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Los tambores de la fortaleza sonaban con fuerza, hacía años que no eran golpeados con tal intensidad, algo estaba a punto de suceder en la Fortaleza Negra.
Una extraña emanación mágica se concentraba sobre el Eireal de los Condenados, bastaba fijar la vista al cielo y se podía observar un torbellino que se perdía entre las nubes. Un sin fin de chamanes ocupaba casi en su totalidad el eiral, concentrándose cerca de un cráter, donde reside la Catedral de la Guerra, el templo de la Espada Negra. Habían chamanes provenientes de diferentes ciudades como Ancarak, Grimoszk, Golthur y Mor Groddur.
En los ultimos años el poder de Gurthang se había debilitado, los chamanes conformes con los poderes con los que habían sido bendecidos, se habían acomodado, no habían guerras como antaño, ni masacres como las de antes. Había que poner una solución a todo esto, por eso había llegado Galuzur.
Galuzur convocó a todos los chamanes que pudo encontrar, era el mensajero de Gurthang y como tal, debía informar a los chamanes y tratar de poner fin a esta ridícula situación.
La escena era un descontrol por completo, cada uno hablaba su propia lengua, lagartos que no sabian negra, orcos que no hablaban dendrita, kobolds que apenas balbuceaban, iba a ser todo un reto poner algo de orden y sobretodo que reinara el silencio.
No tardó en hacerlos callar, bastante más pronto de lo que muchos habrían pensado. Lo primero que tendrían que hacer es elegir un líder entre ellos, alguien que se comunicara con Galuzur directamente. Estuvieron discutiento largo y tendido, pues todos ansiaban liderar una expedición como esta, aunque estuviera la muerte por en medio, la gloria y el reconocimiento de Gurthang estaba asegurado, y más de un bardo cantaría las gestas de este chaman líder.
Al final, cuando parecía que no se ponían de acuerdo, una voz se alzó sobre el resto presentando su candidatura para liderar el surtido grupo. Se trataba de Eicca, una chaman anciana que había vivido innumerables batallas y había participado en una expedición similar durante la Tercera Era, antes de que Lord Grimfang ocupara Golthur.
No hubo ningún reproche y aceptaron a Eicca como líder, unos más contentos que otros. Una vez todos más tranquilos, tocaba ponerse con el idioma, pues hablando cada uno su lengua madre, era imposible sacar algo en claro. Contaban gracias a Gurthang, con la ayuda de dos eruditos, se trataba de Zumbro y Ghalhugg, ellos irían traduciendo al resto de compañeros la conversación que mantendría Eicca con Galuzur.
Los chamanes guardaron un silencio sepulcral mientras Galuzur hablaba con Eicca, todos observaban atónitos los labios de éstos, tratando de descifrar alguna palabra que diera una pista de lo que acontecía.
Cuando por fin terminaron de hablar, Eicca se dirigió a la multitud de chamanes y asintiendo con un gesto de su cabeza dio paso para que Zumbro y Ghalhugg tradujeran al resto la conversación.
Eicca les contó todo lo que le había contado Galuzur, efectivamente como ella temía, el poder de Gurthan se había debilitado, y necesitaba ser restaurado. Gurthang tenía que recuperar la fortaleza que había tenido durante las últimas eras, los chamanes tenían que mostrarle sus respetos. Para ello debían encontrar un libro, “Las Crónicas de la Liberación”, eso era lo que Galuzur le había comunicado a Eicca.
Los chamanes una vez conocieron esto se apresuraron a agruparse en pequeños grupos y repartirse los posibles lugares donde podían encontrar un libro. Tratándose de Golthur, habían pensado en la Biblioteca abandonada, en las profundas catacumbas de Golthur Orod. Otra de las opciones era sonsacarle información al Mono Bibliotecario.
Un grupo de chamanes liderado por Kobo se apresuró a probar suerte con el Mono Bibliotecario, mientras otro grupo revisaba la biblioteca de Dhara, era bien sabido que allí se encontraban algunos de los volúmenes mas extraños.
Ninguno de los grupos tuvo suerte, así que uniéndose al resto decidieron descender a lo más profundo de las catacumbas. Los chamanes de la Orden Negra que custodiaban la entrada a las catacumbas se apartaron atolondradamente cuando vieron a los chamanes, sabían que algo estaba ocurriendo y no querían retrasar los acontecimientos.
El aire se hacía muy difícil de respirar, se notaba rancio, impregnado por un intenso olor a papel mojado. Habían llegado a la Biblioteca, reina un silencio extraño, como si algo o alguien fuera consciente de la llegada de los chamanes.
Volvieron a dividirse en pequeños grupos para abarcar todos los salones de la Biblioteca. Pensaban que iban a estar solos en la enorme Biblioteca, pero estaban muy equivocador, habitaban Espectros que vagaban de un salón a otro protegiendo las reliquias que allí se guardaban, desde tomos con lenguajes antiguos, tratados de orfebrería, a llaves o misteriosas pociones.
Después de un largo rato, al final dieron con el libro. Ghalhugg alzó un tomo sobre su cabeza, se trataba de “Las Crónicas de la Liberación”, ese era el libro del que Galuzur les había hablado.
Ghalhugg le entregó el libro a Eicca, que tras examinarlo exhaustivamente, se lo dio a Galuzur.
Galuzur sostuvo el libro entre sus manos y continuó hablando con Eicca, sobre cuál sería el siguiente paso. Debían descender al mismísmo Infierno, con la suficiente discreción para no despertar al temido Balrog.
