Inicio Foros Historias y gestas Memorias de Arcil Nar’ha, Cronista Segundo de la Casa Ler’inen 6

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    • Jashraia
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      11 de Slinde del 192. Era 4ª

      ¡Por fin libre! ¡Malditos sean Bilder y Tha! ¡Malditos por siempre! Esos malditos truhanes me estafaron, me llevaron hasta
      la gran caverna, hasta Ancarak, y allí me vendieron como un vulgar objeto, me convirtieron en esclava después de engañarme
      para ir por mi propio pie hasta allí, proveyéndoles de comida y de sanación, como una boba les acompañé y menudo calvario me
      han hecho pasar, pero aún así la fortuna me ha sonreído, porque sí, esta vez, he conseguido de primera mano información
      sobre el joven Nildrin. Pero contaré paso por paso antes de que se borre de mi memoria, porque ha pasado mucho tiempo.
      Nada más superar el puesto fronterizo de Dendra, dejando al oeste la Fortaleza de Dhara, entramos en el erial que separa
      Golthur de Dendra, pasamos allí por una gran caverna donde un grupo de soldados Kobold nos esperaban, por un momento creí
      que nos iban a asaltar y comencé a recitar hechizos defensivos para fortalecernos pero, para mi absoluto desconcierto,
      Bilder y Tha se acercaron tranquilamente a los kobolds, que tampoco se aprestaban al combate, sino que parecían esperarnos.
      Recelosa de tan inusitada actitud me mantuve atenta a sus gestos, pero tanta atención presté que no vi como, tras de mí,
      aparecieron un grupo de kobolds que con velocidad me apresaron con cadenas. Con dolor por su traición pude ver que los
      malditos bribones cambiaron una bolsa de monedas con los kobolds mientras me sonreían, con desprecio, y continuaban su
      camino hacia el norte. Me arrastraron de las cadenas por las cavernas y me reunieron con un nutrido grupo de esclavos que
      tenían allí presos. Me examinaron de salud, me preguntaron que era capaz de aprender y aunque intenté negarlo, las tintas,
      escritos y plumas que hallaron en mi petate les hizo ver que era letrada y valiosa en cierta manera. Como experta en las
      lenguas de Dalansear pude entender que me reservaban para cierta feria, no llegué a oír la fecha pero, como bien supe más
      tarde, no faltaba mucho.
      Quiso Eralie que la fortuna no me fuera del todo adversa y encontré allí a un soldado que recordaba a Nildrin, por lo que la
      pista no fue del todo falsa. Este hombre se hacía llamar Arika y venía de Kattak, conoció al Señor en Anduar y formaba parte
      del grupo de mercenarios (al menos esa parte de la historia resultaba cierta) que marchó al norte. Desgraciadamente el
      odioso Tha formaba parte de la comitiva, y como a mí, les capturaron y fueron sometidos como esclavos. La visión de Arika de
      nuestro señor Nildrin encajaba perfectamente en el aspecto físico, pero, quizá las aventuras y las tragedias vividas durante
      su exilio habían suavizado su arrogante talante de juventud, recordando cada vez más al Señor Nildrin que yo conozco. Como
      dice Arika «un semi-elfo consciente siempre de los demás, de las necesidades de los débiles, y apostando fuerte, con su
      espada y su danza, por aliviarles el dolor», muy diferente del que se marchó de Veleiron.

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