Inicio Foros Historias y gestas LasAparienciasTeDañan

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Autor
    Respuestas
    • Nherzog
      Participant
      Número de entradas: 60
      • Ahhh! presta más atención!… Maldito roedor -farfulló entre dientes el encapuchado.
      • Lo lamento Celsius -pronunció casi de manera desganada, como si esa frase hubiera sido una respuesta ya interiorizada debido a su continua repetición.

      Esta atípica escena hubiera provocado más de una carcajada al ser narrada en uno de los numerosos banquetes de la corte del Rey Darin, un semi-elfo aplicando sus ungüentos sobre la maltrecha calva de un enano que parecía haber sido víctima de un grupo de vándalos aficionados al tres en ralla. En otro contexto hay quien atribuiría a aquellas marcas la condición de bella obra de arte… la firmeza de los trazos, el intenso tono carmesí contrastando con la palidez imperante en el fondo,…a todas luces un concienzudo trabajo propio de una…. ardilla!!!

      • Sé que me lo has contado un par de veces, pero sé sincero ahora que no hay nadie, fueron esos malditos nómadas ¿verdad?
      • Yo de verdad que te mato. ¿quién me mandaría juntarme con un aprendiz de comehierbas? Nada bueno se puede sacar de este bosque -sentenció buscando que Isaias se sintiera avergonzado y desistiera de hacer cualquier otro comentario jocoso.
      • Solo a ti te pueden pasar estas cosas, salir a por plantas y volver mutilado.
      • Pero cómo que mutilado!!
      • No negarás que en proporción a tu tamaño, ese «bonito tatuaje» supone algo más que unos rasguños… -acertó a decir mientras se regodeaba mentalmente buscando nuevos juegos de palabras que enrabietaran a su viejo amigo.

      Un par de horas antes, cuando vio llegar por las arboledas más septentrionales de Urlom al pobre Celsius, chorreando sangre que cubría de rojo gran parte de su faz hasta mimetizarse con sus rojizas barbas, su corazón había dado un vuelco e inmediatamente comprobó que nadie perseguía al maltrecho enano. Rápidamente se interesó por su estado, pero al retirar su capucha no pudo evitar que una carcajada brotase de lo más profundo de su garganta, lo que provocó una enrabietada reacción de Celsius.

      • ¿Qué te ha ocurrido?
      • Una ardilla!! Una maldita ardilla!! Despiadada hija de Seldar…. esto no va a quedar así.
      • ¿Ya te has vuelto a propasar con la hija del cantinero?
      • Cállate y haz algo de provecho con esos potingues que tan ocupado te tienen.
      • Sabes que siempre habrá una cura para ti en este, mi hogar… pero antes quiero saber exactamente que te ha acontecido.
      • Pues….-dijo mientras intentaba ganar tiempo para considerar si merecía en cierta manera enmascarar la verdad para salvar su honor o presentarse como el más infortunado e inocente ser que existe en todo Eirea- me encontraba yo buscando mi tan ansiada y esquiva Planta Negra, cuando me topé con una amigable ardilla, al menos a primera vista. Me acerqué para acariciarla cuando, asustadiza ella, se alejo rápidamente y se metió en una oscura cabaña en la zona sudoeste del bosque, más al sur de la farragosa y densa zona profunda. Decidí que mi curiosidad no me daría tregua si desechaba la idea de seguirla, así que me adentré en la choza. Al entrar -hizo una pausa en la que sus ojos parecían recrear con todo lujo de detalles aquella escena- observé un cierto estado de dejadez en la estancia, apenas unas velas usadas alrededor de un trozo de madera tallado que las veces debió de ser usado de improvisado candelabro, un tocón de árbol a modo de asiento y un pequeño armario, al cual le faltaba ya una de sus puerta y en el que no tardé en identificar a mi escurridiza amiga. Me aproximé decidido a abrir la puerta que a duras penas se mantenía unida al resto de la estructura y descubrir finalmente que atraía la atención te tan peludo y pequeño ser, cuando …-su gesto cambió, dilatándose sus pupilas y entrecortándose su respiración- se abalanzó sobre mi, a duras penas conseguí vislumbrar tras de ella una enorme bellota. Entiendo que para una ardilla ese delicioso manjar puede equipararse al más preciado de los tesoros, pero yo no tenía intención de robársela y su reacción fue completamente desproporcionada, parecía que el espíritu del mismísimo Kavaladurum se hubiera introducido en ese diminuto bichejo y éste estuviera protegiendo sus riquezas como si le fuera la vida en ello. Todavía no me explico como consiguió introducirse en mi capucha y comenzar a arañar mi pobre calva -concluyó resignado-.

       

       

       

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Debes estar registrado para responder a este debate.