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Oggorn es un enano de baja estatura, complexión fornida, espalda ancha y brazos y piernas musculados. Su cabeza está completamente rapada, sin un pelo, salvo por una cresta rojiza que va desde su frente hasta la espalda. Su barba es también roja y le llega prácticamente a la altura del ombligo. Es ciudadano del reino de Kheleb Dhum, hogar de los gruñones e introvertidos enanos.
Desciende con paso firme la única senda que une la ciudad de Kheleb con el asentamiento de Kattak. Saluda a los guardias asintiendo con la cabeza y se dirige hacia la plaza central. Allí establece una conversa con una mujer de cuerpo delgado, cabellera rubia y piel pálida. Desde lo lejos, parece que se hablen como antiguos conocidos. Al poco rato de intercambiar palabras Oggorn asiente y se dirige al norte, hacia el bosque de Zelthaim.
Entrando en el frondoso y espeso bosque desenvaina su martillo sísmico. El crepitar de sus manos al apretar las tiras de cuero que envuelven el mango es el único ruido en aquel páramo de silencio. Los rayos de sol se filtran entre las copas de los árboles con el canto de los pájaros.
Oggorn avanza lento intentando no desorientarse. Al poco, se encuentra unos lobos negros, peludos y de mirada fiera alimentándose de un ciervo muerto. Oggorn se prepara y establece combate con ellos. Los lobos son salvajes y no huyen.
#Golpeas fuertemente con tu martillo sísmico en el lomo a lobo.
El primer lobo ha caído y ahora falta el segundo.
Oggorn prepara una maniobra de golpeo, centrándose en su enemigo, calculando distancia y fuerza. La bestia intenta morder al enano sin demasiado éxito, pues este le detiene su ataque.
#¡Finalmente Oggorn descarga un tremendo y violento golpe sobre Lobo, dándole muerte!
Ahora, con los cadáveres a sus pies, decirle enterrarlos y continuar con la búsqueda de más lobos salvajes.
Luego de acabar con la vida de suficientes lobos, se dirige a las arboledas del este de Kattak. Allí, zurrón en mano y con mucha paciencia, va buscando entre las diferentes madrigueras que hay en la zona. Introduce con cautela su brazo en cada una de ellas esperando encontrar algo. En ocasiones una liebre, en otras nada. Poco a poco va llenando su zurrón de conejos.
#¡Metes el brazo en la madriguera y consigues un conejo!
Pasan las horas y el sol empieza a caer en el horizonte. Oggorn ya ha dado caza a bastantes bestias y decide regresar a Kattak. Con sus ropajes aún húmedos de sangre lupina, regresa a la plaza central. Allí sigue la misma mujer, sentada. Él le informa de haber realizado una limpieza de lobos del bosque, la misión que le fue encomendada, y le entrega el zurrón lleno de liebres salvajes. Ella lo recompensa con lecciones de sabiduría y experiencia para su futuro.
Las lecciones dan su fruto y Oggorn se siente más fuerte, más vital y más hábil.
#¡Gracias a la experiencia adquirida, subes de nivel!
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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La Bestia Desplazadora, aventuras por Kheleb Dhum.
Oggorn el enano guerrero ha oído rumores de que en los túneles más profundos de las montañas de Kheleb Dhum, bajo las minas, mora una bestia asesina, voraz y despiadada. Una sombra de muerte medio animal medio espectro que acecha a cualquier incauto que se atreva a aventurarse.
Decidido, Oggorn se equipa con su coraza de mithril, empuña su martillo sísmico y sin ningún tipo de petate, pues las minas profundas están cerca, se dirige hacia la parte más profunda y sombría de la montaña: Las cavernas de Adhûl Epheren.
