde se había clavado la flecha con los pelos de unicornio, fue cuestión de segundos lo que tardó en llegar pero el trayecto fue muy intenso puesto que iban cayendo rayos, destrozando parte del bosque y prendiendo fuego a los restos, pero finalmente consiguió salir del bosque y volver hacia Anduar donde debía entregar los pelos al artesano.

      Con el arco puesto a punto Izvil volvió a Ancarak donde empezó de verdad su extraño entrenamiento, ya que dentro de un entramado de cuevas poco puede entrenar alguien que ataca a sus objetivos desde la distancia con un arco, pero esta experiencia le enseñó a moverse en situaciones donde el espacio no estaba a su favor y aun así poder usar su arco de forma efectiva.

      Este entrenamiento le sirvió más tarde cuando salió al exterior en busca de mejorar su puntería y sus habilidades de subterfugio, ya en el bosque del norte de Golthur, llamado Bosque Baldío, notó facilidad para disparar entre los árboles y acertar a su objetivo, aunque entre este y el tirador hubiera cientos de árboles el tirador era capaz de calcular la trayectoria que debían seguir sus flechas ya fuera entre los árboles o por encima de estos.

      De aquí con el paso de los años se movió a Mor Groddur, hogar de los goblins y gnolls con los que estuvo varios años conviviendo en la Torre Negra. Aquí estuvo dándole uso a su arco en contra de los atacantes que día tras día intentaban asaltar la Torre Negra. Izvil se colocaba en un túnel que llevaba a la entrada de la torre y junto con los demás arqueros de Mor Groddur hacían lloverles flechas a los enemigos que osaban escalar la torre. La defensa de esta torre recordaba siempre a Izvil su vida de cachorro en las cuevas de Ancarak, disparando desde huecos escondidos en las cuevas a objetivos que no te esperan y mueren casi sin darse cuenta de nada.

      Tras largo tiempo mejorando su uso con el arco en diversas batallas por territorio de la Torre Negra y Ostigurth, el kobold de esta historia decidió irse a explorar por zonas donde no iba a ser bien recibido como las ciudades del Bien. Pasó poco tiempo por estas zonas, exploró un poco los alrededores de la enorme ciudad de Takome, consiguió infiltrarse en los impresionantes poblados de los elfos en Thorin donde quedó maravillado por la calidad de sus armas, sobretodo claramente los arcos. Subió a otro volcán como el de cuando era solo un cachorro, el que está situado en los Montes del Destino. Allí vio y temió el poder del fuego puesto que en el ascenso al volcán había cuevas y en una de ellas pudo ver a lo lejos un gran demonio rodeado de incandescentes lenguas de fuego, al cual prefirió no molestar.

      Cuando ya tenía vista más o menos toda la zona el Kobold tomó rumbo a su Ancarak natal donde actualmente pasa poco tiempo, lo justo para dormir y alimentarse. El resto de su tiempo suele estar con las demás criaturas anárquicas como el, entre ellos los salvajes orcos que nunca dudan en hacer una incursión a los reinos del Bien o del Mal a destruir todo cuanto vean en nombre de Gurthang y suyo propio.

      En cuanto a  Gurthang, Izvil es un fiel seguidor suyo, quizá no es de los que más sacrificios le hacen, pero siempre lo tiene en sus pensamientos, cada vez que una flecha sale de su arco Izvil confía en que Gurthang la guía y cada vez que la flecha acierta, el cazador agradece y dedica la caza a su dios.

       

      Rol

      A Izvil le gusta la compañía que ofrecen los reinos anárquicos, pues casi siempre que ha estado explorando lejos ha estado solo. Le gusta hacer grupos, atacar ciudades, también defender la de sus hermanos anárquicos y la suya propia, hacer emboscadas.

      Es amigable, no suele ser cascarrabias pero si le enfadan no duda en clavar la cabeza de quien sea en el árbol más cercano con una flecha atravesando el entrecejo.

