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    • Rijja
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      Al margen de la línea de sucesión directa ( enunciada en el Legado Genealógico ), la familia Al’jhtar ha gozado de numerosos miembros en sus filas. Entre ellos sabios, estudiosos y variopintos exploradores, que durante centurias han narrado en varios escritos sus aventuras y experiencias, las cuales han sido recogidas por la familia en el Manuscrito «Memorias de Sangre».

      La siguiente historia, para algunos conocida, narra un incidente acontecido en el lúgubre Castillo de Agnur. Este fragmento en concreto se encontraba en el Diario de Kijj Al’jhtar, el explorador; conocido este por su afición de explorar y conocer los lugares recónditos de Eirea y por sus «heterogéneas» amistades. 

      Lo que se conserva de dicho texto es expuesto en la siguiente interpretación:

       

       

      El frío pasillo se le antojo más húmedo de lo normal a Kijj Al’jhtar. Cubría las paredes una espesa capa de limo, y se vislumbraban telarañas por todos los rincones. Una de ellas especialmente tupida, que se enrolló en la antorcha del halfling Plumin Tapón, apagando así su llama.

      -Era nuestra última antorcha- dijo el halfling, desalentado.
      -Supongo que tendremos que seguir avanzando en la oscuridad- respondió el orgo mientras se encogía de hombros sumado de una mueca burlona.
      -Un momento!! no pienso continuar a ciegas!- replicó Plumin.

      Kijj, en ese instante, abre un tarro de cristal que portaba en su zurrón y de el salieron dos pequeños insectos que, al parecer, tenía domesticados.
      Al momento, Kijj farfulla unas palabras mágicas y aparecen dos bolas refulgentes que envuelven a dichos insectos, llenando de luz el pasadizo.

      El halfling quedó mudo de asombro. Estira la mano para tocar uno, pero el insecto lo esquiva y se aleja por el corredor para detenerse un poco más adelante y esperar, balanceándose en el aire, que lo sigan.

      -¿Cómo es que no se te ha ocurrido antes?- pregunta airado el halfling.
      -Simplemente, no me he acordado. De todos modos, no son gran cosa. Su duración es limitada, nunca he sabido dominar los poderes de mi raza.- Dijo Kijj intentando quitarse importancia, pero sin poder disimular su satisfacción consigo mismo. -Déjame que marque el camino.- añadió.

      Habiendo cruzado tan solo algunos metros del pasillo una forma oscura se cruza por delante de la pareja y desaparece por un pasillo adyacente.

      -Me pregunto qué habrá sido eso.- susurró el halfling, muy tenso.

      Un escalofrío recorrió el pasillo, se sentía como una voz apagada pero aterradora. Sea lo que fuere ese ser, era terriblemente maléfico.

      -Alerta Plumin! ese maldito bicho podría ser un liche o algo peor. Usa tus habilidades de subterfugio y démosle caza!- exclamo el orgo.

      Acto seguido, se agazaparon en las sombras hasta poco a poco volverse casi invisibles a la vista.
      Con gran precaución penetraron en el pasillo por el que había desaparecido la extraña forma. Dicho pasillo terminaba en un punto muerto. Las bolas luminosas les precedieron en el camino. Su brillo inundaba el reducido espacio, lo necesario para que ellos no fueran vistos.
      Poco tardaron en darse cuenta, que contra el muro más lejano de ellos, retorciéndose como si la luz le causara un gran dolor, se distinguía la figura de una criatura.

      -Veamos qué tenemos aquí- dijo Plumin con aire despreocupado mientras salía de su escondrijo. Aprovechando la situación de la criatura, se acerco a Kijj y le susurro al oído:
      -Ten cuidado. Las luces lo han confundido, pero de no ser por ellas seríamos nosotros los que estaríamos encogidos contra la pared.

      La naturaleza curiosa de Kijj le instigaba a hablar con el extraño ser, pero no podía. Estaba demasiado impresionado. Y es que ante él se encontraba la criatura mas horrenda y repugnante que hubiera visto nunca. Forma aparentemente humana, pero de tez negra, como si la hubieran asado en una hoguera. De sus dedos colgaban unas uñas largas y retorcidas; pero su rasgo más desagradable era la boca, un agujero abierto en el rostro, surcado por hileras de espantosos dientes amarillentos.
      La criatura se deslizaba a cuatro patas por el suelo y empezaba a hacer una especie de reverencia a los pies de los aventureros.

