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La noche hubiera sido realmente luminosa, Argan y Velian se desafiaban en el cielo brillando en todo su esplendor, pero una densa niebla se había apoderado de todo el bosque. Los calores del sur habían sido arrastrados hacia el estrecho de Wigh la humedad que, condensada con el frío invierno de Aethia, había llenado el aire de la densa nube que apenas permitía ver unos escasos metros hacia delante. La gente prudente hacía horas que se reunía alrededor de un cálido fuego compartiendo la cena. Sólo los lobos y los osos deambulaban hambrientos por el bosque en busca de algo que arrastrar a sus temibles fauces. En su deambular silencioso únicamente se oía el gutural grito de una mujer, que llevaba horas rompiendo la noche con brutalidad. Hacía rato que los osos habían aprendido a alejarse de ese sonido pero los lobos, empujados pro la convicción de su poder en manada, aún deseaban tener una oportunidad de la única presa factible en la noche.
Rondaban la dantesca escena con sigilo, probando la reacción del poderoso guardián que protegía a la mujer esperando encontrarle algún fallo, pero no había habido suerte con él. Se mantenía inmóvil y silencioso, tanto que apenas se le podía ver, los cuerpos destrozados de dos osos y varios lobos daban testimonio de su vigor, sin hacer aparentemente ninguna mella en sus fuerzas. Casi una estatua, se podría haber dicho de él, de no ser por el profundo corte en su vena femoral que volvía con su olor cada vez impacientes a los famélicos lobos que le acechaban, haciéndoles adelantarse a lo que parecía una muerte inminente. El guardíán dio un rápido paso hacia atrás y blandiendo sus dos hojas al unísono atravesó la garganta de un nuevo lobo, aprovechando su gesto dos lobos más se atrevieron a lanzarse al ataque, uno hacia la espalda del guardián que arrodillándose el segundo antes quedó justo debajo de la figura del cánido que, como una sombra pasó por encima chasqueando los dientes en el aire, por última vez puesto que dos rápidos tajos abrieron su vientre por completo derramando las entrañas en el suelo. El segundo lobo pretendió ser más astuto y se dirigió hacia la mujer que gritaba todavía en el suelo pero desde la raíz de su columna hasta la misma garganta una hoja acerada le atravesó mortalmente dejándole ensartado como un vulgar puerco sobre el fuego. Con un rápido gesto el hombre sacó la espada del cuerpo que cayó como plomo chocando contra el suelo, los ojos todavía miraban inquietos a izquierda y derecha buscando por dónde le había llegado la muerte.
En ese momento los gritos de la mujer llegaron a su máximo volumen mientras se entremezclaban con la primera voz en el mundo de una nueva criatura, que gritaba con furor por el frío mundo que le acogía. El corazón del soldado se encogió de gozo y lágrimas nacieron en sus ojos cuando se acercó a la madre que, completamente agotada, sacaba unos jugos recuperadores de un fardo que le había servido de respaldo.
– ¡Es una niña! – dijo con un temblor en la voz el hombre – ¿Cómo la llamarás?
– Milha – dijo ella
– ‘Batalla’ – replicó él, y sonrió. – Pues sí, bien puede ser esto una batalla. – En ese momento envainó los floretes y con amor los puso sobre el bebé.
– ¿Qué haces? – dijo la mujer – ¡Todavía hay muchos osos ahí! Te sanaré y nos sacarás de aquí.
– Es imposible, tienes que guardar tu energía para invocar un santuario de paz y protejger a Milha del frío, dale mis floretes en herencia y recuérdale de vez en cuando cuánto la amo. Y cada vez que la mires recuerda cuánto te amo a tí. – Acto seguido sus ojos se tornaron tan blancos como su tez, que palidecía por la falta de sangre y cayó el suelo. De su cuerpo ya no brotaba sangre, pues no quedaba, hasta su último aliente, hasta la última sangre, el guardián luchó por la vida de las personas que más amaba, y con honor gloria dió su vida por ellas.
