Inicio Foros Historias y gestas La mudanza de los Belegarth. Una curiosa propuesta.

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    • Alambique
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      Arkhram respiró profundamente mientras trataba de cerrar el último cierre de la armadura, estas últimas cenas le habían pasado factura.

      ‘Click.’

      Al fin había conseguido ponerse su armadura, sería mejor que no hiciera ningún movimiento brusco y mucho menos agacharse, pues podría provocar un espectáculo y siendo el General de la guardia…

      Arkhram se contemplaba en el espejo de su habitación, a pesar de no conservar la superficie pulida, su figura se apreciaba con claridad.

      Lo que antaño fueron músculos hoy colgaban flácidos y sin definición, jamás habría pensado que iba a descuidar tanto su figura.

      ‘Toc toc’.

      Alguien llamaba a la puerta de sus aposentos.

      – ¿Se puede?

      Arkhram contestó: ‘Humm, sí, sí.’

      Un Guardia Nivrim atravesó la puerta, respetuoso aunque dibujando una tímida sonrisa al ver a Arkhram a punto de hacer estallar los cierres de su armadura.

      – Traigo el correo, mi general.

      Arkhram recogió la saca de cartas a la vez que agradeció al guardia sus servicios.

      Cada día el correo iba aumentando, bien por denuncias de ataques o robos, o facturas pendientes.

      La guardia no estaba pasando por sus mejores momentos, económicamente hablando. Apenas habían nuevos reclutas y los que aún permanecían en sus filas tenían el salario congelado desde hacía varios años.

      Arkhram echó un tronco de roble en la chimenea y volcó la saca en el suelo.

      – Factura, otra factura, una invitación a un baile,…

      Arkhram soltó una estruendosa carcajada a la vez que decía: ‘¿Un baile? ¿Pero qué se han pensado que no tengo nada mejor que mover mis lorzas al son de un trovador borracho?

      – Denuncia de un robo, denuncia de un ataque en las puertas de la ciudad…, pero bueno, esta carta huele a flores!

      Arkhram sostuvo esa carta, era de un papel marrón, como si hubieran prensado una corteza de un árbol. La llevó a sus orificios nasales y aspiró con fuerza.

      – ¡Definitivamente, esta carta huele a flores!

      Con la uña del dedo meñique, larga, afilada y algo amarillenta, rasgó el sobre con cuidado, pues quería conservar el papel oloroso. Le sería útil para enmascarar otros olores no tan agradables.

      Extrajo por fin el papel y comenzó a leer por encima:

      – Dauzzy Belegarth … Thorin … Naduk … solar … árbol…

      Arkhram parpadeó perplejo y releyó para sus adentros la carta de nuevo, prestando ahora más atención.

      – ¡En un árbol, quieren una casa en un árbol!

      Arkhram volvió a releer la carta, sí no se había equivocado, querían la casa en un árbol.

      – Esto se lo tengo que comentar al arquitecto sin falta, necesito la opinión de un profesional.

      Arkhram llamó a uno de sus guardias y le dijo: ‘Busca a Tozil, tengo que comentarle una cosa’.

      El guardia sabiendo de la urgencia del asunto salió a toda prisa de los aposentos del General, tropezando con un estante de armas.

      Arkhram pensó ‘¿Uffff, de dónde habré sacado yo estos guardias?’

      No tardó en llegar el guardia, seguido de Tozil.

      Arkhram saludó a Tozil y le tendió la carta.

      Tozil forzó la vista, pero no conseguía descifrar los garabatos del papel y finalmente le devolvió el papel a Arkhram.

      – Léemelo mejor tú, general. No sé dónde están mis gafas…

      Arkhram resumió: ‘Pues básicamente se trata de construir una casa en un árbol, y como no conozco otro arquitecto, he pensado en tí.’

      – ¿En un árbol?, eso escapa de mi conocimiento. Fosas sépticas, alcantarillas, sumideros… eso es lo mío, pero en árboles…

      – Entonces Tozil, ¿quién puede saber algo de construcciones en el aire?

      – Hummmm… conozco a alguien, es algo particular pero puede servir, ha trabajado para mi en varias ocasiones. Es un arquitecto conocido en las regiones del norte, se llama Gotelé, da la casualidad que anda por Anduar, mándalo buscar.

      Arkhram se dirigió de nuevo a uno de sus guardias y le ordenó que trajera al curioso arquitecto de inmediato.

      Al poco rato llegó el guardia de nuevo, esta vez seguido por el afamado arquitecto.

      – Buenos días queguidos amigos. ¿Que se ofjece?

      Tozil se apresuró a susurrarle a Arkhram: ‘Olvidé decirte que tiene un curioso acento’. Y le guiñó el ojo.

      – Saludos arquitecto, resulta que tenemos un problema con una construcción algo particular, toma, lee este papel.

      Gotelé cogió el papel, lo sujetó en sus manos a la vez que aspiraba el curioso perfume y la leyo.

      – ¿Un agbol? ¿Quieguen una casa constjuida en un agbol? ¿Que va a seg lo siguiente, una tabegna en una palmega?

      Arkhram sonrío y le preguntó al arquitecto: ‘¿Entonces a ti también te parece descabellada la idea?’

      – ¿Descabellada? Me paguece una idea bjillante, no sé como no se me ha ocuguido a mi antes. Segá una magnifica constjucción.

      – Entonces Gotelé, ¿te encargarías de la construcción?

      – Clago Genegal, segá todo un honog hacegme caggo de este pjoyecto.

      – No se hable más, ahora necesitamos el visto bueno de la Mayor de Naduk. Gracias Gotelé, te avisaré si al final se da el visto bueno.

      – Un placeg, mi genegal. Estagué a su disposición cuando usted lo guequiega.

      Gotelé abandonó los aposentos del General seguido de Tozil mientras parloteaban sobre arquitectura.

      – Guardia, un último favor, necesito que avisas a Landra, la Mayor de Naduk para que venga a verme, a ver si solucionamos este tema de una vez.

      El guardia asintió, se ajustó la armadura y salió en busca de la Mayor de Naduk.

      No pasó ni una hora cuando se abrió de nuevo las puertas de los aposentos del General.

      Landra se adentró, con calma, apoyándose en su cayado con cada paso que daba y se situó junto al General.

      – General, ¿qué asunto requiere mi presencia en Anduar?

      – Verás, Landra, resulta que se ha propuesto la construcción de una cabaña de druidas en los bosques de Naduk, y quería saber tu opinión.

      – Bueno, bueno. Es una situación que no se había dado antes. Como sabrás en Naduk cuidamos nuestros bosques, la única condición sería que fuera en el bosque de coníferas, en la parte norte del bosque. Lejos del Mallorn, obviamente.

      – Entonces,… ¿aprobarías la construcción?

      – Sí claro, además como dijiste, son druidas, serán respetuosos con el bosque. Aunque no estaría de más cobrarle un suplemento por las molestias a los animales y a los árboles durante la construcción.

      – Hummm… ¿cuánto sería ese suplemento?

      – Pues, unas 500 monedas de platino. Lo suficiente para repoblar algunas zonas del bosque y limpiar el bosque de restos de la construcción.

      – Me parece justo, Landra. Se lo haré llegar al Consejo de Comercio, ahora mismo le escribo una carta a Renalkar poniéndole al día de todo esto. Gracias Landra, cuídate.

      Arkhram posó su mano sobre el frágil hombro de la anciana y apretó cariñosamente.

      Landra sonrió y abandonó la habitación al paso que su cayado le iba marcando.

      Arkhram se sentó en su escritorio, aflojó los ajustes de su armadura y comenzó a escribir…

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