#accionar abajo
Llama al ascensor, una vieja vagoneta anclada en un túnel angosto que desciende de forma vertical hasta el segundo nivel de las minas. El ascensor llega chirriando y se detiene lentamente. Primero desconfía… pero tantos años funcionando sin un solo fallo le convencen para subirse. El habitáculo se tambalea por el peso del enano y luego, lentamente, empieza a descender haciendo parada en el primer nivel de las minas. Oggorn vuelve a accionar la palanca y esta vez desciende hasta el segundo nivel: Las minas de Mithril.
Allí abandona la vagoneta y camina hacia el sur, lento. Observando las minas por si encontrase algo interesante. Luego al llegar a lo que parece un camino sin salida, aparta una roca y descubre un: Pasaje oculto [s,ne].
Agachado, camina hacia el sur y a pocos menos, sale por una grieta en la pared y finalmente… se encuentra en las cavernas de Adhûl Epheren. Un lugar peligroso, donde masas sombrías y otras especies del mal moran. Oggorn camina. Sus pasos, el tintineo de las gotas de las estalacticas… y de repente oye un grito agónico hacia al sudeste. Oggorn apresura su paso.
A unos cientos de pasos, encuentra un estrecho paso hacia una zona amplia, al este. Allí, a sus pies, un cadáver enano. Lo observa. Muerto definitivamente. Los restos de sangre están secos y su cara deformada por lo que parecen garras. Un aullido más propio de un demonio que de otro ser resuena en la profundidad de la caverna y Oggorn, ya no tan confiado, se adentra en los túneles laberínticos de aquel siniestro lugar.
Pocos pasos más allá descubre una feroz bestia negra como la muerte. La oscuridad del lugar le impiden ver bien su forma definida, pero el gruñido y sus ojos rojos amenazadores le dan a entender que es hostil. Sin poder tan siquiera golpearla, la bestia se abalanza sobre Oggorn y lo atrapa. El forcejeo es a vida o muerte y Oggorn, magullado y con las garras y colmillos de la Bestia clavados en su armadura de Mithril (la cual se abrió ante la presión como si fuera hojalata), forcejea por su vida. Ambos combatientes hacen gala de su extrema fuerza. La Bestia cede unos pasos… y Oggorn parece ganarle la partida a fuerza bruta, aunque la cosa está muy igualada. Viendo que poco a poco el enano le va ganando terreno, la Bestia se aparta y lo suelta, adoptando una postura defensiva. Oggorn sangrando y dispuesto, prepara un golpe certero contra aquel ser de terror. Pero… ¡sorpresa!, la Bestia huye no se sabe porqué motivo. Su aullido de terror resuena en las cavernas… aunque no muy lejos.
Como si de un vencedor se tratara, Oggorn ha permanecido en su lugar. Sin embargo, sus heridas son severas y no se ve con suficiente fuerza como para aguantar otro asalto. Así pues, decide retirarse de nuevo hacia Kheleb Dhum para contar lo ocurrido. Victorioso y bravo por no abandonar el combate, aunque con un mal sabor de boca… por reconocer que en el fondo y pese a todo, la Bestia continuaba siendo más poderosa que él… de momento.
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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Entre las sombras mora el mal
Oggorn el enano guerrero decide ir a las cavernas de Egling, un entramado de serpenteantes caminos con cuevas oscuras donde viven musarañas, murciélagos y todo tipo de alimañas que huyen de la luz del día. Cree que puede ser un buen punto para practicar su nueva habilidad: HENDER. Un barrido realizado con su martillo sísmico cuyo objetivo es el de alcanzar a tantos enemigos como le sea posible en un solo movimiento. El ejercicio le fue enseñado por el maestro entrenador de Anduar y ahora considera que es momento de perfeccionarlo.
Sigue el camino oeste de Takome hasta la verde y frondosa arboleda de Thorin. El aire es fresco y húmedo, los colores verde y amarillo impregnan toda la zona y el canto de las aves convierten aquel lugar en un templo sagrado de paz y harmonía. Con su martillo envainado, sigue la senda hacia el norte.
