Inicio › Foros › Historias y gestas › Laureau y la magia
-
AutorRespuestas
-
-
AnónimoInactivo1 diciembre, 2021 a las 14:17Número de entradas: 37
Laureau y la magia
Nuestra joven humana participaba en una clase de orientación mágica en la escuela para jóvenes magos de la Torre de Obsidiana, cerca del volcán de Ormeión.
Sentada frente una mesa compartida de madera sin barniz, frente a ella unas pocas hojas de Arlan. El jefe instructor, un gnomo canoso, de piel azulada y tremendas cejas que se unen con su barba grisácea les indica que van a proceder a formular una versión “de baja probabilidad dañina” del proyectil mágico mayor. Desenrollar un tremendo pergamino en la pared con las indicaciones, movimientos y frases a formular para tal hechizo. Antes de finalizar su explicación, una alumna cercana a Laureau gesticula con sus manos y formula las palabras indicadas. De súbito, varias luces en forma de proyectil se materializan frente a ella, como pequeñas hadas nocturnas bailando en la noche. Sin embargo… pocos segundos después un tremendo dolor se apodera de la alumna y en sus manos aparecen pequeños cortes y quemaduras.
El jefe instructor finaliza su explicación y advierte a todos los allí presentes con su voz gnómica: ¡La magia a veces no es gratuita!, ¿Creéis que vais a crear proyectiles mágicos mortales de la nada?, Algunos hechizos requieren de algo a cambio de algo. En este caso, el hechizo consume Arlan. De no tenerlo os consumirá a vosotros. ¡No lo olvidéis! Ahora, sujetad las hojas de Arlan y formuladlo de nuevo.
Laureau sujeta con pocas garantías las hojas de Arlan. Observa el pergamino. Observa las hojas. Luego empieza a formular su cántico mientras gesticula con la mano libre el hechizo del instructor. Poco a poco, pequeñas luces aparecen de nuevo frente a ella… mientras las hojas de Arlan se consumen en su mano como una rosa marchita por los años. Poco después las luces se dispersan y deshacen como una gota de tinta en el océano. El instructor felicita a todos los presentes por su logro (no a todos, algunos que no han podido canalizar la magia correctamente… no han recibido ese meritorio elogio).
El jefe instructor prosigue: Otros hechizos no necesitan de componente, pues lo necesario se obtiene del propio éter… o de materia cercana. Veamos un ejemplo, esta vez lo formularé yo. El viejo gnomo empieza a formular un hechizo y un simulacro igual a él aparece a su lado, parpadeando tenuemente, hasta que finalmente adquiere un tono sólido.
Jefe: El hechizo simulacro. ¡No sabéis cual útil resulta!, pero… deberían mejorarlo. Si pudiera hablar … ¡daría clases desde mi cama! Bien, bien… centrémonos. Es tarea vuestra ahora descubrir qué hechizos requieren qué y cuales no. Se os otorgará un compendio de hechizos medio-avanzados para que podáis aprenderlos y tiempo para buscar sus componentes. Nos vemos mañana, ¡tenéis tareas!
Laureau abre un pequeño cajón y obtiene un libro viejo, pequeño, como un cuaderno. Se levanta y en silencio, abandona la academia. Va hojeando el pequeño libro con atención, sin mirar sus pasos. Poco después se dirige a la biblioteca y observa las estanterías. Sus ojos siguen la yema de su dedo índice y finalmente obtiene un pergamino. Lo desenrolla y lo estudia con detenimiento. Pocos minutos después abandona aquel lugar de estudio y paz para dirigirse al herbolario de Ak’anon. Allí compra algo de Arlan. Esta vez sí, está preparada para formular el hechizo con todos sus efectos. ¿La víctima…? Una liebre salvaje del bosque de Urlom. ¿El resultado? Un éxito. Laureau aprendió finalmente el hechizo “Proyectil mágico mayor”. Lo canalizó a través de las palmas de sus manos y 6 misiles impactaron sobre el cuerpo del pequeño roedor, causándole muerte por shock inmediata y estampando su cadáver contra un árbol cercano. Ahora se sentía poderosa, pero aun le quedaba mucho más por aprender. Eso… es trigo de otro costal.
