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“Empuja con fuerza Gertha, viene uno más, es el séptimo!!!” exclamó la shaman que ejercía de matrona.
La joven gnoll, empujó con toda la fuerza que le quedaba, estaba exhausta por el esfuerzo y la pérdida de sangre, y es que una camada de siete cachorros era algo bastante infrecuente entre los de su raza, pero tenía que hacer todo lo necesario para asegurar que toda su progenie nacía con vida.
“Vamos muchacha, ya casi está fuera, lucha un poco más!!!!” animó la vieja matrona.
Un rugido lastimero resonó en la caverna al tiempo que el último cachorro salía del interior de su madre, la cual perdió el conocimiento debido al esfuerzo.
La shaman sumergió al infante en agua para aclarar la sangre, y miró con preocupación al pequeño gnoll que había nacido vivo pero, al contrario que sus hermanos que habían nacido sanos, grandes y fuertes, sufría claras deformidades: unos de sus brazos estaba poco desarrollado, le faltaba una de la piernas y era ciego. En Mor Groddûr jamás se abandonaba a nadie a su suerte, pero las posibilidades de sobrevivir de este cachorro iban a ser escasas debido a la dureza de la sociedad anárquica. La shaman bendijo al cachorro, y le puso nombre.
“Te llamaras Methys, que Gurthang te de su bendición y te abras paso en nuestra sociedad” dijo la shaman muy poco convencida de sus palabras.
Como la matrona había predicho, los seis hermanos mayores de Methys crecieron grandes y fuertes y pronto se convirtieron en fuertes luchadores y shamanes que aportaban mucho a la sociedad para el orgullo de Gertha y contaban con la atención del mismísimo Gurthang, pero el joven Methys, por mucho que se esforzaba no podía aportar nada; deforme cojo y ciego era considerado un paria en su sociedad, se le alimentaba y se le protegía, pero sentirse como un desvalido y un inutil, hacia hervir la sangre del joven gnoll.
Methys estaba arto de no aportar nada, de ser una carga para su familia, una vergüenza para sus hermanos y un inútil, tenía que hacer algo glorioso, algo de lo que su familia se sintiera orgulloso,aunque arriesgara su vida, mejor muerto que vivir con vergüenza: decidio abandonar su ciudad y volver sólo cuando fuera digno.
El jóven y desvalido, pero valiente, gnoll salió de noche, atravesó Ryniver con un pasaporte falso y se dirigió hacia el norte, hacia Wareth, donde los rumores decían que una bestia, la Araka Trituradora, poblaba el bosque. Presentarse con un trofeo de uno de esos seres, seguro que hacía que su familia lo tuviese más en consideración.
Con su pata de madera, apoyándose en una muleta de axila sujeta en su brazo deforme, enarbolando una rudimentaria lanza en su brazo diestro y sirviéndose de su olfato, el joven Methys se adentro en Wareth en busca de gloria y reconocimiento.
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Methys estaba agotado.
Llevaba días dando vueltas por el bosque y solo había encontrado gusanos, algún zorro y pequeños linces, pero ni rastro de la Araka. Quizás la criatura era solo una leyenda para asustar a los cachorros o simplemente le estaban tomando el pelo; sea como fuere había acabado con casi todas sus provisiones y estaba hambriento y en un estado lamentable: el muñón de la pierna se le había ulcerado y el brazo retorcido le dolía… y luego estaba ese ruido en su cabeza, como una especie de ronroneo que le estaba volviendo loco, que escuchaba desde que había entrado al bosque.
Decidió que por ese día ya estaba bien y monto un pequeño campamento, puso un par de leños en el suelo y a tientas busco su yesca y el pedernal y encendió un fuego para calentarse. Pronto empezó a sentir la calidez de la hoguera y el sueño le venció quedándose dormido a pesar del incesante ronroneo, que no cesaba, dentro de su cabeza.No era lo normal, pero esa noche comenzó a soñar:
Estaba en un bosque, pero ya no era ciego y podría ver, por primera vez los colores de todo que le rodeaba y que ya había percibido con sus otros sentidos; rápidamente dedujo también se encontraba en el bosque de Wareth en su sueño. Contempló su alrededor, era como volver a nacer, no era capaz de apartar su renovada vista de lo que, hasta ahora, era lo más bonito que había visto en su vida, hasta que se percató de otro detalle que le estremeció: tenía las dos piernas y su brazo sin desarrollar había crecido; además era más fuerte y musculoso que antes y su pelo era fosco y negro, era como si estuviera en el cuerpo de otra persona. Empezó a pensar que quizás estaba muerto y había ido a un lugar mejor, pero si era así, la muerta era lo mejor que le había podido pasar.