Dejando atrás la arboleda, sigue un camino escarpado. La vegetación aquí parece haber desaparecido y solo restos de polvo, ceniza y roca se aprecian en la zona. Cuando el camino parece haber llegado a su fin, mueve una enorme roca y continua hacia el norte por una senda secreta que pocos conocen.
Finalmente llega a una pared insalvable. Observa arriba y frota su yelmo de Roc. Lentamente, sus pies se empiezan a elevar y coge cierta altura. A los pocos segundos, se encuentra arriba del todo de la pared, en los pies del volcán. Se dirige a la primera cueva. Empuña su martillo y de un barrido, se lleva por delante a toda alimaña, criatura nocturna, murciélago y araña que pilla. Los cuerpos salen disparados y pintan la pared de rojo, pelos y trozos de carne que caen lentamente.
Va repitiendo su maniobra, cada vez mejor. Con mayor velocidad, precisión y sin gastar energías en balde en movimientos que no aportan nada a la maniobra.
Luego de unas horas Oggorn está cansado y algo herido por las peleas con las salamandras y elementales que allí encontró y empieza a pensar en su retorno a Takome.
De súbito… nota una presencia extraña. Se detiene y observa a su alrededor, pero nada ve. Jazhreel la asesina semi-drow acecha entre las sombras. Se posiciona de tal manera que facilite seguir a su víctima, Oggorn. Ese último movimiento alerta a Oggon, el cual percibe sus dos ojos rojos en la oscuridad… y sin pensarlo dos veces, huye hacia el este corriendo raudo, dándole esquinazo. Oggorn es valiente, pero no un inconsciente. No es rival para la asesina… aún. ¡Estuvo cerca esta vez!
Bajó la montaña casi rodando. Llegó al saliente y allí salto al vacío, dándose un buen porrazo. Se recupera y rápidamente corre hacia Thorin. Cruza el bosque, corre por la senda de Takome y llega a la ciudad. Se detiene en una pared interior de la muralla, se apoya en ella y respira.
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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Oggorn está practicando sus dotes de combate en los alrededores de la arboleda de Zelthaim, enfrentándose a poderosos osos, fieros lobos y salvajes alimañas que no desaprovecharan la más mínima oportunidad para devorar sus entrañas. Exhausto, al límite de sus energías, decide reposar a la sombra de un árbol. Hace a un lado su mochila sin fondo y reposa su cansada espalda sobre la corteza de un pino. Luego observa la mochila y rebusca sin mucho interés en ella. Pero parece que algo llama su atención… se trata de un enorme grillete oxidado unido a una cadena de hierro de aproximadamente un metro y medio de longitud, la Condena del Tumulario. Un regalo de un enano guerrero.
Intenta sostenerla con ambas manos, pero parece demasiado pesada… y piensa para sí mismo… ¿Algún enano guerrero realmente usará algo tan pesado para el combate…? … decepcionado, la vuelve a depositar en su mochila. Observa las luces en la arboleda… y el silencio y la paz de aquél maravilloso lugar lo adormecen.
Pasadas unas horas despierta y regresa a Kattak. Se sienta en una mesa de la posada y reflexiona. Se pide una cerveza, se echa atrás y mira a su alrededor mientras sus dedos golpean con ritmo la madera envejecida de la mesa. Está prácticamente vacía.
Al poco rato, el camarero le pregunta…
- Posadero: ¿Te preocupa algo, amigo?
- Oggorn: No, es solo qué… me gustaría ser un poco más fuerte.
- Posadero: ¿Y a quien no?
El posadero suelta una carcajada poderosa pero corta, mientras sigue limpiando una jarra con un paño húmedo.
- Posadero: Sabes, quizá tenga algo que pueda ayudarte.
Esa frase acaparó toda la atención de Oggorn. El cual dejó su jarra por la mitad y se acercó a la barra.
- Posadero: Verás… tengo aquí algo que creo que… puede irte bien. No me preguntes de donde lo saqué, no lo recuerdo…
El posadero rebusca bajo su mostrador y le muestra a Oggorn una magnífica pieza de armadura pintada con sangre turquesa. Un brazalete del Ogro.
