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La caravana se adentró a través del bosque, caía la noche y pronto oscurecería. Tendrían que buscar un claro donde pasar la noche y encender una cálida hoguera.
La lluvia arreciaba, dificultando el paso a través del bosque, se trataba de una caravana formada por una miscelánea de personajes, desde comerciantes de Anduar, exploradores de tierras lejanas, familias, …
Un árbol yacía sobre el camino, bloqueando el paso de la caravana por completo.
El líder de la expedición bajó de su mula y se aproximó al árbol, era muy frecuente que en la estación de las lluvias los árboles podridos cayeran, bloqueando senderos o aplastando a algún que otro desafortunado, pero este árbol no estaba podrido, había sido talado.
Antes de que pudiera girarse hacia la caravana una flecha le atravesó la garganta haciendo que sus palabras se convirtieran en un ronco gemido y desplomándose sobre la hierba.
De ambos lados del sendero surgieron hombres encapuchados armados con arcos y dagas, y se abalanzaron sobre la caravana.
El factor sorpresa fue determinante, pues sin apenas tiempo de reacción todos fueron presa fácil de sus asaltantes.
Examinaron los cuerpos para asegurarse que no quedaban supervivientes, pues esto era uno de los requisitos del encargo.
Uno de los asaltantes se inclinó sobre el cuerpo de una pequeña semi-drow totalmente cubierta de sangre, nunca había sido de su gusto matar niños, pero el pago era muy generoso. Le dio un puntapié en las costillas a la niña y siguió revisando los cuerpos.
Una vez se aseguraron de que no quedaban supervivientes se dirigieron a la carreta central, descargaron un pequeño cofre y desaparecieron entre los árboles.
El silencio se hizo de nuevo en los restos de la caravana asaltada, una inesperada inhalación quebró este silencio.
La joven semi-drow inhaló una inmensa cantidad de aire como si fuera su última respiración, se reincorporó y se tocó el vientre intentando ver qué había debajo de la sangre que la cubría por completo. Parece que la sangre no era suya, pero le dolía mucho la cabeza, debía haberse desmayado al caer del carruaje.
Algo desorientada miró a su alrededor, buscando a su familia. Los encontró a escasos metros, cubiertos en sangre, no había duda en este caso, estaban muertos.
Sin saber qué hacer y temiendo que aparecieran de nuevo sus asaltantes se levantó y tomando todo lo que pudo de sus padres abandonó el sendero y se internó en el bosque.
La lluvia había parado por completo, pero al estar el cielo nublado, apenas había luz, y aún sabiendo que cada paso que daba la hacía perderse aún más en el bosque, no dejó de caminar hasta caer rendida.
El calor del Sol la sacó de su entumecimiento, abrió los ojos y observó con curiosidad a una semi-elfa que se balanceaba sobre ella en la rama de un árbol.
Se trataba de Saya, una semi-elfa de edad más que impredecible, sentada sobre la rama de un árbol registraba las pertenencias de Jazhreel, que así se llamaba la semi-drow. Cuando veía algo de interés lo guardaba con disimulo entre sus ropajes.
Jazhreel la observaba con recelo, no tenía ganas de ningún tipo de enfrentamiento y además sabía que no tenía nada que hacer.
Saya le contó a Jazhreel que había visto los restos de la caravana, que no quedaban supervivientes y que no entendía cómo la pequeña semi-drow había conseguido sobrevivir al ataque.
Decidió tomar a la pequeña en custodia, pues alguien que había sobrevivido a este tipo de ataque tenía mucho potencial y además según unos escritos que había encontrado entre los restos de la caravana, podría pertenecer a una familia noble, lo que implicaba dinero, mucho dinero.
Saya, acostumbrada a vivir en soledad, tuvo que hacer un considerable esfuerzo para convivir con alguien y más todavía si se trataba de una niña, y le enseñó lo que sabía hacer.
Le enseñó el manejo de las armas, cómo seguir el rastro de alguien, cómo no dejar rastro al caminar entre los bosques y lo más importante, cómo domesticar animales salvajes y que acudieran a su llamada.
Jazhreel aprendió con rapidez, su manejo de las armas era asombroso para alguien de tan corta edad y Saya se esmeraba en potenciarlo.
Los años pasaron y Saya le fue cogiendo cierto cariño a la pequeña, poco a poco la idea de venderla a algún traficante de esclavos se iba desvaneciendo. Había llegado el momento de hablar con Jazhreel y entregarle los documentos que había encontrado Saya hace unos años en los restos de la caravana asaltada.
Saya le entregó las escrituras a Jazhreel, estaban escritos en drow. En el manuscrito se podía leer «Leeh’Dain», Jazhreel no había leído drow en años, pero aún lo recordaba. Examinó los papeles y hablaban de su historia familiar, de sus antepasados, de sus conquistas, de sus hazañas, …
Jazhreel, algo emocionada por lo que acaba de leer, se dirigió a Saya y dándole las gracias por todo lo que había hecho por ello le dijo que había llegado el momento de partir, de tratar de encontrar a algún miembro de su familia, pues se negaba a asumir que era la última de los Leeh’Dain, y no menos importante, averiguar quienes fueron los asaltantes que acabaron con su familia y vengarse.
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