La mujer, al contrario, palideció del horror al ver a su amado caer al suelo, ya muerto su cuerpo, pero con una extraña sonrisa en el rostro. Con desesperación no pudo permitirse ni un segundo para llorarle, la caída del guardián había sido percibida a pesar de la intensa niebla por todos los lobos que les rodeaban y avanzaban relamiéndose por la proximidad de la cena. Ella necesitaba estar serena para invocar el santuario de paz y el parto le había dejado malherida y tan agotada que no estaba segura ni de poner tenerse en pie. Además, su corazón torturado por la muerte de su amor turbaban su mente nublándole el juicio e impidiendo desarrollar sus habilidades espirituales. Miró con amor a su hija recién nacida que, con un instinto más allá del sentido común le sostuvo la mirada, ya en silencio y aún únida a su madre por el cordón umbilical. Los lobos, ansiosos, convertían el rugido de su estómago en un creciente gruñido al que se aunaban las voces de sus compañeros, tres, cuatro, y hasta cinco voces distintas clamaban por la sangre de los compañeros caídos. La mujer no podía ver en la niebla pero sentía su ansía de sangre, de venganza y de alimento todo en una. En una fracción de segundo, coordinados como un reloj gnómico los gruñidos se detuvieron y los 5 lobos saltaron sobre la mujer y la niña a la vez.Unas palabras musitadas hacia dentro, dichas en apenas un susurro, resonaron en el bosque con la intensidad de una tormenta. El santuario invocado por la mujer fué como un huracán y derribó a los cinco lobos a la vez, que se veían incapaces de acercarse lo suficiente a la mujer. Con sus últimas fuerzas musitó un par de rezos más, para proteger del frío a la criatura recién nacida y para sanar sus propias heridas que amenazaban con dejarle inconsciente. Arrastrando las pesadas y embarradas botas entre la niebla, con el cuerpo abierto por el alumbramiento llegó al estrecho de Wigh y se dejó caer en un pequeño bote.
Era el 19 de Shuyled del año 104 de la Cuarta Era y Milha apenas podía contener la emoción mientras corría y saltaba entre las escobas de los novicios en el templo que le gritaban airados pues sus prisas volvían a remover las hojas que tanto tiempo les llevaba recoger. Bajó corriendo las escaleras a la planta baja y casi tropieza con Virt, el anciano pastor, que agitó su cayado en el aire maldiciendo. Finalmente alcanzó el portoń principal y se detuvo en seco, intentando recomponerse. Fuera le esperaba Sharie, Guía Espiritual del Templo y una pequeña comitiva de sus amigos de la infancia y tutores que habían acudido a despedirse.
– Ven Milha, – dijo la poderosa mujer de piel aceitunada – vamos a partir.Las cosas en el reino no iban demasiado bien, los monjes escaseaban hasta tal punto, que la regencia de la fe la ostentaba un Lancero, Sharie de Aethia. Para Milha había sido una bendición pues cuando llegó con su madre hace 16 años, y siendo una Monje Välar su madre, el destino para ella habría sido el mismo, lo cual, estaba segura, le habría vuelto completamente loca. Odiaba la vida monacal porque era tediosa, laboriosa y repetitiva, por eso sus sueños fueron siempre encaminados a marcharse del templo de la isla de Avharanna. Además, iba a volver con frecuencia, su madre estaba allí, la miró por el rabillo del ojo y creyó ver una pequeña lágrima en su mirada así que se acercó con su habitual locuacidad y alegría para abrazarla y besarla.