- Posadero: Vamos, pruébatelo, a ver qué tal te queda.
Oggorn sostiene con desconfianza el brazalete. Luego se lo ajusta al brazo y nota como su musculatura se comprime y crece ligeramente.
- Oggorn: Vaya, sí que parece que… me siento más… poderoso.
- Posadero: ¿Verdad? Es ideal, a demás te queda genial y su precio es… ridículo para una reliquia así. Apenas 800 monedas de platino.
Oggorn hace una mueca de asombro. ¿¡800 platinos?!…, sin embargo, sabe que el dinero va y viene… y la sensación de poder y fuerza que le da el artefacto… no se la podría dar ninguna moneda del reino. Así que rebusca en su bolsa, suma lentamente tal cantidad de monedas y se las entrega al posadero, el cual observa hacia la entrada con nerviosismo y rápidamente los guarda bajo el mostrador.
- Posadero: Oye hazme un favor, si te preguntan di que lo encontraste por ahí… ¿de acuerdo?, no es por nada, pero… no tengo más y no quiero que la gente venga a molestarme preguntando si tengo, ya sabes… es un agobio. Me sabe mal decirles que no… la taberna vive de mi imagen y tal.
Pero Oggorn ya hace rato que no escucha las palabras del posadero. Solo observa su brazalete. Extrae la cadena de su mochila, la sostiene… parece más liviana ahora. Se dirige al oeste de la ciudad y en la puerta, percibe a un duergar escapista. Con un movimiento de sacudida de su brazo, le propina un tremendo golpe certero con su condena, decapitándole de un solo latigazo. Ahora sí se siente un verdadero guerrero.
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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La Coraza de Aldara
Oggorn el guerrero ha viajado desde las lejanas tierras de Kheleb Dhum hasta la pequeña ciudad de Aldara con un único propósito: ver el mar. Y si bien es cierto que en Urlom hay un muelle… las leyendas de que en cierta ocasión los gnomos provocaron un Tsunami que arrasó parte de este no le acaban de convencer lo suficiente, así que finalmente, decide viajar hasta Takome, hacer noche allí y a la mañana siguiente ir al fuerte de Aldara.
Una vez allí pasea tranquilamente por el mercado. Como un turista, recorre las calles y se adentra en la ciudadela al norte de los comerciantes. Allí algo le llama la atención. Una vitrina de cristal con un cartel: Coraza de Kremir I. Pero dentro no hay absolutamente nada. Observa detenidamente a ambos lados y nada. Pregunta a un guardia de por allí y éste le comenta que la coraza ha sido robada por unos radicales Famaritas, en señal de protesta… pero que si quiere saber realmente qué paso o incluso ayudar, será mejor hablar con la duquesa Lira.
Dicho esto, Oggorn visita los aposentos de la Duquesa. Luego de la pertinente reverencia y las presentaciones, ésta le comenta que la Coraza fue robada por algún famarita radical y que ofrece una recompensa generosa a aquel que recupere tan preciado y antiguo patrimonio. También le recomienda que pregunte a los cruzados y a la gente si desea obtener información. Oggorn, movido más por el brillo del oro que por el valor histórico, se dirige al mercado con intención de hablar con los comerciantes y los ciudadanos, a ver qué puede sacar de valor.
Pasan las horas y tras un buen rato de paseos, conversas con ciudadanos, ancianos, comerciantes… finalmente una ciudadana de clase media le comenta algo interesante… al parecer, la coraza fue robada tal y como le comentaron… pero el ladrón no debe andar lejos, ya que no todo el mundo está a favor de este hecho y aunque… algunos ciudadanos sí apoyan al ladrón y le cobijan, otros están en desacuerdo. Esa idea le hace pensar que, si realmente hay alguien dispuesto a darle cobijo, ha de ser allí, en el mercado.