De repente empezó a escuchar el ronroneo de su cabeza, pero esta vez no era molesto, sino placentero y poco a poco se convirtió en un susurro que empezó a tener sentido para él, sintió como algo le llamaba y tiraba de él. Se dejo llevar y corrió ágilmente a través del bosque, sintiéndose rápido, fuerte y poderoso por primera vez en su vida. Corrió, incansable hasta que llego a un claro, en cuyo centro había una enorme roca negra, y encima de la roca había una extraña figura: era una especie de felino de aspecto poderoso y enormes garras y colmillos, cubierto de ramas, hojas y raíces; de su espalda salía una especie de apéndice y en el extremo, la cabeza de una bella mujer. La extraña entidad simbiótica, le miraba con sus dos cabezas: el felino con una mirada fría, que le hacía estremecer, y la mujer con una mirada cálida, que le causaba una sensación de paz y confianza.
«No tengas miedo Lhurshak» dijo la entidad sincronizando las voces de sus dos cabezas. El gnoll se estremeció al escuchar las palabras, sin duda estaba ante un dios.
«Yo no soy Lhurshak, mi nombre es Methis, me debes…debéis haber confundido con otro» dijo el gnoll con una voz ronca y potente, muy diferente de la suya.
«Pronto entenderás todo Lhurshak, hijo de Ralder y de Naphra. Se acercan tiempos difíciles para nosotros y necesitamos que guíes a tu pueblo por el buen camino en la eterna lucha contra Izgraull, señor de las aberraciones.» dijo el dios con voz poderosa.
Methis había escuchado hablar del gargante en varias ocasiones, pero nunca se lo había imaginado así, y menos aún se había imaginado que el gargante hubiera elegido a un ser, débil y marchito, para ser uno de sus campeones.
«Como dije te has equivocado de persona, aquí tengo este aspecto, pero en realidad soy débil, ciego y deforme y como he dicho, no me llamo Lhurshak» repitió el gnoll.
«Tu camino no será fácil: conocerás lo que es el dolor y la muerte» dijo la mujer.
«Conocerás la locura y sentirás el sabor de la sangre en tu boca» dijo el felino.
«Y renacerás como Lhurshak, hijo del simbionte, fuerte de mente, fuerte de cuerpo, para unirte a tus hermanos en su lucha» dijo la mujer.
«AHORA DESPIERTA Y AFRONTA TU DESTINO!» exclamo el felino con un poderoso rugido.
En ese momento Methis despertó, sudoroso, de su sueño, otra vez estaba ciego, encerrado en su mundo de perpetua oscuridad. Sintió que algo se movía en las ramas por encima suyo, y con toda la rapidez que pudo, movió a su marchito y debilitado cuerpo a un lado, justo a tiempo para esquivar las pinzas de un extraño ser, de aspecto arácnido, que había saltado hacia él, con la intención de convertirlo en su alimento.
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Methis agarró su lanza tembloroso, por suerte había rodado hacia la posición de la misma. Estaba nervioso y aterrado no solo por el ser que tenía ante él, sino también por el extraño sueño que había tenido segundos antes.
El aracnido le miraba con sus múltiples ojos al tiempo que movía sus pinzas arriba y abajo, dejando a la vista un peligroso aguijón que segregaba una breosa sustancia. Se movía a un lado y a otro con sus ocho patas, parecía querer jugar con su presa antes de comersela.
