Inicio › Foros › Historias y gestas › Memorias de Irhydia; gusanitos 5 selección natural
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Tras lo sucedido con la extinguida compañía, de la que poco se supo que no fuese lo ya narrado, las exportaciones de mitrhil mejoraron hasta recuperarse por completo. Conociendo el riesgo, los enanos mineros y los extranjeros que acudiesen por razón del mismo oficio, evitaron, hasta hoy, y hasta seguramente mucho tiempo, acercarse a las oscuras entrañas de la tierra, donde reinaría el caos por siempre, al menos, hasta que alguien diese con una solución viable a un problema de tal envergadura. Una respuesta que no consistiese solo en matar y matar gusanos y esparcir el rumor de haber logrado algo impensable que muchos otros ya consiguieron, a la par que otros miles murieron en el intento de ganar algo de fama y dinero. Claro está, que aquellos que, siendo lo suficientemente buenos en el arte de la matanza y la caza, puedan deshacerse de alguno de aquellos animales, gozarán de la ocasión de hacerse con los tesoros abandonados durante siglos. Entre tanto, otros desafortunados harán crecer el valor de lo guardado, así que todos salimos cambiados. Unos ganan mucho, otros lo pierden todo. ¿Te apetece jugar?
Para muestra de lo que indico, hágase visible e inteligible el último testimonio de la compañía perdida de quienes mataron al gusano de Kheleb Dum en el 150 de nuestra cuarta era. Antes de abandonar las galerías, como ya expliqué anteriormente, Shirlet observó algo perturbador. ¿Y qué fue? Bueno, seguid escuchando y lo entenderéis.
Las crías del gusano muerto que fuera su progenitor empezaron a comerse los restos de su madre. Una de ellas se alimentó de más, y creció considerablemente, hasta alcanzar el tamaño de una pequeña yegua.
Sus hermanos ansiaban más, pero la codicia del tamaño, peor que la del oro enloquecedor, se pronunció en contra. A los gusanitos más rebeldes les reventó el cráneo con sus fortalecidas mandíbulas, llenando de rojo aquella casa de los horrores. Todo eso, si eran afortunados. En caso contrario, los estrangulaba con ensañamiento mientras derretía sus lenguas y dentaduras escupiendo ácido en sus bocas abiertas, generando un horror que nadie oiría, pues nadie podría gritar mientras se ahoga y disuelve por dentro simultánea, lenta e inexorablemente, o los golpeaba una y otra vez contra los bordes afilados de la caverna, rasgando sus pieles, carnes, huesos, pellejos y órganos, empleando las cortantes paredes a modo de cuchillos de desollar, mientras, aún vivas, agonizaban de dolor, emitiendo sonidos estridentes y aterradores que nada tienen que envidiar a los proferidos por dragones. De este modo, el gusano se hizo respetar o temer. Tanto da cómo lo llamemos. Los demás, impotentes, retrocedieron a la cornucopia, mientras el nuevo rey o reina de los gusanos, pues se desconocía su género, se ocultaba entre las sombras, esperando su turno para destripar incautos. Mientras tanto, como la triste chica leería de la obra restaurada, los ratones saciarían su apetito y le permitirían crecer y poner huevos, los cuales escondería en el fondo del agujero en el que vive junto a sus esclavizados familiares. En cuanto a sus hermanos, unos comerían, y otros no, por lo que perecerían de inanición. Sea como fuere, la generación de gusanos gigantes continuaría hasta nuestros días, un nuevo rey de nombre desconocido ocuparía el podio, y al ser desterrado por algún grupo de ignorantes otra sabandija ocuparía el hueco vacío, por un tiempo indefinido. Un ciclo macabro prolongado por décadas, tal vez siglos, que del mismo modo se repetirá por muchos años en un bucle ininterrumpido, puesto que nadie, hasta la fecha al menos, tiene la más mínima idea de cómo romperlo de manera efectiva y definitiva.
¿Un ritual hermoso, verdad? Duro, pero real, y si no me creen, maten al bicho enorme que ahora reine en aquel negruzco antro, recojan los tesoros que en la cornucopia de esa sucia alcoba se guardan, todo lo que quepa en sus bolsillos, quédense agazapados en un seguro recoveco durante unos minutos, y lo verán. Simplemente observen. Y muy importante. Traten de no vomitar, o los que acechan os oirán. Entonces tal vez el nuevo rey de los gusanos tenga preferencia por vuestras vísceras si regresáis a sus dominios. Fornieles y Sylbira, dos grandes amigos míos, ya lo hicieron acompañados de Nirin hace poco más de un lustro, y pueden testificar que lo que afirmo es cierto. Y sí, yo también lo he visto todo, y es una imagen que, al observarla o recordarla, no puedo hacer más que alegrarme por la dulce muerte que, por su propia voluntad, le proporcioné a mi amado Sirgol, ahorrándole un sufrimiento como el que solo bestias del estilo de tales criaturas y de los más fieros orcos pueden provocar.
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