Inicio › Foros › Historias y gestas › Las lágrimas azules de Argan (gesta de ingreso a Wyn’Ryel)
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Shuhusar caminaba plácidamente por el bellísimo poblado de Veleiron, con sus casas, tabernas, tiendas, y todo tipo de hogares y comercios. Claro está, que todo ello estaba embellecido por la fragancia de los viñedos que se podían ver al este, con una magnífica vista de las vides, y los recolectores que faenaban por el día. Por el oeste, discurría el magnífico río Cuivinien, con sus aguas azules y los peces que saltaban sobre la superficie para volver a hundirse con rapidez. Algunas embarcaciones, adornadas bellamente con motivos élficos, navegaban veloces por el río, y los altos y finos mástiles parecían ser las torres de una fortaleza desde donde los arqueros mas expertos del poblado vigilaban la desembocadura, atentos a que ningún barco de la armada sauria se adentrase en los dominios de veleiron. En el centro del poblado, había un auténtico Edhelorn, que se alzaba majestuosamente hasta los confines celestiales, tanto que la copa no llegaba a verse. Algunos ciudadanos creían férreamente que el Edhelorn se alzaba tanto porque simbolizaba la unión de Eralie con Veleiron, y los dones que Eralie lanza sobre el poblado, aumentaban mas y mas, hasta que algún día Veleiron llegara a ser la nación mas poderosa de los reinos, compitiendo en belleza y riqueza con la ciudad extinguida de Thearolin.
Sumido en sus pensamientos, traspasó el umbral de la taberna la viña plateada. Observando a su alrededor, vio a Yled sobre una tarima, mientras cantaba rasgando su arpa o soplando suavemente con su flauta, sumiendo el ambiente con una melodía mágica y melancólica. El pobre Gileth, como no, estaba correteando entre las mesas, apuntando los pedidos de los clientes y apresurándose en llevarles lo que habían pedido. En una de las mesas, estaba sentado el consejero de Veleiron, Hagalnae Wyn’ryel. Shuhusar se acercó a la mesa.
-Saludos, consejero Hagalnae.
Hagalnae alzó la cabeza, y le vio.
-¡Joven Shuhusar! Sentaros a mi lado y compartamos una o dos copas de vino. Algunos extranjeros dicen que la lengua de Gileth es asquerosa, pero ya veis, amí me gusta mas que la cerveza enana o el vino aguado de Takome.
Shuhusar arrastró una silla, y se sentó al lado de Hagalnae. Hablaron durante mucho tiempo, sobre diversos asuntos, y luego quedaron en silencio, disfrutando de la mutua compañía, y de las canciones de Yled, que seguía cantando sin parar. Terminó una canción conocida por todos, y recibió una ronda de aplausos, pero luego agarró su lira, y comenzó a cantar una canción melancólica y triste. Trataba de una joven clériga que quedó prendada de un joven danzante, y se amaron mutuamente por mucho tiempo. Pero el danzante tuvo que partir a la guerra, en el reino de Zulk, y allí murió, dejando a la clériga desconsolada y embarazada. Temiendo por su suerte, y por la del nonato, tomó una dura decisión. Un día por la noche, cuando argan iniciaba su órbita alrededor de Eirea, la joven se entregó al abrazo de las aguas azules del Cuivinien, y allí falleció. Entonces, Argan descendió desde el cielo, y recogiendo a la joven en un abrazo, volvió a ascender al cielo.
-Esta canción que acabo de cantaros se titula las lágrimas azules de Argan.
Shuhusar estaba acongojado. Esa canción le recordaba su propia vida. A los cinco años, su propio padre falleció, y dejó a su pobre madre quien trató de llevar adelante consigo mismo y con el pequeño. La vida de ambos fue muy dura, pasando varios días sin comer ya que no disponían de dinero, y tras muchos años, ya siendo Shuhusar un joven semi elfo, su madre estaba entre la vida y la muerte. El destino siempre le cerró las puertas en la cara, y en su vida tuvo que hacer frente a muchas adversidades.
Pensando en todo esto, una lágrima solitaria descendió muy lentamente desde su ojo derecho, hasta caer con un suave pop en la copa de vino que sostenía Shuhusar. Hagalnae se dio la vuelta y vio la cara del joven bañada en lágrimas, y con una triste sonrisa, le dijo.
-Sosegaos, joven Shuhusar. La voz de Yled suele producir estas lágrimas, pero os aseguro que Eralie y la vida tienen preparado para vos algo mas de lo que tenéis. Solo habéis de tener fe.
Y levantándose con una gracilidad innata de su raza, abandonó la taberna. Shuhusar Permaneció allí mucho tiempo mas, escuchando la voz del bardo y sumido en dolorosos recuerdos de su madre y él… e incluso de su propio padre.
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