Inicio › Foros › Historias y gestas › La Ascensión de Galuzur (Evento Chamanes)
-
AutorRespuestas
-
-
Con sólidos pasos, Galuzur descendió la escalera que comunicaba el segundo nivel con la antigua puerta este devorada por la lava, donde le esperaban filas de temerosos y espasmódicos chamanes que se arremolinaban torpemente sin orden alguno a ambos lados de la antigua y cochambrosa alfombra que desde el principio de los tiempos se ha encontrado a lo largo del centenar y medio de pasos que ocupa este pasillo, observando al chaman una mezcla de miedo y fascinación a partes iguales.
El ritmo de su zancada, inmutable, retumbaba impetuoso y claro por todo el primer nivel de la fortaleza, entrecortado en ciertas ocasiones por el resonar de algún chasquido de dientes de los trémulos chamanes.
En pocos segundos, Galuzur había alcanzado la majestuosa puerta oeste de la fortaleza, forjada en las profundas entrañas de Golthur’Orod en el acero mas duro y brillante jamas visto en toda la fortaleza, y haciendo rechinar las bisagras que la sostenían, fueron abiertas de par en par con un ligero impulso de su brazo.
Atónitos, y sin capacidad alguna para articular palabra, los presentes observaron como Galuzur se alejaba de la fortaleza, cruzando el puente de hierro que salva los desniveles alrededor de la fortaleza por las continuas erupciones volcánicas, y perdiéndolo de vista a la altura de una enorme roca negra de mas de 4 metros de altura, a la que todos llaman el Monolito, venerado como un líder en otras eras por muchos, olvidado por completo actualmente por todos. Pero antes de que la figura de Galuzur se esfumase por completo, la silueta de un gigantesco huargo apareció entre las nieblas que suelen coexistir con los habitantes de la fortaleza, a la que el chaman se encaramó de forma presurosa, para desaparecer instantes después entre la densa neblina mientras azuzaba su montura.
Pasaron pocos segundos, y en la fortaleza seguía reinando el silencio, aunque poco a poco los chamanes comenzaron a abandonar su posición, vagando por todos los rincones de la fortaleza, volviendo a su ociosa vida sin luchas ni batallas para un dios de la Guerra que lo único que ansiaba era sangre en su nombre, sangre de sus seguidores para evitar que su menguante poder siguiera decreciendo.
La extraña y nunca antes vista paz y armonía del reino, quedó rota por el estruendo de los tambores de la Catedral de Lord Gurthang. Galuzur los hizo sonar con fuerza una y otra vez, retumbando en todos los rincones del Erial de los Condenados, haciendo huir despavoridos enormes bandadas de carroñeros y cuervos que alzaron el vuelo sin rumbo fijo, tiñendo de negro el ya de por si oscuro cielo del reino.
Había llegado la hora, Galuzur convocaba a los ejércitos de Gurthang para ayudar a su señor, y pese a no dar indicaciones a estos de donde se encontraba, una jauría de fieles, que corrían como perros de presa en todas direcciones sin control, orden, ni mandos superiores que les señalaran el camino, en buscaban de la única, pero actualmente olvidada Catedral de la Guerra, situada en el corazón del Erial de los Condenados, donde reposan los restos mortales de su señor.
Poco a poco, los fieles del Señor de la Guerra fueron acudiendo a la convocatoria, llegados desde los más recónditos lugares de Eirea, incluso los fieles de Ozomatli, pero afines a Lord Gurthang, quisieron ayudar en esta aún desconocida misión.
La Catedral se encontraba abarrotada, y un continuo bullicio inundaba el sagrado templo.
– ¡¡Silencio!! – exigió Galazur con furia, y pese a que muchos no entendían su idioma, su rostro parecía hablar por si mismo y todos silenciaron.
