Inicio Foros Historias y gestas Memorias de Arcil Nar’ha, Cronista Segundo de la Casa Ler’inen 10

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    • Jashraia
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      1 de Angthe del 192. Era 4ª

      Los planes no han podido salir mejor, conforme se inició la feria la explanada frente a la caverna, se llenó de ruido de
      cientos de diminutos kobolds, pestilentes criaturas, pero graciosas a su manera, correteando entre las piernas intentando
      llamar la atención sobre su mercancía de los gigantescos orgos, que paseaban señorialmente por la explanada discutiendo en
      su gutural lenguaje. Cuando por fin se inició la subasta principal quedé relegada al último puesto, quizá como plato fuerte.
      Ya había llamado la atención de varios compradores dirigiéndome a ellos en su propio lenguaje, el maestro esclavista que me
      vende sonrió con alegría ante la sorpresa. Lucía su estúpida sonrisa mientras, sin comprender nada de lo que decía pues usan
      el idioma dendrita para hablar entre ellos, hablaba de lo estúpido que era con gracia. Al parecer el desdén que sienten los
      orgos por una raza tan innoble como los kobolds ha sido una buena baza que manejar.
      Cuando finalmente era mi turno para saltar a la palestra me preparé a conciencia, recé a Eralie para que me concediera
      nobleza que me hiciera parecer la más deseable de las criaturas y funcionó. Quería que pujaran por todo lo alto, sabía que
      el joven Señor, después de su exhibición durante el rescate de los esclavos el día de su captura, no habría ido a una casa
      mediocre, y tendría muchas más probabilidades contra mejor fuera la casa de obtener información sobre él.
      Ahora me encuentro relegada a un puesto privilegiado, esclavizada, sin duda, pero el orgo que me ha comprado ha procurado
      darme todas las atenciones posibles, espero que su decepción no sea muy grande cuando mi carismática fuerza disminuya. Solo
      por la argolla con la que me han anclado a la calesa que me transporta ya he agradecido el cambio de mano. Me han quitado la
      pesada argolla de hierro, que me atenazaba el gaznate, por una suave cinta, ligera como un colgante, que me ata a su vez las
      manos pero sin quitarme movilidad. Deduzco que es mágica porque cada vez que intento desatarla o librarme de ella adquiere
      un tono levemente rojizo y se calienta. Creo que si lo intentara con más fuerza acabaría quemándome sin piedad pero, aún
      así, es preferible a la pesada cadena metálica que me impusieron los kobold. Desgraciadamente no todo iba a ser sencillo,
      siento que la cadena neutraliza mi magia divina, bloqueándola de alguna manera, así que para pasar el rato he examinado con
      detenimiento a mi nuevo amo. Es un orgo de tamaño impresionante para su especie, lleva multitud de objetos de claro origen
      arcano y posee ciertas habilidades mágicas, se puede notar en su blanca mirada inteligente y cómo la magia resuena en todo
      él, pero no es un hechicero, una larga espada cuelga de su cintura y la musculatura de su cuerpo denotan un intenso
      entrenamiento, así como las tres cicatrices, bien cauterizadas ya, que marcan su mejilla desde el cuello hacia el ojo
      izquierdo. Debe tratarse de uno de los famosos magos rúnicos de Al-qualanda. Por la afición que siempre ha tenido el señor
      por la magia rúnica seguro que se habría entendido con alguien así.

       

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