Inicio › Foros › Historias y gestas › Los ladrones de Dendra – parte 5 (final)
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Odihbyr prosigue su camino hacia las afueras de la guarida, mientras deja un rastro de sangre tras de sí, que gotea al suelo desde la herida de Dirmahin.
Odihbyr sale de la guarida y de las cloacas de Galador, y echa a galopar hacia la fortaleza de Dhara.
Los guardias abren paso a lord Odihbyr, que desmonta con rapidez.
Odihbyr mira a unos criados y les espeta: ¿Qué hacéis allí quietos? ¡Llamad al archiprelado, decidle que la gran maestre está herida de gravedad!
Vali, archiprelado de Seldar desciende por las escaleras de la torre del homenaje, con un gesto preocupado en su rostro pétreo.
Vali, archiprelado de Seldar: Decidme, lord Odihbyr. ¿qué ha sucedido?
Odihbyr hace una profunda reverencia a Vali
Odihbyr: Su excelencia, La gran maestre y yo hemos descubierto la guarida de los ladrones que infestaban Galador, y pusimos fin a su existencia. Pero Lady Dirmahin fue herida gravemente, y yo no dispongo de las artes curativas que poseen los clérigos, como para sanarla.
Vali sostiene entre sus manos la cabeza inerte de Dirmahin, y comienza a murmurar en una lengua extraña.
Odihbyr observa con asombro cómo la herida de Dirmahin cicatriza al instante, rodeada de una aureola negra.
Vali mira a unos criados
Vali, archiprelado de Seldar: Llevad a la gran maestre a sus aposentos, necesita descansar.
Vali, archiprelado de Seldar: En cuanto a vos, lord Odihbyr, venid conmigo y contadme con todo detalle lo sucedido.
Dos días mas tarde, Dirmahin ya había despertado, y se hallaba en su estudio, acompañada de lord Odihbyr
Dirmahin: Entonces, ¿decís que el archiprelado está satisfecho con nuestra acción?
Odihbyr: Así es. Imaginaos, ¡hoy el maestro ritualista me ha sonreído, y ya sabéis que sus gestos de alago son muy escasos!
Dirmahin: Menos mal que habéis logrado acabar con Taerlic, sino habría sido un gran deshonor, para ambos.
Odihbyr asiente con gesto serio
Dirmahin: ¿Habéis oído lo último que ha dicho? Parecía como si estuviera hablando de otra persona. Me hace pensar que en nuestro breve encarcelamiento, alguien mas estuvo involucrado.
Odihbyr: Yo también lo he pensado, mi gran maestre, pero no caigo en quién podría haber sido.
Dirmahin: Ya pensaré en ello, y tendrá su merecido. Entre tanto, dejadme descansar, por favor, mañana debo partir a Galador y poner en conocimiento del ejército y la inquisición lo sucedido, para que puedan investigar la guarida y recolectar alguna información valiosa, tal vez podamos acabar con otras guaridas.
Odihbyr se levanta y hace una reverencia, tras la cual abandona el estudio.
Al día siguiente, tras un fugaz desayuno, Dirmahin ensilla su yegua esquelética y comienza su galope tendido hacia Galador, donde es recibida por Rakmet a las gigantescas puertas de la catedral.
Rakmet: Gran maestre, sed bienvenida a Galador. ¿En qué puedo ayudaros?
Dirmahin: Gracias, inquisidor. He de haceros llegar una información importante, ¿hay algún sitio en el cual podamos hablar en privado?
Rakmet asiente con la cabeza, y se adentran en la sede privada de la inquisición, hasta llegar al despacho de Rakmet, donde se sientan ante una larga mesa de roble, sobre la cual reposan una jarra de vino, dos copas de plata, y un frutero, con varias frutas en el mismo.
Dirmahin: Debéis saber que hace algunos días, y debido a un percance en el mercado, mi segundo al mando, lord Odihbyr y yo, hemos eliminado exitosamente la guarida de los ladrones que infestan Galador, cuyo al mando estaba un tal Taerlic.
Rakmet: ¡Esa es una gran noticia, gran maestre! ¡Esto hay que celebrarlo!
Rakmet vierte vino en ambas copas, y tiende una a Dirmahin. Acto seguido, coge una naranja del frutero y comienza a pelarla, mientras da pequeños sorbos de su copa.
Rakmet: Probad una de estas naranjas, gran maestre. Han sido escogidas desde el mismísimo bosque de Wareth, y ya debéis de conocer el agradable sabor que tienen estos frutos con respecto a los demás. Sin duda, la naranja es mi fruta preferida. ¿A vos no os gustan?
Dirmahin responde con gesto absorto: Sí… desde luego que sí.
Tras la reunión con Rakmet, Dirmahin abandona las estancias de la inquisición, y monta de nuevo en su yegua esquelética. Acto seguido, se dirige al mercado y comienza a pasear entre los viandantes.
Se detiene ante un puesto de frutas, y desmonta.
Comerciante: ¡Dulces mandarinas del bosque de Wareth, mi lady! Sin duda serán de vuestro agraa…
Súbitamente, el comerciante se hallaba en el aire, sostenido por el cuello de su camisa por Dirmahin.
Dirmahin: Hace tres días, pasé por este puesto. Me habéis dicho la misma perorata sobre las mandarinas, y un ladrón os ha robado. ¿Lo recordáis, no? Pues bien, en aquél momento no me di cuenta, pero no habéis perseguido al ladrón, aunque habéis gritado y maldecido. Después de pensarlo, he llegado a la conclusión de que estabais en un trato con los ladrones, para encarcelarme y pedir un rescate a la orden de Dhara. ¿Pero no habéis previsto que lord Odihbyr se uniría a mi persecución, verdad? Ahora ha llegado el momento de decir vuestras últimas palabras, traidor al imperio.
El comerciante articula palabras sin sentido, y un olor acre le confirmó a Dirmahin la cobardía del traidor.
Dirmahin corta el cuello del comerciante con parsimonia, mientras la sangre chorrea sobre las frutas del puesto.
Dirmahin: Y es que a lo largo de los años, el imperio dendrita ha obtenido miles de traidores, y todos han acabado así. Y pese a ello, seguís sin entenderlo.
Dirmahin grita en dendrita: ¡El Imperio del Mal os dará caza a todos! Escondeos… ¡huid! ¡Pero no recéis! ¡Vuestros patéticos dioses nada podrán hacer para salvar vuestras almas!
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