– Mamá, voy a ir con la Guía Sharie a Takome, allí aprenderé a luchar tan bien como el gran guerrero que fue mi padre – y le besó la mejilla con fuerza
– Tu padre nos ama, dió hasta su última gota de sangre por nosotras – dijo la mujer, sentada en una silla y con la mirada perdida en el vacío
– Lo sé – contestó Milha – lo sé muy bien.Hace 16 años la madre de Milha apareció en un bote en la costa de Avharanna, inmediatamente fue recogida y sanada por los sacerdotes de la isla y Milha fue atendida con amor. Su madre había sido una monje prominente en el templo pero el parto y llegar hasta el templo el mismo día que su marido, el padre de Milha, había muerto, gastando ella misma todas sus fuerzas, fue un choque demasiado fuerte para su espíritu que, por pura voluntad, se mantuvo firme el tiempo justo para poner a Milha a salvo. Desde ese día todo lo que había dicho su madre era la repetida frase: Tu padre nos ama, dió hasta su última gota de sangre por nosotras. Nadie lo entendía muy bien hasta que unos días después localizaron su cadáver en mitad del bosque de Aethia. Al principio creyeron que se trataba de algún tipo de vampiro o demonio, pues el cuerpo estaba completamente seco de sangre y las bestias no habían querido tocarlo. Pero gracias a las artes arcanas de un necromante conocieron la violenta muerte en manos de las criaturas salvajes aguantando la lucha hasta perder la última gota de su sangre. Milha había oído esa historia y había idealizado la figura de su padre, quien le legó sus dos floretes, hasta idolatrarlo. Quería seguir sus pasos y convertirse en un gran guerrero como él y la vida del templo le parecía aburrida. Los monjes intentaron ordenarle novicia pero se negó rotundamente y la fortuna quiso que Sharie de Aethia se pusiera al mando del templo y de toda la comunidad de Eldor. Sus continuos viajes a Takome y su espíritu guerrero insuflaron inspiración y esperanza en el corazón de Milha que le seguía como un cachorrilo cada vez que iba a la isla. Hoy Milha cumplía 16 años y Sharie había prometido que le llevaría con ella a Takome cuando alcanzara esa edad para que se entrenara en la Academia de Lady Adara para convertirse en una gran duelista como lo fue su padre si ella aprendía algo de los monjes y así lo hizo. Milha dominaba el Khaldar casi como un monje más aunque carecía del profundo vínculo espiritual con Hiros. Además por fin podría dejar de entrenar con palos, y portaría los dos floretes que le legó su padre.
Se despidió de nuevo de su madre y de todos los amigos prometiendo repetidas veces que vovlería y se dirigó al puerto. Era la primera vez, al menos en su memoria, que salía de la isla y la emoción le embargaba. Ciertos suspiros de alivio se oyeron cuando finalmente Virdsten, el tutor, le dejó salir del templo pero Milha sólo podiá oir el repetido cántico de madre, «Tu padre nos ama, dió hasta su última gota de sangre por nosotras» que para Milha era prácticamente el lema de la familia, y con emoción se dirigía hacia Takome para dar su vida por los demás, como hizo su padre. Al llegar al Sharie se detuvo impaciente, mirando hacia todas partes.
– Gran Guía – le dijo Milha – ¿Qué sucede? Ahí hay un barco preparado para zarpar, embarquemos y vayamos hacia Takome, ¿no?
– No es nuestro – le contestó distraidamente – Y por favor, de ahora en adelante, fuera de Eldor, llámame Sharie, o Dama Sharie si lo crees conveniente, fuera de aquí no soy la Guía Espritual –
Milha intentaba comprender – ¿No es nuestro? – dijo extrañada – ¿Qué queréis decir Gran Gu.. Dama Sharie?
Sharie se dio cuenta entonces de que Milha no comprendía todavía el mundo exterior, fuera de la avanzada civilización Eldoriense, donde las personas se aferraban a las posesiones, las usaran o no, como un lobo se aferra a una pierna de ciervo. De repente en ese momento, una voz aguda rió sin poder contenerse.
– ¡Ja, ja, ja, ja! – Sheerinive apareció de repente con un Plop – Menuda pieza me traes Sharie
Milha saltó en guardia sorprendia por la repentina parición. Como si la llama de una cerilla fuese, una bailarina figura de larga melena roja acaba de aparecer delante de la nada en sus mismas narices.
