Inicio Foros Historias y gestas Los Juegos del hambre

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      Lhandon camina lento medio agachado por un túnel circular angosto, del tamaño de medio hombre y paredes de gruesos bloques amarillos. Iluminándose con una antorcha en su mano derecha, avanza paso a paso en fila india, por delante de Kelnozz y Xerthelh.

      Llegado a una sección concreta, palpa la pared. Pone su oreja en la roca y escucha. Observa, medita, comprueba un trozo de papel de su bolsillo y dice…

      Lhandon: Es aquí.

      Xerthelh: ¿Estás completamente seguro?

      Lhandon: No. Pero parece que es aquí.

      Kelnozz saca de su mochila un paquete compacto con una mecha. Lo deposita en la zona señalada por Lhandon y extiende la mecha varios metros hacia el lugar de donde provienen. Una vez allí, le prenden fuego con la antorcha y empiezan a alejarse lo más rápido que pueden dado las circunstancias.

      La llama de la mecha se desplaza rápidamente siguiendo su camino hasta que finalmente llega a donde el paquete y… nada sucede.

      Lhandon: Bueno pero… ¿Qué ha pasado? ¿Porqué no ha hecho bum?

      Kelnozz: No se, eso es cosa de Xerthelh, él lo ha comprado.

      Xerthelh: Oye, es cosa del cofrade, yo solo hice lo que me dijisteis, comprar uno.

      Lhandon: Ve y retíralo, comprobaremos que pasa y le pondremos una mecha nueva.

       

      Xerthelh se acerca hacia el paquete, inmóvil, completamente inocuo. Cuando lo sostiene un tremendo “BOOM” hace estremecer toda la galería, ciega a nuestros protagonistas por el destello y el polvo, dejándolos aturdidos unos instantes en el suelo, con un ligero pitido como única percepción. Incapaces de oir sus propios gritos por la sordera ocasionada por la explosión.

      Cuando Lhadon y Kelnozz se desenturban, observan el cuerpo de Xerthelh en el suelo, sin mano y sin cabeza. Un cadáver decapitado con el cuello y parte del brazo completamente calcinados.

      Kelnozz: Ale, para Soële directo, sin parada.

      Lhandon: Eso le pasa por ir sin lágrima. Bueno, sigamos, ya resucitará… luego, tampoco es imprescindible.

      Ambos sujetos asoman sus cabezas por el orificio en el techo, trepan y llegan a una cámara repleta de cajones y baúles. La iluminan con su antorcha y se acercan a una caja. De varias patadas fuerzan la cerradura y descubren dentro que está llena de monedas de oro.

      Lhandon: ¿Lo ves? Te lo dije, ¡somos ricos!

      Kelnozz agarra monedas y se las tira por el rostro, repleto de felicidad, exclamando: ¡Soy un cabrón avaricioso rico! Hahahaha.

      Lhandon: Venga, agarremos la primera y llevémosla a la entrada.

      Cuando ambos protagonistas descienden con la caja hacia el túnel y se disponen a retirarla, descubren que la sacudida de la explosión ha destruido parte de la galería de retorno, dejándola llena de bloques y escombros, imposibilitando la huida.

      Kelnozz: ¡Mierda! ¿Y ahora qué hacemos?

      Lhandon: Oh… salgamos pues por la entrada a la cámara de riquezas.

      La cámara está cerrada con una gruesa puerta de metal de varios centrímetros de grosor. Lhandon saca una ganzua, la sostiene, le lame la punta, cierra un ojo y…

      Lhandon: No espera, no se como va esto. El que sabe forzar es Xerthelh.

      Kelnozz: ¡Oh no! ¡Estamos encerrados! ¡Tengo claustrofobia, sácame de aquí!

      Kelnozz golpea inútilmente la cámara acorazada hasta quedarse extenuado.

      Kelnozz: ¿Cuándo vendrá alguien a abrir esta mierda?

      Lhandon: No lo sé, supongo que… cuando vengan a hacer un depósito o algo, no pueden tardar mucho. A demás, Xerthelh está fuera… es cuestión de horas de que resucite y vuelva a por nosotros.

      Pasaron las horas lentas como un caracol alimentándose en el prado. Los minutos parecían días y las horas semanas. Nuestros protagonistas empezaron a tener hambre, sed…

      Lhandon: Tengo hambre… me comería una de las monedas…

      Kelnozz ya hace rato que roe sin mucho éxito una cinta de cuero que envolvía un cofre, como si de bacón seco se tratara.

      Lhandon: Nunca ser rico había salido tan caro…

      Lhandon observa a Kelnozz y la silueta del cazador se convierte en la de un ternero balbuceante de color negro. La hambruna y la sed empiezan a hacer mella en su mente.

      Kelnozz a su vez, observa de reojo a Lhandon. Ve sus intenciones y desenfunda disimuladamente su arma. Ya no es Lhandon, es un pollo gigante horneado.

      De súbito un “click” llama la atención de ambos sujetos y la cámara parece abrirse lentamente. Tras la puerta, una figura humana poco nítida por la luz exterior se hace visible. Ambos protagonistas saltan hacia ella y empiezan a acuchillarla al grito de: ¡Comida! ¡Dame comida! ¡Te comeré las piernas!

      Cuando reaccionan ven el cadáver de Xerthelh en el suelo, otra vez decapitado y acuchillado.

      Kelnozz: ¿Tú has probado los coditos de elfo de Golthur? Pues esto ha de ser lo mismo.

      Lhandon le ha hurgado los bolsillo y ha sacado un par de trozos de pan seco, los cuales son devorados por nuestros héroes como si fueran el último manjar del universo.

      Cuando nuestros protagonistas recuperan la cordura, fruto del hambre, cansancio, oscuridad y falta de oxígeno, encierran el cadáver dentro de una de las cajas de la cámara, agarran unos pocos sacos de monedas y huyen de aquel lugar con sigilo y nocturnidad. No sin antes recoger una pequeña parte para Xerthelh, por su ayuda.

      Al día siguiente la noticia fue sonada. Hallaron dentro del banco de Galador un cadáver dentro de uno de los cofres de monedas. El cadáver no pudo ser identificado por falta de… “piezas”. Se cree que cierto halfling utilizó un antiguo túnel en desuso, hizo un agujero y una vez allí, cayó dentro de uno de los cofres y murió por asfixia. Lo que nadie se explica aún es dónde fue a parar su cabeza.

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