Inicio › Foros › Historias y gestas › La cabeza del Gnomo
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La noche pasó lentamente, en sus pensamientos no quedaba más que odio y resentimiento, quienes iban a traicionarlos sino esa familia de bastardos gnomos circenses con ese gnomáquina o como quiera ser llamado como su líder. Su única intención era hacer dinero desde un principio, se aprovecharon de la situación y compraron por unas miseras monedas el dragón marino que la hermandad, gracias a los dos draxyar, pudo atrapar aún con vida. Sus nombres se entremezclaban Vivivivo o Vovivivu o Yihodivi o como sea que quieran llamarse lo iban a pagar bastante caro ya que los dos hermanos aún seguían con vida e iban a tomarse su venganza en cuanto Golodrix se repusiera de sus heridas, cosa que no iba a tardar en ocurrir, pues la sangre de dragón rojo que corre por las venas del hermano de Khraxodhor hacía que tuviera incluso mejores capacidades curativas que las del propio dracónido verde.
Argan y Velian se encontraban hermosas, pues estando completamente llenas, parecían encararse y combatir para saber cuál de ellas era la que iluminaba mejor a sus seguidores. Poco a poco iban escondiéndose y aún viéndose en el ocaso ya podían verse los primeros rayos de luz que el sol vertía sobre la superficie de las rocosas colinas donde se encontraban los hermanos. Las heridas de Golodrix habían sanado completamente, pero sería imprudente realizar un ataque a un grupo de hechiceros cuando ambas lunas desprenden tanto poder, así que deciden esperar un mes perdidos en las colinas, esperando que pase todo y que esos pequeños malnacidos bajen un poco la guardia.
Pasaron las cuatro semanas cazando de noche, durmiendo de día para evitar ser vistos por miradas curiosas, elucubrando su plan para acabar con esos sucios traidores. Otra cabeza de gnomo vestiría el cuello de Khraxodhor al igual que la del científico que lo creó y lo tuvo encerrado durante años. Esa indecente ciudad de Anduar había truncado todos sus sueños y metas, solo les quedaba la venganza. Se enfundaron en sus mejores galas y se dirigieron a través de la colina al sur de Anduar, si había que morir sería con la mayor de dignidad posible. Dejaron la muralla de la ciudad unos kilómetros a su izquierda, apenas había llegado la noche, levantaron sus cabezas tras atravesar una densa arboleda y allí estaba, el circo, con todas sus luces y música atrayendo a la mayor cantidad de público posible.
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