Inicio Foros Historias y gestas Las insignias aguas negras

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    • hiold
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      El sol quemaba a los transeúntes, en uno de los días más calurosos que se hubiesen registrado en aquel año en Takome. Aun así, el comercio continuaba su marcha, casi sin ser alterado por el clima.
      Su centro neurálgico, el mercado, rebozaba de clientes, viajeros, mercaderes y demás fauna que se suele encontrar en estos lugares. Bancos, tiendas y posadas se encontraban repletas, con muy alegres dueños por los nuevos ingresos.
      Por las calles que separaban tiendas, bancos y tenderetes callejeros, corría velozmente un joven semi elfo. Keizo era su nombre, y nuevamente llegaba tarde a una reunión. Sin embargo, esta vez no tenía la culpa, puesto que a pesar de que la persona con la que se iba a reunir ejercía de explorador, sus mapas no resultaban muy legibles por decirlo de una forma suave.
      Cuando después de mucho andar encontró la pequeña y discreta posada señalada por el mapa se adentró en su sala principal, buscando al explorador con la mirada.
      Observó a los clientes allí sentados, tratando de localizar los cobrizos cabellos y las runas que enmarcaban un rostro curtido por el sol, rasgos distintivos de su amigo. Pero solo vio cabezas cubiertas por capuchas.
      Maldijo para sus adentros, pensando que el explorador ya se había marchado, hasta que uno de los encapuchados se levantó, y tras quitarse la capucha le saludó con un alegre gesto de la mano.
      —¡Kei! ¿¡hola! —Dijo mientras apartaba una de las sillas en su mesa—, siéntate aquí, ya encargué ¡comida y bebida!
      -Joder, Zhayn. Aprende a dibujar mejor por favor, que con esos mapas que haces cualquiera se pierde —le respondió Keizo al explorador mientras tomaba asiento.
      —¡Eh! son muy comprensibles, los uso todo el tiempo.
      —Como sea, no te cité para hablar de tus dones de dibujante, de hecho, lo hice por algo más importante —contestó Keizo mientras extraía un pequeño fardo de su mochila.
      —Ah, sí… de los bandidos y de las insignias que no conoces —dijo Zhayn mientras le observaba manipular el fardo.
      Con delicadeza, el mago apoyó y desenvolvió el atado sobre la mesa, dejando a la vista los objetos que contenía.
      Una docena de dagas, unos pocos distintivos y un par de varitas reposaban sobre la tela del fardo, protegidos por gruesos trozos de lana.
      Con cuidado, Zhayn alzó una de las dagas, balanceando su peso, y examinando su hoja.
      —Gran arma compañero, de buen acero, bien afilada y bien cuidad… ¡joder! ¿de dónde la sacaste? —exclamó el explorador al observar la hoja—. Esa marca… ¡No debería estar aquí! no se supone que tengan tanta influencia, no al menos en esta parte de dalaensar.
      —¿Eh? ¿de quién hablas? —preguntó el mago, ligeramente nervioso por el actuar de su amigo.
      —Esta marca, es de la hermandad aguas negras. Son una banda peligrosa y terriblemente poderosa. Están metidos en todo tipo de negocios turbios: Servicios de pañuelo rojo, fabricación y venta de drogas, prostitución, contrabando de joyas, armamento, objetos mágicos… cualquier negocio desagradable que reporte buenas ganancias que puedas imaginar, allí están metidos ellos.
      —Nunca los escuché mencionar, ¿si tan peligrosos son por qué no se sabe nada de ellos por aquí.?
      —Porque no operan en el este de Dalaensar, no tan abiertamente como lo hacen en Naggrun, y si los rumores que escuché son ciertos, como en Dendra o partes de Anduar.
      Sombrío, Zhayn cogió una de las insignias, y la empezó a arrojar al aire para atraparla cuando cayese mientras pensaba.
      —Kei, ¿me dijiste que los bandidos iban mejor armados de lo normal, no.?
      —Si, eso dije. Sus habilidades en la lucha no eran mejores de las de costumbre, pero llevaban equipo de mejor calidad. ¿Por qué lo preguntas??
      —Porque—, respondió Zhayn mientras se guardaba una de las insignias—, es bueno que no empezasen a proporcionarle entrenamiento a esos bandidos, o que directamente los reemplazasen con sus propios efectivos. Amigo, investigaré esto. Conozco a un tipo que los tiene entre ceja y ceja, estoy seguro de que él podrá aportarnos más información de la que solo podría recopilar. Hablaré con él, y cuando tenga algo te citaré a otra de estas reuniones. Y si eso no es suficiente… ¡podemos recurrir a guante blanco! no les hará gracia tener a los aguas negras tocándoles el negocio.
      —Está bien… supongo —respondió Keizo algo nervioso—. ¿Y qué hago yo mientras tanto??
      —Tu sigue matando a esos cabronazos. Reúne tanto equipo de los aguas negras como puedas, si los pillas en alguna operación sabotéala, hazles todo el daño que te sea posible, ¡no los dejes afianzarse aquí.!
      Tras el asentimiento del mago, Zhayn se levantó de la mesa, para estrechar a su compañero en un firme abrazo.
      —Ahora, cada uno por su lado compañero, ¡que hay mucho por hacer.!
      Y fue así, como ambos se separaron, determinados a cumplir sus tareas, con una chispa de temor creciendo en sus corazones, puesto que el daño en la ciudadanía o al propio reino podía ser terrible si se desarrollaban los peores escenarios que ambos imaginaban, dejando detrás de si nada más que la tela del fardo y los alimenos que ni siquiera tocaron.

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