Inicio › Foros › Historias y gestas › Las cavilaciones de Nibodix
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Nibodix estaba en la sala del consejo del palacio de Ak’anon, pensativa. No dejaba de darle vueltas a cómo organizar las tropas de la guerra para hacer la mejor jugada, la más beneficiosa, la que más le fuera a rendir y menos le fuera a costar.
No paraba de mirar el mapa que tenía ante sí, desplegado completamente encima de la mesa, y el boletín de la guerra que tenía justo al lado.
El periódico anunciaba más o menos la ubicación de todas las tropas de Eirea. Sobre el mapa, había situado diferentes fichas de colores. Las amarillas representaban las del bando bueno, las verdes las del bando malo, y las azules las del bando anárquico. Las rojas las había utilizado para el bando mercenario, y las negras para el renegado.
Llevaba horas delante del mapa, como si se tratara de un tablero de ajedrez, moviendo fichas de un lado para el otro y pensando todos los movimientos rivales para saber cómo podría reaccionar. Dándole vueltas a todo y volviendo atrás en cada instante para pensar una nueva estrategia.
Los movimientos que tenían que hacer las tropas de sus ciudadanos los tenía casi claros del todo, pero no sabía a dónde mandar a la gente de TornilloSinFin, su familia.
– Podrían apoyar aquí- pensaba entre sí- Pero también podría mandarlos hasta aquí para abrir paso entre la escoria de Seldar.
– Incluso podría mandarlos a este otro punto y que fueran de incógnito a destruir la tropa que tienen ahí los enemigos, pero claro, entonces dejo descubierto esto y no me conviene.
Se planteaba intentar una celada, un cebo, un señuelo, pero nunca llegaba a algo que le diera una clara ventaja sobre los demás. Estaba dispuesta a que su gente ganara la guerra, y se llevara un merecido botín a cambio, pero tenía el cerebro exprimido, llevaba toda la tarde y no llegaba a dar con la mejor solución.
Salió del palacio y habló con el robot, a ver si él le daba alguna pista o un poco de inspiración, pero siendo un autómata programado hace años, no supo darle ninguna información que no conociera ya.
Se dio un paseo por la ciudad para dispersarse y darle vueltas de una forma más fría y fue reflexionando por el camino.
Cuando volvió, puso de nuevo las fichas en la posición que marcaba el periódico, y pensó durante largo rato lo que venía barruntando. Había hablado con consejeros de otras ciudades sobre la estrategia militar, y conocía algunos de los movimientos que otros compañeros, seguidores como ella de Eralie, iban a realizar.
Después de haber cerrado los ojos y rezado en silencio una oración a su Dios, levantó de golpe los párpados y chasqueó los dedos.- ¡Lo tengo!
Movió la tropa de TornilloSinFin, movió un par de fichas suyas, otras de Veleiron, movió las fichas de Dendra suponiendo lo que ellos iban a hacer, movió alguna de Thorin y de Takome, movió las de Ar’kaindia y las familias del bando malo, colocó nuevas fichas en ciertas posiciones e hizo cálculos mentales. Dispuso el tablero como creía que iría mejor y empezó a restar bajas.
– Sí, sí, sí, sí, sí, sí. Esta es la buena- afirmó para sí misma.
Había llegado a la conclusión que llevaba horas esperando. Había determinado todos los movimientos. Con la euforia, levantó de golpe la mesa, tirando el mapa, el boletín, y todas las fichas al suelo con un estruendo, y se sentó para escribir cartas para sus capitanes.
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