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    • Arada
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      Como en Historias y Colaboraciones no he encontrado un Tema explícito para las historias que animaba a escribir Eckol he creado un tema propio.
      Aquí pienso escribir historias de Klotar, el Hombre-lagarto que estoy roleando ahora, si os gustan genial, sino, genial también, gracias por leerlas 🙂

      Notas

      • según me salga de la xorra, ya que es fantasía, usaré vuestros nombres, si alguien le molesta o le disgusta sentirse mentado, o en la forma en que lo nombro, que lo diga, editaré el texto y pondré otro nombre
      • Si a alguien le gusta la narrativa colaborativa igual podríamos hacer algo
      • En primer lugar voy a poner el registro II de Klotar, que es mi prota, y que me gustó escribirla, así que igual a alguien le suena 😀

      Klotar de Zulk

      Origen

      Britzla oteó el horizonte desde su atalaya, su lengua serpenteante golpeó el aire adquiriendo las
      partículas que contenía, algo era distinto esa noche y la sacerdotisa lo sabía.
      Hacía muchos años que había sobrevivido al duro crecimiento en el reino de Zulk, se podría decir que
      con cierto éxito incluso, pero en su primera incursión fuera de los muros había
      recibido la dura lección de la vida. Ahora su maltrecha pierna colgaba apenas apoyada en el suelo
      para evitar las descargas de dolor que recorrían su espina dorsal cada vez que forzaba
      el tendón que retraía sus dedos, afilados como garras. Salió de sus pensamientos para volver a
      olfatear el aire, era una noche distinta, Velian y Argan peleaban en el firmamento en
      perfecto equilibrio, ambas brillantes y la luz se entremezclada borboteando color y energía, durante
      horas mantuvieron una lucha constante hasta que el Poderoso Ozomatli, brillando
      radiante en levante, aparecía dirimiendo toda disputa y apagándolas con su apabullante poder, casi
      como una chispa inspiradora, un genial momento de lucidez, trajo a su cerebro la
      imagen de Su Gloria y, sencillamente, lo supo.

      Ignoraba el dolor de su cuerpo, el fustigador castigo sobre sus huesos en cada salto mientras
      rápidamente introducía su mano en la abertura que le abriría las puertas a los
      subterráneos del Zigurat, recorrió casi en un instante los pasillos que acostumbraban a parecerle
      eternos, los guardias y esclavos, sorprendidos de la determinación en sus ojos ambarinos
      se apartaban aplastando sus cuerpos contra la pared. Apenas una luz verdosa, un reflejo por el
      rabillo de las cuencas vacísa de sus ojos, eso fue todo lo que les pareció a los no-muertos
      habitantes de las catacumbas y Britzla no se detuvo, continuó más abajo y más abajo <<¡Al criadero!
      ¡Tengo que llegar a tiempo!>> se repetía una y otra vez, las luces de los grandes astros,
      desde la plataforma más alta del Zigurat se lo habían desvelado, Argan, Velian y El Gran Ozomatli en
      sublime conjunción de su poder en el firmamento sobre la Isla del Diente Blanco habían
      bañado su cuerpo de gracia, gozo y fe. Ahora tenía claro qué y cómo. <<¡Sólo tengo que llegar a
      tiempo!>> se repitió.

