Inicio Foros Historias y gestas Los ladrones de Dendra – parte 2

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    • Astrion
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      Escudándose tras el carromato volcado, un segundo ladrón lanza un puñal, que se incrusta en el cuello de su compañero y echa a correr.

      Dirmahin: ¡Maldita sea! ¡A por él, lord Odihbyr!

      Dirmahin  monta de un salto sobre su yegua esquelética y echa a galopar

      Odihbyr le asiente con la cabeza a Dirmahin.

      Odihbyr monta y sigue a Dirmahin, contrayendo el rostro por la concentración.

      Un látigo surge de la nada y se enrolla en el cuello del ladrón, deteniendo su avance y tirándolo al suelo, mientras se agarra el cuello, intentando inhalar una pizca de aire.

      Dirmahin  llega a galope junto al ladrón y desmonta de un salto

      Odihbyr desmonta de su corcel y coloca su lanza sobre el pecho del agonizante ladrón

      Dirmahin  mira a su alrededor y descubre a una figura encapuchada, que sostiene el látigo

      Dirmahin: ¿Quién sois, ciudadano?

      encapuchado: Soy un soldado de la orden del oso, dispuesto a servir en lo que sea necesario a la gran maestre de la orden de D’Hara.

      Dirmahin: Muy bien, soldado. Este es lord Odihbyr, mi segundo al mando. Y ahora, queréis hacer el favor de recoger vuestro látigo? lo vais a ahogar, por Seldar, ¡y necesitamos respuestas!

      El encapuchado enrolla su látigo, azorado y se aparta unos pasos.

      Odihbyr se agacha y examina con detenimiento el cuerpo.

      Odihbyr: Mi gran maestre… ya está muerto.

      Dirmahin: ¡Maldición, casi los teníamos y se nos han vuelto a escapar de entre los dedos!

      Dirmahin  mueve de lado a lado su cabeza, haciendo que su espesa cabellera se meza al viento

      Encapuchado: Disculpad, gran maestre…

      Dirmahin: Hablad sin temor, soldado.

      Encapuchado: ¿Buscáis la guarida de los ladrones de Galador? Porque de ser así, podría ayudaros en tal menester.

      Odihbyr: ¿Y tu como sabes de la localización de la guarida, soldado? ¿Acaso sostenéis secretos con esa banda de forajidos?

      Encapuchado: ¡Oh, en absoluto, mi lord! Estoy enterado de la ubicación gracias a ciertas circunstancias que no vienen al caso.

      El encapuchado sonríe, mostrando sus amarillentos dientes.

      Encapuchado: ¿Queréis que os conduzca allí, mi lady?

      Dirmahin: ¡Por Seldar, sí! Juro que eliminaré esta mácula que mancha la figura de nuestro imperio.

      Los tres se alejan, los caballeros a lomos de sus monturas y el encapuchado a pie, hacia la guarida de los ladrones.

      Entran en la zona mas pobre de Galador, donde por el suelo se ven decenas de mendigos harapientos, y las ratas corretean, asustadas

      El encapuchado se detiene, y agarra una tapa cercana de las alcantarillas, y gracias a una inmensa fuerza, consigue hacerla a un lado, dejando a la vista un agujero oscuro del cual proviene un

      olor desagradable.

      Encapuchado: Mi gran maestre, mi lord, vuestras monturas han de quedarse aquí, ya que dentro será bastante difícil. Las alcantarillas son muy estrechas.

      Dirmahin: Bueno… pues habrán de quedarse aquí.

      Dirmahin  desmonta y ata su montura a un hierro que sobresale del suelo

      Odihbyr desmonta y ata su montura a un hierro que sobresale del suelo

      Dirmahin  hace un gesto al encapuchado que les precede por el oscuro y viscoso agujero.

      Dirmahin  y Odihbyr le siguen, con caras de asco debido al desagradable olor

      Tras un trecho de larga y dificultosa caminata, llegan a un cruce, y el encapuchado gira a la izquierda, sin dudarlo.

