Inicio Foros Historias y gestas La historia de Thysseth

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    • Alambique
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      *** La historia de Thysseth se compone de fragmentos de su vida que se han ido recopilando en algunas bibliotecas, los fragmentos que faltan o bien se han perdido o todavía no se han encontrado. Es posible que algún trovador conozca parte de su historia. En las algunas tabernas se rumorea que fue vendido como esclavo a la Horda Negra y embarcado en un juggernaut, en el que fue obligado a satisfacer las más oscuras fantasías del capitán… ***

      El incursor se detuvo frente a la ovada, observó con disgusto la cantidad de huevos que tenía que fertilizar, se encaramó en un pequeño cajón de madera y, tras una serie de frenéticas sacudidas, consiguió regar casi la totalidad de los huevos con su preciado líquido.

      Siempre había querido pertenecer a la guardia de élite del General Ssratz, pero su evolución en la jerarquía militar de Grimozsk se detuvo en cuanto se dio a conocer la pureza de su líquido.

      Miraba con nostalgia los guardias que custodiaban la cámara del General de Grimoszk, en lugar de blandir un poderoso tridente, se había resignado a blandir otra «herramienta» para ejercer su función.

      La chamana que le acompañaba sonrió al verle estremecerse mientras terminaba de regar la ovada.

      El incursor se dio la vuelta y, mirando de reojo a la ovada que nunca lo reconocería como una figura paterna, abandonó la cámara de crianza, su trabajo ya estaba hecho…

      La chamana recogió unas hierbas que crecían en una de las esquinas y se aseguró de repartir la sustancia gelatinosa por toda la superficie, sólo quedaba esperar.

      Se sentó en una de las esquinas y observó la abertura del techo, Argán resplandecía llena y sus rayos atravesaban la gran abertura incidiendo sobre la ovada.

      No sabría decir cuántas veces había realizado este ritual, sabía cada uno de los pasos de memoria, lo único que le disgustaba era la parte final.

      Se incorporó, había llegado el momento de revisar si todo había salido bien.

      Recogió un montón de hierbas de una de las esquinas de la cámara y las dispuso dentro de una enorme cesta de juncos, tenía que asegurarse que los elegidos no sufrieran daño alguno.

      Se quitó las botas y bajó los escalones hasta llegar a la zona donde descansaban los huevos, comenzaba en ese momento la tarea de revisar cada huevo y comprobar si había sido fertilizado correctamente.

      Tomó el primer huevo y lo sostuvo frente a la antorcha, entornando un poco los ojos vislumbró la yema, sin rastro de embrión alguno, la cosa pintaba mal, el primero que revisaba y era un fracaso.

      Sin soltar el huevo, lo apretó con todas sus fuerzas hasta hacerlo estallar, notó como la yema se escurría entre sus dedos y lo arrojó contra una de las paredes.

      Se sintió mal por haber destrozado el huevo y, tras lamer los restos que se escurrían entre sus dedos, prosiguió con la inspección.

      Los inspeccionaba uno a uno al trasluz, si el resultado era exitoso y había sido correctamente fertilizado lo depositaba con cuidado en la cesta de juncos.

      En caso contrario lo dejaba en el suelo, serían triturados y la papilla resultante se guardaría en unas vasijas, sería la primera comida de la nueva ovada.

      Cuando terminó de revisar todos los huevos, observó el cesto con preocupación, únicamente habían tenido éxito con ocho huevos.

      Se giró y trató de contar los huevos fallidos, pero era imposible, se acumulaban en el suelo de la cámara por centenares.

      Decepcionada abandonó la cámara y trató de prepararse para ver qué excusa le presentaba al General.

      En ese momento entró en la sala a hurtadillas Bryssh, un viejo chamán al que habían relegado a tareas poco decorosas debido a un incidente.

      No vamos a negar que Bryssh no estaba bien de la cabeza, siempre que podía se escabullía en la cámara y jugaba con los huevos rechazados, algunos los estampaba, en otros pintaba caritas sonrientes, e incluso a veces se llevaba algunos.

      Bryssh se revolcó entre los huevos rotos, jugó sobre ellos, simulando nadar entre un mar de cáscaras y yemas.

      Al final, agotado y con miedo de ser sorprendido, Bryssh abandonó la cámara de cría, no sin antes guardar un huevo en el bolsillo.

      Pasó entre los guardias, con la mano en el bolsillo, acariciando su nueva adquisición, y se dirigió a su cámara.

      Se trataba de una cámara modesta, tal vez demasiado austera. Las canalizaciones de las cámaras superiores pasaban justo por en medio, no era raro observar algunos objetos extraños flotando sobre la canalización central.

      Cerca de la rejilla había un montón de paja, se acercó y guardó el huevo entre ella, nunca había conseguido que ningún huevo eclosionara, tal vez que hubieran sido rechazados previamente tenía algo que ver, pero su limitada inteligencia no daba para más.

      Se tumbó y terminó durmiéndose mientras contemplaba el musgo del techo de su cámara.

      Un ligero crujido lo despertó, sobresaltado se arrastró hasta el montón de paja e introdujo su mano con cuidado.

      Tanteó el interior hasta que encontró el huevo y, envolviendolo entre sus garras, lo extrajo para observarlo.

      Observó que una grieta lo recorría verticalmente, y justo en la base la cáscara se había desprendido, dejando a la vista una fina membrana.

      Se puso nervioso, jamás habría imaginado ver esto, por fin tendría su juguetito.

      Lo dejó de nuevo en el montón de paja y se sentó todo lo cerca que pudo para ser testigo de ese momento.