El gnoll fué el primero en atacar con un torpe e impreciso movimiento de su lanza, hacia la posición donde intuía que estaba su adversario, que el gigantesco insecto desvió con un rapido movimiento de una de sus pinzas. Methis sintió la fuerza del golpe, que casi le hizo perder el arma, y escuchó el repiqueteo de las pinzas de la Araka que parecía burlarse de él. El miedo ante tan horrible adversario se apodero de él, pero no podia rendirse y perder su determinación.
Ahora llegó el turno de la Araka, la cual se impulsó con sus patas hacia Methis y le propinó un fuerte topetazo, que el gnoll intuyó e intentó esquivar, pero la pierna de madera le impidió hacerlo suficientemente rápido y recibió todo el impacto de la embestida, cuya inercia estrelló su cuerpo contra un árbol dejandole fuertemente dolorido.
Methis no perdió el arma y atacó con un golpe recto, que la Araka evitó girando su cuerpo hacia un lado, pero el gnoll trazó un arco con su lanza que sorprendió a su enemigo e hirió a la araña en una de sus patas. Methis sintió como había herido al ser, y por primera vez creyó que podia vencerle… pero nada mas lejos de la realidad.
La araka chilló con furia, para ella el juego había terminado: con un fuerte golpe de una de sus pinzas desarmó al gnoll, que no pudo reaccinar ante la velocidad de su enemigo, al tiempo que lanzaba un tremendo aguijonazo sobre el tullido humanoide.
Methis sintió como el aguijón penetraba en su costado perforándole uno de sus pulmones. Vomitó una bocanada de sangre y se puso de rodillas mientras se apretaba la herida, que le ardía por la ponzoña. Su vista se nubló y sintió una gran debilidad por el veneno, y en ese momento se dió cuenta de lo estupido que había sido al pensar que un tullido como él podría vencer a un ser tan fuerte y formidable como ese, pero mejor una muerte así que vivir a la sombra de otros.
La araka atacó de nuevo clavando sus dos pinzas en los hombros del desarmado gnoll, para luego sacarlas con fuerza hacia los lados. Los brazos de Methis volaron por lo aires y el cuerpo del gnoll cayó hacia delante, inerte.
En su último aliento, una furia inusitada invadió a Methis: si no fuera por esa pierna de madera, si no fuera por que era ciego, por su brazo retorcido… podría haber acabado con el ser y ser un heroe para su familia, su muerte había sido gloriosa, pero nadie iba a saberlo nunca, no le daba miedo morir, pero sentía ira por su fracaso. Lo ultimo que sintió el gnoll antes de que la muerte le abrazara, fue un ligero temblor debajo de él y como algo se enroscaba alrededor de su tronco y su pierna.
Cuando la araka se dispuso a devorar a su presa, vió como unos extraños seres, parecidos a una mezcla entre un gusano y una planta se enroscaban alrededor del cadaver del gnoll y de sus brazos cercenados. El cuerpo se hundió en la tierra, dejando tras de sí unicamente una lanza rota y una pata de madera. La araka, desconcertada, miró a su alrededor y, asumiendo que su presa se había esfumado, trepó a un arbol cercano, perdiendose entre las ramas…
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El arenoso suelo del bosque de Wareth comenzó a temblar vigorosamente segundos antes de que un gran estruendo rompiera el silencio de la noche, cuando un enorme ser emergió de la tierra como una bala de cañón, propulsándose varios metros en el aire; tras unos segundo cayó pesadamente sobre la tierra, apoyando uno de sus gigantescos puños sobre el suelo, dejando tras de si un profundo cráter.
Era un gigantesco y musculoso gnoll de pelo negro como el azabache, con una gran cabeza de aspecto lobuno en las que destacaban dos grandes ojos ambarinos de colérica mirada. La enorme criatura sacudió fuertemente todo su pelaje, quitándose los restos de hierba y tierra pegados a su cuerpo; olisqueo el aire a su alrededor durante varios segundos, hasta que encontró en olor de la presa que andaba buscando; sonrió sádicamente mostrando unos enormes y blancos colmillos y acarició su brazo izquierdo, donde uno de los simbiontes de su dios se había alojado; acto seguido salió corriendo, como un rayo, siguiendo el rastro que había captado.
