Inicio Foros Historias y gestas La presentación de la Gran Athairas

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    • garthok
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      Athairas se encontraba tranquilamente con su banjo, compartiendo sus nuevas canciones con Furan, cuando una extraña nube de color verdoso comenzó a volar a su alrededor. La nube parecía tener unos pequeños ojos y una boca difícil de distinguir. Athairas miró a su alrededor en todas las direcciones tratando de entender lo que sucedía.

      Athairas: Athairas observó la nube con curiosidad, nunca antes había visto algo similar, y el color verdoso solo aumentaba su interés. ¿Qué es eso?

      La nubecita dijo: «Oh, no te preocupes por mí, sigue cantando, por favor.»

      Athairas: Estos clientes, cada vez más extraños. Athairas continuó cantando mientras pensaba en Alandaen y en su familia.

      La nube comenzó a tomar la forma de un gnomo y se posó sobre los hombros del bardo.

      Athairas: Athairas se asustó al principio, pero la presencia del gnomo resultó reconfortante de alguna manera. Hacía mucho tiempo que no compartía con otro ser feérico, al menos durante toda su vida.

      Athairas: Lo miró con el susto aún en los ojos y preguntó: «¿Cómo te llamas?»

      Ondish: «Mi nombre es Ondish DeNosiNha, y vivo aquí y allá. Soy un mago de los sueños, un ciudadano del mundo.»

      Athairas: «Encantada, Ondish. Mi nombre es Athairas, Athairas Azuleim. También soy una ciudadana del mundo… o al menos lo intento. ¿Qué te trae por aquí?»

      Ondish: «Me gustan las historias. ¿Podrías contarme una?»

      Athairas: Athairas pensó un momento antes de asentir y comenzar a narrar: «Había una vez en Alandaen una señora muy humilde llamada Arlina.»

      Athairas: «Tenía una posada junto a su esposo, Liriel, en la cual atendían a todos los visitantes del pueblecito. Hasta que un día entró un elfo muy extraño, pues tenía el cabello azul.»

      Ondish asintió, parecía entretenido.

      Athairas: «De aquel elfo poco o nada se volvería a saber, excepto una sola cosa: su muerte. Al día siguiente, encontraron su cuerpo junto a una bebé de cabello azul y una carta. Se rumorea que esa bebé era su hija.»

      La multitud comenzó a sentarse alrededor de Athairas, quien acompañó sus palabras con una suave melodía de su banjo.

      Athairas: «Nadie sabe de dónde viene ni a dónde va, pequeño gnomo, nadie lo sabe. El estar cambia tanto, tanto.» Athairas observó a la multitud y comenzó a cantar una canción que había sido olvidada durante mucho tiempo.

      Athairas: «Si el cielo sonríe y el mar te muerde, busca al pez amarillo. Te guiará a un mundo sin sentido, sin color, sin camino. La verdad es a menudo lo que siempre ves pero raramente miras. Camina, camina.»

      Ondish chasqueó los dedos y toda la plaza se oscureció.

      Ondish chasqueó los dedos de nuevo y toda la plaza se llenó de luces de colores que flotaban entre el público, creando un ambiente mágico para la historia del bardo.

      Athairas: Observó el espectáculo maravillada mientras continuaba contando la historia.

      Athairas: «La bebé fue adoptada por esa humilde familia y creció bajo la influencia del mar salado, la pesca, los textiles y el cariño del pueblo. Aunque siempre se sintió diferente, rara, fuera de lugar.»

      Un sombrerito de color rosa volaba de asistente en asistente pidiendo una moneda para apoyar la prometedora carrera del cantante.

      Athairas: «Un día, comenzó a danzar en las fiestas de Alandaen, y siempre terminaba sus espectáculos en el mar. Hasta que un día, encontró una carta escondida entre las ropas de quien había sido su madre durante tantos años.»

      Athairas: «Entonces descubrió la cruel verdad, partió de Alandaen sin mirar atrás, sin mirar a su familia, enterrando los recuerdos que una vez le dieron felicidad.»

      Athairas: «Y hoy está aquí, cantando en plazas, aprendiendo canciones de taberna en taberna, buscando su lugar.»

      Athairas: Terminó su historia y miró al gnomo. «Fin de la historia, querido viajero.»

      Ondish, con los ojos llenos de lágrimas, miró a Athairas, y en ese preciso momento se escuchó un aplauso tan estruendoso que parecía como si miles de personas estuvieran aplaudiendo al unísono.

      Athairas: Hizo una reverencia y observó al público mientras murmuraba: «Gracias, gracias.»

       

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