Inicio Foros Historias y gestas La historia de Nhizzra

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    • lordsoth
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      Me despierto como cada noche, cubierta por su oscuro manto y empapada en sudor. Otra vez el mismo sueño, como cada noche, siempre en mi mente, siempre atormentándome. Un orbe.

      Ya no soy capaz de recordar cuando empecé a soñar con este orbe, quizás fuera al poco de tomar consciencia de mis orígenes, o al menos, empezar a creérmelos. Quizás ese fuera el momento en el que estuve preparada.

      A lo largo de mi vida el engaño siempre ha ocupado un papel primordial. Empecé de joven, con mi madre. Para ella nuestra forma de vida era sin duda la mejor del mundo, sin preocupaciones, sin responsabilidades. De hecho, creo que fui una lacra para ella hasta que se le ocurrió que una niña podría ayudarla a obtener sus fines. Timar a cualquier persona que se encontrase. Para ella vivíamos las mejores épocas de la historia de Eirea, una época en las que los conflictos bélicos apenas se reducían a los bandos históricamente enfrentados. Para nosotras, simples vagabundas, eso no significaba nada. Vagábamos indistintamente por Takome, Anduar, Golthur, Grimoszk sin importarnos con quien comerciábamos, aunque quizás decir comerciábamos era forzar al limite el significado de esa palabra. Nuestra vida era sencilla, cada ciudad necesitaba ciertas cosas que solo se podían obtener en otras ciudades, muchas veces enemigas. Nosotros facilitábamos esas cosas a cambio de dinero. Simple. El problema es que para mi madre ir a Golthur a obtener cierto mineral de sus minas para venderlo en Takome, era poco práctico, si podías coger ciertas piedras de cualquier camino y vendérselas a algún confiado semielfo diciéndole que estaban recién extraídas de las minas. Pero no solo nos limitábamos a vender objetos de dudosa procedencia, cualquier timo que se nos ocurriera lo poníamos en práctica. Y así vivíamos, quizás no con lujos, pero nunca nos faltó comida.

      Los timos pueden basarse en múltiples principios. Puedes timar a una persona siendo más inteligente que ella, puedes timarlo por velocidad no dejándole tiempo de reacción, puedes timarle por desconocimiento, evaluar como debes timar a cada persona es un arte que se aprende con paciencia y práctica. Yo la observaba cada día mientras lo hacía. Eso quiere decir que no iba tampoco a la escuela, aunque no era ninguna inculta. Mi madre se encargo de formarme en lo que ella llamaba conocimientos aplicados, es decir, cosas útiles que iba a necesitar ahora y siempre. Por ejemplo, idiomas, no solo hablaba una grandísima cantidad de idiomas distintos, sino que, hacia especial hincapié en los acentos, para poder hacerme pasar por cualquier persona en cualquier circunstancia. Es distinto el adurn que se habla en takome o en veleirón, y quizás en un momento dado quieres que el enano de Kheleb con el que estas hablando piense que eres de takome y otras que piense que eres de veleiron, todo dependía de las circunstancias y del timo que estuvieras realizando.

      Pero la suerte se acaba y un día nos encontramos en una situación de la que no podíamos salir. Estábamos vendiéndole ranas dardo de Grimoszk a un chamán de Golthur, que en realidad eran ranas que habíamos cogido en el propio río de Golthur y sumergido en tinte azul, cuando apareció un mercenario lagarto por ese pasillo riéndose de nosotras. Lógicamente un hombre-lagarto conocía las ranas de la que fue la patria de sus ancestros, y el timo se vino abajo. Apresó a mi madre y la justicia en golthur es rápida y sencilla. Mando al demonio que iba a su lado que la decapitara y una vez lo hizo recogió su bolsa de dinero de sus restos.

      No voy a decir que no me doliera, pero tampoco me traumatizo. Mi madre me había enseñado a ser independiente, y a no tenerle apego a las cosas. Así que recogí mis bártulos y me fui a Anduar, donde pasé largos años, realizando pequeños timos y mendigando por las calles. Uno de mis sitios favoritos para intentar ratear algo era la Taberna del Dragón Verde. Siempre es más fácil robar a un borracho.

