Inicio Foros Historias y gestas La historia de Thyria. Capítulo II

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    • Alambique
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      La tranquilidad del bosque se vio interrumpida por un silencio, como la calma que precede a la tempestad.

      Los pájaros cesaron sus trinos y se escuchó un agitado revoloteo, el resto de animales se escabullía sigilosamente hacia sus guaridas, buscando cobijo.

      Un sonido, aún irreconocible por la distancia, se aproximaba al bosque, aumentando su intensidad.

      El sonido se fue haciendo más perceptible, una jauría de perros se estaba adentrando en el bosque.

      Los perros se agolpaban, pasando unos por encima de los otros cuando el sendero se estrechaba. Detrás de ellos varios hombres corrían, portando picas de madera, arcos, espadas y otros objetos punzantes.

      • ¡Están siguiendo el rastro, que no lo pierdan!

      Uno de los hombres corría justo detrás de los perros, llevaba una correa que se bifurcaba en varias correas y cada una de ellas estaba atada al collar de cada perro.

      • ¡Suéltalos, suéltalos!

      El hombre dio un tirón en seco de la cadena y soltó a los perros, perdiendo el equilibrio y cayendo sobre unas raíces.

      • ¡Mierda, el tobillo!

      Se arremangó el camal del pantalón y observó cómo el tobillo iba hinchándose por momentos, en un rato sería totalmente imposible caminar.

      • Quédate aquí, cuando salgamos te recogeremos. – dijo uno de los hombres al lisiado.

      El resto del grupo de cazadores se aventuró en el bosque siguiendo el griterío de los perros, tratando de no separarse demasiado de ellos para no perderlos de vista.

      El ladrido de los perros dio paso a un aullido, habían encontrado su presa.

      • ¡Lo tienen, lo han encontrado! ¡Daos prisa o escapará de nuevo!

      Los hombres aceleraron la marcha, si perdían de vista a los perros la batida no habría servido de nada.

      Por fin dieron con ellos, habían terminado en un pequeño claro del bosque.

      En el fondo del claro una enorme pared rocosa se perdía entre las copas de los árboles, haciendo prácticamente imposible determinar su altura.

      Apoyada contra la pared del claro estaba ella, ocultando algo detrás de ella. Los perros la tenían acorralada, pero mantenían una distancia prudencial, tal y como les habían enseñado.

      Uno de los cazadores vio algo moverse detrás de ella.

      • ¡Lo lleva con ella! Lo quiero con vida.
      • Klurg, acaba con ella, pero ni se te ocurra dañar al bebé lo quiero con vida. – Ordenó el hombre que parecía liderar la cacería.

      Klurg descolgó un largo arco de madera de ébano de su espalda, tomó con cuidado una flecha del carcaj y frotó la punta contra la parte interna de su bota, siempre le había traído suerte esta especia de ritual.

      Mantuvo la respiración mientras colocaba la parte emplumada contra la cuerda del arco y comenzó a tensar la cuerda mientras apuntaba.

      Soltó el aire de golpe y un silbido recorrió la distancia que separaban a los cazadores de ella.

      Con unos reflejos sobrenaturales apartó la flecha de un manotazo justo cuando iba a hacer blanco sobre su pecho y acabó estrellándose contra la pared que tenía a sus espaldas.

      • ¡Joder!, ¿pero cómo ha hecho eso?

      No les quedaba otra opción que el combate cuerpo a cuerpo, a menos que los perros hicieran su trabajo.

      El hombre que se encargaba de los perros los jaleó, pero no obtuvo respuesta alguna de ellos. Se mantenían a una distancia prudente con el pelaje erizado.

      ¿Cómo no iban a poder con ella? Cinco robustos hombres armados junto a casi una docena de perros hambrientos…

      Klurg sacó una pequeña bolsita que llevaba colgada en el pecho, la abrió con cuidado y, sacando una flecha de su carcaj, untó la punta de ésta con el polvo grisáceo que contenía la bolsita.

      Colocó la flecha en el arco y miró a Fricken a la vez que asintió, Fricken le devolvió una sonrisa de aprobación,  parecía que hubiera ensayado algo.

      Fricken dio un sonoro pisotón al suelo, lo justo para que la madre se distrajera lo suficiente y no viera venir la flecha que se clavó limpiamente en su muslo derecho.

      Agarró la flecha por el mástil y la rompió, notó como su fuerzas flaqueaban, apenas podía mantenerse en pie, podía ver a los hombres frente a ella, pero se iban difuminando por momentos, era incapaz de escuchar su voz, todo se volvía oscuro por momentos…

      Finalmente cayó de bruces al suelo, golpeando el suelo con su enorme cuerpo y dejando al bebé que portaba en sus espaldas totalmente expuesto.