– Uno de vosotros será el líder de esta expedición, y este se mantendrá en contacto conmigo en todo momen….En este mismo instante, los presentes comenzaron a berrear, aumentando el volumen de sus gritos de forma considerable cada segundo.– Tú, anciana, serás la encargada de liderar esta misión – dijo Galuzur mientras señalaba con el dedo indice de su siniestra a una chaman kobold de arrugado rostro, pero con una sabiduría muy superior al resto sobre lo acontecido en otros remotos tiempos .
Los largos años de estudio de Galuzur, le habían dado un completo control de los planos y subplanos del abismo. Este tenía completamente claro que debían hacer para ayudar a su señor Lord Gurthang, algo que, posiblemente, con la mas mínima ayuda, el hubiera podido cumplir con creces, pero en vista de la situación en la que se encontrabas los servidores de su señor, prefirió ponerlos a trabajar, que dejaran a un lado sus inactivas y desocupadas vidas e hicieran algo por quien les otorgó el escaso poder que aún conservan.
Galuzur ordenó la búsqueda de un libro, en concreto «Las Crónicas de la Liberación», que podrían encontrar en alguna de las bibliotecas abandonadas por Eirea, pero parece que sus palabras cayeron en saco roto, y obviando aquella parte donde decía «abandonada». Se dirigieron a buscar entre cientos de tomos polvorientos tanto en la fortaleza de D’hara como en la biblioteca situada en el tercer nivel de la fortificación de Golthur’Orod. Pese a todo, Galuzur esperaba ansioso la llegada de las huestes con buenas noticias sobre un tomo, que, desgraciadamente, no habían logrado encontrar.
Desesperado con tanta incompetencia, el chaman sugiere que emprendan una búsqueda exhaustiva en las bibliotecas de las catacumbas de la fortaleza orca, hábitat de extraños seres que algún día fueron de carne y hueso, y que por algún motivo, quedaron atados a ese lugar, a esa ya olvidada biblioteca, custodiándola de todo aquél que se atreva a adentrarse en ella para robar alguno de sus desvencijados tomos.
Aquellos espectros de la erudición, no dudaron en arrancar la vida de forma cruel de cuantos pudieron de entre todos los que se atrevieron a adentrarse en el oscuro lugar, pero al final, habían conseguido el libro, con alguna perdida prescindible y el episodio poco importante de un chaman kobold, que no se sabe si por algún tipo de conjuro de los espectros, la anterior mordedura de un nekrobold o un brote de rabia, comenzó a atacar con fiereza a todos los presentes, obligando a su invocación también a hacerlo. Galuzur, en esta ocasión, se mostró bondadoso con la miserable vida de este ser, dejando que el mismo entrara en razón al pasar un lapso de tiempo de locura, que poco a poco fue dejandolo pensar con más claridad.
Después de ser manoseado por varias manos, el tomo fue entregado a Galuzur, que ojeo rápidamente para ver si era el correcto y les devolvió para que cargaran con él.
Todos esperaban ansiosos la siguiente indicación, que no se hizo esperar, el próximo destino sería adentrarse en las mismísimas entrañas de Golthur’Orod, viajando al infierno y buscando un lago de magma para continuar la misión.Galuzur se mostró muy impresionado con la serenidad que mostraron los presentes al indicar el próximo destino, posiblemente lo habían visitado en numerosas ocasiones, pero entre la gran cuantía de los presentes, nadie había recordado que un requisito indispensable para este descenso, es llevar uno, si no varios equipos de escalada, momento en el que una mueca de decepción se pudo vislumbrar en el rostro de Galuzur.
Solucionado este pequeño inconveniente, descendieron al infierno, y una vez allí, se dispusieron a buscar un charco de magma, un magma lo suficiente caliente como para lograr abrir una grieta entre los planos con ayuda de la magia.
El calor era asfixiante, y el olor a azufre que penetraba por las fosas nasales de los presentes, no colaboraba positivamente en la búsqueda. Tras varios kilómetros recorridos por las cavernas volcánicas, llegaron a un lugar donde la temperatura aumentaba considerablemente. Continuaron avanzando con decisión, cuando las botas de alguno de los presentes comenzaron a humear, entrando en combustión espontánea, quedando reducidas a cenizas y metal fundido que, poco a poco, se fusionó con lo que parecía ser solido suelo, y no era otra cosa que magma con una muy ligera cobertura solidificada. Habían encontrado el lugar.