Dando un par de vueltas más sin mucho éxito, decide preguntar a un niño si ha visto a algún extraño por allí o alguien con una coraza. El niño pone cara de no tener ni idea de qué está hablando. Dando por perdida la conversa, Oggorn le da una moneda de plata por la poca ayuda que le prestó, en señal de limosna. El menor, al recibir la moneda, exclama…
- Niño: ¡Bien! Se la daré a mi padre para que compre comida para el señor…
- Oggorn pregunta sin mucho interés: ¿Qué señor?
El niño se tapa la boca en señal de error. Luego, se da media vuelta y sale corriendo. Esa actitud si más no sospechosa llama la atención de Oggorn… el cual persigue al niño desde la distancia. El niño, entra en un callejón y se encuentra con un hombre sospechoso, de vestidos negros y rostro tapado. Oggorn empuña su Martillo y interrumpe la conversación. Sin poder mediar palabra, el hombre sale corriendo de forma muy sospechosa y Oggorn le persigue.
Al alcanzarlo, el sospechoso lanza una serie de rápidos ataques contra el enano, magullándole ligeramente su armadura y causándole ligeras heridas. Oggorn responde con un martillazo poderoso en la pierna y el sospechoso cae al suelo magullado y con el tobillo roto, sin posibilidad de escapar.
- Oggorn: ¿Quién eres y porqué huyes…? ¿Eres el ladrón de la coraza verdad?
- Ladrón: Sí así es… pero no me mates, no lo hice por codicia … lo hice por un motivo.
- Oggorn: Antes de explicarme tus motivos… ¿Dónde está la coraza?
- Ladrón: No, no voy a darte nada hasta que escuches mis palabras….
Luego de oír tal reclamo y con la vena de la frente hinchada, Oggorn propina un tremendo martillazo en la cabeza del ladrón y esparrama su cerebro y restos de cráneo por el asfalto de la calle. Saquea el cadáver y recupera la coraza de Aldara, dejando el resto de carne para los perros y alimañas. Al poco, entregó la coraza a la Duquesa, recibiendo su agradecimiento y 270 monedas de platino. ¡Dinero fácil!
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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Haciendo pan y amistades
Oggorn está matando liebres en los campos de cultivos de Takome como pequeña misión encomendada. Las liebres han supuesto una plaga para la cosecha de trigo, así que ha aceptado reducir su número a base de martillazos. El sol golpea con fuerza en su piel bronceada, pues el calor del mes de Soel empieza a hacer presencia al mediodía. Cansado decide apoyar su martillo en el suelo y observa un viejo molino cercano a un poblado, girar lentamente sus aspas de madera.
Convencido de haber terminado su labor, se dirige hacia el molino. Allí encuentra a un hombre de mediana edad, con un delantal y las manos completamente emblanquecidas. Éste último percibe a Oggorn, se sacude las manos en el delantal y entabla la conversa típica de dos desconocidos que confían el uno en el otro: ¿Qué tal el día?, ¿Cómo va todo?, ¿Trabajo duro no?
- Oggorn: Y qué tal, ¿entretenido eh?
- Panadero: Sí, aquí con la harina. Parece tarea de niños, pero… resulta agotador, ¿no crees?
Ante la pregunta, Oggorn hace un gesto de duda. El hombre, le invita a aprender el oficio del molino y Oggorn, movido por la curiosidad, accede. Se limpia las manos previamente en una fuente, se ajusta un delantal y bajo las órdenes del dueño del molino, empieza a recoger sacos de grano de maíz y usando el método de la trilla, separa el grano de la cáscara. Luego hay que dejar reposar y ventilar el grano. Mientras hace eso, sitúa granos ya ventilados sobre una gran rueda de piedra accionada por el mecanismo del molino. Esta va chafando los granos y convirtiéndolos en harina. La harina es recogida luego mediante el uso de unas palas de madera y guardada en sacos.
