Inicio Foros Historias y gestas Memorias de Arcil Nar’ha, Cronista Segundo de la Casa Ler’inen 17

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    • Jashraia
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      20 de Taran de 192. Era 4ª

      ¡Libre! ¡Soy Libre! Aunque siempre sospeché de Ami su ayuda ha sido inestimable, nos encontramos ahora acercándonos a la
      ciudad de Anduar, libre por fin y con toda la información preparada sobre mi señor Nildrin a tiempo para su 150 aniversario.
      Pase toda la noche de ayer nerviosa porque no sabía cómo obtener la tinta magnética cuando caí en la cuenta que estoy
      rodeada de ella. Es un metal tremendamente común en Ar’kaindia y hay multitud de objetos hechos con este mineral, cogí la
      vasija de mi propio cuarto y la triture para magnetizar la tinta común, como una rudimentaria pero efectiva tinta de
      ferrita. Tras esto repasé los trazos dibujando las runas y al finalizar el cubo rebosaba con evidente magia arcana. Sólo
      tuve que lanzarlo y una luz cegadora, que parecía provenir de mí misma me aturdió por unos segundos, cuando miré mi cuerpo
      buscando efectos secundarios de dicha luz me di cuenta que la cinta de esclava había desaparecido. De repente un tremendo
      griterío empezó a sonar por los pasillos, como el inicio de la revuelta, al asomarse prudentemente vi que no sólo mi cinta
      había desaparecido, ¡sino la de todos los esclavos que veía! Algunos a empujones otros con cautela pero todos intentaban
      salir de la casa una huida poco organizada, aproveché que por fin era libre para lanzar el conjuro de santuario y protegerme
      cuando la vieja sensación de paz del poder de Eralie me inundó de nuevo.
      Con el cerco roto cogí algunos volúmenes prestados de la biblioteca que siempre había querido tener antes de intentar
      escapar yo también cuando Ami apareció, quise retenerlo pero mi propio santuario me lo impidió y con una sonrisa casi pícara
      multiplicó su imagen apareciendo multitud de Amis. Con una voz que desbordaba alegría me tendió la mano y dijo: ¡Sabía que
      lo conseguirías!¡Sígueme! Lo tengo todo listo.

      Así que no pude más que seguirle, me guió por pasillos poco transitados hasta una ventana que asomaba al desierto y tras
      formular un conjuro sobre mi misma, al pasar el santuario, y sobre él después saltó al vacío invitándome a hacer lo mismo.
      Asustada me asomé y vi como caía suavemente, como una pluma mecida por el aire, así que me armé de valor y salté detrás. La
      ventana elegida no podía ser mejor ya que estábamos alejados del río de esclavos que salía por las puertas, algunos a
      golpes, otros con magia, mientras las temibles fuerzas orgas intentaban contenerlos. Una vez llegados al suelo invocó un
      elemental con forma equina que nos alejó rápidamente de la terrible, pero hermosa, ciudad de Ar’kaindia. No tenía ni idea de
      que se trataba de tan portentoso mago, al comentárselo rió con una voz de cascabeles que nunca le había oído antes, y me
      relató la historia de la Liberación de Nildrin la cual, luego de mucho tiempo, conseguí transcribir en otro tomo de memorias.

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