Los chamanes comenzaron a insuflar sus energías mágicas avivando el magma, desapareciendo la costra solida y comenzando la lava a borbotear fuertemente.
– ¡¡¡No paréis escoria, vuestro señor os espera!!! – gritaba Galuzur mientras los chamanes arrojaban llamas de fuego mágico, comenzando a abrirse una grieta en la lava, desprendiendo una luz de tal intensidad que dañaba las corneas de la mayoría de los delicados ojos de los presentes.
En este instante, el libro de «Las Crónicas de la Liberación», calló de las manos de la anciana chamana designada líder, que entro en combustión antes de que ni siquiera entrase en contacto con la lava, instante en que la brecha se cerró bruscamente.
Los atónitos ojos de Galuzur se abrieron de par en par, la incredulidad se hacia latente en su rostro. Por suerte para ellos, la biblioteca poseía dos copias de «Las Crónicas de la Liberación», y se apresuraron raudos a por ella, solo existían dos copias del tomo en toda Eirea, y ya habían desperdiciado uno de ellos, ahora no podían fallar.
Con más ímpetu si cabe, sabiendo que era su última oportunidad, los chamanes volvieron a arrojar toda magia sobre el lago de magma, comenzando a crepitar violentamente, y volviendo a abrirse una grieta dimensional, una grieta que les comunicaría con el plano donde su señor, Lord Gurthang, les estaría esperando.
– ¡¡Es el momento!! – exclamó Galuzur.
– ¡Nuestro señor nos reclama! – prosiguió.Uno a uno, los presentes comenzaron a viajar al primer subplano abismal, más conocido como Plano de la Llanura Infinita, un plano donde todas las criaturas encerradas quedan atrapadas para toda la eternidad, lugar utilizado como prisión para diversas entidades divinas a lo largo de la historia.
Extrañados, y algo temerosos por un lugar desconocido hasta el momento para ellos, de cielo enrojecido y tierra muerta, sin flora ni fauna alguna y repleto de almas que vagaban flotando en el lugar, comenzaron a buscar algo, lo que fuera, pero distinto, en un lugar donde todo era tierra negra y cielo rojo, con alguna que otra nube gris que sobrevolaba el horizonte y descargaba ráfagas de lluvia ácida con eventualidad.
No tardaron en dar con el lugar, un atril, en el que obviamente deberían de colocar el único tomo de «Las Crónicas de la Liberación» sobreviviente.
Galuzur no tardó en comenzar el ritual mientras el resto de chamanes observaban estupefactos lo que estaba a punto de ocurrir.
Galuzur alzó su puño al cielo, cuando del pecho de cada uno de los chamanes brotó espontáneamente un haz de energía, elevándose sobre sus cabezas para, a varios metros de altura, unificarse en una inmensa masa de pura energía que crepitaba sin figura alguna.
El chaman, que seguía pronunciando los versos escritos en el tomo a gran velocidad, abrió su puño, dejando la palma de su mano abierta orientada hacia arriba, momento en el que la gran masa de energía descendió a toda velocidad, e impactando sobre él, una potente luz surgió alrededor de su figura, cegando a todos los presentes momentáneamente, y pudiéndose entrever una enorme silueta frente a Galuzur, que desapareció en escasos segundos.
Terminado el ritual, Galuzur sonrió mientras todos los presentes percibían como un aura mágica de poder considerable le rodeaba. Parece que Lord Gurthang le había recompensado por su labor, y sería él quien partir de este momento pondría a prueba al resto de chamanes, comunicándose de forma directa con su señor, y dictaminando quienes están preparados para ascender a las nuevas cuotas de poder que Gurthang ofrece a sus más fieles seguidores.
-
-
AutorRespuestas
- Debes estar registrado para responder a este debate.