Inicio Foros Historias y gestas La historia de Essel parte 1

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    • Ninhus Bravus
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      El día 14 de Soel del 72 Era 4ª, vino al mundo uno de tantos Halflings de Eirea.
      Ese día, una halfling andaba rondado por el bosque de Eloras, moviéndose sigilosa con las primeras
      horas de una noche sin luna. En la penumbra de esa noche, otra sombra se dejaba ver por detrás de
      la maleza. Llevaba una capucha, y apenas levantaba la cabeza. Se dirigió firme hacia ella. A escasos
      metros susurró:
      -¿Has traído al niño?-.
      -Sí, espero que cumplas tu palabra y le des una vida mejor- Afirmó la mediana entre sollozos.
      Acto seguido, el ser entre las sombras sacó una pequeña bolsa y se la entregó.
      A cambio recibió lentamente unos trapos ensangrentados, que parecían envolver algo. Lo cogió con
      sumo cuidado colocando sus dos brazos finos en jarra.
      Una tenue lágrima se escapaba a través de la mejilla de la halfling mientras el ser encapuchado
      caminaba lentamente hacia atrás hasta perderse en la inmensidad del bosque. Su mirada se quedó fija
      en ese ser que desaparecía lentamente entre las sombras de la noche, quedando esa mirada fija y
      perdida en la oscuridad.
      ________________________________________________________________________

      Han pasado ya varios años. Un joven halfling sale corriendo por una calle llena de nieve.
      -¡¡Ven aquí maldito!! ¡Devuélveme eso!- Refunfuña un viejo enano aventurero, que asume no ser capaz
      siquiera de llegar a encontrarlo con la mirada. Unos segundos después se gira y continúa su camino
      hacia el este.
      Al cabo de un rato, detrás de unas cajas de pescado, entre la multitud de transeúntes, se deja ver
      una silueta pequeña entre las sombras. Sigilosamente, se quita de la cabeza lo que parece ser una
      máscara de color blanco marfil.
      Sonriente, el pequeño halfling la guarda en su mochila y se incorpora al camino en dirección opuesta
      al viejo enano, que aún sigue refunfuñando mientras se aleja.
      Entre el fuerte olor a pescado, y una nieve llena de restos de sangre, al llegar a una ventana, el
      pequeño halfling oprime tres ligeros golpes en ella y se sienta paciente mientras, sonriente,
      introduce su mano en el bolsillo de su remendando pantalón a cuadros.
      -¿Que me traes? -Suena dentro de la ventana, con voz firme y aguda.
      – 59 jinnys- Refiere el pequeño con confianza.
      -¿Y qué quieres?- Preguntó la voz por la ventana.
      -Un poco de carne roja-
      -Jajaja! Si quieres carne, tendrás que ir tú a por ella al bosque, yo solo tengo pescado-.
      -¡Bah!- exclamó el pequeño.-Pues si tengo que ir iré, ya estoy cansado de depender de vuestro
      podrido pescado para comer-.
      El pequeño, salió corriendo en dirección oeste atravesando la ciudad.
      Una vez cruzó por una puerta, una corsaria de la ciudad, le cogió por la espalda sosteniéndole en
      alto.
      -¡Déjame Burha!- Afirmó el pequeño.
      -¡Donde crees que vas Essel!, ¿Vas a salir de la ciudad?, Keel es el sitio más seguro para ti. –
      El pequeño, dejó de resistirse y se encogió de hombros.
      -Quiero conocer un poco más la isla, solo quería dar una vuelta y llegar al bosque a buscar algo de
      comer.-
      -¿Sabe tu tío Turk que estas por aquí?-Preguntó la corsaria.
      -Sí, él tiene plena confianza en mí, y me mandó a buscar su caña.-
      -Jajajaja la caña del viejo Turk, menudo tesoro. Bueno, no te alejes mucho ¿vale?, sabes que siempre
      te estoy vigilando.- Afirmó mientras le dejaba lentamente en un frio suelo cubierto de nieve.
      -¡¡Gracias Burha!!- Afirmó sonriente el pequeño Essel, mientras emprendía de nuevo el camino hacia
      el oeste de la ciudad de Keel.
      Atravesando la nieve, el pequeño halfling siguió la senda hacia el noroeste hasta toparse con una
      encrucijada .Caminaba firme hacia el este sujeto a las asas de su mochila con ambas manos.
      Tras recorrer el bosque dirección noreste, se cruzó con un cazador de aspecto amigable.
      -Hola pequeño, ¡soy Conrad, el cazador!. ¿Qué te trae solo por aquí?- Afirmó el cazador, mientras
      envainaba su cuchillo.
      -Estoy buscando la caña de pescar de mi tío, y aprovecho para explorar el bosque en busca de
      aventuras y algo para echarme a la boca, ¡estoy harto de pescado!, ¡Soy un gran explorador!- Afirmó
      Essel con tono jovial.
