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Dedicaron semanas en la fabricación de la jaula, hecha de pura obsidiana comprada a golpe de platinos a los habitantes de Grimoszk, ya que al parecer últimamente habían dejado de usarlas para la fabricación de su armamento. El moldeado del material fue algo sencillo comparado con la complejidad de imbuirlo en una magia tan poderosa que ni un dragón pudiera atravesarlo, hicieron falta meses de esfuerzo y dedicación por parte de un grupo de altos hechiceros de la Hermandad de la Escama Esmeralda para conseguirlo, encadenaron la magia de protección junto a la verde sangre draconiana que fluía por las venas de Khraxodhor para hacerla más poderosa, además quien mejor para dominar la magia de esos negros barrotes que el propio encargarlo de bajar al fondo marino para intentar capturar a la criatura.
El destructor de la hermandad estaba preparado, fondeaba en medio la inmensidad del Orthos esperando instrucciones, en su interior habían instalado tres enormes grúas (los inventores de la hermandad se habían encargado de ello) cuyos ganchos se encontraban agarrados al enorme armazón oscuro que haría las veces de prisión para la criatura que estaban a punto de cazar. Khraxodhor y Golodrix se colocaron en la parte superior de esta y cuando dieron la orden las máquinas se abrieron dejando caer hasta el fondo del mar tanto a la jaula como a los dos draxyar, mientras metros y metros de cuerdas metálicas se deslizaban por la cubierta siguiendo la estela de la pesada carga que se hundía sin parar. Al cabo de unos minutos las poleas comenzaron a chirriar mientras frenaban llegando a la máxima profundidad que las cadenas le permitían.
Allí abajo todo era oscuridad y silencio, sus características raciales les habían otorgado cierta costumbre a aquellos rangos de visión, podían verse uno al otro, pero no mucho más allá. Pasaron minutos expectantes, la magia de la jaula atraería a alguna de las criaturas cercanas, cuando de repente unos ojos azules se abrieron en la inmensidad del océano, sintieron como las aguas se arremolinaban alrededor de ellos y sin dudar se apartaron cada uno hacia uno de los lados y comenzaron con lo planeado, mientras un enorme torrente de ‘agua’ era lanzado sobre la jaula agitándola levemente y sin producir ningún daño en ella. El dragón se abalanzó sobre los draxyar mientras estos lo distraían escabulléndose a su alrededor haciéndole pequeñas grietas en sus escamas gracias a sus garras, presionaban a la criatura para que esta retrocediera lentamente y poco a poco fuera introduciéndose en la celda negra. Después de varios minutos de ardua pelea en la que los draxyar resultaron algo heridos, pero gracias a su enorme regeneración celular no sufrieron demasiado, consiguieron tener al dragón donde querían. Khraxodhor posó sus zarpas en uno de los barrotes mientras pronunciaba unas palabras en el idioma olvidado del océano haciendo que la jaula comenzara a parpadear y tras una explosión de luz acabó sellándose encerrando a la criatura en su interior. Furioso por lo ocurrido el dragón insufló de nuevo agua en sus pulmones y la lanzó hacia los barrotes, pero estos volvieron a parpadear mientras absorbían el ataque de aliento al completo. Por suerte todo funcionó a la perfección, consiguieron sacar al animal del agua gracias a las grúas gnómicas y el destructor estaba preparado para soportar el doble de peso de lo habitual. Lo habían logrado, habían conseguido el animal que el gnomecánico les encargó, habían ganado un aliado para su futuro asalto a la ciudad de Anduar.
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