Inicio Foros Historias y gestas LA PRIMERA CAZA

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    • Ninhus Bravus
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      Era una noche oscura, la lluvia caía intensamente, los truenos retumbaban por las paredes y el estridente sonido del viento golpeaba todo a su paso.

      Ahí nos encontrábamos nosotros, en una cueva, oculta en una gran montaña, cuya entrada era de unos escasos 140 centímetros y en una zona cubierta, casi en su totalidad, de árboles de varios metros de altura, algunos tan altos que te dolería el cuello de solo alzar la vista para ver su tamaño.

      La gran cueva está repleta de pasadizos y galerías, es un poco lúgubre y se encuentra bastante sucia y descuidada.

      Y, esa noche de terror, fue el momento en el que nací, una hembra goblin, ni muy alta ni muy baja, ni mucho peso ni poco peso, diría que simplemente normal, una más, una simple goblin más.

      3 nacimos ese día, todos normales, nada especial, nada inusual (menos mal, por nuestro bien, ya que, en esta tribu, se desechan los ineptos, los lastres).

      Hijos de diferentes hembras, tendidas en el suelo, los ojos perdidos e inundados de lágrimas, irradian odio al ver a sus criaturas, dolor, ira, frustración, impotencia.

      Las hembras, llenas de heridas y arañazos, sin energía, sin vida en sus ojos, habían dado a luz a tres goblins, tres monstruos, y, para colmo, es lo que les esperaba hasta el fin de sus días (eso dicen los veteranos).

      Entonces, los goblins, fuimos separados de nuestras madres y enviados a un cubículo junto a otros más mayores, donde descansaríamos un tiempo hasta que podamos valernos por nosotros mismos o muramos en el intento.

      En total ya somos 5, un logro, la tribu aumenta sus números, poco a poco, lentamente, pero era un progreso.

      Dicho esto, llevo poco en este mundo, apenas varias semanas, me siento bastante sola ya que mis camaradas a penas pronuncian unas pocas palabras, a veces creo que son un poco cortos pero seguro que con el tiempo articulan alguna frase con sentido.

      Parece que los goblins crecemos bastante rápido, eso nos dice el encargado de nuestro entrenamiento, un goblin bastante fuerte y malhumorado, ligeramente más alto de lo normal y con una cicatriz entre el ojo y la ceja izquierda. Nos enseña y guía sobre las diferentes razas y normas que rigen este mundo (al parecer fuera de la caverna hay grandes tierras por descubrir y razas temibles a las que enfrentarnos).

      Los primeros días nos enseñó lo básico, como sostener un arma, el lenguaje negra y los pasadizos y recovecos de la cueva.

      También nos advirtió del peligro de ir solos al  bosque que se encuentra a escasas horas de nuestra tribu, un bosque con un poblado nómada al que, por lo que escucho, estamos planeando atacar y saquear dentro de poco.

      Ahora me encuentro aquí tumbada, varias semanas después, entre mis compañeros, a punto de acostarme y recobrar energías para cumplir lo que se nos ordene o aprender lo que nos enseñe.

      (¿Qué será? ¡Estoy ansiosa!).

      -¡Levantarse vagos de mierda!

      Nosotros, asustados, nos levantamos corriendo, no sabemos qué está pasando. (¿a qué vienen estos gritos?).

      -¡Ya es hora de que os convirtáis en verdaderos goblins! Tengo una prueba para vosotros, ¡a partir de ahora el que no cace, no tendrá derecho a comida, quien no cace morirá de hambre!

      Nosotros, asombrados, levantamos la mirada y, al unísono, le replicamos.

      -¿Qué? ¿Cómo vamos a hacer eso?

      -¡Con cojones y usando lo que os he enseñado! Y más os vale, ¡o moriréis! La tribu no acepta inútiles entre sus miembros.

      Callados lo acompañamos a la sala de armas (¿qué podemos hacer si no?).

      Yo, personalmente, elegí un puñal de madera con una hoja de metal desgastada pero bien afilada (la mejor que encontré…).

      Prefiero el puñal a una espada porque aumenta mi rango de ataque, es fácil de utilizar y puedo mantener una posición defensiva entre las sobras, sin jugarme la vida (demasiado énfasis han hecho en que somos poco menos que insectos ahora mismo).

      Con mi arma en una mano me dirijo a la salida, por primera vez estaré en el mundo exterior (aunque no me alejaré mucho por si acaso).

      ¿Qué puedo atrapar, qué peligros encontraré, seré capaz de cazar algo? Las dudas inundan mi mente y el miedo me da hasta escalofríos, que nervios, necesito pasar la prueba o pasaré mucha hambre… cada día que pase sin cazar será más difícil y tendré menos energías, ¡necesito tener éxito a la primera!

      Al fin consigo armarme de valor y salir de la cueva, estoy nerviosa, ¿A dónde me dirijo? Cada uno va en una dirección distinta, ¿no sería mejor colaborar? En fin, ya he dicho que son cortitos, menos pensar en tonterías y a por ello.

      Lo primero que hice fue buscar algún animal, no muy lejos de la entrada, pero o bien estaban durmiendo o bien salían corriendo más rápidos que un rayo, ¡a este paso no cazaré nada!

      Una hora pasó hasta que me di cuenta, ¡el río!, siempre puedo pescar algún pez o esperar a que alguna presa se dirija allí para beber agua.

      Como no, no iba a ser tan fácil, ni un maldito pez en el agua, lo mejor será encontrar un buen lugar donde esconderme y esperar a que llegue el primer animal, necesito ser inteligente pues fuerza no tengo mucha.

      Unos minutos después, oculto entre la maleza, pude observar lo que parecía un conejo, según nos enseñaron estas son presas muy escurridizas y debemos tener cuidado (menos mal que llevo mi puñal).

      El conejo se acercó corriendo a beber del agua del río, tuve suerte de que no fuera muy lejos de mi posición, si me doy prisa puedo hasta apuñalarle pero necesito ser sigilosa porque si pierdo mi oportunidad estoy perdida.

      ¡Qué nervios! Necesito calmarme, vamos, respira hondo, es un simple conejo, tranquilízate, controla el movimiento (ya has entrenado antes), visualiza la trayectoria, apunta al objetivo, confianza, espera, espera, espera…

      -¡Já! ¡Le dí, le dí en todo el cuello!

      No pude contener mis palabras, ¡que emoción, mi primera presa! Le clavé el puñal justo en el cuello y el animal cayó al instante, justo encima de unas rocas al lado del río, el impacto fue tan bueno que murió al instante.(la verdad es que estoy exagerando pero bueno jaja).

      Estaba todo lleno de sangre, saque el puñal de la garganta del animal con mis dos manos, que satisfacción, que belleza, un agujero perfecto.

      Acto seguido cargué el conejo sobre mis hombros y me dirigí a la cueva. Una sonrisa enfermiza se apoderó de mi durante todo el camino de vuelta (¿qué habrán cazado mis camaradas?¿obtendré alguna recompensa?).

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