      Bryssh disfrutaba con este momento, no quería parpadear, quería ver hasta el más mínimo detalle, quería que cuando emergiera la criatura lo primero que viera fueran sus rasgados ojos rojizos.

      Un seco crujido y la parte superior del huevo se desprendió por completo, una pequeña lengua bífida asomó tímidamente por entre la abertura.

      Bryssh, impaciente, cogió el huevo y separó la cáscara, dejando entre sus manos la pequeña criatura que trataba de incorporarse sin mucho éxito.

      Bryssh la colocó enfrente suya y comenzó a lamerla con su lengua bífida, recogiendo los restos de líquido que la envolvían y, de paso, trató de captar su esencia para no olvidarla.

      No sabía qué darle de comer, se rebuscó entre sus colmillos hasta dar con restos de comida que consideró lo suficientemente blandas, y los fue introduciendo en la pequeña garganta.

      La criatura tragaba todo lo que Bryssh le iba dando, hasta que finalmente no pudo tragar más y una sensación de sueño comenzó a envolverle.

      Bryssh se tumbó en el suelo y colocó a la criatura sobre su pecho, había escuchado que era recomendable que las crías se acostumbraran al latido de sus madres, y él sería su madre, padre, su todo…

      Los dos cayeron dormidos en poco tiempo, hasta que un fuerte sonido los despertó.

      Dos guardias irrumpieron en la habitación, despertando al pobre Bryssh de su placentero sueño.

      Bryssh se incorporó como pudo, escondiendo a la criatura tras de sí.

      Uno de los guardias lo apartó de un manotazo, haciendo que soltara a la criatura y que cayera sobre las frías losas de piedra.

      Bryssh, incorporándose desorientado por el manotazo, trató de recuperar a la criatura, pero uno de los guardias le dio una patada en las costillas dejándolo sin respiración.

      ‘Ssaco de esstiercol, que ssea la última vess que robass huevoss al General’, siseó uno de los guardias.

      El guardia se agachó y, cogiendo a la criatura del suelo, dijo ‘Nunca debisste haber dejado que eclossionara…’.

      Dicho esto, arrojó a la criatura a la canalización que recorría la cámara.

      La criatura cogió aire y se perdió en la oscuridad del sumidero, entre las heces y demás desperdicios que arrastraban la corriente.

      Terni se calzó sus botas y se ajustó la mascarilla, no le hacía mucha gracia revisar las alcantarillas de Anduar, pero el General se lo había pedido.

      Levantó la pesada tapa metálica y, ante la mirada de los cruzados, se introdujo en la oscuridad.

      El aire pestilente se filtraba a través de la mascarilla, pero por suerte Terni había perdido parte de su olfato con la edad.

      Posó su mano sobre la pared de piedra y apretó con fuerza el musgo que poblaba la pared, pocas cosas habían que le reconfortaran más que estrujar el musgo.

      Fue avanzando por los túneles, los conocía como la palma de su mano ya que había estado presente en todo el proceso de la canalización de Anduar, junto a Tozil.

      No encontró nada fuera de lo común en su revisión, regresaría a la superficie e informaría al General.

      Giró a su izquierda para incorporarse al túnel principal y fue en ese momento cuando detectó una presencia.

      Durante todo su trayecto había tenido la sensación de estar siendo vigilado, pero no le dio importancia, lo achacó a su permanente estado de alerta.

      Pero en esta ocasión algo de un tamaño considerable se estaba deslizando en la oscuridad y se movía hacia él.

      Terni se plantó y, blandiendo su espada, miró fijamente hacia la oscuridad del túnel, tratando de atisbar cualquier movimiento.

      El sonido cesó a escasos metros de Terni, que nervioso lanzó la antorcha donde pensaba que se había detenido la criatura.

      Un destello iluminó la zona al impactar la antorcha contra el suelo de piedra y consiguió ver una criatura escamosa que comenzó a correr hacia él.

      Terni se abalanzó sin pensarlo sobre la criatura, y la agarró de la cola.

      Forcejeó con ella, no sabría decir durante cuanto tiempo, pero finalmente consiguió reducirla.

      Agarrado a ella, se aproximó a la antorcha, acercó la antorcha con su pie y observó a la criatura.

      Se trataba de un hombre-lagarto de un tamaño considerable, aunque con severas muestras de desnutrición, debía ser muy duro sobrevivir allí abajo.

      Terni fue soltando poco a poco al hombre-lagarto, hasta liberarlo finalmente.

      Rebuscó entre sus pertenencias y le ofreció un trozo de carne seca, que el hombre-lagarto devoró con avidez.

      Terni apoyó su mano sobre el escamoso hombro del hombre-lagarto y sonrió.

      El hombre-lagarto, más relajado, devolvió la sonrisa a Terni mientras su lengua bífida asomaba tímidamente.

      Terni guió al hombre-lagarto hacia la superficie y juntos se encaminaron hacia el cuartel de la guardia Nivrim, donde posteriormente le ofrecería algo de ropa limpia, comida y un lugar donde descansar.

      El guardia pretoriano salió de su ensimismamiento y siseó ‘Alto, ¿quién ossa crussar las puertass de Grimosssssk?’

      Un corpulento hombre-lagarto, cubierto con una reluciente armadura hecha de mithril se plantó frente a los guardias.

      ‘Ssoy Thysseth, vengo a hablar con el General Ssratz, vengo a demosstrarle que nunca debió desshasserse de mi’.

      Los guardias, abrumados por la seguridad con la que pronunciaba esas palabras, se hicieron a un lado, permitiendo al hombre-lagarto su entrada en la ciudad.

       

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