      -Las luces mi señor! Me deslumbran! Te ruego que las alejes de mi! Te lo suplico!!!- exhaló entre gritos la criatura.
      Kijj tuvo que aclarar la garganta para poder hablar después de tan repugnante visión.
      -Antes quiero que me des cierta información- dijo Kijj. -Necesito que me digas todo lo que sepas sobre el nuevo Señor de la Nigromancia que se ha asentado en este castillo, y que busca reinstaurando la mortaja de Agnur.-
      -Sí, señor!!! Es un monstruo horrible!!! Os mostraré donde está, pero amortiguad las luces, mi señor!! os lo suplico!! me socarran la carne!!
      -Cuidado, Kijj- Advirtió Plumin.
      -Lo lamento- se disculpo Kijj meneando la cabeza de un lado al otro.- pero las luces nos acompañarán donde quiera que vayamos.
      La criatura lanzó un ensordecedor gemido de angustia.
      -¿Crees que nos atacará?- pregunto Kijj a Plumin con cierta angustia.

      Antes de que su amigo pudiera contestarle, las luces empezaron a languidecer. Como si un ser invisible soplara, con fuerza inusitada, para apagar unas velas. El hechizo estaba llegando a su fin!
      La disminución de luz fue como una poción curativa para la espectral criatura. Levantó la cabeza súbitamente con una sacudida y, abriendo los ojos, miró a su alrededor escudriñando cada rincón. En ese momento la criatura se antojaba cualquier cosa menos indefensa.

      -La Luz ya no puede detenerle- exclamó el halfling. Kijj, busca una posición más ventajosa!

      Ambos emprendieron carrera hacia el otro extremo del pasillo, antes de que se extinguiera por completo el brillo del hechizo. Llegaron al recodo, lo doblaron y siguieron corriendo. Algo en sus cabezas les impidió pararse a plantar cara, solo pudieron correr. Realmente no importaba en qué dirección huyeran, era obvio que aquel laberinto de pasillos era mucho más conocido por el ser que los acechaba. Su única esperanza era obtener la suficiente distancia para que no les dieran caza.
      Llegaron al final del pasillo y tomaron un corredor a la izquierda, que era un túnel del que partían otros muchos pasadizos. Aterradoramente confuso. Transcurrieron diez o más minutos antes de que dejaran de correr. Cuando lo hicieron se dieron cuenta que su negruzco enemigo parecía haber abandonado su particular caza. Hace rato que no oigan sus ruidosas pisadas. Ni un murmullo rompió la oscuridad predominante.

      -Parece que nos hemos librado- dijo entre jadeos el halfling.- que era ese ser!
      -La magia nigromántica da lugar a especímenes inentendibles y muy peligrosos al parecer.- contesto el orgo.

      Siguieron caminando hasta dar con un pasillo más oscuro si cabe, una vidriera en la parte final del pasillo daba al exterior. La visión del cielo y el Bosque Negro al fondo fue esperanzadora. Comenzaron a correr hacia la vidriera, esperando atravesarla de un salto para llegar al exterior. Una risa siniestra, de un tono estridente ya conocido, apareció fugaz frente a la pareja. Una sombra agarro a Kijj justo antes de que saltara a través de la vidriera.

      -Nooo!!- exclamo el orgo entre una espasmódica angustia, impropia en el.

      Cuando lo daba todo por perdido, aquella forma espectral soltó a su víctima. Kijj recibió un fuerte empujón, que lo lanzó con suficiente fuerza como para que atravesara la ventana. Lo único que acertó a divisar mientras caía fue a su amigo, Plumin, clavando su daga mágica en aquella siniestra criatura, a la vez que desaparecía entre la oscuridad que reinaba en el interior del castillo.
      Allí murió la leyenda de Plumin Tapón, saqueador de Dragones. Y allí quedó perdida su fabulosa daga, «Rapzza, invocadora de portales».

       

       

       

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