       

       

      Objetivos

      • Sobre todo quiere mejorar su capacidad de subterfugio y su uso efectivo con las armas de proyectiles al máximo posible.
      • Aprender y mejorar el oficio de Jornalero para poder desollar cualquier piel de cualquier objetivo que se ponga a tiro.
      • Poner fin a la vida de cuantos blasfemen a Gurthang o simplemente sean creyentes de otro dios.
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      La vida de un cachorro I

      De las últimas historietas que se escuchan de bocas de los bardos por las diversas ciudades de Eirea acerca de Izvil, hablan de cómo casi le cuesta el arco y la vida el hecho de volver donde no debía haber vuelto para fisgonear, como un cachorro que solo quiere ver qué hay más allá de la cueva, a los Montes del Destino donde le atrajo mucho el ser que vio rodeado de lenguas de fuego incandescente.

      Izvil solo era curioso, solo quería saber qué habitaba allí, pero a la vez también era un kobold preparado para explorar sin ser visto, preciso y que sabía defenderse. El kobold abrumado por la curiosidad empezó su viaje pasando por el denso Bosque de Thorin donde habita, según diría Izvil, la sucia y débil raza de los elfos. Evitando el camino existente que pasa a través del bosque, el kobold continuaba paralelo a éste vigilando por si veía a algún enemigo cruzando el bosque, pero solo era capaz de ver a bandidos y mercaderes por los cuales no merecía la pena gastar una flecha.

      Habiendo salido del Bosque de Thorin por su parte norte el kobold avanzó hasta la base de los Montes del Destino, desde abajo se veían enormes y parecían difícil de escalar, pero quizá con fuerza y un poco de maña conseguiría subir con la ayuda de un arpeo.

      Izvil escaló sin ningún esfuerzo hasta lo que parecía una especie de camino entre las rocas y mientras avanzaba por él se podían ver las entradas a algunas cuevas. Exploradas las cuevas, vistas criaturas como Elementales de Fuego u otras parecidas a éstas llamadas Salamandras, Izvil continuó su camino hacia su objetivo.

      Cuando llegó a la cueva que buscaba, empezó a ponerse nervioso, pero esto no evitó que avanzara a curiosear lo que para él era inexplorado. Cuanto más se acercaba a donde quería ir más calor hacía en el ambiente, pero el calor y el sudor no le iban a parar. Por un agujero en la pared pudo ver al ser, según le pareció era un Demonio, un ser que no debería estar aquí, según la descripción podía ser uno que había escuchado en alguna taberna, uno llamado Alchanar.

      No pasaron ni dos segundos cuando el demonio sintió la presencia del kobold, se volvió hacia donde él estaba y de un espadazo de fuego hizo añicos la pared que los separaba. En cuanto la pared de roca empezó a venirse abajo Izvil se quitó rápido de en medio y aprovechó la polvareda para rodear al demonio y quedarse en su espalda. Raudo se dispuso a sacar una flecha helada de su carcaj para poner en su arco, pero cuando ésta aún no estaba bien colocada, el demonio se dio la vuelta, así que el tirador soltó su flecha prematuramente clavándose ésta en el brazo del demonio. Con una velocidad vertiginosa combustionando el oxígeno del aire con su espada ardiente haciendo un barrido alrededor de él se giró el demonio pero por suerte el tamaño natural de la raza del tirador y su destreza le ayudaron a esquivar ese golpe.

      Aprovechando que el demonio estaba herido y cansado por el ataque anterior, Izvil se dispuso a lanzar un interminable número de flechas heladas al demonio. Al principio no llegaba ninguna a él, pues el inconcebible calor que le rodea junto con sus movimientos defensivos de espada dificultaba el avance de éstas, pero Izvil era obstinado y cabezón y no paró hasta que vio no le quedaban más flechas heladas. Habiéndose dispersado el vapor de agua formado al fundirse las flechas de hielo por las lenguas de fuego de Alchanar, el kobold pudo ver al demonio, ya casi muerto, en el suelo boca arriba, Izvil no le hizo sufrir más y cogió una flecha penachada y se la incrustó entre ceja y ceja.

      Dicen que lo que con más claridad y detalles recuerda el tirador de esta historia es el grito del demonio anterior a su ejecución, en el cual se notaba odio extremo hacia su ejecutor, y el golpe astral que le dio el alma torturada del demonio al salir del cuerpo de Alchanar y dirigirse hacia el kobold cual sable de almas atravesándole hasta difuminarse en todas direcciones.

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