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Una oscura noche se cernía sobre los barrios más pobres de la ciudad de Anduar, lugar de borrachos, mendigos y prostitutas; y dónde la actividad principal son las disputas o peleas por un trozo de comida o por alguna moneda de cobre. Pocas veces se dejaban caer por estos lares gente de clase media, y no hablar de la gente rica de la ciudad. Ni sabrán de la existencia de este barrio.
En uno de los callejones, se encontraba una figura humana sentada en el suelo, apoyando la espalda en la pared, mientras se comía una rata, la cual había sido despellejada por completo antes de su ingestión. Mientras masticaba la comida, observó entre los pliegues de su capucha roída dos figuras que se le acercaban y se detuvieron delante de él.
- ¡Eh, tú! ¡Rata de alcantarilla! – Vociferó uno de ellos al tiempo que le daba una patada al vagabundo.
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Estamos buscando a un drow, ha llegado a nuestros oídos que merodea por esta zona. – Dijo la segunda persona, más rechoncha que el primero.
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¿Y qué queréis de un drow? – Contestó el vagabundo a la vez que levantaba la mirada y dejaba entrever el brillo de sus ojos grisáceos y se levantaba.
Cuando el drow se queda enfrente de los dos extraños, mostrando su cara oscura y el pelo blanco, éstos comienzan a recular con cara asustada, balbuceando palabras incomprensibles.
- Pe…pe…pero, es cierto. – Dijo uno de ellos.
Por favor, no nos mates, nos envían para entregarte un mensaje. – Suplicó el segundo, mientras entregaba un pergamino al drow.
El drow coge el pergamino y se lo guarda bajo la capa.
- Podéis marcharos, ya me habéis interrumpido lo suficiente durante mi hora comer. – Mira de soslayo a los dos extraños y se siente, continuando con su manjar.
Los dos individuos se quedaron paralizados ante tal frialdad y se marcharon en silencio. El mismo silencio que volvió a inundar el callejón mientras el drow se alimentaba.
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Tras varios días del extraño encuentro, el drow se encontraba recorriendo los callejones de Anduar mientras intentaba cazar su próxima comida, ya sea una rata, un gato o un perro. Estaba tan acostumbrado a ese tipo de alimentos que apenas disfrutaba con el agradable olor de las cocinas de las casas más cercanas. Mientras desollaba un gato intentando sacarle la mayor cantidad de carne posible, se acordó del pergamino que le entregaron los dos extraños hace días, y con delicadeza, aparta su capa del lado derecho y lo coge del cinto donde estaba colocado. Lo abre y comienza a leerlo:
Por fin te he encontrado, llevo mucho tiempo buscándote, joven Kygron. Es la primera vez que sabes de tu nombre y estarás confundido, te lo explicaré todo a su debido tiempo. Te escribo para que podamos vernos en persona y hablar de ti y de quién soy. Pero antes, debes hacer una cosa por mí, más bien una misión. Tienes que ir a keel y conseguir un arma característica de los drows, una cimitarra, pero no cualquier cimitarra, una cimitarra plateada. Me llegan rumores que sólo existe una persona capaz de elaborar esa arma, búscalo y convéncele para que te fabrique una. Cuando la tengas en tu poder, dirígete por la carretera del norte de Anduar hasta llegar al valle de Eloras, allí, deja una señal en el cartel y espera noticias mías.
Sin saber cómo y porqué, la curiosidad le recorrió por todo el cuerpo y sin pensarlo, el drow se dirigió al muelle del sur de Anduar en busca de un barco que le lleve a Keel y buscar el arma que le había encargado ese extraño mensaje.
- Kygron. – Susurró para sí.
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