Cruzó el bosque en poco tiempo, guiándose en parte por su olfato y en parte por su aguda visión que le permitía ver en la oscuridad, divisando a lo lejos a su presa: un ser arácnido, conocido como Araka, que hace poco se había instalado en esos bosques. La criatura no sabía muy bien el por qué, pero un odio inusitado hacia esa araña invadía todo su cuerpo y el ansia de destrozarla, por el mero placer de matar, nublaba sus sentidos. Apretó fuertemente sus fauces para abrirlas y dar un penetrante gruñido de desafío y el insecto se giró y, moviéndose sobre sus ochos patas, preparo sus pinzas y su aguijón para el combate que se avecinaba.
El gnoll bajó la guardia y sonrió con prepotencia, invitando al monstruo a atacar primero, el cual no se lo pensó: Se impulso hacia delante y clavo sus pinzas en el pecho del humanoide, al tiempo que lanzo un aguijonazo que se hundió en el vientre del mismo. El ser salido de la tierra no esquivó el ataque, encajando el golpe y miró a la araña, sorprendida por la reacción del gnoll, con su atemorizante mirada ambarina.
Las heridas del pecho sangraban profundamente y la del abdomen segregaba una ponzoña verdosa, pero el gigantesco ser no parecía inmutarse: levanto sus brazos y agarro las pinzas de la araka y tiro de ellas desmembrando al insecto, que chilló de dolor; acto seguido rugió con ira en la cara del arácnido, que por primera vez sabia lo que era el miedo, y lanzó dos garrazos hacia delante, arrancando aguijón y visceras y partiendo a su adversario en dos. Saltó sobre la mutilada y moribunda araña y lanzó sus garras a gran velocidad, reduciendo los restos de la araka a una viscosa pulpa carmesí.
El humanoide aulló, victorioso, al tiempo que el simbionte de su brazo se enroscaba alimentándose de ira y de la triunfante sensación de venganza que recorría el cuerpo del gigante. Acto seguido el gnoll musito unas palabras, dirigidas hacia su dios, y las heridas de su pecho curaron al instante y el veneno de su abdomen fue purgado del cuerpo.
Recorrió lo que ahora era su territorio de caza y, dominado por la ira, acabo con todo ser que se cruzó en su camino para deleite del simbionte, que seguía creciendo, enroscado a su brazo y así hizo noche tras noche hasta que un día, mientras recorría la parte sur, su agudo oído captó el sonido de unos tambores de guerra que provenían de un bosque, kilometros mas abajo. La furia se avivó en el corazón del gnoll ante la posibilidad de cazar una nueva presa y, a gran velocidad, corrió en la dirección de los sonidos.
La furia negra de Wareth, se dirigía ahora hacia el bosque de Maragedom, en busca de nuevas presas con las que llenar su insaciable ansia de sangre…
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Tras varios días de búsqueda, la partida de caza goblin, había encontrado el rastro de la bestia que asolaba el bosque de Maragedom desde hacía semanas. Había parecido sin mas, cuando una de las tribus goblins, independientes de los reinos anárquicos, celebraban su independencia, salió de la nada mutilando a varios de los presentes y después, tan rápido como vino, desapareció en la oscuridad de la noche.
El ser era conocido como Lhurshak, que en la lengua negra significa el oso, dado su tamaño, ferocidad y letalidad. Inicialmente, Lhurshak, mataba cada noche, pero cada vez eran menos frecuentes los ataques y lo que antes era una bestia irracional, se había vuelto mas cauta e inteligente y ya no solo atacaba con sus garras, sino que portaba una lanza y piezas de armadura rudimentarias y canalizaba letales hechizos. Los goblins se preguntaban que clase de criatura era y porque les daba caza, pero no habían encontrado ninguna explicación al respecto. Ante lo peligroso de la situación, las tribus se reunieron y decidieron intentar eliminar la mortal amenaza que se cernía sobre ellos.
«Habeiz oído eze ruido» dijo uno de los goblin, al que le temblaban las piernas de miedo.
«Yo no he odio nada…» respondió otro.
«Guardad silencio!!!» increpó un tercero.
«Eh ezcoria «Oreja Cortada», no me digaz lo que tengo que hazer!» respondió el primero.
