Inicio Foros Historias y gestas Los ladrones de Dendra – parte 3

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    • Astrion
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      Taerlic cierra la puerta de la celda con llave, mientras se carcajea con una fría risa.
      Odihbyr se levanta y con gesto de asombro mira la puerta de la celda.
      Dirmahin se reincorpora y mira ceñuda los gruesos barrotes de la puerta
      Odihbyr embiste la puerta, sin conseguir hacer nada excepto magullarse el cuerpo.
      Odihbyr: ¡Maldita sea! Estamos encerrados, mi gran maestre.
      Se escuchan pasos fuera de la celda.
      La puerta se abre y entra Taerlic, seguido de una docena de figuras encapuchadas.
      Taerlic: ¿Disfrutáis de vuestra estancia en mi hogar, caballeros?
      Odihbyr: ¡Asquerosa rata, ven y enfréntate como un hombre! ¡Cobarde!
      Taerlic chasquea la lengua, en gesto de disconformidad y sonríe socarronamente a Odihbyr
      Taerlic: ¿Qué necesidad tengo de enfrentarme con vos, caballero? Estoy mucho mas seguro teniéndoos aquí, encerrados.
      Odihbyr se abalanza con su espada en alto hacia Taerlic, pero dos figuras se colocan ante él y lo repelen con sus armas, que chocan con estrépito contra su armadura.
      Taerlic avanza poco a poco mientras se ríe con deleite.
      Dirmahin se aparta hacia un lado y camina silenciosamente hacia la puerta, intentando no ser descubierta.
      Taerlic se coloca ante Odihbyr y le propina un puñetazo en el estómago, pero este permanece inmóvil, sin mostrar ningún gesto de dolor
      Odihbyr mira a los ojos a Taerlic y sonríe malignamente
      Odihbyr: ¡La fe en Seldar me protege, ladronzuelo!
      Dirmahin se coloca tras una de las figuras encapuchadas, y con sigilo, le arrebata las llaves de su chaqueta y las sustituye por las llaves de sus aposentos, en Dhara
      Taerlic: ¿Seldar? ¡Bah! Panda de ineptos, seguís arrodillándoos ante dioses y leyendas. ¡Es gente como yo ante la que debéis arrodillaros! ¡Me he ganado con mucha dificultad mi posición actual! ¡Yo era un vulgar penitente, como los que infestan los caminos! Me pasaba horas rezando a Seldar, ¿pero alguna vez respondió a mis plegarias? ¿Alguna vez ha hecho algo por mi? ¿Acaso les ha dado alimento a mis hijos, que murieron por hambre? No, señor.
      Taerlic: ¡Todo lo he tenido que hacer por mis propios medios! Si no hubiera decidido hacer las cosas por mi mismo y dejar de adorar a leyendas, ¡ahora mismo solo sería huesos y polvos desperdigados por algún camino del poderoso imperio de Dendra! ¡Poderoso, pero inmisericorde! ¡Cuantas veces acudí al ministerio de empleo, buscando un trabajo digno con el que poder alimentar a mis hijos? ¡Pero claro! Para un vulgar penitente que va por los caminos jamás tenían trabajo, solo un breve gesto de desdén y una despedida formal!
      Taerlic toma aire, sofocado y sonríe forzadamente.
      Taerlic: Así que no, mi lord. ¡No me habléis de Seldar, porque lo único que tengo para Seldar es esto!
      Taerlic escupe al suelo
      Odihbyr: ¡Silenciad vuestra lengua, hereje!
      Dirmahin alza su corrupción y sin ser vista, propina un golpe a Taerlic en la nuca, que cae al suelo, desmayado.
      Los encapuchados recogen el cuerpo de Taerlic y cierran la puerta mientras abandonan la celda, lanzando a Dirmahin y Odihbyr una mirada de temor.
      Odihbyr se sienta en el suelo, apesadumbrado.
      Odihbyr: Y de nuevo estamos atrapados. No veo cómo podremos salir de esta, mi gran maestre.
      Dirmahin: Aligerad vuestro ánimo, Lord Odihbyr. Mi maestro Droock, me ha enseñado que un enemigo lo que nunca esperará es un comportamiento similar al suyo.
      Dirmahin muestra las llaves que ha intercambiado.
      Dirmahin: No me siento satisfecha de la manera en la que conseguí estas llaves, es una deshonra para mi.
      Dirmahin mueve de lado a lado su cabeza
      Dirmahin: En fin, tenemos las llaves, y por lo que puedo ver, ni falta nos hicieron, ya que con la precipitación no han cerrado la puerta del todo.
      Odihbyr se levanta y empuja la puerta, que gira sobre sus bisagras perfectamente engrasadas
      Dirmahin y Odihbyr salen por la puerta y avanzan a paso moderado, mientras sostienen sus espadas en ristre en la mano derecha, y sus lanzas en la mano izquierda
      Una figura encapuchada les sale al paso, y dando un grito, corre hacia los caballeros, sosteniendo una larga cimitarra a dos manos
      Odihbyr y Dirmahin se separan, dejando que la figura pase entre ellos, y luego clavan sus lanzas en ambos costados del encapuchado, que debido a su velocidad, queda dando vueltas sobre el eje de las dos lanzas, mientras ambos caballeros sostienen las empuñaduras de las lanzas y se sonríen ante el grotesco espectáculo.
      Desclavan sus lanzas del cadáver y continúan su camino, dejando tras de sí un rastro de sangre, que va resbalando por las lanzas
      Suben las escaleras y franquean las puertas metálicas por las que anteriormente habían bajado
      Dirmahin y Odihbyr se detienen mientras enarbolan sus armas, y abren de sopetón una puerta, tras la cual hay un gran salón, en el que están sentados varios encapuchados, y con Taerlic ya restablecido al frente y con cara de pocos amigos. Al verlos entrar, Taerlic se sorprende, y un fugaz destello de miedo pasa por sus ojos.

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