Oggorn recibe su primer saco de harina como recompensa por el trabajo bien hecho. Contento como el niño que recibe un caramelo, agradece la lección y sale con el saco por la puerta como si de un gran tesoro se tratara. Al poco, se despide del señor con unas monedas de propina y decide visitar el poblado sin soltar su saco.
Pasa por delante de una panadería y allí una panadera le pregunta si de casualidad trae el saco para hacer pan. Oggorn, reacio al principio de compartir o entregar su “tesoro” desconfía. Luego la idea de un caliente y jugoso pan le tienta, así que decide entregar su saco y observar detenidamente el proceso de la fabricación del pan: La puesta de la harina, agua, sal… maicena… levadura… el horno…
Pasadas unas horas, unos tiernos bollos de pan de la harina fabricada por Oggorn le son entregados a cambio de unas pocas monedas. Con una gran sonrisa en los labios, Oggorn recoge su pan y decide guardarlo en su mochila. ¡Ha aprendido a hacer pan!
Oggorn decide celebrar el logro comiendo su pan con cerveza en una posada cercana. ¿Qué mejor recompensa luego de un duro día de trabajo?.
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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Quien a hierro mata…
Oggorn recorre los senderos del bosque de Zelthaim limpiando la zona de lobos y Osos. Últimamente la proliferación de estas especies, de forma descontrolada, ha causado problemas en el bosque alterando su harmonía y equilibrio. No se sabe que tipo de magia, maldición o enfermedad ha caído en aquel lugar, pero las especies se reproducen con rapidez y se han vuelto agresivas, atacando a viajeros o a cualquier aventurero poco precavido que hubiera hecho parada allí para descansar.
Un rastro de sangre en el suelo alerta al enano. Es nuevo y parece fresco. Es de oso, sin embargo… no parece obra de un lobo. ¿Osos atacándose entre sí…?
Avanzando lentamente y con precaución, se encuentra en el sendero a ua orca (Drahed). Piel negra como la muerte, colmillos blancos, ojos rojos… armadura pesada y una tremenda ballesta en sus manos. Aquel no era su lugar y Oggorn estaba dispuesto a devolverla a su origen, los dioses.
No hizo falta que mediaran una sola palabra ni dar explicaciones. Con un certero movimiento Oggorn golpeó con su Condena del tumulario a la orca, fustigándole y causándole heridas graves. Esta respondió del mismo modo con una salva de disparos que hirieron al enano. Luego, con un certero movimiento, Oggorn hirió en la cabeza a la orca, desestabilizándola y causándole heridas sangrantes en su rostro. Esta decidió intentar huir… pero su armadura, la cual le confiaba seguridad en esos momentos… era ahora un impedimento. Oggorn volvió a lacerar las extremidades de la criatura con su condena y finalmente, de un golpe certero, le encadenó el cuello. La orca intentaba respirar, agarrando con ambas manos la cadena. De un rápido movimiento Oggorn la decapitó. Su cabeza rodó por el suelo escasos metros hasta llegar a los pies de Oggorn, el cual le propinó una tremenda patada y esta voló entre dos árboles, perdiéndose entre la maleza. “Comida para las ratas… si es que se atreven a comer algo así”, pensó.
Luego observó el cadáver. Enterrarlo sería demasiado para tal vil criatura… pero dejar los despojos pudriéndose… demasiado asqueroso para su querido bosque. Finalmente decidió enterrarlo ahí mismo, sin sepultura ni señal alguna, como se entierra a un perro enfermo.
Oggorn se puso las yemas de los dedos bajo la armadura y las extrajo. Sangre. Realmente había sufrido heridas considerables por el encuentro y se encontraba ahora expuesto y malherido. Decidió ir al asentamiento de Kattak y recurrir a las sanaciones de Somaer, en el templo de Eralie. Una vez sanado, regresó al Bosque para comprobar que nadie más perturbaba la santidad de aquel lugar… y al verificar que así era, celebró su gesta con una buena cerveza y un asado en la taberna. A cargo de la orca, obviamente.
«¡Baruk Khazâd! ¡Khazâd aimênu!»
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