-
AnónimoInactivo2 diciembre, 2021 a las 14:32Número de entradas: 37
-=Ambición=-
Laureau consiguió por fin la suficiente atención por parte del Gran evocador Jandem, así como su reconocimiento para convertirse en su alumna. En esta historia veremos como aprendió su primer hechizo por parte del viejo mago.
Laureu paseaba por las calles de Takome en busca de aventuras o cualquier cosa que la entretuviera, cuando de súbito una voz telepática resonó en su mente…
“Laureu… Soy Jandem, tu Shalafi… ven a verme al castillo de Aldara…”
“¡Rauda como el viento voy!, respondió Laureau para sí misma.
Y sin más dilación, nuestra maga partió presta hacia la fortificación de Aldara, al este de Takome. Pocos fueron los minutos que tardó hasta personificarse en aquella fortaleza portuaria, a orillas del mar Orthos. Poco después, se adentró en las calles que recorren el gran Mercado, lleno de viveza, mercancías y transeúntes varios de distintas razas. Observó a su alrededor y rápidamente localizó la torre de la reina. Rauda y veloz, caminó hacia allí. Antes de haber llegado, encontró a Jandem conversando con algunos guardias locales. Éste reconoció a Laureau nada más verla. Ella, por su parte, hizo una reverencia y dijo…
“Maestro, aquí estoy”.
Jandem, sin mediar palabra, se alejó de los guardias y se adentró en unas calles vacías de la ciudadela, más tranquilas.
Jandem: Prepárate para mejorar en el conocimiento de tu hechizo cono de frío. Pon atención, creo que has progresado y estás preparada para recibir más clases.
Laureau puso toda su atención en las enseñanzas de su maestro. Movimientos de las manos, de los dedos, posición corporal, expresión… mimetizaba cada movimiento con su mirada. Por un momento, creyó verse a ella misma en aquella situación, formulando el hechizo.
Jandem: Bien, ¿entendiste? Ahora prueba tú.
La voz de su maestro rompió su estado de ensimismamiento. Laureau, veloz, empezó a imitar cada movimiento a la perfección, bajo la supervisión de su Shalafi. Aquella danza de magia y encanto, aparentemente inofensiva, pasó a tomar un carácter más serio cuando un tremendo vórtice de hielo se formó ante las manos de Laureau y empezó a adquirir solidez. Ante tal situación, Laureau dejó de formular…
Jandem: Bien, veo que dominas correctamente el éter del hechizo. Estás preparada. Ahora, ve lejos y practícalo en un lugar seguro. Así habrás finalizado el aprendizaje del conjuro.
Laureau: Así lo haré, maestro.
Luego de una reverencia, Laureau se dirigió a las afueras de Aldara y bajo la sombra de unos pequeños árboles, empezó de nuevo a formular el hechizo. Cuando la energía empezó a recorrer sus brazos y el calor frente a ella a disiparse… dirigió toda aquella masa de frío hacia una pequeña alimaña cercana (una ardilla). Un tremendo y enorme cono de frío salió disparado hacia la criatura, impactando de lleno en ella, dejándola completamente congelada. Poco a poco, las articulaciones de la ardilla se resquebrajaron y rompieron.
Laureau observaba sus manos, cálidas… pero con pequeños fragmentos de hielo y escarcha residuos del hechizo recién formulado. Se daba cuenta de su gran poder… pero… un gran poder, también conlleva una gran responsabilidad. Empezaba a ser consciente del significado de ser una conjuradora de hechizos y del temible poder que podría llegar a desarrollar de seguir con ambición dicha senda. Sin embargo, aún estaba lejos de todo aquello… pero la ambición por poder, la perturbaba por dentro. ¿Habría un límite en todo aquello… para conformarse algún día con suficiente magia…? ¿O sería un camino que lleva a un abismo sin un final claro… del que una vez entras, ya no puedes regresar…? La respuesta no era clara… pero Laureau, temía saber la respuesta.