«Debemos calmarnos… no olvidemos que hacemos aquí, queréis que esa bestia nos mate?, vais a alertarlas con vuestros gritos» dijo otro de los diez goblins que formaban la partida de caza.
«Tienez razón, zigamoz el raztro y acabemoz de una vez con eza beztia» dijo el primer goblin pensando en el prestigio que le daría acabar con Lhurshak.
Quien acabara con la bestía gozaría de una posición de honor dentro de la tribu, lo que le aseguraría riquezas, poder y mujeres y era lo único que mantenía la unidad entre los incivilizados miembros de las diferentes agrupaciones de goblins, entre los que había una gran rivalidad.
Los pequeños pieles verdes siguieron con su búsqueda y, a lo lejos, divisaron lo que parecía la luz de una hoguera y se dirigieron hacia ella. Cuando llegaron vieron algo que no se esperaban: Lhurshak había montado una especie de pequeño campamento y se encontraba calentándose frente a un pequeño fuego, que doraba, lentamente, un pedazo de carne clavado en un espetón. Los goblins no entendían muy bien que clase de bestía montaba un campamento, pero no estaban allí para hablar sino para matar a la supuesta bestia y, ruidosamente, irrumpieron en el asentamiento del gnoll y le rodearon, blandiendo sus armas a una distancia prudencial.
«Acabaremoz contigo, beztia!!!!, atacad!!!!» dijo uno de los goblin, al que nadie hizo caso por el miedo que sentían.
Lhurshak hizo ignoró a los goblin, y devoró la carne del espetón de un solo bocado.
«Malditoz cobardez, atacad!!!!» ordeno el goblin al tiempo que lanzaba una pequeña jabalina.
El proyectil chocó contra la piel de corteza de Lhurshak y no le hizo ni un rasguño, aunque bastó para llamar la atención del gnoll, que se giró ante los molestos goblins.
«Marchaos si no queréis morir» advirtió el gnoll en una perfecta lengua negra.
Los goblin dieron un respingo, era la primera vez que oían hablar a Lhurshak. Ese ser no parecía la bestia que les había estado atacando noches atrás, sí en aspecto, pero no en comportamiento. Durante la incertidumbre de la mayoría de la partida de caza, tres goblin se atrevieron a atacar, pero Lhurshak intuyó la intención de estos y levantó una mano al cielo, al tiempo que una nubes negras se arremolinaban encima suya.
«Muere ezco…» dijo uno de los goblin sin terminar la frase.
Un ser, que parecía un enorme felino hecho de planta y musgo, irrumpió en el claro agitando unos lacerantes tentáculos que portaban un aguijón venenoso cada uno y, con un golpe de sus garras partió en dos el cuerpo del goblin.
Acto seguido, el cielo rugió y nueve relámpagos cayeron del cielo impactando sobre varios de los goblins, calcinándoles y reduciéndoles a un montón de ceniza.
Tras unos segundos, solo tres de los diez goblins quedaron vivos y, presas del pánico, soltaron su armas y salieron corriendo del bosque.
«Lhurshak!!, Lhurshak!!!» gritaban aterrados mientras corrían, dispersándose por el bosque.
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Lhurshak miraba como los goblins se marchaban corriendo, como alma que lleva el diablo, y desaparecían por el bosque. En cierto modo se alegraba de no haber tenido que matar a esas criaturillas patéticas que le daban pena.
Desde hace unos dias, su ansia irrefrenable de matar habia desaparecido casi por completo y otra vez era dueño de su cuerpo y su mente. Se encontraba en paz e incluso empezaba a recordar algunas partes de su pasado lo que, aunque recordarlo todo por completo iba a llevarle tiempo, era un comienzo.
Una dolorosa punzada en el brazo, le sacó de sus pensamientos. El simbionte se retorcia junto con sus musculos y tendones, lo que le producía un insoportable dolor: es como si quisiera salir, desprenderse de él pero no podía. Pasados unos interminable minutos, el dolor desapareció, apareciendo en su mente un deseo irrefrenable de volver a Wareth, el bosque donde recordaba haber aparecido por primera vez.
El gnoll recogió sus pertrechos y se dirigio hacia el norte, dejando atras el bosque de Maragedom, para alivio de los goblins.