– ¡Ah! Al fin aparecer anciana, Milha, esta es Sheerinive, es la dueña del barco que ves allí, nos llevará hasta Veleiron, cerca de Takome, donde tendremos que hacer algo antes de llegar a la ciudad. Sheerinive tiene un humor muy peculiar así que procura no prestarle demasiada atención y eso… como te lo diría… una especialista en magia arcana, en ilusiones. – presentó Sharie a la pequeña gnoma.
– Magía arcana…¿qué? – preguntó Milha un tanto incrédula todavía
– La magia arcana, jovencita, es parecida al poder espiritual que vuestros monjes extraen de Hiros, joven Milha – aclaró Sheerinive – pero nosotros, los hechiceros recurrimos a la energía que nos rodea a todos. La canalizamos con una serie de gestos y palabras a través de nosotros para cuplir nuestra voluntad en la medida de lo posible. – y acto, seguido, a modo de demostración encendió sus manos en fuego y una gran llamarada brotó de ellas.
Milha no quiso sentirse impresionada aunque reconocía que no había visto magia así, sin un rezo previo a Hiros, nunca antes en su vida y le hizo pensar en cuantas cosas le quedaban por ver, en las maravillas del futuro, los lugares, los paisajes, las gentes…. No tadó ni veinte minutos en arrepentirse. Subieron al barco, la primera vez para Milha, y aquello bailaba como si fuera a volcarse, se agarró a la barandilla intentando contener el pánico y el fuerte desayuno que había tomado «para reunir fuerzas para el viaje» pero le fue imposible, su ánimo y su desayuno saltaron por la barandilla y con cierta vergüenza se giró esperando las mofas de Sharie y Sheerinive cuando vio que ambas estaban vomitando por igual por la barandilla. La dama Sharie sujetaba a la gnoma para que no cayera por la borda y ésta se disculpaba intentando mantener el control el tiempo suficiente para dirigir el barco.
– Sigues siendo una pésima navegante Sheerinive – le acusaba Sharie
– ¡Estoy aprendiendo joder, estoy aprendiendo! – se excusaba ella.Finalmente, poco tiempo despues, aunque se les hizo una eternidad, llegaron a Veleiron tras remontar el río. Milha se había ido acostumbrando al bamboleo del barco y había podido disfrutar del trayecto casi más que la propia capitana del barco, que, claramente, era una novicia lidiando con el mar. Atracaron bruscamente contra el muelle y Milha, que se había ido acostumbrando a la chillona vieja pasa arrugada que le parecía la gnoma quedó fascinada por los semielfos que custodiaban el muelle. Sus bellos gestos y su hermosa voz timbrada eran lo opuesto a la ruidosa y temperamental anciana. En cambio se sentía más cerca a ella pues su franqueza era más eldorense que la fingida amabilidad de los semielfos. Desembarcaron y amarraron el barco haciendo algunas reparaciones necesarias tras la accidentada travesía. Durante la faena un muchacho se acercó a Sharie entregándole una nota. Milha pudo escuchar que al parecer Elarin solicitaba su ayuda y que les estaba esperando hacía un par de días. Se dirigieron a la casa consistorial de Veleiron, una modesta edificación donde en el despacho central les atendió la alcaldesa, una joven muchacha llamada Elarin. Al parecer habían descubierto el escondite secreto de un villano que tenía asustados a los recolectores de la ciudad. Marcharon los tres hacia los famosos viñedos de Veleiron. Milha había visto alguna vez una o dos botellas del vino de esta ciudad, tratada casi con veneración, en las manos de algún monje. Despues de recorrer varias hileras de vacías vies, no en vano la vendimia se habia realizado hacía pocos meses, llegaron a un espantapájaros y con cautela Sharie colocó un objeto en una de las manos mientras se preparaba para el combate haciendo girar su poderosa lanza mientras adquiría inercia. A su vez, Sheerinive se preparaba formulando diversos hechizos