      Finalmente sobre la ovada más reciente empezó a hurgar el ejemplar perfecto, lo recordaba haberlo
      visto esa misma mañana y la curiosa forma de los dibujos de la cáscara del huevo le habían
      llamado la atención y por eso lo recordaba, tenía que estar ahí, siguió registrando, destrozando y
      buscando, aplastaba huevos que podrían haber sido grandes guerreros pero que desgraciadamente
      nunca llegaría a demostrarlo, <> jadeó Britzla, <>,
      finalmente allí estaba, el huevo del extraño dibujo y pudo confirmarlo, exactamente como había
      hace unos minutos sobre el firmamento, las dos lunas rindíendose al fragor del Sol sobre la silueta
      de la Isla del Diente Blanco, exactamente como acaba de suceder, clavó con firmeza sus garras
      sobre la dura cáscara alterando su propia genética en una fervorosa llamada a Ozomatli, invocando Su
      Don y Su Bendición sobre la criatura que sentía agitarse dentro del huevo, podría ocurrir
      el milagro, estaba segura y entró en un trance salvaje perdiendo la conciencia de su propia vida, su
      propia existencia, uniendo sus fuerzas con aquella criatura, bañándola de la Fe y de la
      Fuerza de Ozomatli, del Sol, de las Lunas, del Pantano, como si todas sus experiencias, sus
      energías, su vitalidad, sabiduría y fuerza se sacrificaran por los Fieles, por Grimoszk, por todos
      los hombres-lagarto. Cuando despertó parecía haber cambiado de lugar, su cuerpo deshecho se
      encontraba entre los escombros y las fuerzas le habían abandonado completamente. Titubeante miró a
      su alrededor y se incorporó apoyándose sobre los cadáveres de hombres-lagarto, apenas crías, que
      habían sido desechadas o que no habían superado el periodo de formación, se asustó por un y
      arrastrándose llegó hasta el criadero, donde buscó con impaciencia el fruto de sus plegarias hasta
      que por fin lo vió, apenas un retoño pero salvaje y destacado entre sus congéneres por su
      particular color: Klotar, el Saurio Blanco, en sus manos un tosco tridente de hierro hacía estragos
      entre todos los que se atrevían a entrar en su alcance, su llamativo color blanco resaltaba
      pálidamente entre la sangre y la salvaje locura de los criaderos, donde todos luchan por sobrevivir
      lo suficiente hasta la selección de los mejores guerreros, que formarían parte del ejército
      de Ozomatli, por su naturaleza albina Klotar posiblemente tendría el acceso garantizado pero aún así
      se había convertido en el peor depredador del criadero, con brutal e incansable precisión
      empalaba a sus hermanos de ovada destrozando sus músculos y abriendo sus vientres con ciega ira, un
      remolino de codos, rodillas, garras y cola caía sobre otro convirtiéndolo en pulpa de lagarto,
      sin parar a descansar avanzaba raudo saliendo del círculo que se intentaba formar a su alrededor de
      dudosos y flaqueantes tridentes, tan oxidados y mustios como el suyo, pero mucho menos
      bañados por la sangre. Desde su nueva perspectiva se lanzó a las espaldas de los más lentos y dos
      rápidos y certeros golpes seccionaban su espina dorsal dejándolos vivos pero incapacidades,
      a expensas de los carroñeros del criadero, hombres-lagarto de menor tamaño, más ágiles y astutos que
      se iban congregando a su alrededor para aprovechar las víctimas que caían en su
      mortal danza. Un gigantesco lagarto, posiblemente con genes de un verdadero titán, consiguió
      resistir la embestida de Klotar, y con el tridente clavado en su torso lo agarró ignorando el
      dolor por el frenesí de la lucha, sus garras sudaban una verduzca y humeante corrosión cargados de
      veneno mientras los ojos rojos del Saurio Albino se entrecerraron en una mezcla de
      diversión y sorpresa mientras cogía una rápida bocanada de aire. Aire que inundó unas hasta ahora
      desapercibidas por Britzla bolsas de piel que se hincharon hipnóticas con juegos purpúreos,
      rojizos y blanquecinos de imagen que sorprendieron al gigante el tiempo suficiente para que Klotar
      recuperara la iniciativa y el control sobre su tridente, que lo giró con velocidad hasta
      golpear la mandíbula de su oponente y dejarlo caer inconsciente al suelo, en ese instante las
      alimañas que acompañaban a Klotar intentaron tomarse la revancha de todos los gigantes con los
      que se habían cruzado hasta ahora sobre el derribado titán pero un sonido les paralizó haciéndose
      girar hacía su recién adoptado líder, Klotar, a través de la vejiga situada en su nuca y
      que crecía incipiente hacia su cráneo había hecho su llamada de combate a través del tubo de
      cortejo, conteniendo y reorganizando a los ahora más entusiastas que nunca nuevos aliados.

      --
      La frase que en el 97 leí en la pantalla de Galmeijan y me abocó a este oscuro mundo:
      Orco te golpea con su cimitarra.

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