Desde las catacumbas bastaba con deslizarse a través de una de las chimeneas apagadas y estarían pronto allí.
Se reagruparon los chamanes y se dirigieron a una de las chimeneas, por la que subían pequeñas nubes de vapor y un amargo olor a azufre.
Ataron una cuerda a uno de los extremos del pozo y uno a uno fueron bajando a través de la chimenea, golpeándose contra las paredes en su descenso.
Cuando descendieron todos por la chimena, se sacudieron el hollín de sus ropas y continuaron el camino hasta un pequeño saliente. Se asomaron al borde del saliente y vislumbraron el centelleante prado de fuego que es el Infierno, pues se veía desde arriba como un rio de magma lo cruzaba serpenteante.
El calor era sofocante, pero tenían que bajar al mismísmo Infierno. Descendieron con cuidado y poco a poco trataron de habituarse al ambiente que les rodeaba. A lo lejos veían algún que otro elemental y salamandras también.
Tenían que encontrar un lugar en el Infierno con un magma lo suficientemente caliente como para abrir una brecha que uniese el plano material en el que se hallaban con el plano de la llanura, que es donde se encontraba Lord Gurthang.
Resulaba paradógico encontrar un sitio aún más caliente que el mismo Infierno, pero si eran los designios de Lord Gurthang, lo encontrarían.Llegaron a la orilla del lago de Magma, ese lugar tenía pinta de ser un buen lugar, pues si en algún sitio tenía que hacer más calor que en el Infierno, era ese.
Encontraron un charco de magma, pero no estaba lo suficiente caliente, el magma se iba enfriando en los bordes del mismo, creando una costra negra que iba avanzando hacia el centro del charco.
Los chamanes decidieron alimentar el fuego de ese magma, para aumentar su temperatura. Empezaron a lanzarle columnas de fuego y vieron con entusiasmo, como lo que antes era una costra negra de magma solidificado se iba derritiendo poco a poco. El magma iba perdiendo viscosidad y haciéndose más y más líquido. Lo estaban consiguiendo, estaban consiguiendo un calor nunca antes alcanzado.
De repente, una brecha se abrió allí mismo, Ninguno de ellos había tenido la suerte de contemplar tal acontecimiento antes. Trataron de ver a través de ella, pero era imposible discernir incluso sombras de objetos, solo una luz cegadora parecía salir de ella.
Había llegado el momento, una vez la brecha había sido abierta, iban a viajar al Plano de la Llanura. Despidieron a los ancestros que hasta entonces les habían acompañado durante la expedición, y uno a uno fueron iniciando su viaje astral, ansiosos de ver al fin a su Señor.
Se trataba de una acción muy cotidiana, pues todos habían hecho un viaje astral más de una vez, pero cada vez que lo hacían, la sensación de separarse de su cuerpo era extraña, se trataba de un momento de liberación indescriptible.
Uno a uno fueron llegando al Plano de la Llanura, ninguno de ellos había estado allí antes, todos habían visitado más de una vez el Plano del Abismo, pero esto superaba todo lo anteriormente vivido.
No muy lejos de donde se reunían los chamanes, encontraron un atril. Todo parecía indicar que el tomo de “Las Crónicas de la Liberación”.
Eicca tomó el libro entre sus manos y observándolo como si fuera la última vez que lo fuera a ver, lo colocó con sumo cuidado sobre el atril.
Galuzur abrió con mucha habilidad el libro y trás leer y releer un párrafo varias veces, le comunicó al grupo de chamanes que llegaba el momento de llamar a Lord Gurthang, la única forma era atraerlo con gritos que le agradasen.
Los chamanes se miraron atónitos, después de todo el esfuerzo por fin iba a ver a Lord Gurthang, todo esfuerzo había válido la pena. Trás unos minutos en los que al fin entendieron a qué se refería Galuzur, se cogieron de las manos y formaron un círculo dejando el atril justo en el centro.
Levantaron su cabeza hacía arriba y desafiando a la oscuridad que los envolvía comenzaron a proclamar:
– «¡Muerte y destrucción!»
– «¡Sangre para Gurthang!»
– «¡Dolor y sufrimiento!»
– «¡Sangre y destrucción!»
El resto de gritos, dada su extremada violencia, se perdieron en la inmensidad de la noche.
Extenuados, los chamanos dejaron de gritar, tenían la garganta irritada incluso. Un ligero temblor sacudió el suelo que pisaban a la vez que un viento invadía el lugar. No conseguían adivinar de dónde procedía el viento, venía de todas direcciones, era como si estuvieran en el mismo vórtice de un tornado.
De repente, el viento cesó por completo y también los temblores, los chamanes suspiraron aliviados.
Un humo oscuro invadió por completo la zona, apenas se podía ver nada. El humo se fue condensando, acumulándose verticalmente, tomando la apariencia de una espada, de una Espada Negra. Y súbitamente desapareció tras un fogonazo, dejando a los chamanes atónitos ante tal magna presencia.
Se trataba de Lord Gurthang, que agradecido por el respeto que le habían mostrado sus más acérrimos seguidores, les hizo saber que grandes cambios iban a suceder, los Ancestros iban a evolucionar considerablemente, ese fervor mostrado iba a tener su recompensa. Su poder se había visto reforzado, había llegado el momento de la Guerra y ahora más que nunca Él estaba con ellos.
Xharak de Grimoszk
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