      Un día entre y mirando entre la multitud vi a un ajado humano, consumido por la edad y el alcohol que apenas era capaz de mantenerse erguido sobre la silla. Con mi mirada más inocente me acerque a él mientras extendía mi manita para pedirle una limosna, y al mismo tiempo deslizaba la otra hacia su cinturón para desabrocharle la bolsita con las monedas.

      Al verme el hechicero se puso en pie y me dio una patada.

      • Lárgate mocosa, no oses molestar al grandísimo…, ….. bueno ahora mismo no me acuerdo como me llamo, pero sí que soy grandísimo.

      Me levanté contrariada y salí a la calle. Aún no había dicho mi última palabra. El anciano salió un rato después, mucho más erguido, se ve que había estado durmiendo sobre la mesa. En mis manos empuñaba una piedra. El plan era sencillo, estrellar mi piedra en su nuca, quitarle la bolsa, y barajaba seriamente mearle encima antes de irme, pero lo primero era lo primero. Mi piedra en su nuca.

      Serpenteando por el callejón, conseguir colocarme a pocos pasos de distancia de él, y en un momento que se detuvo corrí y salte contra su nuca y alcance mi objetivo. Solo para salir despedida por la fuerza del impacto, ya que era como si hubiera golpeado un muro.

      • ¿Otra vez tu mocosa?… lo siento, se que te trate mal en el bar, pero mi humor cuando estoy ebrio no es el mejor. Lamento haberte golpeado y toma, quédate estas monedas – me dijo mientras me tendía 5 platinos.
      • Eh… Gracias. – La gente no solía dar semejante cantidad de dinero. ¡Con eso casi podía comerme un asado de ciervo en el dragón verde!
      • ¿Eres peculiar verdad? ¿Vives en las calles?
      • ¿Y tus padres?
      • Mi madre murió hace años, y nunca he sabido quién es mi padre.
      • Y eso, niña, ¿tu madre no te lo conto nunca? ¿Nunca le preguntaste?
      • Si hubiera creído que necesitaba saberlo me lo hubiese dicho, anciano.
      • Pragmática. Eso me gusta pues voy a hacer algo más por ti. Soy un poderoso adivino a si que voy a ver tus origines gracias a mis premoniciones.

      Pensando que si me enteraba quien era mi padre podría intentar extorsionarlo, asentí.

      El hechicero empezó a formular una letanía mientras me miraba fijamente. En cuanto termino miro sin ver al infinito con los ojos en blanco, mientras murmuraba cosas ininteligibles. De golpe se sobresaltó, saliendo de su estado de trance. Se me quedo mirando con cara de susto, como quien acabará de ver un fantasma. Volvió a ponerse a canturrear y un tercer ojo se le formo en la frente. Volvió a mirarme. El sudor le corría por toda la cara.

      • Hija, hay algo extraño y poderoso en tus orígenes. He retrocedido y he visto como te criabas con tu madre, y después he enganchado el hilo de la vida de tu madre hasta llegar al momento en el que estuvo con tu padre… Y lo que he visto es perturbador.
      • ¿Qué has visto anciano? empiezas a preocuparme.
      • He visto una máscara, pero no una máscara cualquiera. He visto una máscara de sombras. Después he vuelto al presente y mirado hacia el futuro, hija, y tu futuro no esta vagabundeando en las calles y robando a borrachos en las tabernas. Tu destino esta en un lugar oscuro y frio, mas haya de los océanos, y los acantilados. Un lugar donde las tinieblas son aún más oscuras. Ahí está tu sitio. Y escúchame bien niña, no intentes huir de él, pues él te encontrará.

      Confusa me retire al hostal de comellas, donde alquilaba cuando podía una pequeña habitación. La noche fue intranquila por las palabras que ese mago me había dicho así que decidí ponerle remedio. Al día siguiente haría mis investigaciones.

      Con la llegada del alba, me dirige a los suburbios de anduar donde los pillos, los rufianes y los mendigos teníamos nuestra base de poder. Allí tras describir levemente al mago todo el mundo lo reconoció, y lo que era peor, todo el mundo lo respetaba o temía. Tenía fama de mago bueno y amable, e increíblemente poderoso. Y todos repetían la misma coletilla, “si te ha dicho que hagas algo, hazlo, no lo dudes”.