Tardó varias horas en llegar, era ya de noche y el frescor de la brisa nocturna acaricio su rostro, aliviandole del cansancio del viaje. Una sensación de bienestar le embriagaba ya que siempre habia habido algo en ese bosque que estaba ligado a su alma y le hacia sentir como en casa.
Siguió su instinto y se adentro en la oscuridad, no tenia ni idea de a donde se dirigia pero, inconscientemente, su mente y su cuerpo conocían el camino, quizás guiados por el simbionte que vivia en su brazo.
Corrió sin descanso, a un lado y a otro, recorriendo cada palmo y, por fin, lo vio. Un agujero excavado en el suelo; una entrada a una gruta subterranea que no recordaba haber visto nunca, pero donde sabia que debia entrar y así lo hizo.
Estaba oscuro, pero sus ojos se acostumbraron rápidamente a la falta de luz: era una gruta estrecha, apenas cabía estirado del todo, y el suelo era un lodazal, en el que se hundía hasta las rodillas, lo que dificultaba el paso. Con esfuerzo Lhurshak continuó avanzando.
El terreno se hizo mas firme y la gruta dio lugar a una gran caverna con un enorme pozo en su centro. A un lado del pozo se encontraba una humanoide grande, quizas fuera un humano o un semielfo corpulento, pero sus rasgos eran afilados y parecidos a los de un animal, e iba armado con una especie de garras y vestido con unos ropajes tribales hechos de piel de animal.
Lhurshak sacó su lanza y se puso en actitud defensiva frente al extraño, pero una tremenda punzada en su brazo le hizo desfallecer e hincó una rodilla en el suelo.
El extraño humanoide se aproximo rápidamente hacia el, a la velocidad del rayo y, cuando Lhurshak se creía perdido, se detuvo a su lado.
«No te muevas, el simbionte está listo para abandonar el cuerpo, el proceso es doloroso, si me das unos segundos te lo sacaré» dijo el extraño.
El sorprendido Lhurshak asintió con la cabeza y extendió en inflamado brazo.
El extraño humanoide musito unas palabras y, tras invocar a Ralder y Naphra, tocó el brazo del gnoll.
Lhurshak gritó cuando una enorme herida sangrande se abrió en su brazo y una amalgama de ramas, hiedra y hojas y salio de él y saltó directamente al foso del centro de la caverna.
El extraño volvió a tocar el brazo del gnoll y la herida se cerró por completo, dejando un visible tatuaje tribal en la zona. Lhurshak se sintió aliviado y, en cierto modo, en deuda con el extraño.
«Quien eres…» pregunto el gnoll desconcertado.
«Mi nombre es Shihon, Defensor del Trono de Raíces, mano derecha de Ralder y Naphra y líder del Circulo del Simbionte» dijo el druida.
«Mi nombre es Lhu….» empezó a decir Lhurshak, al reconocer a alguien de su mismo gremio.
«Te conozco Lhurshak, y los druidas del circulo ansiábamos tu esperada llegada» interrumpió Shihon.
El gnoll no entendía nada y miraba incrédulo a la figura que tenía delante.
«Es normal que te encuentres confuso, a todos nos pasa la primera vez. Has sido elegido por Ralder y Naphra y, tras haber alimentado a uno de sus mas poderosos simbiontes, tu esencia estará siempre con ellos y la de ellos en ti: uno de los regalos mas hermosos y poderosos que unos «padres» pueden dan a sus «hijos» explicó Shihon.
«Pero no perdamos mas tiempo, acompáñame, te enseñare nuestro refugio gremial y te presentaré al resto de miembros, están deseando conocerte Lhurshak» dijo Shihon con una sonrisa.
El desconocido le estaba hablando al gnoll de compañeros, de padres, de una familia… algo que nunca había tenido y que ansiaba; estaba contento pero sentía miedo porque siempre había estado solo y no sabia si encajaría allí…
«No te preocupes, encajaras» dijo Shihon, dándole una palmada en el hombro, como si hubiera leído sus pensamientos.
Lhurshak asintió y siguió a su nuevo compañero hacia lo que sería su nuevo hogar.
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