y, dejando perpleja a Milha, donde había una repentinamente aparecieron dieciocho copias idénticas de la gnoma, que con su metro escaso de altura parecía una excursión de infantes. La mano del espantapájaros cedió al peso exacto del objeto y una escalinata apareció que se adentraba en la tierra. ¡El escondite de los villanos! Milha desenvainó los dos floretes de herencia que había estado mimando y preparando para este día y, buscando hacer el máximo daño posible, se lanzó por las escaleras adelantando a Sharie y Sheerinive que apenas pudieron reaccionar, quedándose boquiabiertas decidieron seguirla antes de que se arriesgara demasiado pero fue en vano. Recorrieron un largo pasillo cavado bajo la tierra y a cada paso encontraban bandidos malheridos, con sangrantes heridas en sus cuerpos moribundos y más adelante oían los gritos de as víctimas de la ansiosa Milha que por primera vez se encontraba en combate. Cuando por fin la alcanzaron Milha había dado con el líder de la cuadrilla. Un veterano de la batalla que se movía con rapidez lanzando diestros torbellinos de golpes que Milha esquivaba con tanta facilidad que hacía torpe a su adversario. Sharie y Sheerinive, vieron que no eran necesarias en ningún momento, se contentaron con observar como se desenvolvía Milha en su primera batalla real. Para Milha la situación era distinta, siempre, viviendo en el tranquilo y pacífico templo de Avharanna, había sentido como si cientos de lianas ataran su cuerpo a la tierra, conteniendo su ímpetu constantemente. Ahora, en su primera refriega, la adrenalina intoxicaba sus sentidos haciéndole sentir, oler y ver todo de forma distinta, con más intensidad. Sentía que era la primera vez que olía, el óxido de la daga del bandido en el suelo, el frío sudor de Archan que le asestaba varios golpes girando sobre sí mismo mientras Milha, con facilidad, los esquivaba virando el torso a la vez que flexionaba las rodillas para saltar sobre su contrincante con las manos unidas en un golpe de maza que dejó aturido al bandido. Sentía que era la primera que palpaba, el frío acero de su florete mientras lo deslizaba sobre su mano izquierda, el cuero de su segundo florete en la derecha antes de lanzar todo su cuerpo, pecho, hombro, codo, muñeca hundiéndolo hasta la empuñadura en la herida abierta del hombro de Archan. Saltó hacia atrás tras asestar el golpe a la vez que extraía la hoja que tan fácilmente había perforado la malla del villano y esquivaba un desesperado intento de asestarle un nuevo golpe. Milha se sentía casi flotando cuando daba ese salto hacia atrás, todo trancurría a cámara lenta para ella, mientras que para Archan todo debía ir demasiado rápido, sus golpes fallaban golpeando el aire y sus ojos seguían a Milha una fracción de segundo tarde que ella aprovechó para plantar de nuevo los pies con firmeza en el suelo y lanzarse como una flecha, florete por delante contra el corazón de Archan que recibió la estocada mortal con sorpresa y rabia que bailotearon en su cara mientras la vida se desvanecía de sus ojos.
Milha, con delicadeza, dejó el cuerpo de Archan deslizarse a través de la hoja mientras caía al suelo. No había sido un acto frío, tampoco de bondad, sino tan natural como la vida y la muerte mismas. Su corazón lentamente volvió a un ritmo normal y empezó a percibir de nuevo el mundo con normalidad. Miró a Sheerinive que no podia tener más abiertos sus grandes y bulbosos ojos castaños y a su lado, Sharie, sonría con aprobación. Había demostrado ser válida de la honorable herencia de su padre.
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La frase que en el 97 leí en la pantalla de Galmeijan y me abocó a este oscuro mundo:
Orco te golpea con su cimitarra.
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