      El encapuchado se detiene, y acciona una palanca disimulada en una pared llena de barro y humedad.

      La pared se separa limpiamente, y queda a la vista un túnel bien iluminado con antorchas.

      Los tres se adentran en el túnel, mientras la pared se cierra detrás de ellos.

      Dirmahin: Decidme, soldado. ¿Exactamente, cómo habéis descubierto la guarida? Llevo tiempo intentando descubrir su paraje y jamás he logrado hallarla.

      Encapuchado: Veréis, mi gran maestre. Hace unos tres días, uno de estos ladrones secuestro a mi hija, mi pobre hijita…

      El encapuchado llora, apesadumbrado.

      Encapuchado: Desde entonces, seguí a los ladrones con gran sigilo, y logré hallar la guarida, pero yo solo no puedo recuperar a mi hija, solo pondría mi vida en peligro, y dejaría a mis demás

      hijos huérfanos y sin que nadie pueda traer comida a casa.

      Odihbyr: ¿Y esperáis que nosotros os ayudemos a recuperar a vuestra hija, me equivoco?

      Odihbyr sonríe.

      Encapuchado: Así es, mi lord. En cuanto os vi persiguiendo a aquél ladronzuelo, supe que esta era mi oportunidad de recuperar a mi pequeña.

      Dirmahin: Desde luego, si aún sigue con vida, os ayudaremos a recuperarla, no os quepa ninguna duda. Pero decidme, ¿qué interés suscita vuestra hija en estos ladrones?

      Encapuchado: He de admitir que fue culpa mía, mi gran maestre. Hace una semana, jugué a los dados con algunos hombres de baja calaña. Pero jugué con dados trucados, por lo cual pude ganar

      prácticamente todas las rondas. Ahora esperan que les devuelva el dinero a cambio de mi hija, pero no puedo hacerlo. Lo gasté todo en comida que llevé a casa.

      Dirmahin: No os preocupéis, si podemos rescatarla, lo haremos.

      El encapuchado se pone un dedo en los labios, pidiendo silencio, y con mucha fuerza acciona otra palanca.

      El suelo comienza a descender, como si fuera un elevador, y llegan a lo que parece ser una habitación pequeña, con una cama vieja, y un orinal de metal oxidado.

      El encapuchado abre la puerta, mira a ambos lados del pasillo, y sale con sigilo, mientras Odihbyr y Dirmahin le siguen, intentando no hacer ruido.

      Encapuchado: Esta es la guarida, mi gran maestre. Por favor… ¿podríamos ir a por? …

      Dirmahin: Desde luego que sí, soldado. ¿Sabéis donde quedan las celdas? o donde sea que retengan a los cautivos.

      Encapuchado: Sí, mi gran maestre. Seguidme.

      El encapuchado abre una maciza puerta de metal y bajan por unas escaleras excavada en la misma roca, bajo la ciudad de Galador.

      El encapuchado se detiene ante una celda, y sacando una pequeña llave, abre la puerta, en silencio.

      Dirmahin y Odihbyr se internan en la celda, pero quedan atónitos al no ver a nadie.

      Encapuchado: No… no… no!

      Encapuchado: Mi hija… mi pobre hija…

      El encapuchado rompe a llorar con gran desolación.

      Dirmahin  se percata de una mancha en el suelo y se agacha. Al mirarla con gran detenimiento, se da cuenta de que es sangre.

      Odihbyr se agacha al lado de Dirmahin y examina la mancha con gran atención, mientras frunce el ceño.

      El encapuchado los mira con atención.

      Dirmahin: Soldado… venid aquí… ¿podríais decirme vuestro nombre, por cierto? resulta incómodo llamaros soldado.

      El encapuchado se baja la capucha y sonríe con una sonrisa satisfecha.

      Encapuchado: ¿Mi nombre, gran maestre? Mi nombre es Taerlic.

      Taerlic cierra la puerta de la celda con llave, mientras se carcajea con una fría risa.

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