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Las horas pasaban lentas y tediosas para Mehlamahd “cuernos dorados”, un Orgo, bastante bajito para los cánones de la raza Orga, de cara muy redonda y barbilla graciosamente respingona. Aunque claro, lo más destacable de su anatomía son unos pequeños cuernos que brotan en su cabeza a sendos lados que, a diferencia de la mayoría de Orgos, son de color dorado intenso. Este rasgo, obviamente, le hizo ganarse su sobrenombre, Cuernos Dorados.
Este Orgo regenta una importante tienda en el Bazar de Ar’Kaindia, la cual se dedica a la venta y distribución de numerosos objetos mágicos, al igual que elixires, pócimas y todo tipo de tisanas. Durante mucho tiempo vagó explorando los diferentes reinos de Dalaensar e incluso otros dominios más allá de los mares meridionales y, gracias a estas aventuras y desventuras, acumuló gran cantidad de conocimiento sobre todo tipo de objetos y reliquias mágicas.
Mehlamahd estaba impaciente. Con unos nerviosos espasmos de su muñeca golpeaba sin cesar el mostrador de su establecimiento con un pequeño royo de pergamino. Deseoso de que le trajeran “su encargo”, se levantaba y sentaba en un taburete, incapaz de mantener la posición durante largo tiempo y sin dejar de escudriñar la tienda. El gesto de su cara cambiaba en júbilo cuando diversos clientes entraban en su establecimiento, para luego tornar el gesto en desaprobación cuando veía que no eran quien él esperaba.
Tras varias horas más, adornadas con la venta de varias de sus famosas pociones, el pequeño Orgo dió por finalizada su espera. Un imponente Orgo, ataviado con una oscura túnica, atravesó el umbral de su tienda portando (más bien arrastrando) una pesada caja de madera.
Después de ciertos exabruptos por parte de Mehlamahd hacia el portador de la pesada caja, debido a la tardanza de este, el comerciante puso una mueca de tranquilidad y complacencia al ver que la tan esperada mercancía había llegado ante él.
Mehlamahd abrió con ansia la caja usando una palanca. Y, después de varios forcejeos, la tapadera se quebró ligeramente antes de abrirse.
En la caja se encontraba un pequeño baúl de fina construcción. Diversas placas de plata, de diversos diseños y tamaños, recorrían su superficie. Extrajo el baúl de la caja y lo posó sobre el mostrador. Esbozando una sonrisa se dispuso a examinar el contenido de este.
Se trataba de una Manopla del Ast’Oradith.
Una especie de cristalización mágica es lo que compone esta manopla. Una pieza de armadura que fue creada a partir de la arena perteneciente a los vastos desiertos de Ast’Oradith, fundida y cristalizada mediante unas artes esotéricas desarrolladas durante siglos por la civilización Orga. Cada una de estas exclusivas piezas representa el prestigio alcanzado dentro de la sociedad Ar’Kaindiana, ya que solo se fabrican para determinados sectores de la nobleza. Debido a la manufactura y el heterogéneo material usado en esta, cada uno de estos guantes resulta una pieza única.
Casi sin poder apartar la vista de aquella preciosa manopla, Mehlamahd cerró el pequeño cofre que la contenía y, dirigiéndose a uno de sus empleados, dijo:
“Lleva este cofre a las dependencias del Templo Piramidal y avisa que deben entregárselo al Alto Teócrata Rijja Al’jhtar de mi parte”.
Dicho esto, el improvisado mensajero salió raudo y veloz por el umbral de la puerta.
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