Inicio › Foros › Historias y gestas › Memorias de Arcil Nar’ha, Cronista Segundo de la Casa Ler’inen 7
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Cuento el relato de la huida,
transcribiendo palabra por palabra, lo que Arika a mí me relató:A Nildrin lo conocí en las ruinas próximas a Alandaen, avanzábamos mi cuadrilla y yo por una zona pantanosa buscándolas
cuando nos asaltaron unos merodeadores del pantano. Nosotros, que éramos cuatro en total, nos salvamos con facilidad de la
primera oleada, pero continuamente volvían nuevos merodeadores que nos hostigaban para adentrarnos más y más en el pantano,
agotándonos e incapaces de defendernos nos quedamos espalda contra espalda, buscando defendernos hasta el último aliento,
vendiendo cara la vida que nos iban a arrebatar, cuando vimos un destello luminoso entre los árboles, trazos de brillantes
luz parecía brotar y desaparecer al azar en la densa oscuridad del pantano, como una lluvia de estrellas fugaces que se
acercaba lentamente hacia nosotros, los merodeadores que nos rodeaban, como polillas acudieron a la luz entre gritos
salvajes que se ahogaban al entrar en contacto con aquella luz, cuando por fin estaba bastante cerca fue la primera vez que
vimos a Nildrin pelear, apenas tocaba el suelo sin enfangarse en el pantano de la velocidad con la que se movía, los
destellos de luz brotaban de su espada, que giraba alrededor de él segando vidas como si un diablo se tratara, su rostro
vibraba de pura emoción pero no había odio en él, no mataba con rabia ni con piedad, simplemente mataba, como si un escultor
tallara la más bella obra de arte, actuaba con una precisión y una gracia sublimes y quedamos extasiados al verlo.
Cuando todos los merodeadores habían muerto o desaparecido lentamente fue frenando su hermosa danza, como un canto a la
muerte que acaba desvaneciéndose, arrastrado por el viento.
Nos quedamos tan sorprendidos y maravillados que por unos segundos dudamos si era real, pero cuando nos miró y sonrió con
una amistosa franqueza le vitoreamos alegres por haber salvado la vida. Enseguida quisimos que se uniera a nuestra
cuadrilla, no sólo le debíamos la vida, sino que prometía un grandioso futuro para aventureros como nosotros y aceptó con
bastante facilidad, le ofrecimos, dado su potencial, liderar el grupo pero no le interesaba, solo quería acompañarnos, y,
gracias a él, fuimos capaces de hacernos con algunas riquezas. Aplastamos a la banda de Kregg, derrotamos el gusano que
atormentaba a los enanos en los túneles de Kheleb y otras aventuras. Cuando ya nos sentimos bastante fuertes nos arriesgamos
con un maldito bribón, que nos trajo hasta Ancarak y caímos en la trampa que nos convirtió a todos en esclavos. La furia con
la que Nildrin estuvo peleando casi le cuesta la vida, pues su velocidad impidió que lo apresaran y se salvó. Creímos que no
le volveríamos a ver, pero recibíamos noticias con los nuevos esclavos traídos aquí de que todavía merodeaba por las afueras
de la caverna. Con frecuencia asaltaba las caravanas de esclavos liberándolos y algunos, vueltos a ser apresados, nos
contaban que se había unido a un nómada y se decía que habitaban las cavernas, asaltando a los Kobolds y dándoles muerte
para liberar esclavos.
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