      Intentó abrir sus párpados pero pesaban demasiado y la escasa luz que se filtraba entre ellos le dolía, como si le clavaran algún objeto punzante en su globo ocular.

      A duras penas consiguió ponerse en pie y abrió los ojos, le dolía todo el cuerpo. Se miró el muslo derecho y observó como la sangre de la herida se había coagulado, formando una fina costra grisácea.

      Miró a su alrededor, vio el claro del bosque, y árboles borrosos al fondo, no conseguía todavía enfocar correctamente, todo eran formas difusas, como si fueran bocetos de algo.

      Finalmente comenzó a recordar, recordaba estar rodeada por unos hombres, también habían muchos perros, y estaba con su …, se echó la mano a la espalda corriendo.

      Una sensación de pánico cubrió su rostro de repente, ¡no estaba!, ¿qué habrían hecho con él?

      Miró a su alrededor, no había rastro de él. Sólo había un pequeño charco de sangre reseca, pero era fruto de su herida.

      Observó la entrada del claro, por ahí tenían que haber pasado, si quería recuperarlo tendría que seguir el rastro de los cazadores, ahora las tornas habían cambiado, ella era la perseguidora.

      No fue muy difícil el rastro, aunque no era una experta cazadora, que cinco hombres y una jauría de perro pasearan por el bosque sin dejar rastro era algo prácticamente imposible.

      Fue observando el sendero, miraba con más detenimiento los cruces, una ramita rota, hierba pisada, alguna huella, excremento de perro… siempre encontraba algo que le iba indicando el camino.

      Corría con todas su fuerzas, sin importarle llegar a la extenuación, hacía rato que había dejado de escuchar los sonidos del bosque, únicamente escucha su corazón, parecía que iba a explotar en cualquier momento.

      Se detuvo en seco, conocía ese olor, lo había olido en otras ocasiones…

      Tenía en frente unos arbustos, los observó con detenimiento, alguien los había arrancado de otro sitio y los había colocado cuidadosamente, como si quisieran esconder algo…

      Cogió una rama gruesa de los arbustos y los apartó a un lado.

      Cayó de rodillas al suelo, no podía mirarlo, ¿cómo habían podido hacer eso? Sintió como su corazón se paraba, le faltaba el aire, era como si alguien le estuviera oprimiendo la garganta.

      Levantó la vista y lo miró de nuevo, no podía creerlo.

      Allí estaba, tumbado boca abajo, lo habían despellejado entero, dejando a la vista únicamente una capa sanguinolenta de músculo y tejido adiposo. Le habían seccionado las manos, los pies y la cabeza. Pronto todo esto no sería más que el trofeo de caza de algún noble.

      No lo entendía, cómo podían hacer eso. Si ellos no habían hecho nunca nada malo.

      Recogió lo que habían dejado de su pequeño, se lo llevó lejos de allí. No quería que lo encontraran, y mucho menos que fuera alimento de carroñeros.

      Encontró lo que buscaba, un claro próximo a la orilla del río. Siempre le había gustado el sonido del agua, le ayudaba a dormirse.

      Aprovechando que la tierra estaba blanda, comenzó a cavar con sus propias manos, hasta que consiguió un hoyo lo bastante profundo como para meterlo.

      Lo depositó con cuidado dentro del agujero y se ayudó de las manos para ir tapándolo con tierra, con toda la delicadeza con la que la haría una madre que acaba de perder a su hijo.

      Una vez estuvo totalmente cubierto de tierra, la presionó con sus manos para endurecer la tierra, recogió un gran número de piedras y las fue depositando encima.

      Se recostó sobre la pequeña montaña de piedras, no conseguía asimilar que lo que yacía bajo toda esa montaña, hace unas horas estaba vivo con ella…

      Cerró los ojos, trató de calmarse escuchando el río, pero un sentimiento de ira comenzó a crecer en ella, apretó sus puños con fuerza, pensaba vengarse y su venganza iba a ser muy dolorosa…

      Se levantó de un salto y se encaminó a la orilla, iría a la ciudad y les haría daño, mucho daño.

      Fue entonces cuando observó algo que se deslizaba corriente abajo, un pequeño bulto de pieles.

      Alargó su peludo brazo y lo atrapó justo antes de que se precipitara por un pequeño salto de agua

      • Este debate fue modificado hace 5 years, 1 months por Alambique.
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