      -Jjajaja, seguro que lo conseguirás.-
      El cazador, se quedó mirándolo un momento.
      -Toma, esta será la única vez que haga esto, así que no lo digas por ahí. Algún día seguro que
      teayudara en tus propósitos. –
      Conrad, sacó de su mochila un pequeño cuchillo afilado y se lo ofreció a Essel.
      -Esto te ayudará si alguna vez te planteas desollar algún animal. Cualquier aventurero que se preste
      tiene que saber disponer sus propios materiales.-
      -¡Gracias!-Afirmo agradecido el pequeño, mientras lo depositaba cuidadosamente en su pequeña mochila
      remendada.
      Tras despedirse, se dispuso a continuar su camino hacia el noreste.
      -Eso sí, ten cuidado no te cruces con algún demonio por ahí, no te alejes demasiado del bosque, y si
      ves alguno, ¡córtale la cabeza y me la traes! Jajajajaja- Gritaba Conrad el cazador mientras se
      alejaba hacia el norte a paso firme.
      El pequeño Essel, continuó caminando, mientras no hacía más que pensar en lo que le había dicho
      aquel cazador. Su curiosidad y sus ansias de aventuras le animaron a salirse del sendero del bosque
      en dirección al noreste.
      De repente, ¡un pequeño diablillo apareció agazapado entre la nieve!.
      ¡¡¡Te helare el alma!!!- Gritaba.
      Essel, asustado, corrió todo lo que pudo tratando de perder al diablillo. A medida que corría, sin
      saber muy bien hacia dónde, iban apareciendo más y más diablillos tras el pequeño y asustado
      mediano.
      Preso del pánico, Essel corrió y corrió en dirección noroeste. A medida que se alejaba de los
      páramos, las voces de los diablillos se oían cada vez más lejos.
      El pequeño, continuó corriendo despavorido. Múltiples animales salvajes seguían apareciendo por el
      camino rocoso, cada vez más escarpado hacia el noroeste.
      Finalmente, exhausto, se detuvo a coger aliento, y con las manos en las rodillas respiró aliviado,
      pero sumamente fatigado. Su energía se estaba agotando, caminar por la nieve tanto tiempo había
      podido con él.
      Tras unos minutos sin levantar la cabeza, de repente, mirando al suelo, apreció unos pequeños
      cangrejos rondándole por sus descalzos y peludos pies.
      -¿Dónde estoy?, ¿Donde he venido a parar?-Pensó.
      Avanzando unos metros, ya con el aliento recuperado levantó la mirada hacia el horizonte.
      La imagen de un enorme acantilado ante sus ojos, le dejó maravillado. Ante tal majestuosidad y
      belleza el mediano se quedó embaucado. Durante unos minutos se dispuso perplejo, embelesado, mirando
      al horizonte. La belleza del mar, a tanta altura, le permitía vislumbrar toda la isla, rodeada por
      el mar. Múltiples botes y barcos se dejaban ver a la orilla y a lo lejos de esta.
      De repente, el ruido de un animal le sacó de su momento. Apenas sin tiempo para reaccionar, al darse
      la vuelta un enorme y asustado Ghantú apareció de repente con idea de cargar contra él. Sin apenas
      tiempo, se dispuso a agacharse y saltar hacia un lado, cubriéndose la cabeza con las manos, con la
      intención de minimizar el daño de un impacto claramente inminente.

      Un golpe de agua en la cara.
      -¿Do..do..do..dónde estoy?-Afirmó el pequeño, con tono moribundo.
      Rodeado de agua, estaba tumbado en el suelo y apenas podía abrir los ojos. Con la cara hacia arriba,
      podía apreciar el enorme acantilado desde abajo en toda su majestuosidad.
      Estaba claro, había caído por el acantilado.
      Sin apenas poder moverse, giró la cabeza hacia un lado, donde casualmente se encontraba una concha
      marina, hermosa donde las haya.
      En su último aliento, por su cabeza pasó el recuerdo de su tío Truk, aquel entrañable anciano que
      quería hacer de él un pescador ejemplar y un marinero que le hiciera sentir orgulloso.
      Desde aquel día en que se lo encontró junto al muelle, envuelto en unos trapos, siempre había
      prometido que cuidaría de él. Essel siempre se esforzó por no defraudarle. Ahora, tendido en la base
      de aquel acantilado, sentía que no iba a poder devolverle todo lo que había hecho por él.
      Algo de sangre esbozaban sus ojos, a la par que se cruzaba con unas lágrimas que parecían ser las
      últimas.
      Es el final. Sus pensamientos eran tristes, frustrantes, sentía que había cosas que aún le quedaban
      por hacer.