-
AnónimoInactivo3 diciembre, 2021 a las 13:52Número de entradas: 37
Las liebres de Takome
Laureau asentía ante las indicaciones de Lord Wack, en plaza de Takome. Parecían viejos conocidos, hablando como se suele hacer, sobre temas poco relevantes. Desde la lejanía, pude ver como nuestra maga aceptaba una especie de saco de cuero viejo y se lo arrimaba al hombro. Luego estrechó su mano con el Lord y sin voltear, se dirigió a paso lento hacia la entrada sur de la ciudad.
Allí tomó el camino más corto y sencillo. Unos minutos caminando en dirección oste y luego dirección norte, rodeando la muralla. Sus pies seguían la senda adoquinada que llevaba al trigal de Twin. Saludó a dos guardias que, del mismo modo que hace un espantapájaros, permanecían inmóviles ahuyentando de aquel lugar a gente no deseada. Una vez dentro, Daga Arcana en mano, empezó a rebuscar entre los trigales como la niña que busca un tesoro que ella misma escondió en casa sin recordar exactamente dónde.
Al poco unas liebres salieron disparadas como flechas de entre los trigales. Poco duró su sensación de libertad, pues un tremendo rayo impactó en ambas, convirtiéndolas en liebre churrascada. Laureau recogió ávidamente los cadáveres y los puso en el saco de cuero. No creo que tuviera intención de comer liebre asada aquél día… pero era la única muestra del encargo que había recibido aquél día: Limpiar los trigales de una plaga de liebres.
Muchos fueron los rayos centelleantes, los proyectiles mágicos y las presas sacudidoras que estremecieron los trigales durante unas horas. Como una noche festiva de verano, el trigal estuvo repleto de estallidos, truenos, relampagueos fulminantes y petardeos de lo más variopintos. No había salvación posible para aquellas pobres alimañas. Ni tan siquiera huyendo como un murciélago escapando del infierno pudieron ser lo suficiente rápidas como para salvarse de la redención luminosa de Laureau.
Debo decir, que en ocasiones, se producía un silencio armonioso en aquel lugar. Era el momento en el que Laureau reposaba su poder recolectando balas de paja como tarea secundaria. Un descanso para las liebres y para el oído de todo buen trabajador que estuviera en aquellos campos de oro, en pleno sol, cortando los tallos de trigo que se mecían por el efecto de una suave brisa.
Un ultimo crujir de huesos se oyó en aquel lugar y tras una cortina humeante, Laureau cogió su saco lleno de cadáveres y se dirigió hacia Takome. En la plaza, arrojó su saco a los pies de Lord Wack. Éste, sin tan siquiera abrirlo, arrojó una bolsita con monedas y la hechicera la cogió al vuelo. ¡Misión completada! ¡Dinero fácil!
Sin embargo… nuestra maga no estaba satisfecha. Le sobraba energía interior… sentía que cazar liebres no era suficiente, ni tampoco la obra social que aquello representaba. Así que decidió mandar un mensaje telepático a su amigo Rhomdur, el enano. Éste, raudo y veloz como un soltero limpiando su morada, se presentó en la posada de Takome y juntos fueron a celebrar cualquier estupidez inventada con unas buenas cervezas y comida en abundancia.
Calló la noche y con el estomago bien lleno, nuestra protagonista se dirigió de nuevo a su hogar. Bajo el humo de su pipa y el calor de una chimenea de leña, repasaba códices, tratados y escritos de magia arcana. La luna se hizo presente en un haz luminoso a través de las cortinas. Laureau, dejó su libro en su escritorio y observó el haz de luna. Allí quedó pensativa, hasta caer en un plácido sueño. Y no volvió a pensar en ello.
-
-
AutorRespuestas
- Debes estar registrado para responder a este debate.