      Pero yo no sabía ni por donde empezar, así que empecé otra vez a indagar, pero esta ver sobre un lugar oscuro, lejano, con acantilados. Nadie sabía responderme. Hasta que me encontré con una drow que debía rozar la centuria de años, que me dijo la frase que cambio mi forma de vida.

      • Tu estas buscando el altar de Khaol hija.
      • Khaol? ¿Quién o qué es Khaol?
      • Khaol es un dios, mi dios, niña, así que trátalo con respeto. Es el dios del engaño, de los rufianes, de los ladrones y de los pillos.
      • ¿Y dónde puedo encontrarlo?
      • En las profundidades de los acantilados del trueno, en las costas de Narggrud.

      Así que allí me encaminé, temerosa de lo que podía reportarme el futuro. Cruce el océano y arribe a las costas de Keel y me encamine hacia el acantilado de las tormentas. Por el camino tuve que poner en practica todas mis argucias y habilidades de subterfugio para evitar a las numerosas criaturas que azotan esos lares, dispuestas a acabar con cualquier aventurero que ose atravesarlas. Tras muchos esfuerzos y una larga escalada, arribe al altar.

      Lo contemple con miedo, con sobrecogimiento, pero al mismo tiempo me llamaba a acercarme.

      Acabe cediendo y haciéndolo y al llegar solo tuve una opción, mi propio cuerpo me lo pedía, me postré de rodillas y me entregue a Khaol. Una voz susurro en mi mente.

      • Al fin has venido a buscarme hija mía. Quizás no lo has notado, pero no eres una semidrow normal. Naciste para el engaño, y en tu sangre corre mi propia sangre, pues yo fui quien te engendro, directamente en el vientre de tu madre. Necesitaba un vástago capaz de desequilibrar la balanza del panteón, hija, necesito una mano derecha a mi lado.
      • Como he de hacerlo, mi señor.
      • Serás bendecida con mis dones mas preciados, y tu nombre dejará huella en el mundo. Serás capaz no de disfrazarte sino de transformarte en lo que desees y ni los más perspicaces serán capaces de percibir tus engaños, pero recuerda tu objetivo hija mía, tu objetivo es llegar a mí. Si aceptas esto, todos estos dones serán tuyos.
      • Lo acepto o mi señor, dame tus dones y cada día de mi vida lo encomendaré a tu tarea- dije con total sobrecogimiento.
      • Perfecto, mi predilecta. Tu tarea es encontrar un orbe, el mismo orbe que me alzo entre los mortales, debes hallarlo y traerlo ante mí. Así podrás ascender y convertirte en mi mano derecha y juntos, el panteón del Caos desequilibrará la balanza de los dioses y nos alzaremos entre todos ellos.
      • Hágase tu voluntad, mi dios.

      Y así recibí los más altos poderes que Khaol había entregado nunca a un mortal. Al dármelos susurro en mi mente

      • Cada día te recordaré tu tarea, hija mía. No te desvíes de tu senda.

      Y así hasta hoy, cada día sueño con el mismo orbe. Una y otra vez, el mismo orbe. Ya casi se ha convertido en una molestia menor. Un precio pequeño a pagar por haber recibido los mayores dones entregados nunca por Khaol a un mortal. Quizás algún día busque el orbe, sí. Pero mientras tanto me conformo, con haber sido la semidrow que engaño al mismísimo dios del engaño. Cuando el adivino me hablo de mi padre, dije que si me decía quién era, quizás podría extorsionarlo.

      Siempre me ha gustado que mis timos salgan bien.

       

      Objetivos:

      Pese a que haber engañado al mismo Khaol es algo digno de elogio, Nhizzra no ha olvidado, ni podrá hacerlo mientras viva, el orbe del que le hablo Khaol. Por ahora disfruta de su vida mortal, haciendo lo que quiere, y viviendo de sus engaños. Pero algún día buscará a ese orbe, y una vez lo tenga volverá al altar no para entregárselo a Khaol, sino para alzarse al igual que hizo él, destruirlo y ocupar su lugar en el panteón.

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