      De repente notó algo moverse a su alrededor entre las sombras.
      -¿Que tenemos aquí?, un pequeño halfling- Sonó una voz firme y cercana.
      La silueta de un semi-drow se fue acercando poco a poco al pequeño. Una vez estuvo escasa distancia,
      este, se puso de rodillas.
      A ojos del pequeño, el semi-drow se dispuso a sacar algo de su mochila.
      -Venga, bebe- Dijo.
      Quitó el tapón a un frasco y ofreció beber de él al pequeño, que apenas podía encorvarse hacia
      delante sin ayuda.
      Tras pegar cuanto apenas unos tragos, un ligero hormigueo recorrió su cuerpo, encontrándose
      ligeramente mejor.
      Las heridas que parecían mortales, ahora eran serias, aunque ya no le hacían temer por su vida.
      -¿Cómo un pequeño halfling, acaba aplastado aquí?- Preguntó medio irónico el desconocido.
      -Salí corriendo huyendo de unos demonios, y no sé cómo fui a parar a un acantilado. Recuerdo un
      animal venir hacia mí y luego no sé, debí golpearme y caer por el acantilado.-
      El semi-drow suspiró y pensó.
      -¿y que buscabas pequeño?-
      -La caña de mi tío, aunque creo que mis aventuras me están saliendo caras. Quizá no este hecho para
      esto, quizá deba resignarme a vagabundear.-
      El semi-drow se quedó mirándole un momento y volvió a pensar antes de hablar.
      -Te diré una cosa pequeño. En esta isla, no basta con querer ser alguien, para sobrevivir tienes que
      ser el mejor, y cuando encuentres tu camino, al único al que tienes que superar es a ti mismo.-
      Esas palabras, tal como fueron pronunciadas, se clavaron dentro del pequeño como una puñalada
      certera detrás del corazón.
      Como pudo, se puso en pie, denotando una gran fortaleza espiritual. El mismo semi-drow, lo miro con
      admiración, se quedó sorprendido de cual fuerza habían tenido sus palabras en el pequeño.
      -Tienes razón, hay que levantarse y seguir.- Dijo el pequeño mientras miraba hacia todos lados
      denotando no tener ni idea de donde se encontraba ni cuál era el camino para volver.
      El semi-drow sonrió y se quedó nuevamente pensativo antes de hablar.
      -Toma, quédate un rato sentado, y con esto podrás salir de aquí escalando el acantilado. No tengas
      prisa, recupérate bien, pues si vuelves a caer, no esperes que este aquí para ayudarte otra vez.-
      El pequeño cogió lo que parecía ser un gancho unido a una cuerda.
      Mientras se reincorporaba definitivamente, iba examinando sus heridas, y tocándose la cabeza, aun
      considerablemente dolorida.
      Tras unos instantes, se giró para agradecer la ayuda y consejo al semi-drow pero ante su sorpresa,
      no estaba. Había desaparecido.
      Antes de pensar en salir, la curiosidad nuevamente se despertó en el pequeño.
      De frente, una cueva con un palmo de agua se dejaba ver muy cerca de su posición.
      El pequeño Essel, se preguntó que podía haber en la cueva y, animado por las palabras de aquel
      misterioso extraño, decidió aventurarse en ella.
      La cueva estaba completamente inundada. A medida que avanzaba, se podían apreciar restos de
      naufragios que, debido a las mareas habían ido a parar al fondo de ella. Múltiples restos de
      marineros abatidos en batalla, flotaban descompuestos al son de la corriente marina.
      De repente, al fondo de la cueva, un pequeño altar se mostraba solitario y abandonado, como fuera de
      su lugar, pero a la vez, bien conservado.
      El pequeño, dejo su mochila en el suelo, y se aproximó al altar.
      La mochila al caer al suelo, debido a su mal estado, apenas sujeto el cierre con un pobre cordel, se
      abrió, dejando caer al suelo los pocos enseres que disponía el joven mediano.
      Ahí estaba su máscara, aquella mascara que encontró el viejo Truk junto a él, entre los trapos.
      Aquella mascara blanca que parecía tener algún significado, y que hoy se mostraba como parte del
      destino de Essel, junto a él, y junto a aquel altar.
      El pequeño, miro el altar, y se dispuso a leer la placa que asomaba junto a este, oxidada por el
      salitre pero perfectamente legible.
      Tras unos instantes, se quedó pensativo. Un escalofrió comenzó a recorrer su cuerpo. Comenzó a
      sentir sus comienzos, comenzó a sentir que todo empezaba ahora. El pequeño se agacho, y cogió la
      máscara, esta vez con respeto y admiración. Mirando el altar, con la máscara en la mano, se
      arrodillo. Un aura de energía envolvió el entorno.
      El pequeño Essel había encontrado su camino.

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